Capítulo 8 - Plan de escape.
Michael había estado a punto de echar por la borda todo lo que había conseguido por ella, y eso era algo que no podría perdonarse llegado el momento. ¿Por qué seguía aferrándose a una mujer que sólo estaba jugando con él? ¿por qué tenía tan poco amor propio?
Recogió los platos de la cena y se preparó para irse a la cama, entonces alguien llamó a la puerta con insistencia. Abrió y se quedó a cuadros al verla a ella allí. Lucía agitada y sus manos estaban llenas de sangre, pese a haberlas tratado de limpiar inútilmente.
–Ven aquí – la ayudó a entrar en la casa y entonces la abrazó con fuerza. Estaba dispuesto a cualquier cosa por ella, por protegerla, como un idiota. – Dime, ¿qué ha pasado?
–Dijiste que me aferrase a ti y que nos escaparíamos juntos – se le secó la boca en cuento escuchó aquello. – Llévame lejos, Mike. – Él asintió, sabiendo que su futuro estaba ligado al de ella por culpa de sus propios sentimientos.
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Mientras que un coche abandonaba la ciudad con dos amantes desdichados en su interior, alejándose más y más del peligro, un poderoso hombre era operado de urgencia después de haber sido degollado con arma punzante sin identificar.
María siempre se sentiría culpable por estar echando por la borda la vida de Mike y él siempre la culparía de aquello mismo, pero sus propios sentimientos no le dejaban tomar un camino distinto.
Ambos fingieron que nada de eso importaba y se centraron en lo mucho que se gustaban, sonrieron y disfrutaron del tiempo juntos. Hicieron el amor y escaparon juntos.
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Un hombre peligroso se paseaba por la terraza de su mansión con el gotero a cuestas, carraspeando la garganta, pues aún le costaba hablar. Lo máximo que podía lograr era susurrar como El Padrino. Se sentía un gánster en ese momento y eso le divirtió demasiado.
Sacó una tarjeta negra del bolsillo de su camisa y leyó el mensaje de Nick. Había conseguido el contacto de uno de los mejores caza recompensas del mundo. Tenía muy buenas recomendaciones.
Marcó el número de aquella tarjeta en su teléfono móvil y esperó a que yo contestase al otro lado.
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Michael movió algunos hilos y terminaron en el aeródromo de Texas bajándose de una avioneta privada.
Él apoyó su frente sobre la suya y trató de reconfortarla, pese a que ella aún no le había hablado sobre su marido y lo que ocurrió en la mansión... estaba p reocupado.
–Te protegeré siempre. – prometió antes de besar su frente con dulzura. Ella sonrió y se llenó de vida al volver a imaginar una vida feliz junto a ese hombre bueno.
Iluso.
Ese idiota ni siquiera sospechaba que perdería la vida a las afueras del aeródromo, cuando cargase sus maletas con la intención de escapar nuevamente junto a esa chica.
Le pegué un tiro en el pecho y ni siquiera me detuve a comprobar si seguía vivo, tan sólo salí corriendo detrás del paquete en cuanto ella consiguió cabrearme y huyó.
Conseguí cazarla, como ya sabéis. Cargué con ella hasta la camioneta y me preparé para largarme.
No me preocupó en exceso la suerte que ese tipo corriese y abrí el maletero antes de echar el paquete dentro. Cerré sin tan siquiera mirarla y me aventuré a pensar en mi siguiente movimiento.
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