1. 4. Jean, despiertas mi obsesión.
Jean se había dormido contándome como un par de sujetos quisieron follarle a la fuerza a la salida de un bar común y corriente. Se conocía de memoria cada calle de capital.
Ya iban a dar las siete de la mañana y no deseaba por nada salir de la cama. Usé toda mi voluntad para levantarme y obligarme a ir al trabajo.
Me incorporé con sutileza, no quería despertarlo pero en cuanto salí de la cama una cálida mano me detuvo la pierna.
Me miraba y era como si un ángel despertara.
―¿Vas a tu empresa desconocida?
―Sí.
Se incorporó a toda velocidad y se vistió con sus propias ropas.
―¿Qué haces?
―Gracias por alojarme la noche, ya me voy...
―¿No te sientes cómodo aquí?
―Por eso, debo irme...
―No te entiendo
―¿No llegarás tarde?
Y en ese instante lo interrumpió mi celular, tuve que contestar al reconocer el número de mi jefe.
Para cuando me di cuenta Jean ya se había marchado. Era algo que no esperaba, se me quebró algo adentro.
Salí de casa turbado. Una parte mía se alegraba se haya marchado, su presencia comenzaba a sacarme de la rutina, sólo una noche bastó para que no dejara más de pensar en él.
Ese mismo día mi jefe tenía que viajar a Santa Fe, para realizar el balance de la sucursal pero anoche se le había presentado algún asunto familiar y decidió mandarme.
Para cuando salí del trabajo me vi tentado a ir a la calle esa. Quizás lo vería de vuelta, bien podría convencerlo, no tenía por qué dormir en la calle.
Di varias vueltas a la calle y no lo vi por ningún lado, estaba claro que ya no lo volvería a ver hasta que regrese del viaje, me sentía rendido. Tenía que regresar a casa para alistar una maleta, al día siguiente tenía que viajar.
De camino a casa el carro se me descompuso y tuve que llamar a un mecánico.
Mientras aguardaba impaciente, me fijé que Jean había olvidado su chaqueta dentro. Revisé cada bolsillo y encontré una billetera, billetes de dos pesos y un teléfono antiguo que no tenía batería. En su Dni descubrí que su nombre era Jeremy y no Jean, no solo eso, sino que no tenía 20 años como me había dicho la noche anterior, hace dos días había cumplido recién 18 años. No me gustó saber que me había mentido.
Quise sacarme ese mal sabor de la boca. Un clavo saca a otro, y al ver que la asistencia mecánica ya no llegaba me fui caminando hasta llegar a la habitual calle. Ya daban como las nueve de la noche y comenzaba a invadirse de toda clase de personas. Busqué a Jean con la vista pero era en vano.
Un muchacho atractivo de pelo rubio me guiñó el ojo. Era clara una invitación a seguirlo. Le hice caso, caminaba a solo pasos de distancia, hasta que se detuvo en frente de un local de mala muerte, me sonrió.
―Soy Marcos. Y quiero que me cojas como si fuera la última noche de tu vida...
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