Capítulo 1
RUBY.
Noche. Complejo residencial Knickweg. Música. Alcohol. Voces. Risas. Personas. Fiesta.
Ruby, pelirroja y con un aire hermosamente cruel, ya se había zampado tres vasos de cerveza con una rapidez no recomendada, cuando de repente su hermana gemela Lisa se detuvo a su lado y apoyó el trasero contra la mesa de las bebidas. La codeó con complicidad y diversión.
—Ruby —le susurró, señalando con un gesto disimulado hacia la entrada del complejo—. ¿Quién es ese? ¿Lo conoces?
Ruby giró la cabeza, y el movimiento le produjo una leve desorientación por el alcohol que ya fluía por su sistema. Tuvo que entornar los ojos, pero logró fijar su atención en "ese" al que Lisa se refería.
Lo primero que le llamó la atención fue el aspecto. Era un tipo guapísimo, y no de manera común. "Ese" era de los guapos que ninguna persona ignoraría: alto, ojos cafe y un desenfadado cabello negro. Todo su estilo parecía el de chico de serie de televisión norteamericana: chaqueta de cuero, botas trenzadas y vaqueros.
—La verdad es que nunca lo había visto —respondió Ruby con ojos analíticos—. Tampoco es que no me acuerdo, porque sí que recordaría a alguien así, sabes a lo que me refiero, ¿no?
Lisa y ella compartieron una sonrisa maliciosa. Por elección de la naturaleza eran gemelas idénticas, así que tenían una conexión especial que no se disimulaba a pesar de llevar el cabello de distinto color o de vestir estilos diferentes. Ambas siempre habían compartido una preferencia por los tipos que daban la impresión de ser peligrosos. Lo curioso es que ese no lo era.
Aún así las intrigó y las dejó un tanto fascinadas y curiosas, algo que nunca habían experimentado. Ruby admitió incluso que le daban ganas de acercársele y coquetearle a ver qué resultaba.
—Tiene algo... distinto —opinó Lisa.
"A lo de siempre" completó Ruby mentalmente.
Lisa lo miró de arriba abajo.
—Quiero conocerlo. Debo conocerlo.
En su análisis, Ruby notó que no parecía que él tuviera intenciones de unirse a la fiesta porque arrastraba una maleta e iba acompañado de Oliver, el encargado del complejo que, entre otras tareas, se ocupaba de guiar a los nuevos a sus apartamentos.
—Fíjate en la maleta —le señaló Ruby—. Va a vivir aquí.
Una juguetona emoción iluminó el también hermoso pero menos cruel rostro de Lisa.
—¿Esto es un milagro? —suspiró ella con cierto dramatismo—. ¿Acaban de bendecirnos con un chico nuevo y sexy?
Ruby soltó una pequeña risa por la reacción de su hermana, y con un poquito de mala gana lo aceptó.
—Bien, tú lo viste primero hermanita, así que no voy a interponerme —prometió.
Y de un profundo trago se terminó la cerveza de su vaso.
—¿A dónde crees que vaya a mudarse? —preguntó Lisa, ya muy interesada—. ¿Hay algún apartamento vacío en nuestro bloque? ¿Cuántos años tendrá? Parece de veintitantos, pero no lo sé...
Muchas preguntas y ninguna respuesta superficial. Oliver le iba diciendo algunas cosas al desconocido y él las atendía con la vista recorriendo los alrededores de los bloques de edificios. Una sonrisa cálida, amplia y enigmática curvaba su boca. Demasiado guapo. Demasiado interesante a simple vista.
Bueno, lo único seguro era que parecía un universitario como lo eran todas las personas que vivían en ese lugar. ¿Su edad? Intentó calcularlo fijándose en ciertos detalles del rostro, las manos y la postura que la obligaron a quedársele mirando fijamente. Una manera muy segura y al mismo tiempo relajada de caminar, zapatos nuevos, forma de hablar sin prisa...
Ruby olvidó que la mirada podía llegar a pesar, por lo que de repente él deslizó la atención y la fijó justo en el sitio en donde ellas se encontraban.
Entonces, a Ruby no le dio tiempo de ver hacia otro lado para disimular , porque le sucedió algo muy pero muy raro.
En el instante en que sus ojos chocaron, en su interior se encendió una chispa de inquietud. Sus pensamientos desaparecieron. Fue como: ¡poof! y su mente medio ebria se limpió casi tan rápido como la chica que por ahí cerca estaba evitando al fastidioso estudiante de intercambio que por segunda vez intentaba besarla. Seguido a eso se sintió como si una alarma se activara para avisarle que ese tipo traía algo...
¿Peculiar?
¿Inusual?
¿Sospechoso?
Ni siquiera pudo escoger una palabra para definirlo. Oliver y el desconocido pasaron junto a ellas y Ruby alcanzó a notar la mirada de soslayo que el desconocido les echó: ojos entornados en los que había un destello de cierta diversión y la comisura derecha levantada e en una sonrisa escasa pero misteriosamente desconcertante.
Ella giró la cabeza con obviedad como si quisiera verlo directo al rostro para aclarar el raro momento, pero Oliver y el desconocido continuaron hasta que los vio entrar en uno de los tres edificios que conformaban el Knickweg, el mismo en el que Lisa y ella vivían.
En ese momento, la pregunta de Lisa adquirió otro sentido para ella: ¿quién era ese tipo? Se quedó pensando en ello hasta que su mente recuperó funcionalidad y de repente recordó que Scott aún no aparecía.
—Hay que buscar a Scott —propuso de pronto, todavía ligeramente aturdida.
—¿Y si mejor vamos a tocar la puerta del nuevo para presentarnos? —propuso Lisa de vuelta como una idea más divertida.
Ruby le echó una mirada de molestia. De repente, sus ánimos habían cambiado. No se sentía tan divertida como unos minutos atrás. Se sentía extraña.
—No, quedamos en que pasaremos la noche con Scott y ya sabes cómo se pone cuando no seguimos el plan —cortó.
Lisa hizo un mohín de fastidio.
—Pero a Scott lo vemos siempre —repuso— en cambio este chico...
—Vamos y punto.
Ruby la agarró de la mano y la jaló por los recovecos del jardín central donde se desarrollaba la fiesta, sin aceptar objeciones. Divisó la silueta de Scott entre la gente, más rápido de lo esperado. Estaba en una esquina hablando con Alex, la estudiante de intercambio venezolana amiga de Lisa, y era muy obvio —y nada sorprendente— que él le estaba coqueteando.
—Mira nada más, está muy ocupado —señaló Lisa, como para salir del paso, aunque con cierta burlita—. ¿Para qué interrumpirlo?
El idiota le hablaba a escasa distancia a Alex con esa sonrisa torcida y demoníaca que lo caracterizaba y que delataba sus sucias intenciones de ligársela. Una punzada de rabia la atacó.
—¿Por qué siempre habla con todo el mundo? —se quejó Ruby.
—Nosotras también hablamos con cualquiera —rio Lisa—. ¿Cuál es el problema?
—El problema es que... —No quiso explicar a qué se refería realmente y terminó resoplando.
Obligó de nuevo a Lisa a seguirla y sin pensarlo se detuvo detrás de Scott con aire divertido y juguetón. Le cubrió ambos ojos con sus manos, como marcando territorio. Lisa se mantuvo como una entretenida espectadora.
—Hola, Alex —saludó Ruby solo con movimiento de labios, y después se dirigió a Scott—: ¿Quién soy?
El rostro de Alex se iluminó de alivio al notar la oportunidad de escabullirse de esa situación gracias a la intervención de las chicas, así que le respondió a Ruby con una sonrisa, pasó por su lado y antes de alejarse le susurró:
—Te debo una.
Scott apartó las manos de Ruby de su rostro y se giró hacia ella. Al ver su cara por completo, ella detectó la inconfundible chispa del alcohol en sus ojos verdes. Desde que lo había conocido pensaba lo mismo, que era guapísimo con esos rasgos rudos y esa altura arrogante. Parecía un demonio encantador, pero lo cierto era que podía llegar a ser muy impredecible, tanto como para que ella lo catalogara como su idiota favorito.
Scott alternó la mirada entre las gemelas con esa burlona curiosidad que Ruby percibía capaz de molestar a cualquiera.
—¿Qué pasa con mi gemela celosa? —preguntó.
Se afincó en "mi gemela" con un tono de malicia, sospechó Ruby que como un gesto de venganza por la intervención que había frustrado sus planes. Eso la irritó un poco.
—¿Qué te pasa a ti con Alex? —replicó, encarándolo.
—¿Qué? —fingió no saber, divertido—. Solo estábamos hablando. Es lo que hace la gente, ¿no? Conversar, relacionarse...
Obviamente era mentira. Scott era descarado de forma intencional, y en parte era lo que a ella más le gustaba de él.
Mientras, Lisa sorbía de su vaso, encantada con la escena, como siempre, porque ella era la más relajada en la relación. Ruby y Scott siempre tenían esas discusiones.
—Mira, gracias a Alex tenemos a ya sabes quién enganchado —puntualizó Ruby, directa y dura—. Es nuestra asesora, así que por favor calma el instinto animal y no la espantes.
Scott enarcó una ceja, divertido.
—¿Qué pasa? —le preguntó él en un susurro desafiante—. ¿Te da celos?
Ruby sintió ganas de darle un puñetazo, pero solo trató de advertírselo:
—Scott...
Él la interrumpió, provocador y altanero:
—Porque los tres ya sabemos cómo es esto entre nosotros, ¿no? —Dibujó un círculo en el aire con el dedo índice para incluir a Ruby, a Lisa y a él—. No tendría sentido armar escenitas.
Ruby se preparó para el gesto y la respuesta, pero quedaron interrumpidos porque de pronto, de una forma muy inesperada y extraña, todas las luces se apagaron, la música se silenció y el conjunto entero quedó a oscuras.
Ante la súbita negrura, la gente de la fiesta emitió gritos, preguntas y silbidos. Ruby no entendió qué pasaba y por un momento se asustó. Por un momento pensó cosas malas, pensó incluso que había sucedido algo fatal como... como aquella noche, pero unos segundos después su mente se organizó y ella cayó en cuenta de que los gritos y silbidos eran de emoción, y que en realidad solo se había cortado la electricidad.
Un apagón.
Había sido un simple apagón.
Ruby pensó que era raro porque en Knickweg no sucedían apagones casi nunca, pero se calmó y trató de buscar a Lisa entre la oscuridad para asegurarse de que estuviera bien. Era una reacción inmediata y sin mucho sentido, tal vez algo de gemelas, pero apenas pasaba cualquier cosa repentina se buscaban la una a la otra.
Lo bueno fue que antes de encontrar a ciegas a su hermana, el complejo volvió a iluminarse en un santiamén y la música empezó a sonar otra vez con la misma fuerza. De nuevo la gente gritó, silbó y alzó sus vasos para celebrar. El ambiente de la fiesta incluso se restauró con mayor intensidad y diversión por el pequeño suceso.
Ruby rápidamente descubrió que Scott ya no estaba en su círculo ni en un radio cercano. Le sorprendió la rapidez con que se escabulló para zafarse del asunto, y eso la hizo sentir un poco decepcionada. Sin embargo, enseguida descubrió que Lisa seguía a pocos pasos de ella y que lo único que hacía ahora era mirar fijamente en dirección a la entrada del edificio con aire un poco ausente.
Todo estaba bien, pero a Ruby le volvió esa sensación extraña en el cuerpo de unos minutos atrás...
—Raro apagón, ¿no? —dijo de pronto una voz.
Ruby soltó un gritito.
Fue uno de esos grititos de susto porque había escuchado la voz justo detrás de ella, tan cerca como podía pararse un fantasma a atormentar a alguien. Dio un salto instintivo hacia Lisa para protegerse y con total horror miró a la persona que les había hablado.
No era un fantasma, por supuesto. Era solo Keanu, ese chico rarito del piso de abajo que estudiaba informática y que ahora se había acercado a ellas con una cerveza en la mano y la otra hundida en el bolsillo del pantalón. Era tan alto y tan delgado que podía pertenecer a la familia de los fideos. Su cabello tenía un brillo un poco grasoso y las gafas de pasta se le aguantaban casi en la punta de la nariz.
¿Qué diablos hacía ahí? Keanu nunca salía de su apartamento más que para ir a la universidad o sentarse en las hamacas del jardín con la cabeza metida en su celular. En todas las fiestas universitarias él nunca había asomado la cara delgada y blanquecina que tenía. Era un asocial.
Ruby miró a Lisa para confirmar si también le había parecido extraño, pero ella solo tenía una expresión de incomodidad estampada en la cara, obviamente por algo a lo que la pelirroja no quiso darle importancia en ese momento. Así que solo se divirtió con ese tonto.
—¡Hola, por fin decidiste unirtenos en algo! —le saludó Ruby, exagerando su faceta amigable.
También le extendió la mano para acercarse y agregarle el respectivo beso al saludo. Keanu lo aceptó, apretó su mano y luego ambos juntaron mejillas.
Entonces, por segunda vez, sucedió algo muy extraño ante el apretón y el beso:
Ruby sintió un escalofrío.
Con cierta intensidad la piel se le erizó. Fue algo parecido a una corriente y a un frío. Fue algo que rozó su piel incluso por debajo de la ropa y le desajustó la mente. Dudó si el efecto era producido por el exceso de alcohol, pero ni siquiera supo determinar si fue algo bueno o malo lo que alteró su percepción durante los segundos que duró el contacto.
¿Pero qué sucedía esa noche?
Se apartaron. Ruby se sintió rígida, desconcertada y fuera de lugar. Nada llegó a su mente al instante, así que no supo qué decir ahora.
No fue necesario.
—¿Viste al chico nuevo que llegó hace rato? —le preguntó Lisa de pronto a Keanu, aprovechando el momento
—¿Dylan? —contestó Keanu, ceñudo—. Sí, se mudó hoy.
—¿Lo conoces? —le preguntó Lisa entre sorprendida y fascinada, olvidando su incomodidad ante la presencia de Keanu.
Keanu asintió con una rapidez nerviosa.
—Lo conocí hace unos días cuando vino a firmar los papeles del alquiler.
Lisa dio un paso adelante como si una puerta a todas las respuestas y posibilidades se hubiese abierto ante ella.
—¿Qué más sabes sobre él? —le preguntó al chico, y como Ruby la miró raro por sus ansias, Lisa emitió una risa relajada y agregó—: Porque hay que saber qué tipo de persona entra al conjunto, ¿no? Hay toda clase de gente...
—Solo sé que está haciendo una tesis y va a quedarse hasta terminarla —informó Keanu.
Lisa no respiró antes de hacer la siguiente pregunta:
—¿No va a clases?
—Solo cursará seminarios de posgrado para realizar su tesis —aclaró Keanu junto a un encogimiento de hombros.
Lisa lució calculadora y Ruby adivinó que mañana a primera hora iría a buscar qué seminarios estaba cursando Dylan para colarse. ¿Y quién le sacaba algo de la cabeza a su hermana?
—¿Sabes en qué piso vivirá? —preguntó Lisa después de un pensativo momento.
—Sí, vamos a ser vecinos —afirmó Keanu con cierto entusiasmo, aunque un segundo después pareció recordar algo nada bueno—. Él...
Keanu se cortó de inmediato con algo de intranquilidad y dejó la frase incompleta. Eso causó que la curiosidad se reflejara en el rostro de Lisa, por lo que ella le hizo un movimiento con la mano para invitarlo a seguir aclarando las cosas.
—¿Él qué?
La expresión de Keanu se tornó inquieta y ligeramente preocupada.
—Bueno, yo creo que fue mala idea —opinó él, dudoso.
Ante esa actitud del chico, Ruby también sintió curiosidad por el tema.
—¿Qué fue mala idea? —preguntó Lisa, todavía a la expectativa.
Keanu dudó un momento y se empujó las gafas de pasta. Lució un poco nervioso y arrepentido de sus palabras, como si no tuviera que haber dicho nada.
Pero era tarde, ya lo había mencionado y tanto Ruby como Lisa esperaban la respuesta con mucha atención.
—Había otros apartamentos vacíos, creo —comentó él—. Debió haber elegido uno diferente, pero sospecho que Dylan no sabe nada sobre...
Y volvió a dejar la frase incompleta. Entonces Ruby y Lisa hicieron honor a su genética compartida y perdieron la paciencia al mismo tiempo:
—¡¿De qué hablas?! —soltaron al unísono.
Keanu abrió los ojos de par en par, algo asustado por la coordinación de las voces y la presión de ambas.
Así que miró hacia los lados para asegurarse de que nadie estuviera oyendo, y luego finalmente lo dijo:
—Dylan alquiló el apartamento maldito.
Ruby quedó rígida y sin palabras. Extrañamente, las luces volvieron a parpadear y por un segundo ella creyó ver a ese tal Dylan en lugar de Keanu.
Pero eso no tenía sentido.
Parpadeó con fuerza pensando que ya había tomado más de la cuenta y se concentró en lo importante:
¿El tipo nuevo viviría en ese apartamento?
Oh mierda.
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¡Jorge y yo esperamos sus comentarios!
Esta historia tiene de todo un poco, pero sobre todo un misterio muy interesante.
♥ Amor infinito a ustedes ♥
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