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EPÍLOGO

Dos años después

Mis tacones resonaron por los pasillos de Arquitech.

Después de tanto esfuerzo, Kendrick había conseguido limpiar su nombre y, aunque, seguramente el proceso de recuperar la confianza de todos sus inversionistas y clientes iba a llevar un poco más de tiempo, confiaba en que al final lo conseguiría.

Me monté en el elevador bajo la mirada rencorosa de algunas de las mujeres que trabajaban ahí. Sonreí internamente, repitiéndome, una vez más, que ya llegaría el día en el que superarían la situación. Las puertas se abrieron en el piso dieciséis, mostrándome la majestuosa recepción de presidencia.

La morena ojiazul que se encontraba tras el escritorio, me sonrió amablemente y quizá hasta un poco cohibida. Qué diferencia había entre esa nueva chica y la asistente anterior.

¿Cómo era que se llamaba? ¡Ja!... Da igual.

Se encogió de hombros mini Milena.

—Buen día, señora. —Me saludó respetuosamente.

Señora.

Habían pasado dos años y todavía no me acostumbraba al título, a las formalidades y mucho menos a los tratos especiales que venían incluídos en el paquete.

—Buenos días, Nancy. —Sonreí.

Tras un rápido asentamiento de cabeza, regresó toda su atención al trabajo. La ví relamerse los labios antes de hincar fuertemente sus dientes en el labio inferior, mientras hojeaba rápidamente los papeles entre sus manos, asegurándose de que estaban correctamente ordenados.

Pobre mujer, seguramente el obsesivo de su jefe no la había dejado descansar en toda la mañana.

—Nancy...— La miré detenidamente. Ella levantó la vista, su rostro palideció enseguida y sus ojos se abrieron dramáticamente, como si hubiera sido descubierta cometiendo el peor de los crímenes.

—¡Lo siento! —Exclamó, tomando el mando del interfón, dispuesta a anunciar mi llegada.

Posé mi mano sobre la suya, interrumpiendo la acción. Me miró confundida. Podía ver cómo su otra mano se aferraba con mayor fuerza a los papeles.

—Tranquila, Nancy, no es necesario que hagas eso —dije con la sonrisa más cálida que pude ofrecerle. Esa pobre chica era un manojo de nervios —. ¿Ya saliste a almorzar? —Su frente se arrugó y me miró confundida, pero terminar negando con la cabeza.

Suspiré y asentí comprensiva.

—Y esos papeles... — Apunté con la cabeza —¿Son para mi marido?

Asintió.

—Bien. Hagamos esto —Hice una pausa —. Tú, ve y tómate el tiempo que necesites para comer algo, son casi las cuatro de la tarde y es imperdonable que sigas con el estómago vacío —Negué con la cabeza. Ya me encargaría de hablar sobre el tema con el explotador de su jefe —. Mientras lo haces, yo me encargo de entregar esos documentos por tí, igual voy para allá. —Me encogí de hombros, restándole importancia, aunque, la verdad era que toda la situación me venía como anillo al dedo.

—Le agradezco, señora Colleman, pero...

—Nada de peros. Anda, dame eso —Le extendí la palma de la mano y ella, aunque con un poco de recelo, me entregó los documentos —. Y no te preocupes por el tiempo —agregué —, puedes tardar lo que necesites.

Entre más mejor.

Asintió un poco apenada, recogió sus cosas y salió disparada rumbo a los elevadores.

En ese momento, la voz varonil que tanto me gustaba se hizo presente a través del aparato.

—Nancy, ¿Ya tiene los documentos que le pedí? Los necesito antes de marcharme.

Rodeé los ojos.

Nunca cambias, Colleman.

Llené mis pulmones de aire, alisé la falda de mi vestido negro (Ese que había sido obsequio de mi flamante marido y que quedaba ceñido a mi cuerpo, como a él tanto le gustaba), saqué de mi bolso el par de anteojos de montura rectangular que había conseguido en mi última salida al centro comercial con Norah, me los coloqué y acomodé mi cabello detrás de las orejas, asegurándome que estuviera perfectamente liso, finalmente, abracé contra mi pecho, esos documentos que tan bien iban con mi papel en ese momento. Sonreí ante mi imagen.

Que comience la diversión.

Llamé un par de veces a la puerta, antes de escuchar el "Adelante" de la voz del señor presidente.

Enderecé mi postura, entrando de lleno en mi personaje. Giré lentamente el picaporte y me adentré en la oficina de mi encantador marido, quién no apartó la vista de su computadora.

Se veía jodidamente sexy, en esa postura sería y controladora, tan sumido en el trabajo, que ni siquiera de era consciente del magnetismo que podía desarrollar, aún mientras arrugaba la frente de manera analítica.

Cerré la puerta con seguro y caminé hasta el escritorio, resonando los tacones sobre el mármol, aunque Kendrick no pareció ni un poco interesado en la situación.

—Los documentos que solicitó, señor —hablé bajo, con la voz más seductora que fui capaz de proferir. Coloqué los papeles sobre el escritorio, apoyando mis palmas sobre estos, e inclinando mi cuerpo ligeramente hacía adelante.

Todo el cuerpo de Kendrick se tensó, se quedó inmovil con la vista fija en la pantalla de su computadora. Sus ojos viajaron muy lentamente a mis manos, subiendo poco a poco hasta llegar a mi escote, donde quedaron perdidos mientras se oscurecían.

—¿Necesita algo más, señor? —hablé con voz melosa. Mirándolo con inocencia, a través de los anteojos..

Que bien se me daban los jodidos juegos de rol, carajo. Debía comenzar a intentarlo más seguido.

Me miró con una de sus sensuales cejas enarcada y una sonrisa de medio lado dibujada en esos exquisitos labios. Su mirada se clavó en la mía, de esa manera tan intensa, peligrosa y excitante que me desarmaba. No hubo necesidad de más, aquello bastó para que un líquido caliente comenzara a deslizarse por el interior de mi muslo.

Malditas hormonas.

—¿Qué estás haciendo, Milena? —Su voz sonaba un poco desencajada, aunque se esforzaba en ocultarlo.

Estaba confundido, quizá un poco molesto por haber irrumpido así en su oficina. Seguramente, hasta ese momento, me había imaginado en casa, ultimando los detalles de la fiesta que me había empecinado en organizar para celebrar su cumpleaños. Me sentí poderosa, una jodida diosa llevando el control de la situación. Regularmente era él quien aparecía en los lugares menos discretos con firmes intenciones de hacerme el amor.

—Solo cumplo con mi trabajo, señor Colleman. —Mostré un poco de la sumisión que tanto lo calentaba.

La excitación en él, era evidente, su cuerpo no me mentía, me había vuelto una experta en leer sus señales; la manera en la que sus puños blanqueaban a causa del esfuerzo que hacía para controlar sus deseos de saltarme encima; la vena palpitante que brotaba en su cuello por la misma causa; la forma en la que su lengua recorría discretamente su labio inferior.

Sonreí con arrogancia.

Mi plan había dado resultado. Había despertado los bajos instintos de mi apasionado mentor sexual, ese que me había vuelto adicta a su piel, a sus besos y a su toque experto.

—Milena —gruñó en advertencia, deleitando mi oído.

Mi piel se erizó, mis pezones se endurecieron y mi centro palpitó, en respuesta a su voz ronca. Tragué saliva.

—Señor...—Me aclaré la garganta, recobré mi postura y me acomodé el vestido, que se había subido ligeramente por mis piernas.

Kendrick no perdió de vista cada uno de mis movimientos. Se dejó caer sobre el respaldo de su silla, aflojando el nudo de su corbata.

—Si no necesita nada más, me retiro —apunté.

Acomodé mis anteojos y dí media vuelta dispuesta a marcharme, aunque estaba segura que él no me dejaría ir demasiado lejos...

Tal y como lo pensé, aún no había logrado llegar a la puerta cuando escuché las pequeñas ruedas de la silla correr sobre el mármol, en cuestión de segundos su mano se aferró con fuerza a mi brazo, haciéndome girar y estampándome contra su pecho, el cual subía y bajaba de manera frenética.

—Nunca dije que podía marcharse, señorita —susurró contra mis labios, arrancándome un jadeo.

El que siguiera mi juego, terminó por elevar mi líbido al infinito. Posó su pulgar contra mi labio inferior, liberándolo de la presión que ejercían mis dientes sobre él. Ni siquiera fuí consciente de en qué momento había comenzado a morderlo. Estaba atrapada en el encanto de mi marido.

Deslizó su dedo por mi barbilla, bajando por mi cuello y mi pecho, hasta el borde de mi escote, con el que jugueteó de manera tortuosa.

—¿Le han dicho que ese vestido le queda hermoso? —preguntó, de manera sugerente.

—Mi esposo me lo dice a menudo.

Levantó la cejas sorprendido por mi respuesta. Su sonrisa juguetona y radiante se amplió, mostrándome su perfectos dientes.

—Así que está casada...—rodeó mi cintura con uno de sus brazos, mientras levantaba ligeramente mi barbilla y hundía su rostro en mi cuello, respirando mi aroma, al tiempo que yo me embriagándome con el suyo.

—Mjumm... —Me sentía incapaz de pronunciar palabra. Eché mi cabeza hacía atrás dándole un mejor acceso a mi cuello, quería que sus labios se quedaran tatuados en cada centímetro de mi piel.

—Espero que no sea un hombre celoso...—Continuó con el juego.

—No sólo eso, señor. Él sería capaz de matarlo si se entera de esto...

Sonrió arrogante.

—Bien vale la pena correr ese riesgo.

Sonreí ampliamente ante su respuesta. De repente, mi cuerpo ardía y la ropa me estorbaba. Me dejé de palabrerías, lo tomé de cuello y lo atraje a mí, devorando sus labios. Kendrick deslizó sus manos por mi espalda, hasta llegar a mi trasero, de donde me sujetó para levantarme del suelo; enredé mis piernas en sus caderas, sin dejar de besarlo, sin dejar de disfrutar de su característico sabor a menta y whisky. Me llevó hasta su escritorio, arrojó algunas de las cosas que se encontraban en él, al piso, sin un mínimo de cuidado y me sentó sobre este.

Fueron segundos los que tardé en deshacerme de su corbata y su camisa, recorrí con mis manos cada línea de su musculoso torso; nunca me iba a cansar de hacerlo. Kendrick deslizó sus manos por mis muslos, colándose bajo mi vestido y por mi ropa interior. Jadeé sobre sus labios. Sus ojos se volvieron negros del placer que le provocaba el sentirme y escucharme tan excitada.

—Siempre tan dispuesta, mi amor...

Me separé un segundo para observarlo.

—¿Así que ya no soy su asistente, señor Colleman?, ¿O es que también a ella le habla como a su esposa?

—No te voy a engañar, preciosa —habló, regresando a su tarea de besarme —Me la pusiste dura apenas te ví en esa pose de asistente sumisa dispuesta a complacerme, pero —Me retiró los anteojos —, yo prefiero hacerle el amor a mi bella esposa.

El corazón se me aceleró ante sus palabras. Siempre sabía cómo sacar a relucir mi cara de tonta enamorada.

—Soy toda tuya, mi vida —musité.

Sus ojos se iluminaron de una manera preciosa.

Volvimos a unirnos en un beso cargado de deseo, dispuestos a terminar lo que habíamos comenzado. Nos deshicimos del resto de la ropa; rodeé sus caderas con mis piernas, apretándolo más contra mi cuerpo, mientras él se hundía en mi interior. Vi estrellas, galaxias enteras. Sus movimientos certeros aunados al incontrolable remolino hormonal que se desataba en mi interior, desde hacía un tiempo, me llevaron al orgasmo en tiempo record. Los espasmos no se hicieron esperar, dejé que toda la tensión acumulada en mi vientre, se liberara entre gemidos sonoros y el nombre del hombre que se había convertido, no solo en el dueño de mi cuerpo, sino también, de mi corazón y mi alma.

—¡Mierda, Milena! —gruñó —. Nunca voy a cansarme de repetir lo jodidamente perfecta que eres. —Aceleró el ritmo de sus caderas y unió nuestras frentes sudorosas. Sentí como su agarre se tensaba en torno a mis muslos, señal de que estaba por terminar, también.

Un montón de palabras sucias y lujuriosas escaparon de mis labios, sabía cuánto le gustaba escucharme decirlas cuando estaba cerca del final.

—¡Mierda! —gimió, derramándose en mi interior, con su pecho agitado y respiración entrecortada.

Sonreí, embelesada ante la imagen tan erótica que era Kendrick en ese momento. Retiré algunos mechones de cabello negro, que se le habían pegado en la frente.

—Te amo —susurré sobre sus labios.

—Te amo —Me respondió del mismo modo.

Nos sonreímos el uno al otro.

—Kendrick... —musité apenada, jugueteando nerviosa con mis dedos.

—¿Qué pasa? —Sus ojos me miraron con preocupación —¿Está todo bien?

—Creo que tu regalo de cumpleaños de este año, tendrá que esperar un poco más.

Liberó una carcajada.

—Creí que acababas de darme mi regalo, justo ahora.

—Eso solo fue un detalle —susurré con un poco de diversión y arrogancia —. Tu regalo, el verdadero, aún se está cocinando.

La cara de confusión de Kendrick era digna de fotografiar. Contuve las ganas de tomar mi celular y guardar el momento para la eternidad, en cambio, tomé una de sus manos y la llevé a mi vientre desnudo.

—Va tardar algo así como ocho meses en llegar —musité.

Sus ojos se abrieron de par en par, cargados de sorpresa. Parecía haberse quedado en blanco. Comencé a preocuparme cuando, después de un minuto, no había ni siquiera parpadeado.

Sabía que era mala idea decírselo de esta forma. Eres una idiota, Milena, siempre la cagas.

—¿No estás bromeando, verdad? —Fue lo primero que salió de su boca, después del largo silencio.

Negué con la cabeza, mordiéndome los labios, nerviosa.

—¡Carajo! — Acunó mi rostro entre sus manos y comenzó a regar pequeños besos por todo mi rostro — ¡Este es el mejor regalo que pudiste haberme dado, Milena!, ¡Tú eres el mejor regalo! —dijo, con una felicidad que no le había visto desde el día de nuestra boda.

Sonreí como la estúpida enamorada que era.

La vida me había quitado mucho en el pasado, me había mostrado lo que era el dolor, la tristeza y el rechazo; pero ahora comprendía lo que mi madre me decía, que las cosas siempre pasan por algo. Cada suceso en mi vida, cada paso dado, cada decisión tomada, todo, me había llevado a él. La vida ahora me estaba compensando con creces; había puesto en mi camino a la persona perfecta para mí; ese hombre tan controlador y posesivo, como dulce y entregado, a quien me había acercado,únicamente, con la intención de conocer nuevas y excitantes experiencias, pero se había convertido en mi sol y mi luna; aquel que había pasado de ser, mi mentor en el arte del placer, al amor de mi vida.

****

Ahora sí, hermosuras, hemos llegado al final... 😭😭😭

¿Se dieron cuenta que esta es la primera vez que leímos a Kendrick y  Milena diciéndose "Te amo", directamente?

Ayyyy!!! Me hizo muy feliz escribirlo.♥️

Va a haber un mini ellos!!! 🥰 Muero de amor. ♥️

A mí me gustan los nombres de Kyle o Lyla para el nuevo bebé... ¿Ustedes qué opinan? jejeje, probablemente lo veamos en algún extra... 🤭

Y, hablando de extras, ¿Les gustaría que escribiera uno sobre la noche en que murió Astrid? 😬 👉👈

Déjenmelo saber en sus comentarios.

Los amo, hoy y siempre.

D.Hill 💋



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