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Capítulo VII

Degel había llegado donde su hijo, lo encontró en el suelo, noto que estaba sangrando y se asustó, rápidamente fue hasta él y lo tomó entre sus brazos. Camus miró a su madre y se echó a llorar.

—Mamá... se fue... —dijo llorando, sus lágrimas bajan gruesas y su tristeza se notaba por sus ojos.

Degel abrazo a Camus con fuerza, deteniendo la sangre que salía por la pierna derecha del menor, a él no le importaba perder sangre también, su hijo era lo primordial, y siempre lo cuidaría, aún que no estuviera para ese entonces con él.


[~°🍎°~]

Se había ido con su mecanismo afectado, había perdido a la persona que más amaba, Camus había sido una luz en su oscuridad, una compañía y un amor imposible para él, solo era un simple muñeco, ¿Como podía conquistar a un humano?, Él solo quería amor, recordaba que su creador lo había creado con un sistema diferente, donde él podía sentir emociones y llorar como los humanos, y aún que no comía o hacia necesidades como uno, sentía, él sentía como su corazón metálico hecho de tuercas y funciones inexplicables se sentía roto, vacío, como si algo en él no volviera a ser normal. El corazón de un juguete metálico tal vez tenía reparación, pero, se daba cuenta de que él era diferente a los demás muñecos y juguetes del mundo, de seguro su creador nunca se dio la idea de que podía salir lastimado por un humano, y menos del objeto que le podía dar vida. Su corazón de metal.

Caminaba solo por el rastrojo, sentía que lloraba, no era nuevo para él, cuando su creador lo había creado le hizo esas funciones las cuales probó y se aseguró que le funcionaran. Para el solo llorar por años por tener un nuevo amo, ya que el primero había desaparecido de repente un día para siempre. Pero él tenía recuerdos, por qué él no era cualquier muñequito, no, él era como una máquina o robot detrás de algo tierno y dulce para no asustar a la gente. Hace trece años su creador había fallecido, sabía que había tenido un hijo que fue su primer amo, con ese pequeño niño que jugó en la infancia, que por cosas crueles del destino también lo separaron de él de la forma más horrible de todas, solo por pensar que era una amenaza para el menor que solo tenía diez años cuando lo perdió, toda su vida protegió de ese pequeño hasta ese trágico día en que le arrebataron todo, aun recordaba aquel forcejeo del menor por volver a estar con él, el desespero y las lágrimas, lo vio ese día golpeando el vidrio del vehículo donde lo tenían cautivo, sollozando a mares, agonía por que los estaban separando a ambos. Ahora no sabía de la ubicación de su antiguo amo, estaba solo, nuevamente, como hace trece años. Solo y abandonado.

—Kardia... ¿Dónde estás?... —susurró entre lágrimas.


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Llevaba hospitalizado hace dos meses, había sufrido fracturas por las caídas que se había pegado, estaba triste, no hablaba, no comía y no quería ver a nadie, ni siquiera a su madre. Lo que más quería en el mundo se lo habían arrebatado, aún recordaba a su madre intentando quitárselo con violencia, y que el pobre muñequito no le quedara de otra más que defenderse, sin importar a quién lastimara, incluso a él, no importaría, su muñequito tenía que defenderse.

Paso los días pensando en él, en cómo estaría, se preguntaba si ya había encontrado a alguien más, si se había olvidado de él, o si algo malo le pasó, tenía muchos pensamientos del pequeño, de milagro, su madre no comentó nada sobre el asunto a los oficiales, quienes estaban cerca de su casa y los encontraron heridos.

Degel estaba preocupado por su pequeño, sabía de su tristeza, más no lo culpaba, todo fue su culpa, si tan solo se hubiera relajado y hubiera intentado asimilar las cosas, tal vez su pequeño estaría bien y feliz, porque esa siempre fue su meta, siempre ver a su pequeño feliz y no triste. Y ahora estaba pagando su cometido, su brazo había sanado pero su pecho aún le dolía, ver el sufrimiento de su hijo por ese pequeño muñequito que cuando lo vio saltó de felicidad lo tenía sumamente horrible. Se creía mala persona, pensó que era mala madre para él por haberle hecho daño, solo por su estupidez. En esos momentos solo quería nunca haber entrado a esa habitación, para no haber formado todo ese escándalo del que ahora se estaba arrepintiendo.

—Amor, cariño, ¿Estás bien? —pregunto.

—... —no recibió respuesta alguna.

Estaba harto, quería que su pequeño le hablara, no aguantaría más meses sin que su pequeño le dijera mamá, no lo soportaría aún más.

—Cubito, ¿No me quieres hablar? —insistió.

Nuevamente estaba siendo ignorado por el menor, que solo miraba a la nada en el techo blanco. ¿Si tanto lo amaba por qué no lo dejo ser feliz?, Era un estúpido, la peor estupidez que cometió en su vida fue a verle quitado su felicidad, por qué para el Camus nunca fue un error cuando le avisaron que estaba embarazado, al principio no lo creía, aun no estaba decidido hacer madre tan joven y más porque aún estaba con los estudios de la universidad, pero la culpa que siempre tuvo el pequeño fue a verle robado su corazón con ese tierno ser tan inocente y cálido, de eso estaba consiente, ver su pequeña sonrisa, dulce como un ángel serían uno de sus más grandes retos para volverla a ver, una vez más.

—Mami... quiero a Milo... —fue un susurro, pero fue un susurro que escucho claro, su pequeño estaba derramando pequeñas lágrimas, a Degel se le quebró el alma con solo verlo y lo abrazó con fuerza.

Después de meses de insistirle su pequeño le estaba hablando, pero reclamaba por Milo, el muñequito que por idiota le arrebató.

—Te prometo que lo encontraremos, ¿Está bien? —hablo.

Camus asintió con una pequeña sonrisa, si su madre decía eso era que se estaba arrepintiendo de su error, y que buscaría por cielo y tierra para encontrarlo, para que él tuviera nuevamente a Milo en sus brazos.

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