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Capítulo III

— ¿Entonces puedes hablar? —pregunto.

—Pues sí, puedo hablar y moverme.

—Es imposible que lo hagas, solo eres un muñeco —dijo confuso.

—Como dijiste antes yo soy único y diferente —sonrió.

—Entonces eres especial y único —sonrió de igual manera.

—Si, mientras tú pienses que soy eso, seré único y especial para ti Camus.

El pequeño galo aún no entendía cómo era que el pequeño muñeco de cabellos morados le hablaba, pensaba que era un mecanismo, pero parecía que no. El pequeño juguete solo observaba toda la habitación de Camus con curiosidad, le parecía asombroso todo eso, le agradaba estar ahí, y más estar con ese pequeño niño que lo aceptó sin rechistar.

—Entonces, somos amigos, ¿Verdad?

—Claro, si Camus es mi amigo, Milo también será un fiel amigo de Camus —respondió el muñeco.

Al francesito le parecía interesante todo eso, y quién diría que él sería el afortunado, fue bueno haber aceptado ese muñeco sin hacer escándalos a su madre, por qué si hubiera sido así, el pobre juguete estaría olvidado en el ático.

Estuvieron horas hablando y hablando, Camus le mostraba de todo al pequeño Milo y le explicaba algunas cosas, el pequeño galo se sentía feliz con su compañía, ahora ya no dormiría solo sino acompañado de aquella pequeña personita que tiene vida por cosas raras de la vida. Más aun así sin duda fue el mejor regalo que su madre le haya dado en toda la vida, tal vez por el momento, pero el pequeño Milo fue el primero. El pequeño muñequito estaba feliz con su nuevo amo de juegos, ya que así era como lo veía Milo, también como su amigo que siempre estaría con él para jugar o hacer otras cosas. Degel no estaba en casa y eso le hacía de gran ayuda a que Camus le presentará toda la casa al pequeño juguete, que más bien parecía una pequeña persona.

El francesito ahora estaba un poco preocupado, ¿Y si su madre se daba cuenta de que el muñequito podía hablar?, ¿Y si se lo quitaba por qué parecía anormal?, Tenía miedo, no quería que le quitarán a Milo, con solo un día de conocerlo se había encariñado del pequeño, como el muñequito de él.

—Oye Milo, tengo una duda.

— ¿Y cuál es? —pregunto.

— ¿Necesitas comida? —pregunto curioso.

—No lo creo, soy un muñeco, solo sirvo para jugar y estar a tu lado Camus —dijo tranquilo.

El pequeño galo sonrió ante eso, tal vez Milo sería su mejor amigo para toda la vida. Solo esperaría no perderle nunca.


[~°🍎°~]

— ¿Mami puedo ir al parque con Milo? —pregunto.

—Pregúntale a tu padre.

El pequeño se quedó pensativo ante eso y habló.

—Pero mami yo no tengo papa.

—Tampoco permiso —respondió serio.

Camus hizo un puchero, eso le dolió más a él pequeño que a Degel, era verdad que no tenía padre y no sabía que se sentiría tener uno. Bajo su mirada y abrazo al pequeño muñeco Milo con fuerza, sus ojitos se estaban empezando a cristalizar, Degel había sido muy cruel con el menor al decirle eso.

Degel lo miro y solo suspiro, se dio cuenta de su error, no debió de haber sido tan cruel con su pequeño, se paró de su asiento y fue hasta él para abrazarlo.

—Escúchame Camus, tú no necesitas tener un padre para ser feliz, no te sientas triste por eso cubito —habló con ternura.

—Pero todos mis amiguitos tienen padre menos yo —dijo triste.

—Lo sé, pero sabes, ellos no tienen a una madre tan valiosa como yo lo soy para ti, eres mi pequeña adoración y lo sabes.

—Es verdad, eres la mejor mami de todas, no cualquiera aguantaría mis berrinches —sonrió.

Degel abrazo con más fuerza a su pequeño, sin importar que estaban estribando al pequeño muñeco.

—Mami, estamos estrujando a Milo —dijo con dificultad.

—Lo siento cariño.

El pequeño francés ya estaba feliz, abrazó con dulzura a su muñeco por qué sabía que lo habían lastimado, bueno eso creía el pequeño, y Degel estaba feliz de ver esa encantadora sonrisa de su pequeña bendición.

— ¿Entonces puedo ir al parque? —volvió a preguntar.

—Está bien, pero irás conmigo señorito, sabes que no puedes ir solo al parque.

—Gracias mami, eres el mejor —lo abrazo fuerte para después salir corriendo con el pequeño muñequito para organizarse.

Degel solo suspiro, no tenía nada interesante que hacer así que llevaría a su hijo al parque con el pequeño muñequito.


[~°🍎°~]

—Mami, mami —Camus gritaba desde el lisadero, estaba con el pequeño Milo en sus brazos mientras Degel los miraba desde una banca.

—Tírate —grito.

El pequeño asintió y se tiró por el lisadero con el muñequito, Camus parecía un niño pequeño, y es que aún lo era con nueve años y lo mimado que era como no estar con esa actitud.

Degel estaba leyendo un libro, agradecía que su hijo amará al pequeño muñequito que le compró especialmente para él. Mientras él mayor estaba en su mundo de maravillas Camus se escondió con Milo para que éste dejará de actuar como un simple muñequito.

—Ya puedes hablar, aquí nadie nos va a ver —dijo.

—Que bien, ya no quería seguir actuando, ¿Así que este es el parque que me dijiste? —pregunto curioso.

—Claro este es el parque, ¿Qué te parece?

—Me parece muy bonito, es agradable estar aquí —sonrió.

—Lo sé, por eso hice que mi madre nos trajera aquí.

—Bien, ¿Y qué se hace en un parque? —pregunto curioso.

—Se juega o se viene a tomar el aire libre.

—Yo quiero jugar, Camus juguemos, ¿Sí?

—Si, pero... hay un problema, tienes que fingir ser un muñeco, por qué si se dan cuenta de que tienes vida te arrebataran de mi —advirtió.

Milo como pudo hizo un pequeño puchero con su boquita de plástico. Camus entendía que él no podía arriesgarse de esa manera, él quería a Milo, era único y especial desde el día en que llegó, no dejaría que nadie se lo quitara tan fácil, espero tiempo por su llegada, aunque no hubiera sido el muñeco que quería era el mejor muñeco que su madre le había dado. Era diferente y Camus perfectamente sabía que eso era lo que hacía ver especial a Milo, que por rara razones tenía vida por arte de magia, aún que se conformaba con eso, sabía que nadie en el mundo tenía a Milo a su lado.

—Está bien, más juegas conmigo, aun así, sé cuidadoso, no quiero lastimarte, quiero verte bonito —dijo con una sonrisa.

Camus solo sonrió y salió de su escondite nuevamente para ver qué su madre seguía en su mundo de lectura, jugaría con Milo, ya que para eso era él, para jugar, pero también para hacerle compañía al pequeño galo que se sentía solo en algunas ocasiones.

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