1.3. Jean, despiertas mi obsesión.
Más tarde se incorporó y se entró a bañar. Me quedé espiándole, quería verlo desnudo como si antes no lo hubiera visto.
Fui al refrigerador y me di cuenta que no había comida. Jean no había podido comer nada porque no había nada que comer.
Pedí pizza por teléfono y Jean salió del baño.
Un mechón de su pelo oscuro le cubría un ojo. Para ese momento ya no sabía cómo se veía más sensual, vestido o recién bañado. Solo estaba seguro que no iba a dejarlo ir.
Jean se fijó la hora en el despertador de la mesa de noche.
―Son las tres de la madrugada.
―Es buena hora para comer ―dije hablando de la pizza.
―Yo no hago eso ―inquirió torciendo levemente sus labios. Ahí me di cuenta del malentendido.
―No, espera. Yo hablo de... pedí pizza. Lo pedí por teléfono, porque no había nada en la despensa.
Al oír mi explicación volvió a relajarse. Y se acomodó en la cama. Sonreí porque era eso mismo lo que iba a pedirle.
De pronto sonó el timbre.
Jean saltó de un tiro cuando le llamé para comer.
―¿Dónde trabajas?
―En una empresa desconocida...
―¿Eres algo así como gerente?
―No que va, solo soy el contador.
―No te ves como uno.
―¿Cómo me veo?
―Cómo si fueras un maestro de escuela.
―¿Y cómo se ve un maestro de escuela?
―Como tú.
―Ya dejemos de hablar de mí, ¿tienes familia?
―Claro, mi madre y dos hermanas...
―¿Y tu padre?
―No lo sé. Mi madre jamás habla de él, ella se volvió a casar y tuvo a las gemelas.
―¿Te echaron de casa?
―No, que va, yo me fui solito.
―Debe ser duro vivir en la calle...
―No lo sé, en realidad hoy mi ex, me echó de su casa, no sé si te fijaste pero ese puto de mierda me lanzó la chaqueta que dejé en tu carro...
―¿Ese era tu novio? Mucho no debe quererte...
―Dejó que me quede en su casa por un par de días y el muy desgraciado se quiso aprovechar...
―¿Pero no dices que era tu novio?
―Mucho antes. Yo no creo en el amor.
―¿Te hizo sufrir?
―No.
Yo no pude probar ni un solo bocado de la pizza, me quedé mirándolo sin parpadear. Le miraba comiendo y hablando, como si el mundo en el que viviera fuera el normal.
No sé en qué momento amaneció, pero yo no había pegado ni un ojo toda la noche, tampoco tenía sueño. Mi corazón palpitaba con tan solo rozar su piel.
No tenía aspecto de provenir de las mejores familias. Pero era deseable, tanto que con sólo abrir la boca, ya era suficiente para que quisiera darle lo que pidiera.
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