Capítulo 13 - El desengaño.
Ella cambió su actitud y en la próxima gasolinera me convenció para que le comprase más pantalones y camisas. Me alegró saber qué iba a dejar aquella actitud de mierda.
Una idea estúpida pasó por mi cabeza, en mi intento desesperado porque ella se convenciese de que no había nadie en el mundo que la salvaría de su destino. Ella tenía que dejar de esperar por ese policía y yo estaba dispuesto a romper ese vínculo de una vez.
Tenía una corazonada y estaba casi seguro de que si la dejaba marchar se marcharía al hospital a buscar a ese panoli.
Su rostro se iluminó cuando le dije que debíamos volver a Texas para que yo me reuniese con antiguo socio. Dejé la puerta del auto abierta adrede, y ella consiguió escapar. Sonreí mientras la seguía sin que me viese.
Preguntó por él en el mostrador y su rostro se iluminó en cuanto entró en la habitación, y le vio en perfecto estado. Pero perdió la sonrisa en cuanto sus miradas se cruzaron y no vio nada en ella.
–¿Michael? – Preguntó ella aun desde la puerta. Él se sorprendió de que supiese el nombre por el que todos le llamaban. Parecía que le conocía, pero él no podía recordarla.
Una enfermera entró en la habitación y entonces el rostro de ese chico se iluminó de la misma forma en la que no hacía mucho solía hacer cuando ella estaba cerca. Trató de entender la situación, porque era imposible que le hubiese olvidado tan rápido y se hubiese enamorado de otra.
Se fijó en la forma en la que ellos se miraban, lo cercanos que parecían y eso la hirió profundamente. Había perdido algo que nunca antes valoró, y recién se daba cuenta de que Mike le importaba más de lo que creía.
–Amnesia post trauma – dijo mi voz a sus espaldas, haciendo que se voltease asustada y me encontrase allí. – Eso es lo que tu novio tiene. Te ha olvidado, encanto. – Ella empezó a entenderlo poco a poco, y aunque le dolía una parte de ella se sentía aliviada. Él estaba vivo y estaría a salvo de sus propios dramas si la había olvidado. Quizás era lo mejor para él. Fue su culpa desde el principio, soñar con un mundo perfecto en el que pudiese ser feliz junto a un buen hombre. Entonces volvió a fijarse en mí al recordar la situación. – ¿Qué?, ¿pensaste que cometí un error y no cerré el coche?, ¿tan idiota me crees?
–Lo hiciste a propósito – se percató al darse cuenta de la realidad. – ¿Por qué?
–Quería que vieses con tus propios ojos la razón por la que él no vendrá a rescatarte – asintió al darse cuenta de que yo sólo había pretendido acabar con sus esperanzas para doblegarla.
–¿Y crees que porque Mike ya no esté dejaré que me entregues a ese cabrón? – Dejó escapar una risotada y negó con la cabeza. – Me escaparé y huiré tan lejos...
–No importa lo lejos que vayas... te encontraré. – Prometí, echando una leve mirada a la habitación observando a aquel tipo que nos miraba con cierta extrañeza, sin poder quitar los ojos de ella.
.
Volví a cruzar la frontera, pero su actitud era mucho mejor que la de la última vez. La visita al hospital la había dejado más pensativa que de costumbre. Miraba por la ventanilla, con la mirada perdida.
–Tengo que ir al baño – dijo cerca de Chihuahua. Me reí en su cara antes de negar con la cabeza. No iba a arriesgarme a soltarla para que se escapase otra vez. – ¿Prefieres que me lo haga encima y manche la tapicería? – apreté el volante al darme cuenta de que no tenía demasiadas opciones.
–Si intentas algo raro...
–¿Qué voy a intentar? Estoy sola en México con un mercenario – sonreí, porque no podía haberlo definido mejor.
Detuve el vehículo junto a una gasolinera de mala muerte, la solté y la agarré del brazo. Ella no iba a jugármela, ni siquiera le daría la oportunidad. Tiré de ella hacia el baño de la gasolinera, que dejaba mucho que desear la metí dentro y esperé en la puerta.
Esa maldita chiquilla estaba consiguiendo impacientarme.
Recibí una llamada, la llamada que esperaba y eso me hizo sonreír.
–La entrega del paquete tendrá lugar en seis semanas, en el Hotel Oásis, en la localidad de Granada, Nicaragua. El dinero te estará esperando después de la entrega. ¿Crees que llegarás a tiempo o necesitas...?
–Allí estaré.
Colgué el teléfono y planeé el viaje hasta el punto de encuentro en mi cabeza. En seguida me vi robando una avioneta que pilotaría yo mismo hasta Nicaragua, quizás podría enrolar a alguien a mi causa, pues sería lo mejor para bajar en paracaídas hacia el punto de encuentro. No tenía ganas de complicarlo más.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro al haber trazado aquel plan que iba a hacerme de oro. Entonces me percaté de que hacía ya bastante que esa chica había entrado ahí dentro.
Golpeé la puerta y esperé a esa malhablada muchacha que iba a mandarme a la mierda, pero nada contestó. Y eso solo me preocupó aún más.
Abrí la puerta, preocupado, y me quedé con la boca abierta al encontrar el habitáculo desierto y la ventana abierta.
–¡Maldita sea! – Vociferé antes de salir de allí y buscarla por los alrededores. Pregunté a varias personas y la encontré junto a un camión, mientras el dueño de este la sujetaba violentamente, a punto de violarla.
Apreté los puños, molesto. Ladeé la cabeza, más que dispuesto a mirar para otro lado como solía hacer siempre. Yo no era el héroe de la historia. Quizás si dejaba que ese tipo se divirtiese con ella ... esa chica dejaría de huir desesperadamente.
Forcejeó y se ganó una cachetada de ese tipo que consiguió enfurecerme un poco más. Algo se apropió de mí, dejé de mirar para otro lado y de un empujón aparté a aquel tipo de ella. El susodicho no estaba dispuesto a perder a ese caramelito e intentó pelear. Saqué el machete dispuesto a defenderme, conseguí asustarle, pero fui demasiado lento y consiguió rajarme el estómago.
Agarré a aquella desdichada del brazo, molesto por lo que había logrado con su actitud y tiré de ella hacia nuestro auto.
–¿Por qué no te convences de una vez? – grité, fuera de mí, sintiendo aquella profunda raja en mi estómago. Iba a tener que coger puntos en algún lugar del camino y eso nos retrasaría – ¡No le importas a nadie!
–¿Y qué se supone que tengo que hacer? – Lucía furiosa al recordar lo que ese tipo había estado a punto de hacerle. Los demonios del pasado parecían estar atormentándola – ¿Tengo que quedarme de brazos cruzados hasta que tú me entregas a él? ¡No! ¡No pienso volver a ese infierno! Antes prefiero morir, ¿me oyes? – Se fijó en la sangre que estaba empapando mi camisa y perdió su enfado de golpe, preocupándose. – Estás sangrando...
–¿Y qué? ¿crees que estaré demasiado lento si intentas escapar? – tragó saliva sin saber qué responder – ¿y si vuelves a pedir ayuda y pasa lo de ahora? ¿Qué crees que hubiese sucedido si no llego a encontrarte a tiempo? ¡Joder!
–¡Esto no es asunto tuyo! – espetó, molesta con mi actitud – No eres tú el que tiene que salvarme. – Rompí a reír. Incluso me hice daño en la herida.
–¿Y quién lo hará? ¿Michael? – Había hurgado en la herida. Me cruzó la cara dejando escapar esa rabia que tenía acumulada dentro y entonces me lancé contra ella hasta que su espalda chocó contra el vehículo.
Nos asesinábamos con la mirada mutuamente. Pero yo no estaba en plenas facultades. Apoyé la mano en la herida, no quería desangrarme allí mismo. Entonces ella se fijó de nuevo en ese punto.
–Deberías ir a un hospital.
–Sube al coche – ordené. Sabía que iba a ponerse a relatar, pero no lo hizo, tan sólo entró en el vehículo y esperó a que yo también lo hiciese.
Até sus manos en cuanto estuvimos dentro del vehículo y puse rumbo hacia la carretera, me desvié de la principal y entramos en una secundaria. Me paré en el arcén y me preparé para curar mi herida.
Saqué de la guantera una botella de tequila y la bolsa de primeros auxilios. Di unos buenos sorbos antes de derramar el alcohol sobre la herida. Rajé la camiseta y miré hacia la forma en la que la sangre se aguaba a causa del alcohol y apreté los dientes ante el dolor que aquello me causaba.
Se quedó a cuadros en cuanto me vio coger la aguja y el hilo.
–No pensarás... – ladeó la cabeza en cuanto me ensarté la piel en la aguja. Cosí aquella raja con cuidado, ante el temblor de mi cuerpo y el dolor que aquello me causaba.
Me tomé algunas pastillas para el dolor y descansé la cabeza en el reposacabezas. Cerré los ojos un momento para recuperarme y conseguí quedarme inconsciente sin tan siquiera darme cuenta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro