Desperté y aún ni siquiera había amanecido. La fiebre había bajado y sentía que la herida estaba cicatrizando. Entonces me fijé en ella, que dormía a mi lado. Era como un ángel. Ya no parecía esa mujer gritona y malhablada.

Me puse en pie, incómodo conmigo mismo y salí de la habitación. Fui a comprar algunas cosas y cuando volví me preocupé al no verla acostada, pero entonces salió del cuarto de baño y me calmé.

¿Por qué ella estaba aún allí cuando prometió que se escaparía en cuanto tuviese oportunidad?

No dijo nada cuando cargamos el auto y me sorprendió que se subiese en el asiento del piloto. No dije nada, porque estaba aún convaleciente, no me convenía hacer el tonto. Tenía que curarme bien para lo que se avecinaba.

Estaba demasiado pensativa. Pasamos por varios pueblos más. Fueron días de viaje, en los que no hacíamos gran cosa, apenas hablábamos, ella solía curarme y se quedaba junto a mi cama, preocupada de que algo pudiese pasarme.

Fui un idiota que ni siquiera se dio cuenta de que algo había cambiado entre nosotros y traté de hacer como si nada.

–Aquello que dijiste... – Dijo aquella noche, después de que saliese de la ducha. Un solo roce suyo y me dejaba sin aliento. A aquellas alturas del partido ya debía dejar de ocultarme a mí mismo lo atractiva que me parecía. – Sobre que me dispararías si intentaba escapar... Sabes que al final tendrás que hacerlo, ¿verdad? – Me tumbé en la cama después de haberme puesto los calzoncillos, sin querer responder a su pregunta.

Se fijó en la cadena y en mi chapa del ejército, pero no dijo nada, yo lo agradecí. Se quedó pensativa mientras inspeccionaba mi herida para averiguar si todo estaba como debía.

–Max no siempre fue un monstruo. Antes de casarnos era un hombre encantador – no me interesaba ni un poco. Tenía que trazar una línea de una vez. – Sé que probablemente debes estar preguntándote lo mismo que todos los demás. ¿Cómo pude casarme con un hombre como él?

–Eso no es de mi incumbencia – contesté tratando de trazar esa línea. Ella sonrió como si pudiese entender qué era lo que estaba haciendo.

–La respuesta te asustaría – sonreí, mientras ella se metía en su cama y me miraba desde allí. Me observó con detenimiento, antes de contestar. – No soy como tú piensas. Ya sentía algo por Michael cuando Max me propuso matrimonio. – Asentí sin querer opinar al respecto. Por un momento recordé a Teresa, Fernando y yo mismo. – Pero en aquella época Michael no era suficiente, y elegí a Max por todo lo que podría aportarme.

–Así que eres de esas – levantó la vista para observarme. – Eres de las que prefieren el dinero al amor.

–Tu no pareces ser de los que elegirían el amor antes que el dinero – rompí a reír, haciendo una mueca al sentir dolor, preocupándola – ¿Estás bien? – asentí. Y me di la vuelta, dándole la espalda, con la intención de dormir.