Capítulo 15 - Humanidad.
Pensé en lo mucho que me gustaba sacarla de quicio mientras ella entraba en el motel. Algo me decía que aquella vez volvería a por mí.
Todo aquello era culpa mía, de mi maldita testarudez. ¿Por qué no podía reconocer que me sentía atraído por ella?
La puerta del motel se abrió y por ella apareció esa mujer que me ayudó a bajar del auto. Caminé con dificultad, apoyándome sobre sus hombros, sintiendo su brazo rodeándome la cintura, tratando de ignorar la corriente que me invadía cada vez que ella me tocaba.
Me centré en el dolor de mi costado. La herida estaba tardando más de la cuenta en cicatrizar y eso era malo. No estar en plenas facultades podría costarme muy caro si acechaba algún peligro.
Conseguí llegar a la cama y levanté el vendaje observando justo lo que me temía. Se me había saltado un punto. Necesitaba curar la herida para hacer que cicatrizase, pero me temblaban tanto las manos que no podía hacerlo solo.
–Ven aquí – la agarré del brazo, preocupándola. Se sentó junto a mi cama y esperó a que yo levantase el apósito entonces tuvo miedo por lo que aquella sangre podría significar – necesito que quemes la herida.
–¿Qué? – Preguntó horrorizada tratando de alejarse, pero yo no lo salté. Negó con la cabeza en señal de que no iba a hacerlo.
–Me desangraré como un cerdo si se me despegan todas las grapas. El médico que me cosió era un aficionado. – Señalé hacia la bolsa y entonces la solté. Ella se levantó y la trajo, la puso a mi alcance. Metí la mano dentro de ella y saqué una pequeña bolsa. Saqué el machete y lo puse a su alcance. – Quema la hoja en la hornilla y hazlo. Hazlo – ordené, pero era más como una súplica que otra cosa. – Te enseñaré a hacerlo, ven – Me ayudó a levantarme con tan sólo un reclamo. Juntos caminamos hacia la pequeña cocina. Prendimos la hornilla con el mechero y ella empuñó el machete. Rodeé su mano y acerqué la punta al fuego. Este en seguida empezó a calentarse. Me levanté la camisa y me preparé para lo que se avecinaba. Luego me quité las grapas, una a una, con dificultad, tratando de no derrumbarme, pese a lo débil que estaba. – Ya está lista.
–Espera – suplicó – seguro que hay otra manera...
–No tengas miedo – pedí. Ella me miró de una manera distinta aquella vez, como si confiase ciegamente en mis palabras. –No lo pienses y hazlo.
Grité de dolor en cuanto la hoja hirviendo quemó mi piel, pero eso fue suficiente para que cicatrizase la herida.
Me tambaleé después de eso. Ella soltó el machete y me sujetó tratando de mantenerme en pie, pero yo estaba demasiado débil. Pese a eso, volvió a sujetarme de la cintura, sacando fuerza de dónde no la había y arrastrándome hasta la cama donde volví a recostarme. Cerré los ojos, dejando que le sueño me venciese.
Tocó mi frente al verme sudar en exceso y se preocupó al notarme tan caliente.
–No puedes morirte – suplicó mientras se fijaba en cada lugar de la habitación, tratando de encontrar algo que pudiese servirle. – No te dejaré morir, ¿me oyes?
Se puso en pie y se marchó a comprar un poco de hielo. Cuando volvió yo tenía mucha fiebre, mi cuerpo temblaba y había empezado a hablar en sueños..
"–Teresa... – llamé a mi exnovia en medio de todo, haciendo que ella se fijase en mí, después de haber ido a por hielo para bajarme la fiebre. Tiritaba en ese momento, mientras le apretaba la mano, tratando de entrar en calor. Recordé a mi ex en el jardín de mamá, después de que esta discutiese con ella por cómo estaba haciendo las cosas con respecto a mí.
–Mírate, Jacke. Tenías un futuro prometedor en el ejército, podrías haberte convertido en un hombre importante. Pero estás aquí, aceptando negocios turbios, metiéndote con gente peligrosa, solo por conseguir dinero fácil. No es esto lo que tenía pensado cuando empezamos a salir juntos.
–Teresa... – di un paso hacia adelante, porque una parte de mí tenía miedo de que, por mi actitud de mierda, por ser tan poco comunicativo con ella y tan reservado, terminase dejándome.
–Fernando me ha pedido que nos casemos – dejé caer mis brazos, incapaz de retenerla a mi lado. – He dicho que sí. – Mis lágrimas cayeron, incapaz de poder hacer nada por retener a mi lado a la mujer que amaba. – Él si tiene un buen trabajo, podrá mantenerme y darme todo lo que yo deseo. Pero tú... ¿qué vida me espera a tu lado?
–Pero... tú y yo nos amamos, Teresa – insistí. – ¿Eso no significa nada para ti?
–El amor no es suficiente. Yo necesito a un hombre que cuide de mí, no a un mercenario que esté metido en negocios turbios y me ponga en peligro a cada tanto. Se acabó, Jacke.
Se marchó dejándome allí, como un idiota, mientras mi madre llegaba hasta mí y apoyaba su mano en mi hombro tratando de reconfortarme.
–Deja que se vaya. Ella no era buena para ti, Jacke."
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