Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XLVII-Parte 1

Para no tenerlas en más espera y porque me salió un capitulón de más de 10,000 palabras, 😬 lo he divido en dos partes. Así que, disfruten de estas primeras 5,435 palabras y me sacrifican al final.

Muak! 💋

Speakeasy, 9:27 p.m.

Milena

—Ange... Ange... —Una voz familiar me llamaba desde la lejanía, pero no tenía cabeza, ni fuerza, para responder.

Mi mirada permanecía clavada en la mujer frente al espejo. Esa de ojeras pronunciadas y oscuras, de piel pálida y semblante demacrado. Esa en la que me estaba convirtiendo y a la que podía distinguir a pesar del pulcro maquillaje que llevaba encima.

Había pasado los últimos días sin poder dormir; dando vueltas en mi cama o deambulando como un fantasma, dentro de mi propia casa. En pocos días había vivido más tragedias que en mis veinticinco años de vida juntos. Cosas que, si me hubieran dicho que pasarían, no las habría creído ni en broma.

Norah había logrado convencerme de no detener mi vida, por mi propio bien, pese a que nada era lo mismo; ni el Speakeasy, ni el baile, ni Ferguson... nada me parecía suficiente en ese momento, menos aún cuando en este último lugar, todo el ambiente seguía tenso a causa de la demanda que estaban comenzando a interponer contra Arquitech.

No había intentado volver a la correccional tampoco. Lo poco que sabía respecto al caso, era lo que cada noche me platicaba Ulrik vía telefónica. Había pasado una semana exacta y las cosas, aunque lentas, estaban progresando favorablemente para Kendrick. André era otro tema inconcluso; tras el ataque en St. Michael' s, se había borrado del mapa, no había recibido ni una sóla llamada, nota, mensaje; nada. Con cada día que pasaba, se me escapaba la esperanza de que las pruebas que me había prometido, llegaran, o que siquiera existieran.

—Ange, nena —La voz de Rita sonó más cerca. Me regaló un cálido apretón en el hombro, infundiéndome fuerza—. Verás como todo se soluciona pronto.

Sonreí de medio lado. Los chicos en el club, tenían una idea bastante superficial de lo que estaba sucediendo, sólo conocían lo que habían escuchado en los noticieros, cosa en lo que, desde luego, yo no pretendía profundizar.

Esa noche me estaba siendo realmente difícil concentrarme en el número que debía ejecutar, que, irónicamente, era el mismo que había bailado la primera noche que vi a Kendrick en ese lugar. Había una sensación extraña en el ambiente, creada por mi mismo pesimismo, como si algo me indicara que con esto se cerraba el ciclo entre Kendrick y yo.

Las chicas, Antoine y Katerina, me habían mostrado su apoyo en todo momento, pero yo era consciente de que mi participación esa noche, había sido un asco; mis movimientos habían sido mecánicos, sin la pasión y la energía que solían tener.

—Ange —Antoine entró a los vestidores, con la vista clavada en su inconfundible tableta, que era donde llevaba la logística de cada noche. Rita se alejó, dándonos espacio —, hay un hombre afuera preguntando por tí.

Arrugué la frente. Aún era temprano para tratarse de la persona que creía, todavía me faltaba presentar el último número, el cual no sería sino hasta dentro de un par de horas.

—¿Dijo quién era? —indagué.

—No lo sé, tampoco lo ví. Fue Lenin, el chico de la barra, quien me dio la información, aunque dice que ya lo ha visto aquí antes.

Sin duda debía tratarse de Anonymous. El club me había parecido el mejor lugar para conocernos personalmente, era un lugar concurrido y siempre tendría el soporte de los chicos, por si algo se llegaba a salir de control. No estaba de más.

Busqué mi teléfono dentro de la maleta de gimnasio que llevaba conmigo. Casi me golpeo mentalmente cuando me dí cuenta que el cacharro se había quedado sin batería.

—¡Mierda! —refunfuñé en voz baja, buscando el contacto más cercano para poder cargar la batería, al menos lo que restaba del show.

¿Desde qué hora habría estado apagado?

Probablemente Ulrik me había llamado, como cada noche, y no había podido contactarme.

—¿Quieres que le pida a seguridad que saque a ese hombre? —Insistió Antoine, tras indicarles a Vienna y Kara, que eran las siguientes en subir al escenario.

—No es necesario —Sonreí a medias —. Sé de quién se trata, ya salgo a atenderlo.

—¿Segura?

Asentí, convencida.

—Bien. Tienes veinte minutos, Ange. Debes terminar de prepararte. —Sentenció, apuntándome con un dedo.

—No te preocupes, Anto, sólo necesito cinco minutos. Salgo a saludarlo y regreso a terminar la presentación. Hablaré con él cuando haya terminado el show.

Asintió, mostrándose de acuerdo. Volvió a poner su completa atención en la pantalla de la tableta, mientras salía de los vestidores, seguramente para verificar que los chicos del acto clown ya estuvieran listos.

Tomé una bata del rack de vestuario, para cubrir el pequeño conjunto color perlado que aún llevaba puesto. Miré una vez más mi teléfono, el cuál apenas llevaba tres por ciento de carga y seguramente tardaría unos cuantos minutos en encender.

—Ahora vuelvo. —Le dije a Rita, quién era, sin duda, la que más preocupada había estado por mí.

La pelinegra asintió, haciendo una pausa para no arruinar el delineado perfecto que se estaba realizando en ese momento.

Salí de los vestidores y bajé las escaleras que los conectaban con el salón principal. El lugar estaba concurrido, como cada fin de semana; el ambiente nunca mermaba dentro del Speakeasy. Las risas de los clientes inundaron el lugar, mientras las suaves y sensuales notas de Marilyn Monroe resonaban de una manera sublime. La coreografía que había montado Antoine para esa canción, tenía la mezcla perfecta de sensualidad y picardía, que, aunado al talento y coquetería de Vienna y Kara, tenía un resultado maravilloso.

Sorteé algunas mesas y personas, hasta llegar a la barra. Ubiqué a Lenin entre los demás chicos, haciendo notar su habilidad a la hora de manejar los utensilios para preparar bebidas (que no tenía ni una pizca de idea de como se llamaban), mientras hacía derroche de su encanto y masculinidad para robar algunas risas nerviosas a las chicas que se encontraban frente a él.

Esperé a que terminara el flirteo para acercarme y preguntarle por el hombre que me buscaba. Me señaló una de las pequeñas mesas, tipo bar, que estaban en un área mucho más íntima, justo a un costado de la barra, y cuya zona era iluminada por tenues luces doradas, que eran opacadas, muy de vez en cuando, por los reflectores del escenario.

De espaldas, había un hombre con pantalón de vestir oscuro y una camisa blanca que se ajustaba a la perfección a su espalda. A juzgar por lo poco que podía distinguir, parecía joven y de excelente complexión, su cabello castaño oscuro brillaba de una manera encantadora cuando era tocado por las luces doradas.

Los nervios comenzaron a invadirme mientras me acercaba. Todo había sido más sencillo mientras lo planeaba en mi mente. Se me estrujó el corazón, no quería lastimar a alguien que se había portado tan bien conmigo. Ajusté el nudo de la bata mientras llenaba mis pulmones de aire y me armaba de valor. Caminé el par de pasos que me restaban para llegar hasta él.

—Buenas noches —saludé, con un nudo en la garganta.

Él se irguió ante mi voz, haciéndolo parecer aún más alto de lo que había pensado en un inicio. Poco a poco se giró hasta quedar frente a frente.

Tal vez las neuronas no me estaban funcionando bien, o los tranquilizantes a los que me había vuelto adicta la última semana, habían terminado por freír mi cerebro. Parpadeé un par de veces, confundida, tal vez así se aclararía mi visión; pero no, la imagen continuaba siendo la misma.

—¿Lena, estás bien? Te pusiste pálida —preguntó Ulrik, poniéndose de pie y sujetando mi rostro para examinarlo.

—¿Ulrik?... —mi voz fue apenas perceptible, o al menos así me lo pareció a mí —¿Qué mierda?... -Mis ojos se abrieron dramáticamente —¿Eres Anonymous? —Me aparté de él con el ceño arrugado y mi mente trabajando a mil por hora.

Ulrik me miró confundido.

—¿De qué estás hablando, Milena?... ¿Anonymous? ¿El tipo de las rosas?

—Ese mismo. —Asentí molesta —¿Te estuviste burlando de mí todo este tiempo, o qué mierda? —grité, presa del coraje —. Déjame decirte que esta es una broma horrible, Ulr...

—¡Milena, basta! —Me sujetó por los hombros, dándome una pequeña sacudida, para que me callara —No estoy entendiendo nada de lo que dices.

—¡Anonymous! —grité —. Era él a quien iba a ver hoy, aquí y resulta que llegas tú... ¿No te parece sospechoso?

Los surcos en la frente de Ulrik se pronunciaron aún más.

—Lena... —dijo lento y pausado, como si mientras pronunciaba mi nombre, su mente estuviera terminando de procesar lo que acaba de decir. Después de unos segundos relajó su postura — Yo sólo vine porque no contestabas el teléfono y hay algo importante que debo decirte. —El tono que empleó en esa última frase encendió todas mis alarmas.

Kendrick.

—¿Qué pasa? —pregunté, ya con los nervios un poco crispados.

—Kendrick está libre...

¿Qué mierda?

***

Tres horas antes.

Nathaniel O'Neal

Después del gran y casi milagroso avance que había tenido Ulrik la semana pasada, al conseguir rastrear las cuentas que apuntaban al padre de Milena como el culpable de lo que estaba ocurriendo con Arquitech, no habíamos avanzado realmente en nada más.

Para empezar, la información que teníamos no la podíamos utilizar al cien por ciento, porque había sido obtenida de manera ilegal y hacer alarde de que contábamos con ella, sólo sería como terminar de cavar la tumba de Kendrick y de la empresa.

Me sentía estancado, frustrado y, sobre todo, mal; mal porque sabía cómo estaba afectando la situación a mi amigo. Después de que Greco le había llevado la información que habíamos descubierto, fue como si el mundo de Kendrick hubiera comenzado a desmoronarse y lo que me preocupaba, era que él estaba dejando que eso pasara; había dejado de insistir, de preguntar; había perdido el interés por lo que pasara con él.

La razón de su actitud era fácil de descifrar. Milena. Greco había sembrado la semilla de la duda en Kendrick y esta había comenzando a echar raíces en muy poco tiempo. Me sentía atado de pies y manos, impotente ante el dolor que sabía que estaban pasando mi mejor amigo y esa pobre chica.

Milena era una mujer transparente, incapaz de hacer cualquiera de las cosas retorcidas que Russell se había inventado en la cabeza. Estaba seguro de ello, pero desgraciadamente no tenía cómo probarlo. Kendrick no había querido saber nada de ella en esos días, ni siquiera me permitía mencionarla o sugerir al menos que tratara de hablar con ella y escuchara su versión, sin que me mandara a la mierda y amenazara con sacarme de su jodida lista de visitas, también.

Yo, por mi parte, no había querido echar más leña al fuego, haciéndolo partícipe de los problemas que ya habían empezado a alcanzar también a los otros negocios, incluídos el Kē y el Royal. El Centro de Investigaciones Financieras, tenía la atención puesta sobre las inversiones en ellos, también.

—Te estás comportando como un maldito niño, Kendrick —bufé. Ya había perdido la cuenta de las veces que le había repetido la misma frase durante la última semana.

—Si no vienes a decir nada nuevo sobre mi puta situación mejor lárgate, O'Neal. No estoy de humor.

—Es que ese es el jodido problema, Colleman, últimamente no estás de humor para nada que no sea hundirte en la mierda, te estás dejando vencer demasiado pronto.

El muy cabrón le gritó al guardia que nos vigilaba desde una distancia prudente.

—¡Ronnie!... La visita ya se va, quiero regresar a mi celda.

—Eres un puto necio, Kendrick. Ya no sé cómo mierda hacerte entrar en razón —gruñí por lo bajo, antes de que llegara el guardia a liberarlo de las cadenas que lo mantenían sujeto a la mesa. Odiaba verlo así, pero más odiaba que al imbécil ya le estuviera pareciendo normal esa situación.

—Es que ese es tu problema, O'Neal, creer que tienes que hacerme entrar en razón. —Fue lo último que dijo antes de ponerse en pie y abandonar la sala.

Otro guardia llegó a mi lado para acompañarme hasta la salida de la sala de visitas.

Si no iba a ser escuchado por el cabeza dura de Kendrick, al menos debía poner al tanto a Milena sobre lo que estaba ocurriendo, porque estaba seguro que ella no tenía ni idea del por qué la actitud que había adoptado ese idiota.

Había escuchado, en algunas ocasiones, a Ulrik hablando con ella por teléfono, mientras nos encontrábamos reunidos en la casa de Russell, recabando información. La verdad es que el hermano menor de Kendrick, no era precisamente lo que se decía, discreto, en cuanto al acercamiento que tenía con Milena. Desde un inicio había quedado claro, para mí, el interés de él hacia ella; no era uno amistoso, mucho menos fraternal por el hecho de tratarse, de algún modo, de la pareja de su hermano. Yo había aprendido a leer con detenimiento a Ulrik unos años atrás, cuando recién había regresado a New York para comenzar con su nueva vida, después de Astrid.

Ulrik estaba tan enamorado de Milena, como lo estaba Kendrick, y en su situación, ese amor podía volverse algo peligroso para ella. Por más que Ulrik quisiera a su hermano, estaba seguro que la situación por la que este estaba pasando, le estaba cayendo como anillo al dedo. Había observado y escuchado suficiente para no fiarme del todo, del menor de los Colleman y Russell estaba al tanto, aunque él aún se negaba a verlo.

Me monté en mi coche, con un sólo rumbo fijo en la mente. Ferguson. Sólo había estado en ese lugar una vez, cuando se firmó el contrato para el proyecto que desarrollaron Milena y su equipo, ese que, no fue más que un jodido capricho por parte de Kendrick.

En la recepción me brindaron un gafete de visitante y me dieron acceso al piso donde se encontraba la oficina de Lena, tras haberme anunciado con su asistente. Entré al elevador, con la convicción de decirle todo lo que habíamos averiguado, aunque era consciente de que, tal vez, eso le afectaría; después de todo, era su padre de quien estábamos hablando.

Las puertas se abrieron, dando paso a un área amplia donde se encontraba un espacio coworking desolado, de trás del cual había un amplio escritorio, donde una mujer de mediana edad me sonreía amablemente.

—¿Señor O'Neal?

—Buenas tardes... —Saludé a la amable mujer con asentimiento de cabeza —Dinorah —dije, tras ver el nombre en su carnet de identidad.

Ella asintió sin perder la sonrisa.

—¿En qué puedo ayudarle?

—Estoy buscando a la señorita Rochester, ¿Podría hablar con ella?

Dinorah apretó los labios y negó con la cabeza.

—Me temo que se retiró temprano el día de hoy, pero con gusto puedo hacerle llegar su mensaje.

¡Maldición!

La idea de buscarla en su departamento, rondó mi mente. Todavía recordaba bien el camino hasta él.

—No es nece... —Hasta ese momento, no había reparado en el sobre que se encontraba sobre el escritorio. Era de un color manila, bastante común, pero el idioma en el que estaba escrito fue lo que llamó mi atención.

Modtager: Milena Rochester

No hacía falta ser políglota para darse cuenta que aquella palabra se refería al destinatario del sobre y que ese idioma sonaba bastante nórdico. Otra cosa que me puso alerta fue, que no había remitente.

Sospechoso.

—¿Le puedo ayudar en algo más? —Escuché preguntar a Dinorah.

—Me temo que no. Buscaré a Milena en otro momento, gracias por su tiempo. —Me despedí de ella y eché a andar de vuelta a la salida, o al menos eso fue lo que simulé.

Pulsé el botón, solicitando uno de los elevadores y esperé hasta que este se abriera frente a mí. Desde la posición en la que se encontraba el escritorio de Dinorah, podía verse apenas una tercera parte del interior del elevador, así que, avancé tranquilamente simulando que entraba en él y dedicándole una última sonrisa de despedida a aquella buena mujer, la cual, esperaba que no tuviera problemas graves después de lo que estaba a punto de hacer.

Me quedé muy cerca de las puertas, observando como la asistente de Milena volvía la vista a su escritorio, entonces aproveché la columna que se interponía entre su ángulo de visión y yo, para volver a salir del elevador, escondiéndome detrás de ella unos segundos, para después caminar por el único pasillo que me era útil en ese momento y el cual llevaba únicamente a los sanitarios.

Entré en el baño de hombres, con la esperanza de que Dinorah no tardara en abandonar las instalaciones; después de todo, era viernes, el edificio ya estaba prácticamente vacío y su jefa no se encontraba. No le calculaba más de quince minutos ahí, o eso esperaba.

¡Mierda!

¿En qué momento se me había ocurrido que aquello era una buena idea?

Me sentía dentro de una de esas series criminales que solía ver, para matar el tiempo, cuando me encontraba solo en mi departamento.

Sin embargo, algo me decía que valía la pena jugar al detective, en aquella ocasión. Era una especie de corazonada que me indicaba que ese sobre era importante para aclarar muchas cosas. Tal vez en él estaban las respuestas a todas las preguntas que rondaban la cabeza de Kendrick, las pruebas de que Milena no tenía nada que ver con su padre. O todo lo contrario. Como fuera. Quería limpiar toda la mierda que había comenzado a crecer en torno a ellos.

Tal y como lo había pensado, no pasaron ni diez minutos cuando escuché los pasos de Dinorah acercándose por el pasillo, me quedé en completo silencio, incluso conteniendo la respiración, para que nada fuera a delatarme. Pronto la puerta de junto fue abierta y tras unos pocos minutos, el sistema del secador de manos se activó, haciéndome saber que ella estaba por salir. Miré por una rendija de la puerta y comprobé que Dinorah se encontraba en espera del elevador, mientras trataba, insistentemente, de comunicarse con alguien por teléfono, sin éxito, a juzgar por cómo le refunfuñaba al aparato.

Una vez seguro de que el elevador se había puesto en marcha con ella adentro, salí del baño directamente hacía su escritorio, el cual estaba en completo orden y sin rastro alguno del sobre.

¡¿Estás jodiéndome?!

Me pasé la mano por el cabello, un poco frustrado.

Debía darme prisa, pues no tardarían mucho en darse cuenta que aún no había abandonado el edificio, además, estaban las putas cámaras de vigilancia y, casualmente, dos de ellas apuntaban directamente al lugar donde me encontraba.

Me relajé un poco, cuando me dí cuenta que, afortunadamente, ninguno de los cajones estaba cerrado con llave. Me apresuré a abrir los dos primeros, pero no encontré nada. Sólo esperaba que a Dinorah no se le hubiera ocurrido llevarse el jodido sobre con ella.

Ordené todo, tal y como lo había encontrado y abrí los siguientes dos cajones. Mis ojos se iluminaron cuando en el último de ellos, debajo de un montón de papeles y folders, encontré lo que estaba buscando. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero no me iba a arriesgar a que me encontraran ahí husmeando y terminar encerrado también, así que, guardé el sobre en la bolsa interna de mi saco y caminé deprisa rumbo a los elevadores.

Cuando llegué a la recepción, para mi fortuna no había rastro de la asistente de Milena y la chica que se encontraba tras el mostrador, tampoco era la que me había dado el carnet acceso, así que me relajé y actué lo más normal posible. Firmé mi hora de salida, me monté en mi coche y me alejé del edificio.

Me dirigí a la cafetería en la que me había visto con Milena, hacía unos meses. El ambiente ahí era muy tranquilo y discreto, perfecto para ese momento. Entré al lugar y tomé asiento en una de las mesas del fondo. Aún no sabía lo que contenía el sobre, pero no podía arriesgarme a que alguien lo viera.

Pedí un espresso para no levantar sospechas y para que la mesera me dejara solo, lo más pronto posible. Tomé mi teléfono y busqué en Google aquella extraña palabra que estaba escrita junto al nombre de Milena, sólo para asegurarme que era verdad lo que había intuido desde un inicio, que el idioma era danés.

Con un poco de recelo, abrí el paquete, como si en el interior fuera a encontrar algún tipo de explosivo o algo por el estilo.

Mire confundido el contenido, no parecía gran cosa, a decir verdad. En el interior había una USB y junto a ella, una carta dirigida a Milena, escrita con una caligrafía pulcra y en perfecto inglés. Me sentí un poco mal por estar irrumpiendo en la intimidad de esa chica, pero ya estaba hecho, así que, dejando a un lado el pequeño sentimiento de culpa, comencé a leer.

Estaba seguro que mi frente se arrugaba cada vez más, en tanto avanzaba las líneas. Mis manos comenzaron a arrugar el papel de lo fuerte que se estaba volviendo mi agarre.

¡Jodida mierda!

Tomé el café de un sólo trago, sin importar que quemara la garganta. Tenía que llamar a Greco y buscar a Milena, inmediatamente.

***

Speakeasy, 9:45 p.m.

Milena

—¡¿A dónde crees que vas, niña?! —Me increpó Antoine, cuando pasé corriendo a su lado para desconectar mi teléfono y lanzarlo a la bolsa, junto con el cargador.

—Lo siento, Anto, en verdad es una emergencia —dije, terminando de guardar mis cosas, de la manera menos delicada que se puedan imaginar.

Ni siquiera me había tomado el tiempo para quitarme el vestuario, sólo me coloqué un conjunto de felpa sobre el body y cambié los tacones por un par de zapatillas deportivas.

—¡Katerina se va a poner furiosa si se entera que dejaste el club a medio turno! —El tono de desesperación me hacía entender que temía más por lo que Kate hiciera con él, que las consecuencias que tendría yo, si llegaba a enterarse.

Tomé un antifaz de encaje negro que tenía sobre mi tocador y se lo lancé a Rita, quién lo atrapó en el aire, con completa cara de estupefacción.

—Ella conoce mi número y es una bailarina excelente, sólo agrega el antifaz y una peluca y ya está -apunté, mirando a Antoine por el espejo —. Estoy segura que lo vas a hacer increíble. —Le sonreí a mi compañera.

—¿Qué está pasando, Ange? ¿Por qué la prisa? ¿Quién era el hombre que te buscaba? —Las preguntas salieron tan rápido de la boca de Antoine, que temí que se ahogara con su propia saliva.

—No pasa nada malo, es el hermano de Kendrick y en verdad, tengo que irme, ¡Lo acaban de liberar! —chillé emocionada —. Te lo compenso cualquier otro día. —Le di un rápido beso en la mejilla y me apresuré a la salida.

—Pero... ¡Ange!... ¡Espera!... ¿Cómo es que...? ¿Si ya son...? —No me quedé a escuchar lo que estaba diciendo, la verdad era, que, en ese momento, ni siquiera me importaba.

Tan tonta como siempre, Milena.

Crucé la puerta y salí corriendo por el acceso del personal. Fuera del pequeño callejón, ya se encontraba el coche de Ulrik aparcado. En cuanto me monté en él, este se puso en marcha.

—¿Y bien? —pregunté enseguida. Había sido tanta la emoción al enterarme de que por fin Kendrick estaba libre, que había pasado por alto cuestionar sobre cómo es que lo habían logrado tan rápido, y es que, no era una experta, pero estaba segura que un crimen del nivel del que se le acusaba, era bastante complicado.

Al final, me sentí feliz y tranquila de que las cosas hubieran resultado positivas sin necesidad de las pruebas fantasma de André. Entre menos le debiera a ese hombre, mejor.

—¿En dónde está él? —Volví a preguntar —, ¿Por qué no vino a buscarme?

¿Es en serio, Lena? Si el muy cabrón te mandó a freír espárragos cuando fuiste a visitarlo, ¿Crees que vendría a buscarte?

Las palabras de mini Milena, me hicieron comenzar a pensar mejor las cosas. Tenía toda la jodida boca llena de razón.

La euforia del momento me había nublado el juicio y no me había permitido cuestionarme algo tan importante.

Miré a Ulrik, quién continuaba con la mirada apacible puesta sobre la avenida, y quién aún no había respondido una sóla de mis preguntas.

—Y... ¿É... Él quiere verme? —pregunté, evidentemente nerviosa.

Ulrik me dio un vistazo rápido, pero conciliador.

—¿Crees que estaría aquí si no?... —Volvió a poner toda su atención en la conducción del vehículo —Kendrick me pidió personalmente que viniera por tí. —Sonrió ligeramente.

No pude evitar que mi pecho se calentara y mi corazón se acelerara, a causa de sus palabras. El saber que era lo suficientemente importante para Kendrick, como para ser de las primeras personas que quería ver, tras su salida de ese lugar tan horrendo, me hacía ridículamente feliz.

Sonreí inevitablemente.

—¿Y a dónde nos dirigimos ahora?, ¿Vamos a verlo en la correccional?

—Vamos a mi departamento, Lena. —dijo, tranquilo.

Arrugué la frente.

—¿Cómo?... ¿A tu casa? —inquirí, confundida.

Ulrik asintió, con una sonrisa divertida dibujada en el rostro.

—Las propiedades de Kendrick aún están incautadas, Lena. Va a vivir una temporada conmigo, ya sabes, en lo que se aclara por completo la situación de la empresa.

—Pero... Pensé que... Si Kendrick está libre, eso significa que ya se le encontró inocente de todo, ¿Cierto?

Lo escuché suspirar.

—Digamos que, se comprobó que ninguno de los movimientos se realizó directamente de cuentas personales de Kendrick y, al parecer descubrieron discrepancias en las firmas de algunos documentos. Eso le ayudó bastante —Hizo una pausa —. Sin embargo, Arquitech sigue bajo investigación. Eso afecta las acciones y a todos los inversionistas, digamos que, aún estamos caminando sobre una cuerda floja.

—Entiendo...Bueno, lo único importante ahora es que tu hermano está libre —Seguía sin poder ocultar la emoción que aquello me causaba —. No sabes cuánto lo he extrañado. Aunque hacía un tiempo que no cruzaba palabra con él, eso no hacía que lo que siento por él, mermara. El corazón es estúpido e incomprensible, a veces. —Esto último lo había musitado más para mí.

La mandíbula de Ulrik se tensó enseguida, a decir verdad, todo su cuerpo lo hizo. Sus manos ejercieron tal presión sobre el volante que terminaron por tornarse blancas. Era como si, en segundos, su estado de ánimo hubiera ido de un extremo a otro.

—¿Ulrik...? ¿Estás...?

—Llegamos. —Me cortó, deshaciéndose del cinturón de seguridad y bajando del coche con premura. Mientras yo me quitaba el seguro, él ya había llegado hasta mí, abriendo la puerta. Levanté la vista, encontrándome con un Ulrik extrañamente serio.

Mi cerebro estúpido, no fue capaz de interpretar las señales en ese momento.

Y nos llevaste directo a la boca del lobo.

Ulrik me tendió la mano, igual a como lo había hecho en varias ocasiones. Un atisbo de sonrisa sustituyó aquella apabullante seriedad.

—Vamos —habló bajo.

Asentí, torpemente.

Me dejé guiar por él hasta la entrada del edificio, donde le entregó las llaves del coche a un hombre; supuse que para que este se encargara de estacionarlo correctamente. Atravesamos un vestíbulo bastante elegante, que vaya que competía con el edificio en el que vivía el otro Colleman; aunque este tenía una decoración más bien clásica, mientras que el otro, gritaba innovación en todos los sentidos.

Tomamos el elevador, el cual nos llevó hasta el último piso; al parecer los hermanos también compartían el gusto por los Pent house. El departamento de Ulrik, estaba decorado en colores marrón oscuro y todos los ventanales estaban cubiertos por pesadas cortinas negras; una combinación bastante triste, para mi gusto. Pero no estaba ahí para juzgar cómo vivía ¿Verdad?

—¿Dónde está Kendrick? —Me giré a ver a Ulrik, que se encontraba detrás de una enorme barra de madera oscura, sirviendo una copa con lo que parecía Cognac. Detrás de él, se extendía todo un estante con botellas de todo tipo de licores. Era impresionante, ni a Kendrick le había visto tal cosa en su casa y eso que él bebía hasta por los codos.

—No tarda en llegar —De nuevo esa sonrisa tranquila y cálida descansaba sobre su rostro. Nada que ver con la persona con la que había llegado hacía unos momentos —. Diez minutos como máximo.

¡Vaya! ¡Pero qué bipolar!

—Okay. —Asentí.

—Ponte cómoda, Lena —dijo, acercándose a mí. Bebió de la copa con líquido ambarino, mientras a mí me ofreció un vaso con agua —. Supongo que la necesitas —apuntó. Y era verdad, tenía la garganta más seca que el Sahara —¿O prefieres algo más fuerte? —preguntó, deteniéndose a escasos centímetros de mí.

Negué con la cabeza.

—Agua está perfecto, muchas gracias. —Dí un par de sorbos a mi agua, mientras que él se bebió todo el contenido de la copa de un sólo trago, sin inmutarse por el sabor, que seguramente debía ser fuertísimo.

—¿Te molesta si te dejo sola un momento?, me gustaría ir a cambiarme —Retrocedí un par de pasos cuando sentí su aliento demasiado cerca.

—No, está bien. Estás en tu casa —Me encogí de hombros, con una sonrisa tímida.

—Cierto -concedió un poco nervioso —, pero eres mi invitada y no quiero que pienses que te abandoné.

—No te preocupes, Ulrik, todo está bien. De cualquier manera, Kendrick no debe tardar ¿Cierto? —No dijo nada más, se limitó a aplanar los labios y asentir, antes de dar media vuelta y desaparecer tras una de las puertas que se encontraban en el pasillo, a un costado de la cocina.

Terminé de beber el agua y comencé a hurgar en las bolsas de mis pantalones y sudadera, en busca de mi teléfono, cuando caí en cuenta que lo había lanzado dentro de la maleta y que esta, continuaba dentro del coche de Ulrik.

¡Mierda!

Me golpeé mentalmente, por tonta.

Decidí esperar a que Ulrik regresara para avisarle que bajaría a buscar mis cosas en su coche. Comencé a deambular por la sala de estar, tratando de calmar los nervios que se hacían más grandes a medida que pasaba el tiempo.

¿Cómo iba a ser volver a ver a Kendrick después de tanto tiempo y después de todo lo que había pasado? ¿Y si llegaba de la mano de Tessa, a restregarme su feliz relación? ¡Carajo! ¿Cómo no había pensado en eso?

Un grupo de porta retratos, perfectamente dispuestos sobre una repiza, llamaron mi atención, haciéndome dejar de lado los pensamientos pesimistas. En el departamento de Kendrick no había ningún recuerdo que me dijera cómo había sido su vida, o, siquiera, el cómo era su familia; así que me acerqué, presa de la curiosidad. Probablemente ahí sí podría conocer a mis, casi, suegros.

Y sí, ahí estaban. Había fotos viejas, de un pequeño Ulrik, sabía que era él por su cabello y ojos ligeramente más claros que los de su hermano. En una de ellas, era sostenido en brazos por una mujer bellísima, de ojos igual de intensos que los de Kendrick y una melena negra, pulcramente peinada. Ambos llevaban ropa para nieve y el niño, un curioso gorro de lana; a su lado había un hombre, bastante atractivo e imponente, el cual, supuse, era su padre, y quien sostenía firmemente la cintura de su esposa. Se veían felices. Un recuerdo amargo asaltó mi mente, o más bien una añoranza, la de haber podido compartir momentos así con mis padres.

Me apresuré a limpiar las telarañas mentales. No iba a permitir que André continuara jodiendome la vida. Repasé, una a una, las fotografías y entonces noté que, en ninguna de ellas, aparecía Kendrick. Aquello me pareció extraño, pero no le dí importancia, quizá el señor "todo poderoso" había sido un apático desde la niñez.

Detrás de todas esas fotos "familiares" había una diferente. Era una mujer, completamente extraña para mí, pero que a la vez me resultaba familiar de algún modo que no sabía cómo explicar. Tomé el porta retratos entre mis manos, para analizar mejor a esa mujer; se veía joven, más que Ulrik o yo, lo cual me hizo suponer que la foto no era tan reciente. Había ciertos rasgos en ella, que sabía que los había visto, quizá en otra persona...

Me tomó un momento estrujar mi cerebro, hasta que un flashazo de mí imagen frente al espejo, llegó de golpe. Los labios de esa mujer, eran similares a los míos, igual de gruesos y rosados; la forma de nuestros rostros también se veía casi idéntica, al igual que la nariz y tal vez los pómulos; sus ojos, en cambio, eran completamente dorados, no había esa combinación extraña de colores en ellos y su melena era de un rubio resplandeciente. No eramos idénticas, pero bien podríamos haber sido parientes.

—¿Quién eres? —musité, aún sumida en el análisis de sus facciones.

—¿Qué pregunta es esa? —La voz de Ulrik me hizo pegar un brinco. Iba a devolver la fotografía a su lugar, pero lo siguiente que dijo me dejó congelada —...Eres tú, cariño.

¡¿What?!

Me giré con mi mejor cara de estúpida y las manos temblando involuntariamente. Todo mi cuerpo se sentía entumecido y pesado, había una sensación extraña en mi pecho, como cuando te llega de golpe una carga densa de adrenalina.

No pude decir nada, me había quedado muda. Ulrik se acercó lentamente a mí; ya había cambiado su traje por unos jeans oscuros y una sudadera gris claro. Lo último de lo que fui consciente en ese momento, era que iba descalzo. Mi mirada se perdió en sus pies, por un rato que me pareció eterno. Todo comenzó a sentirse más ligero entonces, una sensación helada recorrió mi cuerpo entero, al mismo tiempo que un nudo se apretó con fuerza en la boca de mi estómago; señal de que estaba a punto de desmayarme. Vagamente sentí la mano de Ulrik sujetar mi mentón y levantar mi rostro. Yo ya no era capaz de distinguir nada con claridad, todo se había vuelto una borrosa mancha de colores.

—Otra vez estamos juntos, Astrid... —Esas palabras tan solo fueron un eco dentro de mi cerebro.

***

Inserte su "Lo sabía" aquí 👉

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro