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Capítulo 21. Conflicto


Allí estaba otra vez, de espaldas presionado contra la corteza de aquel árbol. Excepto que esta vez llevaba una sudadera con capucha sin mangas y una camiseta negra. Ambas muñecas tenían muñequeras de tenis blancas, y una banda negra que la rodeaba. Inclinándose, se mordió el labio inferior y apretó con más fuerza su lápiz antes de volver a lo que estaba dibujando.

Tal vez era la mejor imagen de Ezio que había hecho hasta ahora. Esa sonrisa "estúpida" estaba en la cara del deportista, aunque estaba apoyado contra la barra del objetivo, vistiendo una camisa con el símbolo de la escuela en el frente. En ese momento, Altaïr estaba sombreando los pantalones, tratando de dar una ilusión de mezclilla. Hizo un círculo rápido y luego ovalado, para ver dónde iba a colocar los zapatos.


Después de lo que se sintió como una hora, habiéndose enfocado tanto en esa ilusión, el joven curtido se inclinó hacia atrás con una suave exhalación. Guardó su lápiz en su bolso y miró hacia abajo a lo que parecía la vigésima imagen que había hecho de su novio hasta el momento. Aunque el recuento real fue menor que eso.


¿Cómo influyó el otro en esto?


Lentamente, Altaïr deslizó sus manos dentro de sus bolsillos, mirando directo al garabateo hecho, preguntándose cómo es que era posible.


Del otro lado de donde Altaïr estaba sentado, Ugo salió de la parte posterior de la escuela, al patio. Su expresión era un tanto furtiva y siniestra mientras miraba, para de repente quedarse quieto, mirando las acciones de Altaïr desde lejos. El joven Moriatie caminó, casi a propósito, por entre los bordes de los árboles que se alineaban en la parte posterior de la escuela, saltando sobre arbustos y escondiéndose silenciosamente detrás del árbol donde el artista dibujaba al popular atleta de fútbol.

Los ojos de Ugo se inclinaron, alcanzando a ver al jugador de fútbol de forma incompleta. Presionó su cuerpo contra el árbol, mirando la imagen y, a pesar de ser rencoroso de lo que se le había ocurrido en manos a Altaïr, admitió que el dibujo estaba muy bien hecho para un estudiante de secundaria. Casi como si fuera una foto.


—¡Yoink!— Ugo extendió los dedos y tomó el libro de arte, caminando, pasó al muchacho encapuchado.

—Ah... — Altaïr levantó la cabeza, casi esperando que fuera Ezio el que estuviera haciendo eso con su cuaderno de bocetos, como en alguna oportunidad bastante lejana lo había hecho. Esto le hizo gruñir y fulminar a Ugo una vez que lo vio. Presionando su mano contra el suelo, se movió para ponerse de pie y agarró su bolso. Agudizó su mirada de frustración e irritación.

—Vaya, vaya, Ezio luce bien en esto—. Dio media vuelta y escondió el libro detrás de su espalda, frunciendo el ceño a Altaïr. —¿Lo quieres de vuelta?

Ante el comentario del otro sobre su trabajo más reciente, su dibujo de Ezio, de la estrella del equipo de fútbol, ​​el superhéroe de las chicas, Altaïr se dio cuenta de la cantidad de mierda por la podría pasar si alguien más lo viera. E incluso si no fuera así, era obvio que estaba entrando en pánico por dentro, tras su cara llameante.

—...Devuélvemelo.


¿Por qué parecía esto un deja vù?

Sacudiendo la cabeza ante el pensamiento, se movió hacia el deportista. —... devuélvemelo, ahora.

El atleta sabiondo simplemente sonrió, alejándose a cada paso que Altaïr tomaba hacia él. Él negó con la cabeza ante la orden. —Ah, no se me dan bien los comandos—. Su cerebro estaba tambaleándose, pensando en lo que debería hacer a continuación.


Aquello era frustrante. Una cosa tras otra con este tipo, y Altaïr no se iba a quedar de brazos cruzados.


—¿Qué harías para recuperar tu cuaderno? — La sonrisa de Ugo se volvió misteriosa y oscura. —¿Dejarías a Ezio? ¿Qué les tomaría a ustedes dos romper? — Era mucho más alto que Altaïr y planeaba usar eso en su beneficio si el chico se lanzaba hacia él, planeando mantenerlo en alto en el aire.

—Esas son condiciones ridículas para recuperar lo que es mío—, espetó, su expresión pasó de molesto a furioso, dio un paso más hacia Ugo y extendió su mano para deslizar y agarrar su cuaderno de bocetos. Fue alejado fuera del alcance. —Si quieres otra vez la nariz rota... — El muchacho intentó agarrarlo de nuevo. —... estoy más que dispuesto a darte otro puñetazo.


Ahora se dio cuenta de por qué esto era como un deja vu. Aunque de la mala variedad. El estudiante más alto estaba manteniendo su preciosa posesión fuera de su alcance, al aire, y se burlaba de él al respecto. Pero esta vez Altaïr sabía que no debía esforzarse por conseguirlo; si lo hacía y "eso" volvía a ocurrir, el joven Ibn La-Ahad podría no vivir el horrendo resultado.

Frunciendo el ceño, Altaïr decidió hacer un acercamiento diferente. —... a menos que quieras que te suceda lo que le sucedió a tu "oh-tan genial" capitán—. Mencionó con su ceño fruncido, y habitual expresión oscura.

El atleta levantó una ceja ante este comentario en particular, manteniendo el libro fuera de su alcance por si se tratara de una estratagema para que la guardia de Ugo cayera y luego el sirio corriera a por ello. —Heh, no puedes engañarme de esa manera.

—Podría estar diciendo la verdad, o mintiendo, y nunca lo sabrías—, refunfuñó.


Permitió que pasara un momento de silencio entre ellos antes de expresar sus problemas. —¿Qué es lo que le puedes ofrecer a Ezio que yo no puedo? — Su sonrisa se convirtió en un fruncir de ceño, casi desesperado. —¿Por qué lo tienes tú?

—...¿Qué? — Esto era extraño, esto era realmente incómodo. —... ¿Cómo se supone que debo saber? ¿No será porque no hiciste nada al respecto antes?


Con eso, Ugo alternó su brazo y lo levó hacia adelante en forma de puño. Sintió su mismo puño colisionar con la cabeza de Altaïr, empujándolo al suelo con la fuerza.


Golpeando la hierba con dureza, el paria gruñó. Su codo presionó contra el suelo y su otra mano se colocó contra el sitio en el que fue afectado. Bajando lentamente la mano, los iris dorados de sus ojos se alzaron para mirar al otro, la capucha había caído para revelar su rostro. —¿Qué carajo...?

—Toma tu cuaderno de bocetos de mierda—. Ugo se lo arrojó a Altaïr, luciendo enojado. —Ese golpe es por lo de antes.


Cogiendo su cuaderno de bocetos, Altaïr se movió para sentarse y dejó escapar un suspiro antes de guardar su cuaderno de bocetos en su bolso. Agarró la correa y la retiró del hombro lentamente para luego dejarlo caer. Se empujó para ponerse de pie, y se movió para agarrar el brazo de Ugo y se giró mientras tiraba de él hacia adelante, golpeando con su codo el estomago del atleta antes de soltar la extremidad.


No del todo sorprendido por la represalia, Ugo aceptó el codazo en su estómago, ofreciendo una pequeña risa entre toses. —¿Crees que voy a dejar que te salgas con la tuya? Solo te dejo ir porque la escuela está continuando, idiota—. Se inclinó y flexionó su codo, rápidamente forzándolo detrás de la espalda de Altaïr y luego volteándolo hacia la hierba.

Apretando los dientes, Altaïr se dio la vuelta y lo empujó para dar espacio suficiente para que su pie se balanceara y golpeara el tobillo del otro bruscamente. — Tu comenzaste esto... — Poniéndose de pie, Altaïr miró hacia abajo a Ugo, mientras apretaba su propia mano izquierda en un puño cerrado. —... la escuela puede esperar.

Cayó al suelo en la patada, tosiendo un poco ante movimiento anterior. —Bien dicho, bastardo—. Con eso, extendió la mano y atrapó las piernas de Altaïr con las suyas, tirando de él hacia la derecha, formando Ugo otro puño cerrado. Esta vez, destinado a la nariz ajena.


Un jadeo pasó por los labios del sirio al ser tirado hacia abajo y ladeó la cabeza hacia un lado en el último segundo para esquivar el puño.

Perdió el objetivo, pero terminó golpeando la mejilla de Altaïr. La gravedad hizo todo el trabajo. Ugo se apartó rápidamente, poniéndose de pie y retrocediendo un poco para evitar otro ataque contra su pierna.

Ahora, Altaïr sabía que su mejilla estaría hinchada como el infierno después, incluso gritaría del dolor, pero también sabía que cualquiera que fuera la consecuencia, antes, iba a patearle el culo a este tipo hasta masacrarlo.


Y entonces, cuando Ugo retrocedió, impidiéndole usar sus pies para patear de nuevo, Altaïr simplemente se empujó para ponerse de pie y echó hacia atrás su puño. Avanzando y estrechándolo hacia la cara del otro. Apuntando en el mismo lugar que el otro mientras caía.

Este golpe falló.


Había estado esperando un ataque de una fuerza como esa. Ugo podría decir que, por la forma en que golpeó en el gimnasio y, recientemente, fue bastante directo. Se inclinó hacia atrás, apoyando la mayor parte de su peso sobre sus tobillos y luego se zambulló y apuntó a Altaïr en el pecho.

Con la fuerza del tacleo de ayer, y comparándolo con el de ahora mismo, Altaïr podría admitir que este tenía más poder que antes. Probablemente fuera esa la razón por la que salió un gruñido de la colisión.


Ambos cayeron, duro, sobre la hierba.

Rechazando la idea de dejar que Altaïr tuviera un solo segundo para defenderse, Ugo comenzó a luchar con el adolescente de ojos dorados.

Gruñendo por no haber podido lanzar al menos un golpe, Altaïr plantó un pie en el suelo para apalancarse y luego se empujó para darse la vuelta y mover su mano derecha al revés del otro. Un movimiento algo de niña, pero efectivo de todos modos.

—¿Qué te he hecho? — Gruñó el más bajo de estatura.

—¿Qué diablos quieres decir con "Qué te he hecho"? — Apretó los dientes mientras se levantaba, descubriendo que estaba encima de Altaïr, sujetando la mitad inferior del chico sobre el suelo. —¿Eres estúpido o solo tratas de hacerme enojar?

Mirando hacia el atleta, Altaïr entrecerró los ojos con una profunda mueca. —Estoy tratando de entender por qué diablos a alguien le gustarías—. Se burló, moviendo su mano y agarró el cuello de la camisa de Ugo, girando su brazo hacia un lado para tratar de quitarle el otro.

Con eso, Ugo comenzó a golpear repetidamente a Altaïr en la cara. Lo mejor que pudo con Altaïr luchando debajo de él. —¡Sarcástico hijo de puta! ¡Te cagaré tanto que nunca más volverás a querer ver tu fea cara!


—¡Oye! ¡Hay una pelea!

—¡Increíble!


A este punto, la gente comenzó a reunirse y aplaudían para que pelearan, básicamente con el canto de "¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea!". Lo cual atrapó la atención de Desmond, alejándose de su círculo de amigos hacia donde estaba el grupo de personas antes de abrirse paso suavemente. Solo para detenerse una vez que vio a Ugo y Altaïr peleando.

—Joder... — Bufó, y luego miró a su alrededor para ver si podía encontrar a alguien que estuviera dispuesto a detener la pelea con él.

Como para responder al deseo de Desmond, Ezio dobló la esquina y miró a su alrededor brevemente. Buscando a su novio.


—¡Pelea, pelea, pelea! — La cabeza de Ezio se giró para ver la gran multitud que rodeaba una pelea bastante desagradable que ocurría dentro del círculo.

—¿Desmond?— Se acercó, y vio a ese amigo descorazonado de Altaïr que parecía no saber qué hacer. —¿Que está pasando?

Al oír hablar a Ezio, el joven adolescente se volvió y pareció aliviado. —Oh, gracias a Dios que estás aquí—. Levantando su mano derecha, hizo un gesto hacia el círculo. —Altaïr y Ugo están en plena batalla. Y parece que continuarán a menos que alguien los detenga.

—¿Qué? — El castaño se sorprendió ante la mera idea.

Ya sabía que no se agradaban, ¿Pero para terminar peleando?

—Ayúdame por aquí... — Desmond se giró, se abrió paso entre la multitud y agarró a Ugo, alejándolo de Altaïr, quien luego se levantó del suelo furioso, a punto de lanzar otro golpe.


Ezio siguió la iniciativa de Desmond y como el otro tiró de Ugo, pensó que sería importante evitar que Altaïr se metiera en más problemas. Agarró el puño que estuvo a punto de aterrizar justo en la cara de Ugo, y lo sostuvo apretado. —Altaïr, ¿Qué está pasando aquí?

Con la mano detenida, los ojos de Altaïr parpadearon, luciendo como que si no hubiera sido detenido, hubiera acabado peor la situación con aquel que ahora estaba cautivo. Y si hubiera tenido la oportunidad mientras Ugo estaba cautivo por Desmond en ese momento, sin duda lo habría hecho. El apretón en su mano hizo que se volteara hacia Ezio, para luego dejarla caer, dejando que su puño se deslizara lentamente de vuelta a una mano.

Los desilusionados coros de "Awww" los rodearon, ya que de inmediato comenzaron a disiparse. Como si hubiera sido un maestro o director que hubiera detenido la pelea.


—...¿Qué crees que pasó? — Altaïr siseó, separando su mano de la mano del otro con ojos entrecerrados. —Él comenzó, y yo iba a terminar con ello.

Al principio, las palabras no se registraron del todo. Ugo... ¿Comenzó? Se giró, mirando al otro atleta con ojos incrédulos. —¿Qué demonios te pasa?

En respuesta, Ugo simplemente miró hacia otro lado, sin tratar de liberarse de la mano firme de Desmond en su brazo, evitando que se moviera para atacar a Altaïr una vez más. — Ese idiota me dio un puñetazo y nos echó comida a los dos encima. Puedo volver a darle su merecido si quiero—. Suspiró, deslizando su brazo fuera de la agarre de Desmond.


Con el otro queriendo ser libre, el joven Miles dejó ir a Ugo. Aunque se sintió algo molesto, porque todo había comenzado por una razón estúpida.

Ezio negó con la cabeza, bastante enojado con su compañero por tratar de comenzar a armar alguna mierda contra su novio. Altaïr, por otro lado, estaba furioso y parecía que quería lanzar un golpe más, pero se conformó con limpiarse la sangre el labio inferior, aún en posición defensiva.


Ugo se dio la vuelta, comenzó a caminar hacia la escuela con un labio algo ensangrentado, pero se detuvo a murmurar su agradecimiento al oído de Desmond. —Estamos a mano ahora. No me voy a vengar más—. Casi como si hubiera perdido más que una pelea, como si fuera más una corbata que cualquier otra cosa. Él dejó caer sus hombros y siguió caminando.


Girando hacia la dirección del atleta, Desmond tragó duro y luego se movió para seguirlo. —¡Ugo! Espera un segundo!

Se detuvo y giró la cabeza para ver al joven estudiante que corría hacia él. —¿Sí? — El atleta giró por completo para mirarlo, parecía bastante confundido.

Una vez que alcanzó al jugador de fútbol americano, el moreno se quitó la mochila del hombro y la abrió para cavar en esta, algo desordenada, antes de sacar una botella de agua medio congelada, entregándosela al otro muchacho. —Ten.


El amable gesto fue de sorpresa para él. Extendió la mano y tomó la botella suavemente de las manos de Desmond. El tacto era agradable y frío, pero todo lo que Ugo notó fue el suave tono rosa en las mejillas del otro muchacho.

Le sonrió, inclinándose y besando su mejilla. Ugo levantó la botella y le guiñó un ojo. —Pagaré la deuda, Des. Gracias.

Los labios apretados contra su mejilla fue lo menos que Desmond esperó, así que ahora su rostro pasó a un rojo brillante. —Yo... no es gran cosa... pero de todos, no hay de qué.



Mientras los otros dos estaban parados, Altaïr agarró la parte inferior de su camisa negra, la levantó y se limpió la sangre del labio. —¿Recuerdas la fiesta? Cuando ambos estuvimos de acuerdo en que Desmond necesitaba una patada en el culo para hablar con el chico que le gustaba... — Luego bajó la camisa y giró la cabeza para mirar a Ezio. —... con quien está hablando ahora, es a él a quien le gusta.

Ezio sintió que se pasaba la mano por la nuca de una manera bastante conflictiva. Fue agradable ver a Ugo hablar tan educadamente con el muchacho tímido enamorado de él, pero también había estado golpeando a su novio en el suelo. Negó con la cabeza y volvió su atención a Altaïr una vez más. —¿Estás bien?

Suspirando, el muchacho de cabello claro se cruzó de brazos y levantó una mano para limpiar más sangre. —... He empeorado. Esta vez golpeé en definitiva—. Mirando el carmesí en su mano, Altaïr se limpió los pantalones antes de ir por su bolso y colgárselo al hombro. —Apuesto a que la enfermera estará feliz de vernos. Vámonos.

—¿Q-qué? ¿Golpeaste en definitiva? — Había logrado derrotar a Ugo bastante bien, y eso fue solo por unos pocos golpes. Su nariz comenzaba a sangrar, a causa de Altaïr, quien le había dado un buen puñetazo. Se preguntó si su compañero de juego diría lo mismo.


Girando, se dirigió al edificio de la escuela. El primer período de clases había comenzado ya hace unos cinco minutos.

—Ah, claro. Vámonos—. Eziosiguió a su amante herido a la escuela, sin decir una palabra más acerca de loque había sucedido. Y definitiva    

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