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XLVII - Parte 2

Un bonito pero penetrante aroma, se extendía a mi alrededor; recordaba haber estado impregnada de ese mismo olor hacía algún tiempo. Mis párpados se sentían pesados y en mi cabeza había una punzada insoportable, que no me permitía abrir los ojos.

Mi cerebro estaba lleno de imágenes confusas y no estaba muy segura de que todas ellas fueran reales, me sentía aletargada. Batallé bastante con mi propio cuerpo, para poder reunir fuerzas y comenzar a abrir los ojos. La oscuridad me recibió al instante, haciéndome dudar, incluso, si en verdad estaba despierta o continuaba inconsciente.

Quise impulsarme para levantarme de lo que, aparentemente, era una cama, pero ni los brazos ni las piernas me respondían. El pánico comenzó a apoderarse de mí cuando me dí cuenta que me encontraba atada a la base de aquel mueble.

—¡Ayuda!... ¡Alguien!... ¡Ayúdenme, por favor!...—Comencé a gritar como loca, mientras tiraba de las cuerdas, logrando, únicamente, lastimar mis muñecas y tobillos —¡Kendrick! —Rompí en un llanto frenético, llena de miedo y de confusión.

Esto no está pasando... Todo es una pesadilla... Tiene que serlo.

Traté de convencerme a mí misma de que eso era verdad. Parecía que hasta mini Milena había salido huyendo, dejándome completamente sola.

En seguida, un sonido rompió con el silencio que me rodeaba; era música proveniente del exterior de la habitación, el volumen de esta subió estrepitosamente, era metal pesado, muy similar a lo que había escuchado en el auto de Ulrik hacía apenas unos días. El aumento en el sonido, provocó que todo en el lugar comenzara a vibrar, incluyéndome; mi cuerpo comenzó a temblar, preso del miedo y la incertidumbre. La sensación que se extendía en mi pecho cada vez que el compás de la música se acentuaba, me estaba llenando de una ansiedad horrible; sentía que, en cualquier momento, mi corazón terminaría por explotar.

Estaba por comenzar a gritar, una vez más, (Aunque sabía que era inútil competir con la intensidad de la música), cuando una puerta frente a mí se abrió, dejando entrar una luz dorada del exterior. Levanté la cabeza lo más que pude, encontrándome directamente con esa mirada azul claro que apenas era iluminada por la escasa luz que le golpeaba de perfil; una mirada que ya no reconocía. La máscara había caído, revelando su verdadero rostro, uno que, en ese momento, sólo me producía desprecio y terror.

—Despertaste, mon amour —dijo en un francés perfecto.

En seguida las luces de la habitación se encendieron, dejándome ciega por unos momentos. Entre las lágrimas y el dolor punzante en mi cabeza y ojos, me tomó un rato acostumbrarme al cambio de iluminación; cuando por fin lo hice, mis ojos se abrieron de par en par, podía jurar también, que mis labios habían formado una "O" perfecta. Todo se estaba poniendo cada vez peor...

—Eras tú...—musité, temblorosa, sintiendo como caía sobre mí todo el peso de la realidad —Todo este tiempo... —Mi expresión se tornó amarga —¡Sí eras tú, maldito psicópata! —vociferé.

Ulrik permaneció tranquilo, con su cuerpo recargado en el marco de la puerta y las manos dentro de los bolsillos de la sudadera.

Eres mi locura, más cuerda... ¿Lo recuerdas?—pronunció con una sonrisa en los labios, haciendo referencia a la frase impresa en la primera tarjeta que Anonymou me había enviado junto con la exótica rosa, de la cual, en ese momento, cientos iguales llenaban la habitación. De ahí el aroma que había percibido al despertar —. ¿Te gustó cómo decoré nuestra habitación para tí?... Me trae muchos recuerdos... Nunca olvidé que la Black Baccara era tu flor favorita, mon amour —apuntó, mientras acariciaba el pétalo de una de las rosas que resplandecían sobre el modular, junto a la entrada.

Arrugué la frente llena de rabia y frustrada por no entender ni una mierda de lo que estaba diciendo.

—¿Disfrutaste burlarte de mí, todo este tiempo? —escupí en un tono ácido, apuñalandolo con la mirada, mientras una lágrima silenciosa recorría mi mejilla.

—Jamás me burlé de tí, Astrid—dijo con una tranquilidad desquiciante.

—¡Deja de llamarme así! —grité, harta de la situación —. ¡No soy Astrid!... ¡No soy tu amor!... ¡Estás demente!... ¡¿Dónde está Kendrick?! —La voz se me apagó inevitablemente, al pronunciar la última pregunta; rompí en un llanto cargado de miedo.

Su risa burlona inundó la habitación.

—Parece que se le hizo tarde —Se encogió de hombros e hizo un puchero lleno de sorna.

Una pregunta saltó a mi mente, en ese momento...

¿Cuánto tiempo había estado inconsciente?

Podían haber sido minutos, horas o días...

¿Alguien habría notado, ya, mi desaparición?

Mientras me cuestionaba todo ello, observé cómo la mirada de Ulrik pasaba de completa burla, a una más seria, oscura y peligrosa.

—¿Todavía crees que él va a llegar?...—preguntó con la misma ironía —. No, cariño... Kendrick sigue bien encerradito en prisión y no va salir de ahí en mucho tiempo —Su cara de satisfacción era de temer —. No sé cómo pudiste creerte el cuento de que lo estaban liberando a altas horas de la noche... Te creía más inteligente... —Sus palabras me hicieron sentir la persona más estúpida sobre la faz de la tierra.

Porque lo eres... Eso es lo que trataba de advertirte Antoine cuando saliste corriendo del club.

—¡Eres un hijo de puta! —grité desencajada, llena de coraje. Coraje por saber que mi conciencia tenía toda su pequeña boca llena de razón. Había sido muy ingenua, demasiado estúpida.

—No, no, no, preciosa —Movió la cabeza de un lado a otro, con la sonrisa divertida aún más amplia —. No deberías llamar de ese modo a tu futura suegra.

Suegra, pero no por tí, imbécil.

—Déjame ir, Ulrik —rogué desesperada, cuando entendí que gritarle y ofenderlo, no me iba a llevar a ningún lado —. Mírame bien, soy Milena, no Astrid... ¿Por qué me haces esto?... Suéltame y olvidamos todo, por favor. Te prometo que no voy a mencionar nada... —Hasta ese momento, no había dejado de tirar de las cuerdas que me retenían y eso solo estaba lastimando mi piel.

Desde luego todas y cada una de mis palabras eran mentira, lo primero que haría, si llegaba a salir viva de ese lugar, sin duda sería ir corriendo a denunciarlo. Una persona así no podía andar suelta por el mundo.

Ulrik ignoró por completo mis palabras y el hecho de que mis muñecas estuvieran comenzando a sangrar. Al parecer, de todo lo que había dicho, sólo una cosa había sido relevante para él y era el hecho de que yo no fuera su novia muerta, lo supe en cuanto pronunció las siguientes palabras.

—No eres ella... Todavía —dijo, acercándose lentamente a los pies de la cama. Subió sobre mi cuerpo, hundiendo el colchón con nuestro peso; quedó a gatas sobre mí, apoyando las manos a cada costado de mi cabeza y sus rodillas entre mis piernas. La imagen era la de un depredador peligroso y yo era un pequeño ratón acorralado —. Tal vez hay algunos detalles que distan un poco de tu imagen anterior, mon amour; pero eso tiene solución. —Rozó sus labios contra los míos, mientras enredaba un mechón de mi cabello entre sus dedos y lo examinaba atentamente, como si fuera un error, el cual debía corregir.

Apreté los labios y giré el rostro, mostrándole mi desprecio, quería que notara que lo único que podía causar en mí, era asco. Pero, al parecer, nada de lo que hiciera lo haría perder el control. Rio por lo bajo y acarició mi mejilla con el dorso de su mano.

—Tengo un regalo para tí. —Sus ojos se iluminaron con genuina emoción. Sonrío como un niño pequeño, mientras se ponía de pie.

No dejaba de sorprenderme la manera en cómo podía pasar de un estado de ánimo a otro, en cuestión de segundos.

Tal vez si lo desestabilizamos... cometa algún error y... ¡Mierda!, Estoy seca. No se me ocurre nada. Es lo que pasa por vivir en la cabeza de alguien como tú.

<<Soy tú, tonta. Mejor callate.>>

Al parecer yo también estaba comenzando a perder la cabeza.

—¿En dónde lo puse? —Continuó hablando y caminando de un lado a otro —¿En dónde?... ¡Ah, claro! —Se golpeó suavemente la frente —. Debía mantenerlo en perfecto estado hasta que tú llegaras —Su actitud volvió a helarme la sangre.

—¿De qué estás hablando? —Me sentía confundida y aterrada por lo que sea que pudiera ser ese "regalo".

—Espera aquí —dijo en tono burlón. Guiñó un ojo antes de abandonar la habitación.

Gruñí y volví a tirar de las cuerdas, aún cuando sabía que hacerlo era un caso perdido. Y vaya que estaba perdida. Nadie conocía mi paradero; en el club, seguramente pensaban que estaba feliz en los brazos de Kendrick; Norah debía pensar que ya estaba en casa; y Kenrick, él ni siquiera se iba a enterar de nada.

Mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas. No creía salir viva de aquella situación, si lo hacía seguramente sería en un estado deplorable, marchita y rota.

¿Cómo iba a escapar si ni siquiera era capaz de liberarme de las jodidas cuerdas?

Ulrik regresó al poco rato, mientras yo repasaba en mi mente, la infinidad de maneras en las que él podría acabar conmigo. En sus manos sostenía una caja de tamaño mediano, pero no era una caja de regalo común, parecía más bien un contenedor de lona térmica, de los que suelen utilizarse para mantener la temperatura de los alimentos, ya sea frío o caliente. No sabía qué esperar, pero por el anhelo que ví en sus ojos mientras dejaba la caja a un costado mío, supe que no podía ser nada menos retorcido que lo que ya había hecho hasta ese momento.

—Estoy seguro que te va a encantar tanto como a mí —dijo —. Cuando lo vi, supe que era perfecto para tí. Es justo lo que hace falta para que vuelvas a ser la misma de antes, mon amour —Su expresión era la de un niño que llega de la escuela con notas perfectas, lleno de orgullo; mientras que la mía era de desconcierto absoluto —. Voy a ayudarte con esto —apuntó, sujetando la cuerda que rodeaba mi mano derecha.

—Sí, por favor, Ulrik, no quiero estar atada.

—Sabes...me gustaría que me llamaras como solías hacerlo.

¿Qué mierda?

Soltó una carcajada cuando vio el enorme signo de interrogación en mi rostro.

—No lo recuerdas, lo entiendo —Su voz se volvió cálida y comprensiva —, es muy fácil... Nos llamábamos del mismo modo...

Entonces comprendí, el cabrón loco quería que le dijera "Mi amor", una frase que no había utilizado ni siquiera para referirme a su hermano, que ese sí que lo era.

—Dilo, Astrid...Vamos, dilo —instó, con sus penetrantes ojos clavados en los míos. Me mordí la lengua. Definitivamente no lo iba a hacer. Permanecimos en un tenso silencio durante un buen rato, retándonos con la mirada —. ¡Qué lo digas, carajo! —gritó de repente, haciéndome pegar un brinco para después encogerme en mi lugar. Irremediablemente las lágrimas volvieron a brotar.

Me costó un ovario y la mitad del otro, abrir la boca para llamarlo que aquella forma que yo consideraba tan especial, pero estaba en una situación en la que mi integridad pendía de un hilo, así que sin más remedio y tragándome mi orgullo, lo hice.

—Mo...o...mon...a...amour. —El nudo en mi garganta comenzaba a asfixiarme.

Ulrik sonrió complacido.

—Vas a tener que ser más convincente en un futuro, cariño.

Se puso de pie y se dirigió al borde de la cama de donde mantenía sujeta una de las cuerdas. Pensé, estúpidamente, que en verdad iba a desatarme, pero sólo aflojó el agarre, liberando un poco más de la cuerda para que pudiera tener más movimiento. Hizo lo mismo con la que sujetaba mi otra mano, dejando las de los pies tal y como estaban. Eso sólo me permitía apoyarme en mis brazos para impulsarme y me daban el espacio justo para poder sentarme.

—No creas que a mí me gusta verte así —Limpió mis lágrimas con su pulgar —, pero es por tu bien, tengo que asegurarme que esta vez vas a mantenerte lejos de ese imbécil, que lo que pasó hace años no se va a volver a repetir.

Sabía que se estaba refiriendo a Kendrick.

De repente me sentí interesada en conocer la historia completa. Tenía vagas sospechas, ahora que sabía que Astrid había sido, algo así, como la novia de Ulrik y que, seguramente las clínicas psiquiátricas, de las cuales Kendrick guardaba información, habían sido para tratar a su hermano. La incógnita por despejar era, cómo había muerto ella.

Tal vez ella...ella...

Era su sumisa.

Mandé a callar a mini MIlena. Kendrick no podía haberse metido con la novia de su hermano, ¿O sí?

¡Mierda!

Ulrik se sentó a mi lado, tomando la bendita caja entre sus manos una vez más. Apreté los ojos cuando deslizó el zipper y desplegó la tapa, mostrándome lo que había dentro. Traté de contener las arcadas, pero el ácido, la bilis y todo lo que tenía acumulado en mi estómago, subieron de golpe por mi garganta. Sin poder evitarlo, vacié mi estómago sobre el piso, a un costado de la cama. Los últimos días lo había pasado casi sin probar alimento, así que no había mucho de lo cual deshacerme, pero eso sólo provocó que mis jugos gástricos lastimaran más mi garganta.

La cara de Ulrik pasó de felicidad pura, a preocupación.

Mon amour, ¿Estás bien? —Me sujetó de los hombros y me recostó en la cama, apilando un montón de almohadas en mi espalda.

Me quedé en shock, incapaz de hablar o moverme. Mis manos temblaban, todo mi cuerpo temblaba.

¿Qué mierda era eso?, ¿Cómo había podido ocultar tan bien, lo trastornado que estaba?. La aberración dentro de la caja, sólo me confirmaba hasta dónde era capaz de llegar. Tenía que salir de ahí de inmediato.

—Vamos a probarte tu regalo, cariño. —Mis ojos amenazaban con salirse de mis cuencas.

—No... —lloriquee —. Por favor, no. No hagas esto, Ulrik, te lo pido, por lo que más quieras...

—Tú eres lo que más quiero —habló con seguridad.

—Entonces, hazlo por mí, por favor... No me obligues a usarlo...

—Pero, Astrid, esto lo hice especialmente para tí —apuntó, sosteniendo con sumo cuidado "su regalo", como si este fuera a deshacerse.

Y vaya que sí puede comenzar a despedazarse en cualquier momento. ¡Qué asco! ¿Y se supone que debes ponerte eso?

—Por favor... —Continué rogando —No quiero, no... —Las lágrimas no me permitían ver su rostro con claridad. Sujeté con fuerza su sudadera, mientras me deshacía en súplicas, que para él no significaban nada.

—Ya, ya, ya. Tranquila —Acarició mi cabello —. Sé que este color no te gusta, no eres tú... Pero con este —dijo levantando la horrible mata de cabellos dorados—, te vas a ver preciosa.

Peinó algunos de los cabellos que se habían salido de su lugar, cabellos que tenían costras de sangre ya ennegrecida. La capa de piel de la que se sostenían, se había tornado de un color amoratado, lo cual me sugería que aquella cosa había estado bastante tiempo dentro de un congelador, además de que no desprendía ningún olor en particular. Pero eso no quitaba lo que era. Una aberración... Ese puto loco le había extirpado el cuero cabelludo completo a alguien.

—Su nombre era Jessica —apuntó, casi como si hubiera podido leer mi mente. No había ningún tipo de sentimiento en él mientras decía aquello. Acomodó un último mechón de cabello antes de acercarlo a mí —. La conocí en las calles del lado Este... No te preocupes, nadie la va a extrañar.

Me retorcí sobre la cama, tratando de alejar mi cabeza lo más posible, aunque no pude retrasar lo inevitable; Ulrik colocó esa cosa sobre mi cabeza. Una sensación helada se concentró en mi coronilla, extendiéndose por cada fibra de mi cuerpo.

—Lo ves... Perfecta —Sonrió embelesado —. Estaba destinada a ser tuya. —Acunó mi rostro entre sus manos y dejó un beso en mis labios, el cual no me limpié, sólo porque estaba inmovilizada. Pude distinguir el olor ferroso que se comenzaba a liberar en torno a mí y una vez más el nudo en mi estómago se acentuó. Estaba segura de que volvería a vomitar en cualquier instante.

—Bésame, Astrid —murmuró contra mi rostro, entremezclando nuestros alientos —Vamos, bésame igual a como solías hacerlo. —comenzó a recorrer mi piel con su nariz.

Lo miré directo a los ojos, estaba muerta de miedo de sólo pensar lo que podría hacerme, pero tampoco podía tirarme a llorar como damisela en apuros. Si nadie iba a rescatarme, tenía que encontrar la manera de hacerlo yo misma.

Había visto en películas y leído en libros, que la mejor manera de hacer a alguien bajar la guardía, era siguiendo su juego. Esperaba que fuera real. Tragué grueso, antes de levantar ligeramente mi rostro, rozando mis labios contra los suyos, guardando la rabia y la impotencia muy dentro de mí.

Ulik sonrió.

—Ahí estás... Eres tú, en verdad eres tú... Está vez no te vas a alejar de mí ¿Verdad?

Negué con la cabeza.

—No vamos a dejar que ese malnacido se vuelva a interponer entre nosotros, esta vez no, sólo me vas a amar a mí, sólo me vas a desear a mí —dijo, acariciando mi mejilla.

¡Mierda!

Cada palabra de Ulrik era como ir agregando una pieza más al enorme puzzle que estaba tratando de armar, aunque aún no sabía muy bien en dónde encajaba cada una de esas piezas.

Asentí mecánicamente, dándole la razón.

—Hay algo más que he estado guardando para tí —dijo, robándome el aliento.

Donde sea la puta cabeza de alguien, me largo.

Se quejó mini MIlena, de una manera bastante infantil para la situación en la que nos encontrábamos. Pero en cierta forma, yo también estaba aterrada por esa otra cosa que Ulrik pudiera tener.

—¿Q...qu..qué... es? —Tartamudeé. No olvidaba la porquería que llevaba sobre la cabeza.

Se estiró sobre el colchón, hasta alcanzar la mesita de noche y abrir uno de sus cajones. Me preparé mentalmente, esperando lo peor, sin embargo, lo que sacó fue una pequeña caja de terciopelo negro. OK. Una cabeza no cabía ahí, pero sí una oreja, un ojo, o...

¡Ya deja de decir estupideces!

Bien. Aspiré profundamente y esperé a que abriera aquella cajita. En el interior descansaba un anillo de oro blanco, con un rubí al centro, que, a su vez, era rodeado por pequeñísimos diamantes.

—¿Lo recuerdas?

Negué con la cabeza.

—Es tu anillo de compromiso. —Sonrió con pesar —. Es una lástima que lo hayas usado tan sólo unas horas... —Estaba absorto en sus pensamientos y con la mirada fija en el anillo, seguramente recordando el momento en qué le había pedido matrimonio a ella —. Pero ahora lo vas a llevar de por vida —comentó, tomando el anillo y lo deslizándolo por mi dedo anular, para después dejar un beso sobre mi mano —. Recuerdo lo hermosa que estabas ese día; ese vestido rojo se ceñía gloriosamente a tu cuerpo, pero...

De repente el rostro se le descompuso en una mueca de ira contenida, su frente comenzó a arrugarse y su mirada se volvió intimidante. Clavó sus ojos enrojecidos en mí. Me miraba como si fuera la persona que más odiaba en el mundo.

—Pero querías celebrar nuestro compromiso a su modo ¿Verdad? —Todo su cuerpo estaba tenso y su mandíbula apretada. Cada poro de su piel transpiraba ira —Si tan solo te hubieras conformado con la cena que había preparado para tí, esa noche...¡Pero, no! Estabas tan obsesionada, que querías una celebración "especial" para nuestro compromiso, ¡Puta de mierda!

Me quedé perpleja, lo único que podía hacer era mirarlo, el cuerpo no me respondía.

—¡Responde, maldita sea! —Gruñó, tomándome por los hombros y sacudiéndome con fuerza.

—¡No sé de qué estás hablando! —grité con evidente desesperación.

—¡No me mientas! —Volvió a colocarse sobre mí, aprisionando mis brazos con sus manos. Los huesos comenzaron a dolerme, agradecí que la base en la que me encontraba fuera blanda, porque, de lo contrario, me habría roto un brazo al instante.

—¡Suéltame!, ¡Me estás lastimando!

Una risa oscura y amarga brotó de lo más profundo de su pecho.

—Ahora sí te quejas... ¡¿Qué no era esto lo que te gustaba?!... ¡Te excitaba que te amarrara, que te golpeara!, te ponías húmeda a la primera bofetada ¡¿Ya no te acuerdas?!... ¿No recuerdas las cosas asquerosas que tuve que hacer porque a tí te gustaban? —En un movimiento brusco, tiró de la cremallera de mi sudadera, dejándola inservible. Mi torso, cubierto únicamente por esa sugerente prenda aperlada, quedó expuesto ante sus ojos —Lo ves, hasta te vistes como una, para mí.

Al carajo con seguirle el juego.

—¡No!, ¡Suéltame!, ¡Yo no soy tu jodida Astrid!, ¡Ella está muerta!, ¡Muerta y enterrada! —Forcejeé con él, sin éxito—. ¡En la puta vida voy a casarme contigo! ¡Eres un maldito enfermo!... ¡Tampoco soy tu amor!... ¡La única persona a la que amo es a Kendrick!

—¡Callate! —gritó lleno de rabia; estampando su mano contra mi mejilla, con una fuerza que me dejó atontada. No me desmayé de puro milagro —. ¡No quiero volver a escucharte pronunciando su asqueroso nombre!, ¡Tú eres mía!, ¡Grábatelo en la cabeza!... ¡Él te encantó con su vida de mierda! ¡Con las porquerías que hace!, ¡Pero siempre vas a ser mía!, ¡Así tenga que volver a acabar contigo! —Llevó sus manos a mi cuello, presionando con fuerza.

Sentí como el oxígeno se extinguía, poco a poco, de mis pulmones; el pecho comenzaba a arderme y mi tráquea amenazaba con partirse en mil pedazos.

Rodeé sus manos con las mías clavando mis uñas en su piel, en un acto de desesperación. A pesar de que le estaba desprendiendo de a poco la piel y las heridas comenzaban a sangrar, él no parecía ni un poco afectado, continuaba con su mirada diabólica puesta sobre mi rostro. Tenía el cabello revuelto y su piel comenzaba a sudar a causa del esfuerzo. Ya no había rastro del Ulrik que había conocido hacía casi un año, todo en él se había vuelto una imagen maníaca.

—Nada fue suficiente para tí, maldita sea —gruñó, afianzando su agarre — Quise conquistarte una vez más. Te mostré lo mejor de mí, te dí mi apoyo y mi incondicionalidad, a pesar de que sabía que te lo estabas cogiendo a él... Traté de ser amable, de ser detallista, de demostrarte cuánto me importabas, pero a tí te importó una mierda; seguías babeando por ese idiota a pesar de que sólo te trataba como un objeto sexual... Intenté de todo; me convertí en tu jodido admirador secreto para ver si así por fin mirabas a otra dirección que no fuera la de él, ¡Pero, no!... Te tenía cegada el hijo de puta... Incluso recurrí a la escoria de André, pero el muy imbécil quiso jugar al papá protector, al final...

Mis ojos comenzaron a cerrarse contra mi voluntad. Ya ni siquiera podía reaccionar ante todo lo que estaba diciendo.

—¡Yo te ví primero!, ¡Tú eras mía!... Iba cada fin de semana a verte a ese puto club... —Rió con amargura —. La noche que lo llevé a él, fue para que al verte, se diera cuenta que no había podido arrancar a Astrid de mi lado, pero volvió a seducirte con sus putas perversiones...

Quería romper su burbuja, quería decirle que Kendrick había entrado a mi vida mucho antes de esa noche, que nunca había sido ni sería suya; pero no podía, las fuerzas ya me habían abandonado.

No te dejes ir, Milena. No es tiempo. Resiste.

Aunque mini Milena trataba de infundirme fuerza. Sabía que era el final, todo estaba perdido para mí.

Entre mi inconsciencia, me pareció oír un fuerte crujido proveniente de algún punto indefinido de la habitación. Después de eso, todo se volvió negro.

***

Un pitido rítmico se coló por mis oídos, hasta acompasarse con los latidos de mi corazón. Poco a poco, aquel sonido comenzó a hacerse más fuerte y más claro dentro de mi cabeza, al punto que se volvió irritante.

¡Mierda!

La cabeza me dolía, al igual que el resto del cuerpo.

Abrí los ojos aturdida ante la vívida imagen de Ulrik sobre mí, tratando de estrangularme.

El irritante pitido se volvió loco, al igual que mi corazón.

—¡Lena! —Me giré en busca del lugar de donde provenía aquella voz, encontrándome con Norah, quien se levantaba de inmediato del pequeño y mullido sillón en el que se encontraba, llegó hasta donde estaba y comenzó a acariciar mi cabello —. Tranquila —dijo en tono maternal —. Todo está bien, hermosa, todo está bien.

Poco a poco los latidos de mi corazón comenzaron a normalizarse. Era el efecto tranquilizador de mi madre adoptiva.

—Don...— Iba a hablar, pero la garganta me ardía y mi voz ni siquiera era perceptible.

Llevé mi mano a mi cuello, el cual estaba rodeado por un collarín rígido, que no me permitía el movimiento.

—No te esfuerces —dijo Norah.

Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas ante lo irreal que me parecía la situación. Después de lo que había pasado, seguía con vida. Di gracias al universo, a Dios, a la ley de la atracción, a todo ser omnipotente, por permitirme abrir los ojos una vez más.

—Tu cuello y tus cuerdas vocales están muy lastimados, todavía. El doctor dijo que llevará algún tiempo para que se desinflamen, mientras tanto, entre menos te esfuerces por hablar, será mejor.

¿Qué no vamos a poder hablar? ¡Eso sí es una jodida tortura! ¡Puto Ulrik loco, ojalá ardas en el infierno!

Mis ojos se abrieron de par en par, al caer en cuenta que no tenía idea de lo que había pasado con él, ni cómo es que yo había llegado hasta ahí, y mucho menos, cómo Norah había sabido en dónde encontrarme.

—Espera —dijo ella, entendiendo la desesperación que reflejaba mi rostro.

Me entregó una tableta electrónica con una aplicación infantil de dibujo táctil, instalada y lista para usarse. Presioné mi dedo sobre la pantalla y en seguida mi huella dactilar se quedó plasmada en un bonito color azul rey.

¡Vaya! Al parecer ese sería mi medio de comunicación, durante algún tiempo.

"¿Cómo me encontraste?"

Fue lo primero que escribí.

Norah me miró un momento que a mí se me antojó eterno, parecía sopesar la información que iba a darme.

Arrugué la frente.

Rápidamente borré lo que había escrito, sustituyéndolo por otra pregunta.

"¿Qué pasó con Ulrik?"

Los músculos de su rostro se crisparon.

—No pienses en eso, Lena. No ahora. Ya habrá tiempo para responder todas las preguntas...

Levanté la mano, deteniendo su discurso. Lo que menos necesitaba en ese momento, eran evasivas.

"Quiero estar segura de que ese loco no va a volver a acercarse a ninguna de nosotras"

Volví a escribir.

No me pasó por alto la manera insistente en la que Norah miraba la puerta, como esperando que alguien llegara a salvarla de mi interrogatorio; pero ni aunque me quedara muda de por vida, iba a zafarse de ello.

Le mostré la pantalla de la tableta con insistencia. Ella suspiró, rendida.

—No soy quién para responder eso, Lena. Sé tan poco como tú.

¿Qué?, Pero si yo no sabía ni una mierda.

La miré confundida.

Fuí a limpiar una vez más la pantalla para escribir algo nuevo, cuando la puerta de la habitación se abrió, llamando la atención de ambas. Un hombre de mediana edad cruzó el umbral, con una bata blanca sobre su ropa y una tabla de metal donde descansaban un montón de papeles.

—Me da gusto que estés despierta, Milena —dijo en tono amable —. Soy el doctor Brown, he estado atendiéndote desde que ingresaste al hospital —Esa era otra gran duda que tenía, ¿Cuánto tiempo llevaba internada? —. Me da gusto informarte que tu recuperación ha ido progresando satisfactoriamente. —apuntó, mientras hojeaba aquellos papeles —. Las lesiones en tus muñecas no son profundas y en cuanto a tu cuello... Deberás usar el collarín un par de semanas y no podrás realizar actividades que requieran de esfuerzo, ¿Está claro?

Asentí lo más que me permitió el jodido collarín.

—Veo que ya encontraron una manera efectiva de comunicarse —comentó, observando la tableta que descansaba sobre mi regazo—. Bien. —me sonrió amablemente —. ¡Ah! otra cosa, no trates de forzar tus cuerdas vocales, tu voz va a regresar por sí sola. En tu caso, solo es necesario un poco de paciencia, además, con los antiinflamatorios que te voy a prescribir, el proceso va a ser más rápido.

Sonreí de medio lado, en agradecimiento. El doctor Brown me devolvió la sonrisa, antes de dirigirse a Norah.

—Me acompañaría a firmar el alta de la señorita, por favor.

—Por su puesto, doctor... Ahora vuelvo, preciosa. —Me dijo antes de abandonar la habitación.

Dejé caer mi cabeza sobre la almohada y cerré los ojos.

¿Qué era lo que había pasado?

Todavía no lograba entender el milagro que me había dejado con vida, o al menos no, hasta que el milagro se hizo presente.

Escuché la puerta abrirse cuidadosamente, como si quien estaba entrando no quisiera importunar.

Abrí los ojos y me enderecé, para encontrarme con la persona que menos esperaba ver en ese momento.

Mis ojos se abrieron con sorpresa.

¿Acaso había estado en coma por años?

Era la única explicación que encontraba para que él estuviera ahí, parado, frente a mí. Tal vez ya había pasado el tiempo suficiente para que su condena se hubiera cumplido.

"Kendrick"

Tenía unas ganas inmensas de decir su nombre. Nunca había añorado tanto tener mi voz.

Ves, al final si fuiste Ariel.

Contuve las ganas de rodar los ojos por el comentario de mi mini "yo".

—Dinorah me dijo que ya habías despertado... —Me pareció que había pasado una eternidad desde la última vez que había escuchado su voz y visto su rostro, ese rostro que tanto me gustaba —. No quiero molestarte.

Sonreí como tonta, con los ojos llenos de lágrimas, pero lágrimas de la felicidad que me inundaba el corazón en ese momento. Estiré la mano, invitándolo a acercarse.

Kendrick observó rápidamente la venda en torno a mi muñeca y apretó los labios, pero no dijo nada. Caminó hasta mí, como sólo él sabía hacerlo; de esa manera tan encantadoramente natural, de la que, estaba segura, ni siquiera era consciente.

Los pocos segundos que tardó en recorrer el camino de la puerta a mi cama, me bastaron para detallarlo a la perfección. Iba enfundado en un pantalón de vestir color negro, que le quedaba a la medida;los muslos torneados que resaltaban a cada paso, eran prueba de ello. En la parte superior llevaba una camisa blanca remangada hasta los codos y con los primeros dos botones sueltos. Su cabello estaba perfectamente peinado y sus preciosos ojos azules me miraban de una manera tan especial, que estaba a punto de derretirme sobre las pulcras sábanas del hospital.

Cuando sus dedos rozaron los míos, una corriente eléctrica se extendió por todo mi interior. Anhelaba esa reacción involuntaria que tenía mi cuerpo siempre que se trataba de él. Apreté con fuerza su mano y él hizo lo mismo. Entonces, la primera sonrisa del día se dibujó en su rostro, una sonrisa melancólica y llena de culpa. Quise hacerle entender con la mirada que estaba bien, que lo pasado ahí se quedaba. No quería que se atormentara por algo que no había estado en sus manos evitar.

Tiré ligeramente de su mano, acortando la distancia que nos separaba. Kendrick sujetó mi mentón, levantando ligeramente mi rostro para unir nuestras frentes; cerré los ojos, disfrutando de su calidez y de su aroma; rozó su nariz con la mía un par de veces, robándome una sonrisa, que respondió de la misma forma y, finalmente, juntó nuestros labios en un beso sin igual, dulce y lleno de necesidad.

No pasó mucho tiempo para que aquel inocente beso comenzara a subir de tono, nos aferramos uno al otro, como si la vida se nos fuera en ello; éramos una danza perfectamente sincronizada de mordidas y succiones apasionadas. Quería prolongar ese instante lo más posible, hasta que caí en cuenta de en dónde nos encontrábamos. No quería terminar cogiendo en la cama de un hospital, tampoco estaba muy segura de que pudiera hacerlo en mi estado. El doctor había dicho "Nada de actividades que requieran esfuerzo" y vaya que hacer el amor con Kendrick Colleman era toda una puta prueba de resistencia física. Reuní fuerzas de donde pude, para separarme de él, no sin antes dejar un pequeño beso en la comisura de su labio.

—Lo siento —dijo con voz ronca. Sus mejillas estaban sonrojadas al igual que su labios, que, además, estaban hinchados. Supuse que yo debía estar de la misma manera. Sus ojos, que se habían vuelto más oscuros al inicio del beso, volvían a tomar su característico azul.

"Está bien"

Escribí en la tableta.

"También lo necesitaba"

—Hay muchas cosas que debo explicarte. —Me miró con culpa, mientras acariciaba mi mejilla.

Asentí. Tenía una lista completa de preguntas que necesitaban respuestas. Así que comencé a escribirlas.

"¿Cómo me encontraron?"

Kendrick corrió el pequeño sillón, en el que antes había estado sentada Norah, y lo puso lo más cerca posible, de mi cama. Tomó asiento y se reclinó hacia el frente, con sus codos apoyados sobre sus rodillas y sus dedos entrelazados sobre sus labios. Suspiró antes de cambiar la posición de sus manos, llevándolas hacia su frente.

A mí, la ansiedad me estaba matando. Lo miré con insistencia, mientras enarcaba una ceja y me cruzaba de brazos.

—Bien... —bufó —Fue gracias a Nathan —dijo.

¿Qué?... ¿Cómo?... ¿Cuándo?... ¿Dónde?

Kendrick continuó hablando ante mi cara perpleja.

—Llámalo,destino, suerte...milagro...Como sea... De hecho, el muy cabrón aún no ha querido decirme cómo lo hizo, pero consiguió un montón de pruebas que demuestran mi inocencia —Tal vez yo sí sabía de dónde habían venido esas pruebas, pero era algo que ya no tenía importancia —. Entre ellas estaba el desglose de todos los movimientos ilícitos que se habían realizado a través de Arquitech, pero lo más importante era el nombre que figuraba como el autor de cada uno de ellos...

"Ulrik"

Asintió con pesar. Podía imaginar cuánto le dolía pensar que su propio hermano había querido destruirlo de una y mil maneras.

—Había otras cosas ahí, cosas mucho más enfermas que hizo y que prefiero que no sepas.

Asentí. Definitivamente no quería conocer las aberraciones que había sido capaz de hacer, suficiente tenía con el recuerdo del cabello de aquella pobre mujer. Seguramente en las jodidas pruebas estaba el cómo la había asesinado.

Me estremecí de solo imaginarlo.

—Greco envió toda la información a uno de sus amigos que trabaja dentro del Bureau, procesarían las pruebas de inmediato y al día siguiente estarían girando la orden de arresto en contra de Ulrik y yo estaría siendo puesto en libertad.

Al día siguiente... ¿Eso significaba que había pasado al menos doce horas dentro de ese lugar?

"Entonces, en verdad fue un milagro que me encontraran con vida"

—No, Milena. De haber esperado la orden... —Ví como le costó tragar saliva. Entendí a la perfección a lo que se refería. De haber esperado la orden... Estaría muerta.

Fruncí el ceño, confundida.

"¿Cómo supieron que estaba en el departamento de Ulrik, entonces?"

—Tu télefono —apuntó —Cuando Nathan no pudo contactarte durante un par de horas, supo que algo no estaba bien, así que contactó a Holt, es un investigador profesional. Rastrearon tu teléfono hasta un callejón, no muy lejos del edificio de Ulrik. No hacía falta ser muy inteligente para saber en dónde te encontrabas, ¿Verdad?

Así que por eso Ulrik le había dado las llaves al hombre en la entrada del edificio... Para que se deshiciera de mis cosas. Agradecí, una vez más, que hubiera sido lo suficientemente imbécil como para no destruir mi teléfono.

Entre más cosas descubría, más segura estaba de que los planetas se había alineado a mi favor esa noche.

—Todo es mi culpa, Lena —dijo de repente. Era evidente la carga de culpa que se reflejaba en su voz — . Yo... trataba de tapar el sol con un dedo, pasaba por alto las señales de la recaída de Ulrik, sólo para aminorar mi culpa.... —Sus ojos se cristalizaron —. Gracias a Dios, que Nathan descubrió todo a tiempo... No sé qué habría pasado si llegaba a perderte, seguramente ahorita mismo yo también estaría m... —Presioné mi dedo contra sus labios y negué con la cabeza.

"Tú no eres culpable de nada"

Esbozó una media sonrisa incrédula.

—Yo soy la causa de que mi hermano terminara así de trastornado —Me miró vacilante —. Por mi culpa, Astrid murió y Ulrik cayó en una profunda depresión, que después se convirtió en un problema mucho más serio... A los pocos meses de la muerte de Astrid, lo diagnosticaron con trastorno disociativo de la realidad. Traté de darle el mejor tratamiento, busqué las mejores clínicas, y, aparentemente, un par de años después, había mejorado; le dieron el alta y regresó a New York, todo parecía ir en orden, hasta que... —Guardó silencio.

No tenía que decirlo. Yo lo sabía "Hasta que aparecí yo". Todo ese tiempo Ulrik había ocultado muy bien el resentimiento hacía su hermano, hasta que aparecí en la ecuación, desestabilizando su mundo de mentiras.

Acaricié su mejilla para infundirle fuerza. Entendía lo difícil que era todo eso para él.

Aún quedaban bastantes cosas por aclarar. Tenía que decirle lo que había escuchado de la propia boca de Ulrik, que su tormento todos esos años, había sido infundado, que él no tenía ni un ápice de culpa de la muerte de Astrid.

Tal vez nunca llegaría a conocer toda la verdad sobre lo que pasó la noche en que ella murió. A Kendrick le llevaría años desenterrar el tema para poder hablar su parte de la historia, y, quien realmente tenía todas las respuestas, estaba tan dañado que sería imposible obtener algo de él.

Norah regresó a la habitación, con una dotación de desinflamatorios suficiente para todo un mes. Kendrick depositó un pausado y tierno beso en mi frente, antes de salir un momento, para que Norah me ayudara a cambiarme para poder dejar el hospital.

***

Kendrick

Salí de la habitación de Milena y me dirigí a la cafetería del hospital, atravesé el área de mesas hasta cruzar los grandes ventanales y llegar a la terraza. Entonces marqué, una vez más, aquel número.

La persona al otro lado de la línea me respondió enseguida.

—Despertó —Fue lo único que dije.

Escuché un suspiro aliviado antes de que un incómodo silencio se extendiera en el ambiente.

—Gracias, muchacho.

—No lo hice por tí, lo sabes. Es por ella que no destapo la cloaca en la que vives. Si por mí fuera estarías refundido en la cárcel.

El hombre rió con petulancia.

—No creo que lo hubieras logrado de cualquier forma, existen personas que se dejan tentar por el dinero fácil, en todo el mundo ¿Sabes? Estoy bien protegido.

Apreté con fuerza el celular.

—Aquí termina mi parte del trato. Ya sabes que Milena está bien, ahora es tu turno de cumplir con lo que te corresponde. Desaparece de nuestras vidas si no quieres que salga a la luz todo sobre tu negocio de mierda y que tu asquerosa pantalla de vida perfecta comience a desmoronarse.

Volvió a reir.

—Me caes bien, Kendrick. Es bueno saber que al menos tienes los huevos para defender a mi hija. Cuídala por mí.

Tras esas palabras corté la llamada y regresé con Milena, para llevarla directo a lo que sería el inicio de nuestra nueva vida juntos.

***

Si llegaste hasta aquí, has leído 6366 palabras, felicidades!!!... Espero no haberlas aburrido, jejeje.

Aún no me despido, aún falta leernos en el epílogo. Espero poder subirlo más tarde, prometo apurarme con la edición. 

Ahora bien, no me podía ir de aquí sin hacerles la siguiente pregunta:

¿El nivel de locura de Ulrik superó sus expectativas? 

Los leo y los amo.

D.Hill



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