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Capítulo 3 - El panoli.


Aquella noche aceptó la quedada después del trabajo de alguna de sus compañeras de trabajo. La mayoría tenía su propia situación, pero a María ni siquiera le importaban demasiado la vida de otras personas. Quizás por eso no tenía amigas de verdad.

El garito en cuestión al que fueron estaba abarrotado por un concierto que había al aire libre. Pidió lo de siempre y se preparó para embriagarse en alcohol para desconectar de aquella vida que hacía tiempo que no la llenaba nada. Se sentía cautiva de su propia vida, ansiaba un poco de locura que la sacase de la monotonía.

Dio un sorbo a su copa y picó algunas palomitas del cuenco antes de levantar la vista y fijarse en un tipo sencillo que había en la barra junto a otro. Parecían estar inmersos en una conversación. Había algo en ese chico que llamaba su atención. No parecía ser como el resto. No era excesivamente guapo, era por su ropa. Se notaba a leguas que no pertenecía al mismo estatus social que la mayoría. Era un don nadie.

Se preparó para bajar la cabeza y fijarse en algún primo del que sí pudiese aprovecharse esa noche, pero entonces sus m iradas se encontraron. En seguida el primero se sorprendió de haber llamado la atención de ella, y sonrió como un idiota. Parecía que no estaba acostumbrado a llamar la atención.

Su amigo se percató en seguida de la situación y lo obligó a acercarse, pese a que él le veía lagunas a todo. A ella le divirtió demasiado.

Sus amigas tiraron de ella para que las acompañase a la pista de baile, pero ella se disculpó diciendo que aún no había terminado su copa y se quedó a esperar a ese chico, pues quería reírse de él un rato.

–Hola – saludó ese pobre que no estaba acostumbrado a hacer ese tipo de cosas. Solía pasar desapercibido y por regla general eran las chicas las que se acercaban. Siempre que le miraban se pensaba que estaba haciendo el ridículo. – Soy Michael Scofield.

–¿Sí? ¿Cómo el de Prison Break? – Preguntó curiosa, pues era una de sus series favoritas. Él se rascó la cabeza algo abochornado, pues ese comentario se lo soltaban mucho. – ¿También tienes el cuerpo lleno de tatuajes y vas a atracar un banco para ayudar a tu hermano a escapar de prisión? – él sonrió al notar el desparpajo de la chica.

–Eso sería un poco complicado, porque soy policía. – Eso la sorprendió porque nos e lo había esperado. Parecía que ese chico no era tan simple como había esperado. – ¿Cuál es tu nombre?

–Soy María Ribeiro.

–Es un placer.

Ese chico era más interesante de lo que María había esperado y pasó un rato de lo más agradable. A medida que él hablaba y lo conocía un poco mejor le iba gustando más lo que iba averiguando. Pese a no ser un chico del estatus social que ella buscaba, era interesante. Había tenido un pasado difícil al quedarse huérfano desde muy joven, se había tenido que costear los estudios con trabajos de medio tiempo, y luego entró en la policía, pero parecía estar a la sombra de su compañero que seguía mirándole desde la barra.

Él se sorprendió demasiado cuando ella le confesó que bailaba en un club, pese a que no habló demasiado de su vida personal. Era bastante misteriosa y atractiva.

Michael era un hombre correcto, fiel a las leyes y muy protector. Quizás era lo que ella necesitaba en su vida, en vez de seguir aferrándose a tipos que no la valoraban y que además eran peligrosos. A ella le gustaban los chicos malos, pero ese chico era un buenazo. Así que... eso hace que me pregunte... ¿cómo pudieron acabar juntos esos dos? Probablemente se deba a que él estuvo ahí para ella en los momentos más difíciles que necesitó un hombro en el que apoyarse y un protector que la salvase de la boca del loco.

.

Max se sentía frustrado en aquellos días, pues pese a los caros regalos que le hacía a aquella muchacha, esta estaba tardando más tiempo del normal en caer en sus redes. Se resistía a sus encantos y seguía dándole largas. En cualquier otro momento, habría desistido, pero había algo en ella que le llamaba demasiado la atención y ... ya se había convertido en un pequeño reto personal que él mismo se había impuesto.

No le gustó nada cuando llegó a la zona de camerinos y vio a un idiota ligando con ella descaradamente. Le molestó incluso más que la susodicha no luciese incómoda o le parase los pies, al contrario... parecía gustarle ese tipo.

Mandó buscar información sobre el panoli que no le llegaba ni a la suela de los zapatos y siguió colmando de regalos a esa chica que pronto caería en sus redes. Estaba dispuesto a deshacerse de la amenaza que acechaba a la chica en la que él había puesto los ojos, y no dudaría en pegarle un tiro si así se terciaba. Entonces... todo se fue a la mierda tan pronto como su hombre de confianza le entregó la documentación con los datos que había averiguado sobre el susodicho. Su nombre era Michael Scofield y era un policía novato. No podía tocarlo.

Empezó a pensar en todo tipo de locuras para conseguir alejar a ese idiota de su mujer, y mientras lo hacía, las semanas pasaron. Ese capullo seguía moviendo ficha y ella se sentía alagada. Sin lugar a dudas, de un momento a otro ganaría aquella batalla que había empezado entre ambos.

Así fue como tomó una decisión que iba a costarle muy cara. Le propondría matrimonio para conseguirla. Sabía que ella no se resistiría a una vida de lujos, pese a lo que pudiese estar sintiendo por ese idiota, y sin lugar a dudas aceptaría el anillo. Y no se equivocaba.

Mandó a sus hombres a que la siguieran y como un acechador se enteró de sus rutinas, incluso de algún que otro encuentro con ese policía fuera del trabajo. Y no fue algo que le importase, más cuando él estaba decidido a convertirla en su esposa.




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