Yo jamás huyo ante un reto como ese.

Si me juzgas por mi apariencia, te engañas a ti mismo.

No esperé nada y le hice señas para que me siga esta vez. Pagué el uso de una pieza, a la que entramos en silencio. Ni bien puso un pie dentro lo sometí por la espalda, le obligué a arrodillarse y abrir la boca con desesperación, quería tocarme pero no se lo permití. Comenzó a lamer y a succionarme el pene, lo hacía con desesperación y cuando ya no pude aguantar lo llevé hasta la cama dura y pulgosa. Le abrí las piernas, el tal Marcos se retorcía como una serpiente pero yo no se lo iba a dar con  tanta facilidad.

―Hazlo ya... ―suplicó.

―¿Cómo queres que te coja?

―Como si fuera... tu... ultimo día... de vida...

Entonces le demostré quien mandaba, no tenía lubricante, ni siquiera le di chance a que se preparase, necesitaba saciar el ardor de mi miembro.

Cuando terminé ya no hablamos más, como que la magia había terminado, salimos del hotel ese y cada quien se fue por su lado.

Había olvidado el asunto del coche cuando sentí que alguien me llamaba. Era el tal Marcos.

―¿Me invitas algo de comer?

―Lo siento, pero hoy no puedo... mira, toma esto, ve y cómprate algo de comer por ahí

Marcos vio el dinero y lo ignoró.

―Yo no quiero tu dinero... ―se marchó menos emocionado que antes.

Al regresar al coche vi que la grúa ya se lo había llevado, con todas mis cosas dentro. Yo no llevaba mucho dinero encima como para pedir un taxi. Decidí pasar la calle y esperar un bus.

Por la calle del frente vi pasar una vez más a Marcos.

El me miró, parecía triste, pero como había llegado el bus, y tuve que abordar.

Al llegar a casa, me encontré con que Jean me aguardaba en la puerta.