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Capítulo 12 - Su juego.


Su marido me estaba haciendo colmar la paciencia, más cuando se suponía que aquel era un trabajo fácil. Pero el tipo no estaba poniéndose en contacto para hacer la entrega y yo no podía seguir descuidando mis obligaciones. Así que... debía entregarla de una vez.

Sabía qué era lo que ella estaba intentando al usar esos ajustados vestidos, al contornear sus caderas de esa forma al andar, pero no iba a conseguir una mierda de mí. La cena en aquel bar a las afueras fue interesante, no sólo por su gran aguante con el picante o por ser una gran bebedora, si no por lo bien que se movía en la pista de baile.

Como os digo estaba tratando de provocarme, yo no iba a caer en su juego. Era más listo que ella.

Fui a por ella cuando vi a varios babosos que se acercaban. No me convenía que se metiesen con el paquete. Ella sonrió y se lanzó a mis brazos, moviéndose al son de la música tratando de seducirme.

–Estás demasiado tenso – susurró colgándose de mi cuello mientras seguía contoneando sus caderas e incitaba a todos aquellos paletos. – Deberías relajarte. – Bajó las manos apoyándolas sobre mi pecho y entonces volvió a mirarme. Pretendía ser una mujer segura de sí misma, pero en el fondo estaba aterrada de ser rechazada. Eso me chocó demasiado, porque ella no era una mujer frágil. Así que ... ¿de qué tenía tanto miedo? – Eres un aburrido – dio un par de pasos hacia atrás y se dio la vuelta. La agarré de la muñeca impidiéndole que pudiese irse a ninguna parte. – Sólo voy a ir al baño un momento.

–Estás loca si piensas que voy a dejarte ir sola – sonrió de forma seductora antes de volver a mirarme.

–¿También me bajarás las bragas para que pueda mear? – se quejó. Me mordí el labio evitando contestarle una insensatez y la solté, entonces la seguí hacia el baño de señoras.

Entré antes que ella y me cercioré de que no hubiese ventanas por las que pudiese escapar. Luego la invité a entrar mientras ella me asesinaba con la mirada, entonces sonrió divertida, enmascarando su odio.

–¿No vas a bajarme las bragas? ¡Que decepción! – Nuestras miradas se cruzaron y esa sensación se incrementó, dejándome sin aliento. Acortó las distancias entre nosotros y se apoyó sobre mis hombros. Quería ver hasta dónde iba a atreverse a llegar o lo que haría para conseguir sus fines, eso era todo. – Puedo hacer que te relajes – susurró en mi oído, antes de acariciar con sus labios mi mejilla. Cerré los ojos tratando de calmarme a mí mismo, tenía que recordar quién era yo y quién era ella.

Sucedió antes de que me diese cuenta, cuando estaba distraído, agarró el machete que colgaba de mi cinturón y presionó la hoja contra mi garganta. Sonreí sin estar ni un poco preocupado y la observé con detenimiento. Sabía que era muy capaz de hacerlo, de cumplir su promesa, pero dudó después de fijarse momentáneamente en mis labios.

–Hazlo – porfié agarrando su muñeca para presionarla un poco más contra mí, haciendo que se asustase con lo que aquello podría provocar – no tendrás otra oportunidad como esta, encanto. – Mi miedo al recordar un momento similar, lo asustada que estuvo después de clavarle el cuerno en la garganta a Max. Al menos él era un hombre malvado que se lo merecía todo, ¿qué era yo? Había disparado al hombre que podía hacerla feliz.

Le hice una llave de defensa personal y le quité el arma, volviendo a colocarla en su lugar.

–Esto termina ahora – la solté y ella dio un par de pasos hacia atrás, arrepentida por no haberse atrevido a matarme. – Dejarás esta actitud de mierda. Yo no soy como ese policía panoli, no caeré en tus jueguecitos.

–Caerás si yo quiero que caigas – porfió. Rompí a reír sin poder creer su desfachatez.

–¿Y luego qué?, ¿crees que te dejaré marchar entonces? – Ella sabía que no lo haría. La agarré de la muñeca y tiré de ella hacia el bar, lo atravesamos hasta salir por la puerta, mientras ella se quejaba y volvía mencionar que tenía que ir al baño. – Has perdido tu oportunidad de ir al baño.


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