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El milagro de Navidad.

—Hola Ava. Discúlpame, pero no sabía que obsequiarte ¿te gustaría ir a almorzar conmigo? —le invite con amabilidad.

—Eres muy amable Caleb, pero no tengo con quien dejar a Sarah —respondió ella.

—¡Mamá, por mí no hay problema, ve tranquila! Ya sabes que están las enfermeras y que si pasa algo, lo cual no sucederá, te llaman a tu celular. Así que chau Caleb y chau mamá, que disfruten del almuerzo —dijo la pequeña mientras nos empujaba a la salida.

—Pequeña terremoto pórtate bien y hazle caso a las enfermeras, ¿está bien Sarah?

—Si mamá.

—Nos vemos pequeño ángel, cuídate —le dije a la pequeña.

—Chau Caleb, hay realmente son pesados los dos, ya váyanse de una vez.

Ava y yo pasamos un almuerzo muy agradable. Ella me contaba anécdotas de Sarah, como el cómo reacciono al saber que tenía cáncer y que era benigno. Además de que era una niña demasiado avanzada para su edad, en sus pensamientos, así como en las conclusiones que saca y que no tiene filtros para hablar. Lo que su mente piensa sale directamente por su boca.

Ava me contaba que con gran esfuerzo logró anotar a su niña en el centro especializado para cáncer, y que trabajaba mucho para pagar todo. Casi se desmorona cuando le iban a dar la cama a otra niña, y no es porque se lo merezca, sino porque Sarah ya tiene un tratamiento específico, el cual está combatiendo su enfermedad.

Mientras ella me contaba todo, mi mente pensaba en lo hermosa que es está mujer, ella es dulce, sencilla y espero que yo le agrade como ella me agrada a mí.

Volvimos temprano por Sarah, a quien ninguno de los dos queríamos dejar sola. AL llegar, la pequeña traviesa parecía estar dormida, pero cuando estaba por despedirme de Ava, Sarah empujo a su madre hacía mí, provocando que ambos nos diéramos un dulce y hermoso beso.

Esa fue la sensación más sensacional y cálida que tuve con una mujer.

Ava tenía sus mejillas sonrojadas, me miraba avergonzada y cuando iba a comenzar a hablar, la corte.

—Ava tranquila, fue solo un beso. Y debo decir que tienes un delicioso gusto a fresa —me acerqué a ella y le besé ambas mejillas.

Yéndome les prometí volver mañana y llevar a Sarah al parque.

Desde entonces no falte ningún mes, es más, a veces si iba dos o tres veces en el mismo mes, ya no era ese hombre frío y temerario. Con ellas era el mismo Caleb de cuando tenía dieciséis años, dulce, gentil, amoroso, bondadoso y tierno.

En mi mente tenía muy claro que con Ava y Sarah, había cambiado mi vida, y que quería ser más para ellas. No solamente el que le había pagado el tratamiento a mi ángel de arena, si no que quería recuperar el tiempo perdido, y ellas eran la respuesta.

Un día fuimos a una cafetería para hablar, Ava tenía una duda sobre mí y quería sacarla de su mente.

—Caleb puedo hacerte una pregunta —preguntó suma curiosidad.

—Si dime.

—¿Porque los de la televisión te llaman tirano, ogro y cosas parecidas? Cuando realmente no lo eres —la realidad de mi pasado la tenía confundida.

—Mira, la verdad es que tú y Sarah me han cambiado mucho para bien. Cuando tenía dieciséis años, era víspera de Navidad. Mis padres y yo éramos muy felices en esas fechas, hasta que un veinticuatro de Diciembre mi madre falleció cuando iba al supermercado. Aquella víspera se transformó en el funeral de mi madre, y desde ese momento mi corazón se volvió oscuro, frío como el hielo y duro como el diamante —recordar aquello ya no me hacía sentir dolor, por alguna razón me siento bien al sacarlo con ella mientras su atención está puesta en mí —. Pero cuando vi a Sarah por primera vez, algo cambió en mí, y en todos estos meses se incrementó el cambio.

Terminando de contar la historia, comenzaron a brotar de mí lágrimas que corrían sobre mis mejillas. Ava se levantó y tomó mi rostro, cuidadosamente secó las lágrimas y dándome un beso en los labios, no pude evitar corresponderle.

Ese momento se convirtió en lo más reconfortante que me había pasado, desde mis recuerdos de la Navidad.

Como todo un caballero, comencé llevando a Ava a una cena a la playa, donde tenía todo planeado. Charlando en la cena, me arme de valor y le pedí a Ava que si quería ser mi novia.

—Ava no puedo explicar todo lo que siento por ti y por Sarah, pero es inmenso. No puedo explicar lo que siento cada ves que te veo, que estoy junto a tí, son momentos mágicos cuando nuestro labios se acercan, mi corazón comienza a latir como loco, es algo que no puedo explicar con palabras porque es mágico. Nunca me paso con nadie, solo lo puedo comparar con un sueño o con un cuento de hadas. Pero lo que sí puedo decir es que tú eres uno de los amores de mi vida, y te quiero solo para mi y en mi vida permanentemente. Ava ¿quieres ser mi novia?

—Caleb por supuesto que sí, porque todo lo que tu sientes yo también lo siento, yo te amo —expresó con alegría.

—Entonces ven aquí preciosa y contémosle a Sarah, sé que se pondrá muy feliz.

Cuando regresamos no pudimos evitar darle la gran noticia a mi ángel de arena.

—Hola Sarah ¿cómo estas amor? Ven que te queremos contar algo —dijo Ava al acercarse a Sarah en la cama.

—Si ángel, tu mami y yo te queremos dar una noticia —comente al tomar los hombros de Ava.

—¡Bueno díganme, que quiero saber! —dijo Sarah impaciente.

—Caleb y mamá somos novios ahora hija.

—¿Ósea que ahora vas a ser como mi papá? —preguntó para confirmar la noticia.

—Así es linda, lo soy —repsondí.

—¡¡SI!!

De un salto vino corriendo hacia nosotros y nos envolvió en sus pequeños brazos a ambos.

—Esto es realmente hermoso, como me gustaría que mi madre lo viera —dije para mis adentros.

En ese instante surgió un tema que evite en años, y que ya era tiempo de solucionar.

—Caleb, tu padre como está y donde se encuentra —preguntó Ava.

—No lo he visto en años, así que no sé cómo está.

—Bueno, entonces haremos algo para cambiar eso. ¿Qué te parece si los dos vamos mañana a verlo?

—Pero... —intente persuadirla.

—No hay peros Caleb, él es tú padre y tenemos que ayudarlo ¿está bien? Tenemos que estar juntos somos familia.

A la mañana siguiente fuimos a ver a mi padre en su antigua casa, la cual era todo un chiquero.

Mi padre se encontraba tirado en las escaleras durmiendo, junto a una botella de wiski.

—Hola papá —dije para atraer su atención.

—¿Hijo? ¿Eres tú?

—Si papá, soy yo. Y ella es Ava, mi novia —verlo así me tenía molesto, no podía dejar que siguiera de esta forma—. Padre deja esa botella, quiero que volvamos a ser una familia nuevamente, vente a vivir cerca de mi casa. Ahí hay una clínica para rehabilitarte y que vuelvas a ser el mismo de antes, lamento dejarte tanto tiempo solo, aunque te diré la verdad, yo te he extrañado y me has hecho mucha falta, quiero que estemos bien los dos, pero primero tienes que dejar la adicción por el alcohol.

Pasaron seis meses, y yo seguí visitando constantemente a mi padre, mientras le contaba como había sido mi vida desde la muerte de mi madre, y cómo fue que conocí a Ava y Sarah, y que me encantaría que el las conozca.

Mi padre comenzó a mejorar progresivamente, aunque todavía le faltaba, después de ese trágico veinticuatro y la pérdida de su amor, fue que comenzó a tomar sin parar, pero ahora lo veía mucho mejor.

Ya estábamos a mediados de diciembre, Sarah, Ava y yo estábamos muy felices, ya que el tratamiento de Sarah terminó exitosamente, y ya se encontraba perfecta, por fin había conseguido ganarle al cáncer.

Ahora era mi turno de superar lo que paso con mi madre, mi Ángel.

En el trabajo les dije a mis empleados que pusieran árboles navideños, ángeles y un Santa Claus, que la empresa se viera acorde con la festividad que estábamos por vivir la Navidad.

También mande a preparar la casa, que en el frente pusieran adornos navideños por doquier, los grandes pinos de la entrada llenos de luces y adornos navideños, que la casa estuviera super iluminada, al igual que en el interior. También mande una lista de los platos preferidos que siempre preparaba mi madre para que los realizaran, mande a comprar trineos, patines, y todo lo que sea para jugar en la nieve, quería que Sarah se sintiera feliz, ella se lo merecía.

Ava, Sarah y yo salimos en mi jet rumbo a Aspen donde esta mi casa, ellas querían saber donde íbamos, pero lo único que les dije es que era sorpresa.

Al llegar a mi casa y ver el excelente trabajo que hicieron mis empleados me sentí satisfecho, aunque un dolor en el corazón todavía estaba presente, la carita de Sarah era indescriptible, pasaban mil emociones por ella, alegría, felicidad, emoción, sorpresa, que incluso corrió hacia mí aferrándose con todas sus fuerzas y me dijo en el oido: "Muchas gracias Papá, esto es mágico".

Eso me llenó el corazón de amor, con tan poco Sarah era la niña más feliz del mundo.

Cenamos los tres felices entre risas, comentarios y las locas ocurrencias de Sarah, nos abrigamos muy bien y salimos a jugar con la nieve, estuvimos horas jugando, hasta que a Sarah sus ojitos comenzaron a cerrarse. La cargue en mis brazos y la lleve a su habitación la cual era en tonos rosas y blancos, sus preferidos porque ella decía que era una princesa. Ava y yo nos fuimos a nuestra habitación donde una vez más nos fundimos el uno al otro demostrando el amor que nos tenemos con caricias, besos, y tocando nuestros cuerpos hasta llegar al clímax juntos, quedándonos dormidos, yo abrazando su cintura y tapados por si Sarah entraba.

A la mañana una pequeña saltamontes nos despertó con una ansiedad única.

—Vamos despiértese que tenemos que abrir los regalos.

Termine la frase y salió disparada hacia el árbol de Navidad donde estaban los regalos.

Ava y yo rápidamente nos colocamos la pijama y bajamos con Sarah, quien es la loca de las barbies.

—Le compre dos barbies, una casa y el auto —le dije Ava con gran satisfacción como padre.

Pero Ava parecía no estar de acuerdo con todo lo que hice.

—Dale, malcría la más —mencionó al cruzar sus brazos.

Mientras yo solo me reía al ver la felicidad de mi niña, me agaché y tomé un paquete y encare a Ava, mi dulce Ava.

—Sabes que te amo con mi corazón al igual que a Sarah, también me devolvieron la vida, mi madre estaría orgullosa de ver que eres mi novia, pero yo con eso no estoy satisfecho —me coloque de rodillas, saqué una caja de terciopelo azul y la abrí mostrándole un hermoso cintillo, acompañado por un juego de anillos—. Mi amor, quiero ser una familia y por eso te pido que aceptes casarte conmigo, soy el hombre mas feliz del mundo con una esposa perfecta y una hija dulce y tierna como Sarah. ¿Aceptas ser mi esposa para que seamos una familia ante todo el mundo y ante los ojos de Dios?

—¡Si Caleb! Acepto ser una hermosa familia y ser tu esposa —gritó con alegría.

Le coloque el cintillo y la alianza, y ella me la coloco a mí, luego nos besamos tiernamente hasta quedarnos sin aliento.

—Este es mi regalo Caleb, espero que te guste —dijo mi amada, entregándome una caja con dibujos infantiles.

—Qué lindo Sarah, decoraste la caja.

—Yo no fui papá.

Con extrañeza la mire, mientras mi mujer dejaba de llorar y ponía una postura nerviosa, mirándola con el entrecejo fruncido abrí la cajita y me encontré con unos escarpines y el tes de embarazo con dos rayitas.

—¡Estás embarazada!

—¿No te gusto mi regalo? —preguntó con sus ojos cristalizados.

—Me encanta tu regalo amor —coloque una mano en el vientre y con la otra agarre su nuca atrayendo su rostro para devorar sus labios—. Gracias Sarah, Ava y bebé, ustedes son mi Milagro de Navidad, me devolvieron la vida, a mi padre y me dieron una familia, e hicieron que el hombre frío desapareciera y regresara a mi verdadero yo. Gracias, gracias por todo, las amo.

Nos abrazamos los cuatro mientras que por mi rostro caían lágrimas de felicidad. 

                                                           Felíz Navidad para todos🎅🎁✨

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