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Capítulo 10 - Desnudez.


Me hospedé en el Motel de siempre, a las afueras, junto a la carretera y la feria que solían poner en aquella época del año. Llevé a la chica a cuestas hasta la habitación y la tiré sobre la cama sin tan siquiera haberla desatado.

Soy de los que piensan que no se debe perder de vista al paquete en ningún momento. Así que ella iría conmigo a cualquier parte.

Dejé la bolsa con las alitas que había comprado antes a su alcance. Y le quité la mordaza. En seguida llovieron las palabrotas y los insultos. Ni siquiera me importó, ya estaba acostumbrado.

–¿No tienes hambre? – Pregunté con tranquilidad, mientras ella me asesinaba con la mirada. – Entiendo... eres de esas chicas obsesionadas en mantener la línea. El pollo frito es demasiado aceitoso para ti.

–Podrías soltarme – sugirió. Sonreí y negué con la cabeza antes de contestar.

–¿Y arriesgarme a que me quites el machete en un descuido y me rebanes el cuello? – repetí las palabras que ella dijo antes. – No. Me temo que no. Si quieres comer tendrás que dejar que te alimente.

–No tengo hambre – contestó, pero el ruido de sus tripas la delataron. Sonreí, divertido, agarrando un trozo de muslo para metérmelo en la boca. Lo mordí, lo saboreé de forma exagerada, mientras a ella se le hacía la boca agua y luego tiré el hueso limpio a la basura.

–¿Estás segura de que no quieres un poco?

–No – porfió fijándose en el techo de la habitación y en lo desmejorada que esta estaba. No podía esperar mucho de ese lugar teniendo en cuenta lo barato que era.

–Mejor, más para mí.

Con el estómago lleno y las manos pegajosas me dirigí al cuarto de baño. Eché una última mirada a la chica que parecía haberse quedado dormida y cerré la puerta detrás de mí.

Me di una ducha rápida y me cubrí los bajos con una toalla. Me miré al espejo viendo mi ejercitado cuerpo de gimnasio, tenía los bíceps bien marcados. Era un hombre atractivo cuando me desnudaba, a pesar de que en mi día a día trataba de pasar desapercibido. Llevaba la cabeza rapada casi al cero y barba de más de tres días. Sonreí al ver mi aspecto mientras terminaba de secarme el cuerpo, entonces escuché un ruido sordo fuera y me preocupó que la chica se hubiese escapado.

Abrí la puerta y la observé en el suelo, mientras trataba de soltarse los pies después de haber conseguido desatarse las manos. Eso me divirtió demasiado. Parecía que la había subestimado y esa mujer era más habilidosa de lo que me había parecido en un principio.

Miró hacia mí al verse sorprendida y se resistió a mi agarre en cuanto llegué hasta ella. Volví a colocarla sobre la cama, la amarré nuevamente ante sus forcejeos, en los que consiguió apoyar las manos en mi pecho desnudo en un intento desesperado por apartarme de ella. Eso consiguió que me faltase el aliento al sentir como una corriente eléctrica se esparciese por cada parte de mi ser.

Abrí la boca para respirar porque me ahogaba.

¡Cielos! ¿En qué momento había cambiado el ambiente de la habitación?

Los ojos de aquella chica se abrieron de par en par en cuanto sintió algo duro debajo de aquella fina toalla, algo que crecía.

Estaba teniendo una maldita erección.

Fue el desconcierto lo que invadió su rostro e hizo que su corazón latiese a toda velocidad. Traté de descifrarla, ¿acaso tenía miedo de lo que podría llegar a hacerle?

Conseguí apartar aquellas manos que lo estaban estropeando todo de mí y la amarré a la cama.

–¿Ahora qué? ¿vas a violarme? – sus palabras consiguieron divertirme, porque esa idea ni siquiera pasó por mi cabeza.

–No eres mi tipo – espeté antes de ponerme en pie y darle la espalda. Podía sentir su mirada sobre mí, era como si me quemase. Probablemente se sentía sorprendida de verme sin camiseta, eso era todo. Pero yo no era para nada pudoroso en ese tipo de situaciones, así que la ignoré y agarré una muda limpia de la bolsa antes de empezar a vestirme, dejando que ella me viese desnudo, incluso se fijó en la mancha con forma de media luna que tenía en el trasero.

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Las cosas en España estaban lejos de tranquilizarse. El FBI había pinchado sus teléfonos y seguía tratando de pillar a Max. Así que este estaba tomándose todo el tiempo del mundo para recuperarse, usando móviles de prepago de lo más arcaicos para hablar con sus allegados, mediante mensajes de texto, que desaparecían a los pocos minutos. Toda precaución era poca.

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Por otra parte, en la habitación de un hospital, una bella enfermera de cabellos rubios le cambiaba la bolsa del suero al policía que aún no había despertado. Se tomaba más en serio su trabajo desde que él estaba allí, no era ningún secreto que se sentía atraída por él.

Los ojos de Mike se abrieron de par en par, parpadearon varias veces intentando hacerse al medio y entonces se toparon con los de esa chica. Trató de reconocerla, pero no tenía ni idea de quién era. Entonces, empezó a percatarse de que tampoco sabía quién era él o qué era lo que estaba haciendo allí y eso lo asustó.

La suerte no podía estarmás de mi parte, ese panoli había perdido la memoria. Así que no supondría unproblema para mí que aún no había podido abandonar el país.


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