XLII
Kendrick
Había perdido la noción del tiempo, probablemente si alguien me hubiese preguntado en aquel momento, habría dicho que llevaba horas encerrado en ese lugar y seguramente sólo habrían pasado unos minutos.
Desde que los agentes me habían dejado en aquella celda, no había podido hacer otra cosa más que sentarme en el pequeño colchón que era sostenido por un somier de metal que se anclaba a la pared. Apoyé mi espalda contra el muro, con mis piernas flexionadas sobre el colchón y mis codos apoyados en ellas. Hundí la cabeza entre mis manos, pensando una y otra vez, cómo mierda había terminado ahí. Tiré de mi cabello con frustración.
Kendrick Colleman, el hombre que se creía intocable, el meticuloso, el controlador; recluido en una cloaca ¿Cómo se me habían pasado los detalles de esas cuentas? ¿Cómo si nunca habíamos trabajado con proveedores extranjeros, al menos no para los insumos del corporativo? Estaba tratando de llenar los huecos en mi memoria, esos lapsus, que sin duda, me habían puesto en aquella situación.
Los últimos años había estado tan sumido en mi mierda que había pasado por alto varias cosas, y mi descontrol fue peor cuando Milena comenzó a figurar en mi vida. No me mal entiendan, que no la estoy culpando de nada, ni mucho menos, tratando de justificarme; pero esa mujer había puesto mi mundo de cabeza sin siquiera darme cuenta, era como si existiera un antes y después de Milena Rochester. El antes donde todo en vida sucedía en tiempo y forma como una máquina perfectamente sincronizada; el después, que era completamente impredecible y se me había ido de las manos.
Mi vista se perdió en el incontable número de manchas extrañas que se extendían por el piso de loseta, que en algún momento seguramente habrían sido blancas, pero ahora estaban cubiertas por varias capas de suciedad acumulada. Las paredes no distaban mucho de la situación del piso. Estaba en espera de cualquier cosa. Sabía que Nathan y Greco se encontraban afuera porque uno de los agentes me lo había informado, sin embargo, no me habían permitido ver a nadie desde que me habían metido en aquella celda.
El tiempo siguió transcurriendo, mis párpados habían comenzado a pesar y sentía un poco de escozor en mis ojos. No estaba seguro, pero debía llevar al menos unas tres horas ahí. Me estaba guiando por el cambio de luz del exterior, me habían arrestado cerca de las siete de la noche, justo cuando el sol comenzaba a ponerse, ahora se alzaba la luna en el cielo, filtrando un poco de luz blanca a través de la diminuta ventana abarrotada que había a un costado de la celda. Me dejé caer por completo en el colchón, con un brazo cubriendo mi rostro. Poco a poco el ruido del exterior comenzaba a perderse en la lejanía.
—¡Colleman! —Unos golpes sordos me hicieron abrir los ojos de inmediato.
Me reincorporé, un poco desorientado. Por un momento todo parecía ser sólo un mal sueño, de esos que a menudo me atormentan. Me froté el rostro y llevé la mano hasta mi cabello, revolviéndolo un poco, en señal de frustración.
—Tu abogado —dijo el uniformado que me había despertado.
El sonido de una cerradura eléctrica siendo desactivada fue lo siguiente que se escuchó y en seguida pude ver Greco cruzando la reja de dicho pasillo, otro guardia sostuvo la puerta, para que mi abogado pudiera entrar, intercambiaron un par de palabras y este desapareció por el otro lado.
El primer uniformado se acercó y abrió mi celda, permitiéndole el paso. Russell agradeció con un asentimiento de cabeza.
—Diez minutos, no lo olvide —apuntó el guardia. Volvió a cerrar mi celda y desapareció tras el enrejado del pasillo como lo había hecho su compañero.
—Por fin puedo verte —Me apresuré a decir una vez que estuvimos solos —¿Qué ha pasado?
El hombre frente a mí suspiró con pesar. Se retiró los anteojos y presionó el puente de la nariz.
—Bueno, Kendrick, como te comenté esta tarde, la situación es delicada. El lavado de dinero es considerado un crimen grave a la cual no se le asigna fianza —Arrugué la frente. Eso quería decir que iba a permanecer en ese lugar hasta el día del juicio —. Hace un par de años, entró en vigor una nueva ley, que obliga a las instituciones bancarias a mantener los registros de las corresponsales bancarias extranjeras con las que sus clientes lleguen a operar. El banco entregó los registros de Arquitech al finCEN. Fue ahí donde notaron los montos irregulares que hubo durante el último par de años —Hizo una pausa, mientras recostaba su maletín sobre la pequeña mesa de madera que se hallaba frente a la cama —. O'Neal y yo, seguimos recabando toda la información que nos sea posible. Él se fue hace un rato a seguir trabajando. Tardé en venir, porque quería mostrarte esto —Sacó un montón de documentos y los extendió sobre la mesa. Se trataban de varias órdenes de compra expedidas a una empresa de nombre Grafik, ubicada en Dinamarca. Arrugué la frente —. Esta es una de las empresas a la cual está ligada una de las cuentas.
—Es la primera vez que escucho de ella, Russell... Además, ¿Dinamarca?... —Negué con la cabeza —No conozco esta empresa ni mucho menos recuerdo haber firmado alguna de estas órdenes de compra. —Grecó asintió.
—Lo suponía —musitó. —Voy a solicitar un análisis a las firmas de estos documentos para que las comparen con las de otros. Esta, tal vez, pueda ser nuestra mejor arma, Kendrick...
—¿Cuándo es el juicio? —Era lo que más me preocupaba en ese momento. Saber cuándo chingados iba a salir de ahí.
—Aún no lo sé, Kendrick —Suspiró —. Mañana a primera hora voy a ir a la corte. Seguramente para entonces ya tengan la fecha de la audiencia programada —Hizo una pausa y me miró fijamente, antes de continuar —Te voy a ser honesto, muchacho; Pueden pasar meses antes del juicio. —Mi ceño se pronunció aún más.
—¿Qué me estás diciendo, Greco? ¿Puedo pasar meses aquí encerrado? ¡¿Es una puta broma?! —Estrellé el puño contra la pared. En ese momento poco me importó el daño que le había hecho a mis nudillos. El hombre frente a mí no mostró ningún tipo de cambio en su expresión. Era lo que me gustaba de Greco Russell; sabía cómo mantener la cabeza fría en todo momento.
—Es una posibilidad, sí —dijo, mientras volvía a poner los papeles dentro del maletín —Pero nuestro principal objetivo es otro —Aquellas palabras me hicieron clamar el hervor en la sangre y prestarle aún más atención que al inicio —. Nuestro objetivo es impedir que llegues a dicho juicio. Si mostramos al finCEN pruebas contundentes que te deslinden de las operaciones sospechosas, quedas en inmediata libertad y tus bienes personales se te serían devueltos; aunque claro, Arquitech y los socios seguirán bajo investigación —Asentí con determinación.
—Hazlo, Greco. Confío ciegamente en tí... Y en cuanto a Arquitech... Me duele mi empresa, pero yo tampoco voy a descansar hasta que él o los responsables caigan.
Milena
Pocas veces había entrado en estado de ansiedad severo.Y en verdad eran tan pocas que podía contarlas con los dedos de una mano y aún me sobraban. Ambas, además, estaban relacionadas con quién, entonces, era la persona más importante en mi vida, Elinor Black, mi madre. La primera ocasión en la que se presentó el ataque de ansiedad, fue el día en el que nos enteramos de su enfermedad; y la segunda, el día en el que partió de este mundo.
Pero en ese momento, mientras trataba, inútilmente, de hacer mis maletas en el menor tiempo posible; la ansiedad había comenzado a apoderarse de mí, una vez más. Las manos me temblaban de una manera incontenible, sentía un sudor frío estancado en mi nuca y no era capaz de concentrarme en lo que estaba haciendo.
Kendrick arrestado... Kendrick arrestado... Kendrick arrestado...
Era todo lo que me repetía en la cabeza una y otra vez.
La verdad es que ni me preocupé por dar un último vistazo a la habitación antes de abandonarla, nada más que llegar a New York me importaba entonces. Ulrik me esperaba en el asiento trasero de uno de los vehículos del hotel, el cual se puso en marcha apenas llegué. Mi vista permanecía fija en las personas que disfrutaban de la incesante vida nocturna de Miami. El lugar no había cambiado en nada, pero en ese momento no era capaz de sentir su alegría. Todo me parecía irreal, como si el tiempo en mi pequeño mundo se hubiera estancado y mi vida no corriera a la par de la del resto de la humanidad.
Cuando fui consciente de la realidad, ya nos encontrábamos detenidos dentro de la pista y a pocos metros el Jet estaba siendo preparado para despegar en cuanto estuviéramos a bordo. Abrí la puerta como alma que lleva el diablo y prácticamente corrí hasta la aeronave, subiendo las escaleras con la misma desesperación.
Me hundí en el primer asiento que ví y aseguré mi cinturón. Poco después Ulrik llegó hasta donde mí y se acomodó en el asiento de junto.
—Todo va a estar bien, Lena —Me dió un apretón en la mano, a lo que yo no pude más que responder con una sonrisa apenas perceptible.
—Estás... Estás temblando, Milena —Me miró con preocupación.
No quería desmoronarme en frente de Ulrik, pero llevaba conteniendo las lágrimas desde el instante en que me había dicho la causa por las que debíamos de salir de Miami. Una tras otra comenzaron a brotar. No era capaz de emitir palabra, tenía un nudo atorado en la garganta, que poco a poco parecía irse haciendo más grande y me dificultaba, incluso, la respiración.
—Hey, hey, tranquila —dijo atrayéndome hacía él, hundiendo mi cabeza en su pecho. Lo sentí acariciar mi cabello unas cuantas veces. Pero nada podía brindarme la tranquilidad que necesitaba. Nada iba a poder apaciguar toda esa ola de sentimientos hasta que no viera a Kendrick. —Lena... —Tomó mi rostro entre sus manos, conectando nuestras miradas —Todo va a estar bien, él va a estar bien...—No respondí.
Tras un suspiro, Ulrik se puso de pie y desapareció detrás de una cortina. Regresó al poco rato con una humeante taza blanca entre sus manos que me ofreció, en cuanto se acomodó de nueva cuenta.
—Bebe esto —apuntó. Aquello había sonado más a una orden que a una petición.
Le dí un vistazo al líquido de extraño color verdoso y luego a Ulrik, con algo de duda, ese era el dichoso té que lo había visto beber en innumerables ocasiones. El aroma se coló por mis fosas nasales provocando que todo en mi estómago se revolviera ¿Qué mierda era eso?
Arrugué la frente y tragué saliva, para aminorar el malestar. Tampoco quería ser una malagradecida con él, sabía que todo lo estaba haciendo de buena intención.
—No era necesario, Ulrik —dije con voz rasposa.
—Creeme, lo necesitas —depositó la taza entre mis manos. De cerca el olor era todavía más insoportable. No se parecía a ningún otro té que hubiera olido antes, ni siquiera a los más exóticos.
Con un poco de esfuerzo me llevé la taza a los labios dando un pequeño sorbo. El sabor era amargo e intenso. Me contuve de hacer una mueca o de escupirlo. Desplegué la pequeña mesa de apoyo de uno de los compartimentos laterales y dejé la taza sobre ella.
—Tienes que beberla toda —dijo él, viendo mi acción. Maldije internamente.
—Creo que sólo necesito dormir un rato —Traté de justificarme.
—Justamente esto te ayudará a relajarte y a dormir.
¡Maldita sea!
Contuve la respiración y volví a tomar de la dichosa taza (Igual que hacía cuando mi madre me daba esos antibióticos que sabía horrible), esta vez un trago más grande que el primero, mucho más grande a decir verdad, casi consigo beberme media taza. Pude ver la sonrisa de satisfacción de Ulrik, antes de que mis parpados comenzaran a pesar y todo se me fuera a negro.
***
Me desperté con una pequeña punzada en la sien. Podía sentir el calor de un cuerpo contra mi rostro y escuchaba el pausado latido de un corazón contra mi oído. Tardé unos cuantos segundos en orientarme y darme cuenta que me encontraba dentro de un automóvil y que estaba recargada en el pecho de Ulrik.
¿Qué mierda?
Mini Milena, estaba igual de desorientada que yo.
Me separé de golpe de él, ganándome una punzada mucho más intensa. Me llevé la mano a la cabeza, ejerciendo un poco de presión en la zona.
—Me alegra que hayas despertado, Lena, estaba a punto de hacerlo —dijo, igual de tranquilo que siempre —Disculpame por lo del té, no calculé bien la cantidad de relajante que necesitabas. Dormiste como piedra durante todo el camino.
Abrí los ojos como platos.
—¡¿Ya estamos en New York?! —Me apresuré a preguntar, en tanto me acomodaba en el asiento. Ulrik asintió.
—Estamos cerca de tu edificio.
Arrugué la frente y negué con la cabeza.
—¡No! Quiero ver a Kendrick. Vamos a la Fiscalía o donde quiera que se encuentre. Tú sabes dónde está ¿No?, llévame con él. —pedí.
—Son casi las nueve de la noche, Lena, no vamos a poder verlo.
—¿En dónde está? Dímelo, Ulrik, por favor. Necesito saber —Arrugó la frente.
—¿Tanto te preocupa mi hermano?
—Más de lo que imaginas —aseguré.
—Pero, Len...
—Dime dónde está —Lo interrumpí.
—Lo llevaron al Metropolitan Correctional Center —dijo a regañadientes. Yo sentía como casi se me caía la quijada al piso de la impresión.
—¿Qué? Pero... Ahí... —No es que estuviera muy familiarizada con las prisiones del Estado, pero era consciente de que en ese lugar llevaban a las personas a esperar su sentencia por crímenes considerados graves, como terrorismo, narcotráfico, trafico de armas, etc. Una vez más, los temblores en mis manos se hicieron presentes —¿De qué lo están acusando, Ulrik? No me quisiste decir en Miami, pero ya estamos aquí y tarde o temprano me voy a enterar, es más, podría jurar que esto ya es información Nacional; así que, por favor, dímelo. —Suspiró con cansancio.
—No estoy muy seguro, Milena, no he podido hablar bien con su abogado. Mañana seguramente sepamos mejor qué es lo que está pasando... Y por favor, no hagas caso a ninguna de las noticias amarillistas que seguramente están circulando —Podía sentir la mirada del chofer atenta al espectáculo que le estábamos dando. En cualquier otro momento me habría importado darle de qué hablar a la gente, pero no en ese.
—¡¿Mañana?!... ¡Mañana y una mierda, Ulrik! —Bajé del coche, que acaba de detenerse frente a mi edificio. Escuché una maldición por parte de él, pero no me importó. Eché a andar por la calle en busca de un taxi.
—¡Milena! —Lo escuché acercarse —¡Lena, por Dios! ¿Qué estás haciendo? —Me tomó del brazo y me hizo girar para mirarlo a los ojos —No puedes estar perdiendo la cabeza de este modo —dijo serio.
—Lo amo —musité. Contuve las lágrimas que amenazaban con empezar a salir. No quería agregarle más drama a la situación. Ulrik se tensó enseguida, pude ver uno de los músculos de su mandíbula contraerse. Su ceño se arrugó y sus ojos parecieron oscurecerse. Me liberó de su agarre, casi como si mi cuerpo quemara —Voy a ir allá, voy a quedarme fuera de ese lugar si es necesario. —dije, segura de cumplir las estupideces que estaban saliendo de mi boca.
—Vamos —dijo con voz sombría. Dio media vuelta, caminando de regreso al vehículo—. No voy a permitir que vayas sola a ese lugar.
Recorrimos en silencio las calles de Nueva York, que aún se mantenían bastante transitadas. Cuando llegamos, reconocí de inmediato al hombre que salía en ese momento. Lo había visto la vez del incidente en el antro, era su abogado. No lo pensé dos veces antes de dirigirme a él.
—¡Disculpe!... ¡Hola! —La verdad es que no recordaba su nombre.
Brillante, Milena, en serio.
—Ahorita no señorita. No tengo nada que decir —¿Acaso?... Al parecer me había confundido con una reportera.
—No, no soy... Yo no... —Mi estúpido cerebro no era capaz de formular nada coherente.
—Está bien, Greco —dijo Ulrik, colocándose a mi lado —Venimos a saber qué es lo que está pasando con Kendrick y la empresa —El tal Greco, me dirigió una mirada dudosa antes de decir cualquier cosa —Está bien —Volvió a decir, Ulrik —. Ella es Milena Rochester. Es de confianza.
—Sí... Ya... La recuerdo, señorita.
—¿Cómo está Kendrick? ¿Puedo verlo?
—Por hoy no es posible. Tal vez mañana a primera hora pueda programar una visita —apuntó.
—¿Cuál es la situación de mi hermano, Greco? —preguntó el ojiazul.
—Delicada. Se le está acusando de utilizar la desarrolladora para lavado de activos —dijo con una seriedad impresionante —. Pero no se preocupe, MIlena, él es inocente y me voy a encargar de demostrarlo, y también de hacer pagar al verdadero responsable. —Podía jurar que le había dirigido una mirada fugaz a Ulrik.
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