Capítulo 8. Conversar
—¡Altaïr!
Abriendo los ojos, se mantuvo en su posición. Bajó la vista al suelo, con una mirada atónita, mientras la realidad frenaba de golpe una sensación tan alegre, extraña... y que traía de vuelta el hecho de que se suponía que esto no debería estar pasando.
—¡Altaïr, estoy lista para irme!
Al oír el nombre del otro, Ezio soltó la cara de Altaïr y dejó que sus brazos se relajaran a su lado. Levantó la vista y se dio cuenta de que no habían sido notados. Todos estaban tan absortos en sus propias conversaciones de borrachos y estupidez como para notar a dos hombres (antes heterosexuales) que se habían estado besando juntos.
La "novia" de Altaïr había llamado a su nombre. Ella estaba ahí, de pie en frente de ellos con una sonrisa achispada, mirando a su alrededor con lo que parecía una visión borrosa.
Girando la cabeza en dirección a ella, Altaïr sintió que se le revolvía el estómago al haber sido llamado. Pronto, todo su ser se puso en desacuerdo con la situación, y tuvo que remover su brazo de alrededor de la cintura ajena para evitar que todo empeorara. El muchacho de ojos dorados no quería moverse, no quería que ese borracho del "amigo" de María estuviera cerca de él, ni lo tocara.
—L-lo siento...— dijo Ezio con suavidad. —Te... te dejaré en paz...— ¿Qué había hecho él? Había besado a otro chico, por no mencionar al único chico que no le importaba un carajo lo que pensaba de él. Se puso de pie, quizá para huir, abandonar la fiesta, olvidar la noche y quedarse solo.
Volviendo su mirada a Ezio, Altaïr levantó su mano libre y la agitó antes de tratar de levantarse. —Lo siento... — Finalmente, con un pie, el más bajo se apartó de la pared y se dirigió hacia su novia, que por lo general era siempre desafiante.
La conversación de ambos parecía desde lejos lo uno pensaría que sería una pequeña disputa.
Quienes sabían cómo eran las rupturas, sabían que esto no era más que eso.
El sonido de una dura bofetada anuló la música. La cabeza de Altaïr giró hacia un lado antes de que sus labios se crisparan en una sonrisa de borracho. Alzando su mano, se frotó la mejilla mientras cerraba los ojos. Abriendo sus ojos de colores anormales, el moreno dejó que su atención volviera a la chica de pelo oscuro, quien temblaba por la furia que ardía dentro de su cuerpo.
Al menos ahora puedo pensar algo más claro que antes.
—Oh... y dile a Roberto un "Hola" de mi parte.
—¡Bastardo!— Girando sobre sus talones, ella se fue corriendo, mientras Altaïr se daba la vuelta, dirigiéndose a la salida de la casa con una mirada contenida en su rostro. Sin embargo, al pensar en ello, se dio cuenta de que todos estarían incómodos en la mesa.
Encogiéndose de hombros, el joven marginado pronto salió por la puerta y se volvió para dirigirse hacia un parque cercano. Por suerte no había un oficial de patrulla o algo peor que eso. Por otra parte, ¿Qué sentido tendría preocuparse, si ya lo hubiera estropeado todo? ¡Mierda! Haciendo una pausa, se frotó la cara mientras recordaba entre sus pensamientos. ... Besé a Ezio... espero que ambos podamos olvidar lo que pasó...
Bajando su mano después de un minuto o dos, Altaïr sacudió su cabeza ligeramente antes de encaminarse hacia el parque.
.
.
En el parque, Ezio ya había corrido hacia los columpios, buscando un lugar para estar solo y pensar en lo que acababa de hacer. Como si pudiera decidir sus sentimientos acerca de lo que acaba de pasar en una noche.
—Joder, ¿qué voy a hacer? ¿Es esa la razón por la que no soporto a esas chicas? — A diferencia de Altaïr, Ezio no tenía la opción de decir que solo había estado borracho. Él estaba plenamente consciente de lo que hizo, y de lo que habían hecho. ¡Y no solo eso, sino que Altaïr estaba en una relación!
Él debe odiarme aún más ahora...
¿Qué diría Claudia si ella lo hubiera visto?
"¡Ezio! ¿Cómo pudiste?" Y luego haría la cruz con sus manos, tocando su frente y luego bajando antes de tocar sus hombros. Personándose.
Refunfuñando, Altaïr finalmente llegó a su destino, con las manos en los bolsillos y los ojos entrecerrados mientras miraba hacia el suelo. El aire fresco parecía estar haciendo todo lo posible por serenarlo, acariciando su piel como si fuera natural. Por otra parte, estar fuera tan tarde por la noche, podría causar problemas con algunos otros.
Tal vez me acabo de volver loco. Asintiendo levemente para sí mismo, el árabe se detuvo junto a un árbol e inclinó la cabeza hacia atrás para mirar hacia el vasto cielo con una suave exhalación. No me sorprendería tener un puñetazo en la cara por lo que acaba de suceder.
Sacando una mano de su bolsillo, extendió la mano, poniéndose de puntitas por un segundo para suavemente sacar una hoja de su posadero en aquella rama, girando el tallo entre sus dedos, volvió a pensar.
Su cabello era suave... Parpadeando, Altaïr desvió su mirada de la hoja, colocando sus talones en el suelo otra vez. Volviendo a girar el objeto verde, el estudiante retomó su camino a la dirección a la que había planeado ir, ladeando ligeramente la cabeza una vez que notó un bulto oscuro comenzando a revelarse a lo lejos, cuanto más se acercaba.
Ezio entrelazaba su dedo índice alrededor de las cadenas de metal frías que soportaban su peso con el pequeño asiento de plástico para niños. Estaba oscureciendo, y todo lo que lo mantenía a la luz pasó a ser el foco que iluminaba la totalidad del parque en las cercanías.
Era un pequeño parque. Solo un tobogán, un juego de columpios y un poste de bola de sujeción en el lado opuesto. Realmente nada especial.
Justo cuando se había acercado lo suficiente, Altaïr soltó la hoja que tenía a su alcance, y el viento la alejó a unos pocos pies. Sus ojos miraron al otro con una expresión algo divertida pero a la vez, curiosa. Ver al "gran" Ezio solo y luciendo tan mal como en ese preciso instante no era algo que sucediera a menudo.
Ezio mantuvo sus ojos sobre sus propios pies, notando como torpemente se había sentado ahí con su mente en blanco. Mirando fijamente como sus pies se movían uno contra el otro de manera automática. —Maldición... — Alzó una mano y ahuecó su cara, descansando su pulgar en su frente antes de gemir.
Sin embargo, el italiano comenzó a balancearse de a poco, y el balanceo, comenzó a ir de atrás a adelante cada vez más rápido. En cuestión de segundos, estaba en el aire con una sonrisa agradable en la cara, la ráfaga del viento daba con su rostro, jugando el mismo viento con su cabello. Pasó otro minuto antes de que volviera a dejar que sus pies tocaran el suelo, sonando astillas de madera quebrarse en el suelo.
Altaïr lo observaba. Solo parado allí, con sus ojos en el otro, sintiendo pronto un ligero tirón en sus labios. Así que... este era el famoso atleta cuando estaba solo, ¿eh? Cruzando sus brazos por un momento, las esferas amarillas de Altaïr parpadearon bajo la luz, mientras salía ahora él a la luz para revelarse completamente. No estoy seguro de que esto me guste.
Su momento de placer y felicidad se desvaneció casi tan rápidamente como había llegado, Ezio volvió su mirada al cielo. —Estoy realmente jodido.
—¿Es este un área publica para hablar en paz? — Preguntó el sirio, descruzando sus brazos mientras se acercaba al columpio de al lado de Ezio y se sentaba en este. —De cualquier manera, supongo que lograste pasar inadvertido al escapar—. Levantando su mano izquierda, se agarró a la cadena del columpio en el que estaba, estirando sus piernas para recostarse en el objeto.
La cabeza de Ezio rápidamente miró al intruso de sus pensamientos. Sus ojos observaron el rostro del sirio por un momento. —No había nadie alrededor... — Solo quería decir algo. Mantenerse callado no era algo que mejoraría la situación, pensó Ezio. —No creo que nadie me haya visto.
La otra mano de Altaïr se movió para apartar un mechón de cabello de su cara. —De todos modos, ¿Por qué estás aquí?
—No sé... yo solo... lo no sé—. Suspiró, inclinándose hacia adelante en el columpio que había tomado y apoyó los codos en las piernas, colocando gentilmente su rostro entre sus las palmas abiertas. —¿Y tú?
—Hmm... — Volviendo su atención a Ezio, Altaïr hizo una pausa, tratando de leer al otro hombre solo por su lenguaje corporal y cómo estaba hablando. —Para tener una conversación cara a cara con un atleta, que necesita volver a poner su estúpida sonrisa en su rostro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro