Capítulo 6 - Reencuentro.
Vivir en el infierno, siendo maltratada por un tipo al que aprendió a temer debió ser difícil, más cuando tuvo la oportunidad de tomar otro tipo de decisiones y optó por el más fácil.
María aprendió a vivir con ese monstruo sin que se le notase mucho que estaba pasando por un momento como aquel. Era buena pretendiendo ser otra persona, así que no le resultó difícil. Se negaba a pedir ayuda a su padrastro o a sus amigos, pues para ella pedirla implicaba admitir que había cometido un error. No quería aceptar que los demás tenían razón sobre su esposo. Así que siguió tragando como si nada.
En algún momento su esposo empezó a frecuentar otras mujeres y lejos de molestarle, fue como un soplo de aire fresco. Aprendió a las malas aquello que dicen de que el dinero no da la felicidad, y que tratar de conseguir algo lejos de las posibilidades de uno se pagaba caro.
Vivía con miedo y pronto no sentirlo se volvió raro, despertar con una buena ostia se volvió parte de la rutina y los gritos eran su día a día.
Lo que peor llevaba sin dudarlo era ser humillada frente a todos los que pensaban que eran la pareja perfecta. Odiaba terriblemente cuando él bebía y terminaba perdiendo la cabeza, ligando con una de las chicas del bar y olvidándose de la lealtad hacia su esposa.
Esa noche era una de esas. Así que trató de huir, abriéndose paso entre todas aquellas personas que la miraban por encima del hombro por no ser suficiente para su marido.
–¿María? – Llamó alguien mientras la sujetaba del brazo haciendo que ella levantase la vista y se encontrase de lleno con quién menos había esperado. Era Mike y parecía cambiado. Se había vuelto más atrevido, incluso llevaba el pelo teñido de blanco, cadenas en el cuello y un aire misterioso. Una sonrisa apareció en el rostro de él. – ¡Qué agradable sorpresa! ¡Vaya! – se fijó en su atuendo. – Estás preciosa. ¿Cómo te ha ido todo? ¿dónde está tu esposo? – María recordó en seguida que Max estaba allí y se volvería loco si la encontraba cerca de Mike.
–¿Puedes sacarme de aquí? – él asintió y sin más juntos caminaron hacia la salida. Ella se sorprendió cuando vio el coche nuevo de Mike. Parecía haberle ido muy bien desde que no se veían.
–No has cambiado nada, estás igual.
–Tú por el contrario estás muy cambiado – sonrió, divertido antes de señalarse al cabello.
–¿Esto? Es una apuesta que perdí. Y el coche... lo cierto es que me ascendieron, ahora soy inspector a cargo. Resolví un caso de chiripa y eso me abrió muchas puertas. – Ella asintió en señal de que quería saber más sobre el tema, pese a que sabía que sería peligroso si su esposo los veía juntos. – Bien, ¿a dónde te gustaría ir?
–Podríamos ir a tu casa. ¿Sigues viviendo en el mismo barrio? – él sonrió y negó con la cabeza.
–Ahora vivo en otra parte. Pero ligar se me sigue dando de puta pena – ella rompió a reír. Él le abrió la puerta del copiloto y la invitó a entrar. Luego se subió en el auto y entonces se miraron. Había algo especial entre ellos, algo que con el tiempo se había vuelto más intenso y que con el cambio de cada uno de ellos podría llegar a convertirse en algo sólido. – ¿Quieres que vayamos a mi casa? – Ella asintió sin decir palabra y él puso rumbo hacia su casa.
.
Entre besos y pasos inciertos entraron en el apartamento, Mike seguía siendo tan patoso como siempre cuando estaban juntos y consiguió tirar un jarrón de decoración mientras ella rompía a reír.
El alcohol que María había ingerido ni siquiera la dejaba acordarse de eso que antes necesitaba para aferrarse a él, en aquel momento le bastaba con que él no fuese violento y quisiese cuidar de ella.
El sexo fue lento, dulce e inexperto, como si él no tuviese demasiada experiencia en ese ámbito. Pero lejos de hacer que perdiese el interés tan sólo conseguía divertirla, porque él era patoso en todo, tan inseguro que hacía que ella se volviese más atrevida de lo que solía ser.
–¿Qué tal ha estado? – Preguntó al tumbarse a su lado, acariciando con delicadeza su rostro. Ella sonrió antes de apoyar la mano sobre su barba. – No ha estado tan mal ¿no?
–Ha estado bien. – Él sonrió y besó su piel, percatándose entonces de algunos hematomas que ella tenía en el cuello. Era obvio que alguien la había agarrado del cuello.
–¿Él te ha hecho daño? – quiso saber mientras acariciaba ese punto. Ella se asustó en seguida y se sentó en la cama, con temor a que él descubriese su secreto. – No tienes que temerme – la calmó al sentarse a su lado. – Yo jamás te haría daño, María. Te llevaría muy lejos de aquí si me lo pidieras, si me eligieses a mí...
–¿Me raptarías? – Bromeó haciéndole sonreír. Pensó en esa posibilidad en la de llevarla lo más lejos posible del hombre que quería hacerle daño.
–No debería de hablar de esto contigo, pero te diré algo. El FBI va detrás de él. Si nos piden que colaboremos con ellos no dudaré. Ganas no me faltan. Más si me dices que te hace daño.
–No puedo pedirte que me lleves lejos, Mike. No sería justo para ti que te pida ayuda después de lo cruel que fui.
–¿Y si soy yo el que te lo pide? – Ella le observó sin comprender. – Si te pido que te fugues conmigo... ¿lo harías? – Ella sonrió al imaginar una vida perfecta a su lado. Pero por mucho que ella lo desease con todo su ser, no podía amarle. Tan sólo sentía un profundo agradecimiento por haberse quedado a saber de ella, por ser su amigo.
–Ya cometí el error de casarme con un hombre al que no amaba, no sería correcto aferrarme a la desesperación y huir con otro hombre al que tampoco amo. – él tragó saliva al darse cuenta de lo que ella estaba confesándole.
–Podrías llegar a amarme con el tiempo – sugirió.
–Eres un hombre bueno, Mike. Yo no soy la mujer adecuada para ti.
–Estaré cerca por sicambias de idea – ella sonrió y besó sus labios. Pese a que era tentador, noera
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