Capítulo 9 - Secuestrada.
Las cosas no iban bien en España. Max tenía al FBI pisándole los talones, tratando de pillarlo en uno de sus negocios de tráfico de armas, así que tendría que llevar un perfil bajo hasta que las cosas se solucionasen.
Ni siquiera el capullo que tenía comprado en comisaría podría resolver aquel marrón por él. Así que tendría que mantener a su mujer fuera del país por un tiempo, hasta que las cosas se calmasen y él pudiese vengarse de la zorra que había estado a punto de mandarle al otro barrio.
Su teléfono comenzó a sonar mientras estaba en medio de una reunión y lo descolgó al ver el número del Mercenario al otro lado.
–Señor Volkova. El trabajo está hecho. El chico está muerto y el paquete a salvo. ¿Dónde quiere que lo entregue?
–Excelente trabajo. Guarda el paquete hasta que contacte contigo.
Colgó antes de que hubiese podido contestarle y los pájaros inundaron mis oídos, seguido de la calma del bosque en el que me había ocultado.
Iba a tener que pensar en algo pronto. Pero en ese momento tan sólo miré hacia la bolsa que tenía en el asiento del copiloto. Hice de tripas corazón, metí la mano dentro y saqué un zumo antes de abrir la puerta para dirigirme al maletero.
La luz del día incidió en sus ojos e hizo que los cerrase de golpe, mientras yo le bajaba la mordaza y le apartaba el cabello del rostro. Esperé ver miedo cuando los abriese de nuevo, pero sólo había rabia.
–¡No vas a salirte con la tuya! – Espetó aquella gata salvaje mientras yo me daba cuenta de algo que ni siquiera en fotos pude apreciar, tampoco cuando la rapté con todo el ajetreo que eso montó. Era una mujer muy bella. La cosa más bonita que había visto nuca. – Vendrán a buscarme y ... – Eso me hizo despertar y recordar cuál era mi papel en aquel asunto.
–Nadie va a venir a rescatarte, encanto. No le importas a tu familia, no tienes amigos y ... tu novio ha salido demasiado mal parado como para...
–¡Te mataré! – Eso me divirtió bastante, más teniendo en cuenta que ella era mi rehén. – En cuanto te descuides me soltaré de estas cuerdas y te rebanaré el pescuezo con un cuchillo – se fijó en el machete de mi cinturón y eso me hizo incluso más gracia.
–Eso está lejos de pasar. Porque yo jamás me distraigo en medio de un trabajo. Ahora... – quité la cañita del envoltorio y lo metí dentro del zumo para que pudiese beber sin ponerse perdida. – quizás deberías beber un poco, estarás sedienta después de todo el viaje.
La sed pudo más que su actitud de gata salvaje y se bebió hasta la última gota. Luego... me echó una mirada de odio, antes de que yo subiese la mordaza y cerrase el maletero.
El teléfono comenzó a sonar mientras caminaba de vuelta al asiento del piloto para seguir con mi camino. En tan sólo unas horas llegaríamos a Juárez.
Abrí la solapa de aquel antiguo teléfono y contesté al ver el teléfono de mamá.
–Jacke – preguntó asustada.
–Estoy bien, mamá – la calme, pues sabía que sólo necesitaba escuchar mi voz para volver a estar bien. – Siento no haberte llamado, me ha surgido un trabajo y he tenido que posponerlo todo. Estaré fuera unas semanas. Te llamaré cuando sea seguro. Mientras, Sam cuidará de ti y te llevará las medicinas. Ya me he encargado de ello, así que no tienes que preocuparte, ¿de acuerdo?
–Ten cuidado.
–Siempre lo tengo.
.
Mientras tanto, en el hospital de Texas Mike aún no había despertado después de su intervención. Las enfermeras solían hablar de cada paciente y ese no fue una excepción. Él era más apuesto que la mayoría.
La caída había provocado una contusión en su cabeza y debido a eso aún no había despertado, pese a que no tenía familia, ya habían avisado a la policía española del paradero del muchacho.
Había perdido muchasangre y eso hizo que entrase en coma, pero estaba vivo.
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