XXVII
Milena
Los días pasaban y mi paranoia no hacía más que ir en aumento. Aún no quería comentar nada con Kendrick, estaba tratando de encontrarle pies y cabeza a lo que estaba pasando.
Esa noche pedí que dejaran mi número para el final en el Speakeasy.
La sorpresa de Nathan al recibir mi llamada fue notoria. Lo cité en un café, discreto, pero con el flujo de gente necesaria, sólo por si acaso. Como lo había dicho antes, me sentía en una posición vulnerable; André había sembrado en mí, la duda. Pese a mis esfuerzos, me estaba siendo difícil mirar los rostros de las personas que me rodeaban sin sentir que me ocultaban algo.
Las manos comenzaron a sudárme en tanto me acercaba a aquel lugar. No tenía ni idea de cómo abordar el tema sin ser obvia, si Nathan era una de las personas de las que debía cuidarme, definitivamente debía ser cauta con lo que hacía y decía frente a él.
Estaba sentado, en una de las mesas al centro de la pequeña cafetería, con su desenfadada personalidad en todo su esplendor.
—Hola Nathan. —Traté de sonar lo más relajada posible.
—Preciosa —Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro. Depositó un delicado beso en mi mano, como acostumbraba a hacerlo —. Me alegra mucho verte ¿Quieres algo de tomar? —Como todo el caballero que solía ser, se levantó de su lugar para correr mi silla. Aproveché aquellos pocos segundos para escudriñárlo sin parecer una loca.
Seguía ahí, la misma transparencia de siempre, en sus ojos marrones. Nathan era toda una labia cuando de conquistar a mujeres se trataba, pero sentía que lo conocía bastante bien como para darme cuenta de que en su voz, en su actitud, en su mirada; no había nada oculto, no habían dobles intenciones.
La cabeza me quería estallar, de tantas teorías e ideas pesimistas que me estaba formando.
—Un capuchino —musité.
Él hizo una seña a la mesera, la cual no tardó en aparecer.
—Digame, caballero —habló la chica. Su enorme sonrisa dejaba ver sus perfectos y blancos dientes. Me pregunté en qué momento comenzaría a entumírsele el rostro.
—Un capuchino para la señorita...
—Con doble carga de expreso, por favor. —Me apresuré a decir, mientras ella continuaba admirando a mi acompañante.
Comencé a dudar si me había escuchado, hasta que me devolvió una mirada rápida mientras asentía, para después volver a centrar toda su atención en Nathan.
—¿Algo más para usted?
—Por el momento estamos bien —respondió él, amablemente, mientras rodeaba la taza de café americano con sus manos.
—En seguida. —Asintió la chica. Esta vez si me prestó atención. No sé qué se habrá imaginado o si fue mi manera tan atenta y divertida en la que la veía, pero en cuanto sus ojos se cruzaron con los míos, se puso blanca como un papel y en seguida roja como un tomate. La vergüenza fue notoria. No dijo más, dió media vuelta y desapareció tras la barra.
—La espantaste. —Bromeó Nathan.
—¿Tan fea estoy? —Seguí su juego.
—¿A caso no te has visto es un espejo, Lena?... Eres horrible.
—¡Oye! —Golpeé su hombro.
Aquellas risas ayudaron a relajarme un poco.
—Y bueno, preciosa, aquí estoy ¿Para qué me necesitabas?
Dubité.
—Me dijeron que me habías buscado en la semana y por lo que entendí esta reunión es importante.
Yo continuaba callada. No sabía cómo comenzar ¿Qué iba a decirle?
"Puedes explicarme por qué mierda querías asociarte con mi padre" "¿Por qué él?" "¿Cómo lo conociste?" "¿Por qué dice que los Colleman son peligrosos?" "¿Qué sabes del problema que hay en Arquitech?"
"¿Tienes tú que ver con eso?"
—¿Milena? ¿Está todo bien?... ¿Kendrick y tú están teniendo problemas?
Negué con la cabeza.
—No, no es eso —Por fin pude decir algo —Es un asunto que no ha dejado de darme vueltas en la cabeza, desde la fiesta anual de la desarrolladora.
Nathan frunció el ceño, confundido.
—Sabes que en lo que te pueda ayudar lo haré. Dime, de qué se trata. —Posó su mano sobre la mía en señal de apoyo.
Tragué grueso.
—Es sobre uno de sus socios potenciales...
Lo ví tensar la mandíbula. La mano que antes trataba de reconfortante, ahora se encontraba cerrada en un puño, sobre la mesa. La cercanía, la calidez del momento se esfumó enseguida. Nathan se dejó caer en el respaldo de la silla.
—Adré Rochester ¿Cierto? —Preguntó en seguida.
Asentí.
Aspiró profundo. Me dio la impresión de que aquel era un tema que ya lo tenía cansado.
—Él es...
—¿Algún pariente tuyo?
Lo miré sorprendida.
—Lo intuí el mismo día en el que Kendrick me reclamó el haber sido un idiota por considerarlo como socio y me exigió mandarlo al diablo.
—Yo... No pensé que...
—Tranquila, Lena. Igual no era muy difícil darse cuenta. Comparten un apellido poco común y ciertos rasgos.
Fruncí el ceño.
—Entonces por qué... —Mi pregunta se quedó a medias cuando apareció la misma chica de hacía un rato con mi capuchino, quien al parecer notó la tensión del momento, pues se marchó en seguida.
—Te voy a decir lo mismo que le dije a Kendrick. Yo no busqué a ese hombre, ni siquiera lo conocía hasta antes de la fiesta. Cuando Susan me mostró la lista de invitados, su nombre ya estaba agregado en ella. Lo recuerdo, porque justo me llamó la atención su apellido.
—Pero... —Mi cabeza estaba hecha un lío y mi cerebro trataba de procesar toda la información —si tú no... Entonces... —No lograba formular una oración completa. Sin embargo Nathan entendió en seguida mi interrogante.
—No lo sé Lena, pero no hay muchas opciones. Los únicos que autorizamos esas listas somos Kendrick, Ulrik, Tessa y yo.
Fruncí el ceño. Mierda, ahora resultaba que nadie sabía como había llegado Rochester a esa fiesta.
Las dos personas restantes serían prácticamente imposibles de abordar. No había vuelto a ver a Ulrik después del incidente en el departamento de Kendrick; y bueno Tessa, era obvio que con ella nunca podría llegar a cruzar más de dos palabras.
Agradecí a Nathan el haberse tomado el tiempo para vernos. Tras terminar nuestros respectivos cafés, nos despedimos y me dirigí al club. Nada mejor que liberar toda mi tensión sobre el escenario.
Durante el trayecto perdí mi vista en el paisaje urbano de New York, mientras iniciaba mi debate mental.
Ya déjalo estar, Milena. Me repetía mi subconsciente. Y por momentos me parecía que era lo mejor. Dejar de atormentarme por las palabras de André, que probablemente no buscaban más que joderme la vida.
Sin embargo, por pequeñas fracciones de segundo recordaba aquella sensación de ser observada en la calle, la falta de confianza de Kendrick y la extraña "casualidad" de que mi padre estuviera en medio de todo, y algo en mí volvía a ponerse alerta.
***
Esa noche desfogué toda mi energía a través del baile. Reí y disfrute, como hacía mucho no pasaba, de la compañía de las chicas y Antoine.
Como casi todos los sábados después del trabajo, Rita comenzó a organizar el lugar al que saldrían a divertirse.
Nunca me pareció interesante salir a la media noche a un bar o un club nocturno, el Speakeasy era el ejemplo claro que después de esa hora la gente ya se encuentra por de más ebria. Sin embargo ese día no me pareció tan mala idea salir y despejar un poco mi mente, quería olvidarme de todo lo que pasaba en vida, por un rato.
Mientras ordenaba mis cosas el teléfono comenzó a sonar dentro de mi bolso. Supe de inmediato de quién se trataba, había personalizado el tono de llamadas y mensajes de Kendrick. En ese momento el olvidarme de todo también lo incluía a él, pero sabía que de no responder se armaría una batalla campal al día siguiente.
—Hola, Kendrick.
—¿Cómo va todo?
—Excelente. Ya terminé mi número.
—Bien, justo eso era lo que me interesaba saber. Ya voy por tí, llego en veinte minutos, más o menos.
—No es necesario —Me apresuré a decir —. Las chicas están organizando una salida esta noche y acepté ir con ellas.
Silencio.
—¿Kendrick?...
Me despegué el celular de la oreja, para verificar si la llamada se había cortado, pero no. Seguía en curso.
Silencio.
—Lo necesito.
Escuché como exhalaba profundamente.
—De acuerdo, diviértete —fue todo lo que dijo, antes de cortar la llamada.
Me quedé mirando el teléfono como idiota ¿Se había molestado? ¡Genial!
—¿Lista, Ange? —Llegó Kara, distrayéndome de lo que acaba de ocurrir.
Le sonreí en respuesta. Tomé mi maleta y caminé detrás del resto de las chicas. Guardamos nuestras cosas dentro del maletero del coche de Antoine, para después montarnos en el mismo y dirigirnos a un club nocturno cerca de Times Square.
Las intermitentes luces de colores, la música retumbando por todo el lugar y el inigualable ambiente, me despejaron la mente enseguida. No me había dado cuenta de cuánto necesitaba aquello. Hacía meses que sólo salía a lugares elegantes, bares y clubes de otro tipo, junto con Kendrick. Me dije mentalmente que aquel sería un buen lugar para salir a bailar con él, algún día.
Al parecer las chicas solían frecuentarlo, pues a Vienna le bastó cruzar un par de palabras con uno de los empleados para que de inmediato nos dirigieran una sala lounge cerca de la pista de baile. De inmediato me deshice de mi abrigo, el ambiente sofocante del club contrastaba con el frío nocturno de la ciudad. Entonces me percaté de lo poco acorde de mi ropa con la del resto de las chicas. Todas llevaban vestidos cortos y tacones impresionantemente altos, yo en cambio unos jeans gris oscuro, a juego con un crop top negro y mis chunky boots de tacón. Pero en aquel momento, era lo que menos me interesaba. Sólo quería divertirme y bailar hasta que mis pies dolieran.
Bad Guy de Billie Eilish comenzó a sonar, provocando la euforia de muchos, incluyéndonos. Las chicas y yo saltamos a la pista de baile sin pensarlo, mientras Antoine se encargaba de ordenar los tragos.
Poco a poco los tragos iban pasando y la noche avanzando, volviéndonos cada vez más desinhibidas. Antoine se nos había unido hacía un rato en el baile, era increíble lo bien que se movía ese hombre, no por nada era nuestro coreógrafo estrella. Madison y Rita bailaban con unos chicos que recién habían conocido.
Todo parecía ir de maravilla, hasta que esa extraña sensación me invadió de repente. Un escalofrío me recorrió el cuerpo y los vellos se me erizaron, poniéndome en estado de alerta. Miré a todos lados, buscando algo sospechoso, pero sólo lograba ver montones de cuerpos moviéndose al ritmo de la música, más allá de la pista era un poco difícil distinguir los rostros, en medio del humo y las luces intermitentes.
Sacudí mi mente de los pensamientos pesimistas que comenzaban a amenazar.
—Voy a descansar un momento. —Practicamente le grité a Kara al oído. Ella asintió y me hizo una seña para que fuera tranquila.
Aproveché el momento para darle otro vistazo rápido al lugar. No había notado nada fuera de lo normal, no hasta que las luces centellaron y mi mirada conectó con otra fría y seria en la planta alta. Abrí más los ojos, incrédula de lo que veía. Pensé que tal vez la paranoia me estaba haciendo alucinar.
¿Kendrick? ¿A caso estaba vigilándome?
***
Hola, hola!
Volví. Una disculpa por haberme ausentado tanto tiempo. Pero bueno, estoy de regreso con la pila recargada y dispuesta a terminar esta historia.
Como siempre saben que sus comentarios y votos me alientan.
Los quiero.
D.Hill
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