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Capítulo 20. Compromiso

—Mira... eh... lo siento mucho por eso, no sé en qué demonios estaba pensando él. Estoy seguro de que él también está arrepentido, así que... — Bajando la mano, la mirada de disculpa de Desmond se volvió hacia abajo en un estado deprimido, suspirando interiormente antes de terminar el resto con una sonrisa forzada. —... no le hagas daño.

Ugo miró en la dirección que Ezio había ido y comenzó a limpiarse con unas servilletas que un compañero le había dado. —No creo que eso suceda, ya que básicamente me jodió... otra vez.

Eso, en términos más simples, significaba que Altaïr no iba a salir de esto con una bofetada en la muñeca, por lo que eso hizo que Desmond suspirara internamente. También rezando por la seguridad de su amigo.

Se quitó pedazos de alfredo de su cabello y de su ropa, como si eso eliminara el olor que aún persistía. Sus mejillas estaban rojas de furia y no pudo evitar mirar hacia donde los dos se habían escapado previamente. Su parche nasal estaba cubierto con la salsa de la pasta y Ugo no pudo evitar suspirar mientras intentaba quitar todo lo que podía.

Tardó un momento, pero pronto hizo una doble toma, mirando a Desmond por un minuto. —Espera... eres ese chico que se me acercó durante la fiesta. Des, ¿verdad? — Logró formar una sonrisa rota, completamente incapaz de vencer por completo su odio hacia el amigo del muchacho que odiaba.

Parpadeando ante la "doble toma" del otro, el moreno parpadeó. Bajó la capucha de su sudadera y bajó el cierre para revelar su camisa negra de MSI. Totalmente opuesto a Altaïr, aunque algunas personas los confundían de vez en cuando, cuando sus sudaderas estaban cerradas con cremallera y con capuchas puestas. —Uh... sí, sí—. Formó una sonrisa nerviosa. Un pequeño matiz rosado fue formándose en su rostro. —Ese soy yo.

Vamos, Desmond, suenas como un idiota... se reprendió a sí mismo antes de levantar una mano y frotarse la parte posterior de su cuello. ... bueno, probablemente seas un idiota pero aún así, ¡Convéncelo de que no lastime a tu amigo! ¡Deja de mirar boquiabierto!

Parpadeó una vez que se dio cuenta de que había estado pegado mirando al otro, el joven Miles bajó la mano y tragó saliva. —Está bien, mira, sé que tú y tus compañeros de equipo probablemente están realmente cabreados, pero sólo estoy preguntando si... es posible, no exigiendo, no lo tomes como algo personal—. Él movió su mano derecha para frotar su propio brazo izquierdo de una manera incierta. A este punto, Desmond realmente dudaba de que el otro lo escuchara o incluso tomara en consideración lo que acababa de decir. —... él solo está... tomándose un día libre...

Una suave risa se escapó de Ugo cuando Desmond le suplicó que el equipo de fútbol no derribara a Altaïr en el suelo hasta que no fuera nada más que una porquería del pavimento. —Ah, entonces ¿Eres su amigo?

—Sí—. Miró hacia un lado con las cejas inclinadas, cayendo en un estado de silencio.

Hubo un silencio entre ellos antes de que Ugo sacudiera el resto de la pasta visible de sus hombros. —No te preocupes, Desy. Me aseguraré de que el equipo de fútbol quede fuera de esto, pero él tendrá que lidiar conmigo.

Al escuchar esto, Desmond miró a Ugo con los ojos muy abiertos, casi como si no pudiera creer lo que el otro había dicho, pero sus labios se curvaron en una sonrisa. —¿En serio? ¡Eso es más que genial!... quiero decir, gracias.

Las únicas dos personas que sabían sobre Altaïr y la relación de Ezio estaban juntas, mirándose.

Ugo sentía curiosidad por saber por qué Desmond parecía comportarse tan tímido, y estaba tan enrojecido, pero era sólo porque no estaba pensando en su condición de aficionado al fútbol. Extendió su mano y la colocó en la cabeza del joven. —Ya sabes, eres muy tierno. No como ese bruto de amigo que tienes. Es bueno saber que tienes algo de lealtad.

Parpadeando sus esferas color miel, Desmond sintió que su rostro adquiría un tono más de rojo y profundo, levantando los hombros mientras metía las manos en los bolsillos y cerraba los ojos, girando ligeramente la cabeza hacia un lado. —No soy "tierno" — murmuró, encogiéndose de hombros ante el comentario del muchacho. —Así es como siempre he sido.

Lo que lo obligó a inclinarse y besar a Desmond en la mejilla. Ugo nunca lo sabría, pero ya había salido del closet para ver a quién acababa de verlo todo. —Chico lindo.

Esa acción, ese pequeño beso...

Totalmente noqueado el joven más bajo, levantó la mano para colocar ligeramente las puntas de sus dedos allí, en su propia mejilla besada, mirando hacia Ugo y haciendo un leve puchero. —Está bien, lo que sea.

Aunque su rubor no disminuyó en lo más mínimo.

—¡Hey, Ugo! ¿¡Qué carajo estás haciendo?!

—Hermano, ¿Hizo exactamente lo que acabo de ver?

—Nah... creo que solo está bromeando con nosotros o con él... quizás ambas...

—¡Déjalo y vuelve aquí!

Todas y cada una de esas oraciones hicieron que Desmond retrocediera, volteando la cabeza una vez que uno de sus amigos lo llamara para que volviera a la mesa. Vio a Rebecca hacer ese pequeño "¡Ven-Aquí!" gesticulado con los brazos.

El sonido de sus compañeros de equipo llamándolo e incluso hablando con voces bien fuertes entre ellos mismos no le sorprendió, mientras lentamente se enderezaba una vez más. Ugo le ofreció a Desmond un guiño fuera de la vista de los nuevos espectadores.

Se dio la vuelta, sonriendo maliciosamente a los demás. —Bien, muchachos. De acuerdo—. Ugo le indicó a Desmond que se fuera a su mesa mientras distraía al equipo. —Ya voy.

Mirando hacia atrás al atleta, el moreno ofreció una sonrisa nerviosa, un tanto tímida, antes de apresurarse a regresar a su mesa. Se dejó caer una vez que llegó, agarró su sándwich y lo mordió, antes de que pudiera ser cuestionado por el por qué su rostro estaba tan colorado.

—¿Qué diablos pasó allí, colega? — Cuestionó Shaun, levantando una ceja al adolescente que miraba a la mesa.

Todos regresaron a la mesa habitual. Los deportistas le dirigieron miradas interrogantes y observaron con desdén la mesa en la que Desmond estaba sentado.

—¿Qué demonios está pasando aquí, Ug?

—Parece que acabas de salir del closet, pero eso no está bien, ¿Uh?

Ugo arqueó una ceja. —¿Y si lo estuviera?

Uno de los deportistas se frotó la parte posterior de su cuello con torpeza. —Entonces eso es un poco incómodo.

—No recuerdo haber querido ver nunca a ninguno de ustedes en el vestuario, así que cálmense. Solo soy gay para dos personas—. Él se encogió de hombros. —Piensen en mí como una flecha con dos abolladuras, aparte de eso, completamente hetero.

Los otros se sintieron aliviados por las palabras de Ugo y, sorprendentemente, revisaron su sexualidad de forma bastante repentina. —¿Qué pasa con ese chico... Altaïr?

—No te preocupes por él. Tengo un plan para él. De todos modos es entre él y yo—. Ugo miró hacia donde Ezio había huido. —Es mejor no que no se involucren.

—Creo que eso es suficiente para nosotros... — Todos evitaron mirar la expresión de malicia de Ugo, con algo de preocupación.

Mientras que en la mesa de Desmond todos, excluyendo a un cierto marginado, lo atacaban con preguntas, él seguía comiendo, incluso robando algo de la comida de Rebecca cuando se quedaba sin la suya. Iba todo bien, hasta que sonó la campana para que todos se fueran.

—Desmond... — Llamó Lucy, empujándose para ponerse de pie y moverse hacia el cubo de basura con él. —... ¿Qué pasó allí?

—¡N-nada! ¡Nada en absoluto! — protestó, mirándola con los ojos entrecerrados antes de verla cruzar los brazos con un, "¿Realmente vas a mentirme?" —... mira, no es nada tan -

—... Desmond.

.

.

.

Las esferas doradas se fueron abriendo lentamente luego de escuchar gritos apagados de alegría y bocinazos de los autos:

Espera... ¿Los autos estaban tocando las bocinas? ¿Por qué sonaban tan cerca? Se agachó para sentarse derecho. Su mano posó en la rodilla de Ezio, moviendo su mano izquierda para frotarse los ojos y gruñir de una manera desagradable. ¿Qué... me he quedado dormido...? Bajando su mano, Altaïr se empujó para ponerse de pie y se movió para mirar hacia los terrenos.

Todos estaban saliendo de la escuela.

Una expresión de asombro pronto se plasmó en el rostro del estudiante, quien por lo general no tenía nunca ninguna emoción. Girando para enfrentar a Ezio, se agachó y agarró el hombro de este para sacudirlo. —Oye, levántate. La escuela ha terminado—. A pesar de que sonaba tranquilo, su mano mostraba que obviamente estaba entrando en pánico. Ni una sola vez se había quedado dormido o se había saltado las clases.

Como de costumbre, Ezio parecía tranquilo y pacífico en su sueño, con la boca entreabierta.

Habían estado durmiendo el uno contra el otro. Sus brazos se habían presionado unos contra otros, estando la cabeza de Altaïr apoyada en el hombro de Ezio mientras que la cabeza de Ezio descansaba en la de Altaïr. Los dos incluso se habían cogido de la mano al principio, hasta que se volvió incómodo por la razón que fuera en ese momento. Una vez que Altaïr se apresuró a levantarse, Ezio lo compensó instantáneamente y giró su cabeza en una dirección diferente para mantener su postura relativamente igual.

Sin embargo, no podía negarse a la urgencia en las llamadas de Altaïr, así que pronto, abriendo los ojos perezosamente, procedió a frotarlos suavemente. —Alty... ¿por qué están ruidoso? Estoy tratando de dorm-...

Abrió los ojos, clamando por pararse y mirar por encima de la valla, mostrándoseles el frente de la escuela poblada de estudiantes hablando entre ellos.

¿Me dormí... durante la clase?

Levantándose de un pie, Altaïr extendió la mano para agarrarse a la valla y se levantó de la misma manera, apoyándose contra la superficie con su expresión todavía como la de alguien que aún está despertando. —... No puedo creerlo... — murmuró, levantando su mano derecha y frotándose la frente.

El italiano se quedó en silencio por un momento antes de encogerse de hombros. —Oh, bueno. No es como si me fueran a expulsar del equipo por esto—. Ezio estiró sus brazos por encima de su cabeza.

—¿Estás bromeando? — Altaïr bajó su mano con una de esas expresiones, del tipo en el que parecieras que estás exagerando, pero traumatizado de todos modos. —Este es terrible—. Aunque apartó la mirada cuando Ezio se movió para estirarse, y movió una mano para frotar la parte posterior de su cuello.

—Esa... fue la mejor siesta que he tenido en años—. Su sonrisa era inconfundible. —¿Quieres venir a mi casa y volver a hacerlo alguna vez?

Al oír esto, las mejillas del marginado se pusieron rojas, mirando hacia un lado y tragando nerviosamente antes de cerrar los ojos. —C-claro. Si quieres.

Una risa fue la respuesta para Altaïr.

Ezio se apartó de la valla y caminó dos pasos graciosos imitando sigilo, para dar un ligero y rápido beso en los labios de su novio. Sus ojos brillaron de una manera consoladora. —No te preocupes por esto, ¿De acuerdo, Altaïr?

Tanto el beso como lo que el mismo italiano había dicho, hicieron que un suave suspiro pasara por sus labios, alejando la idea de perderse la última de sus clases al fondo de su mente. Preocuparse por eso no ayudaba ya, eso era obvio ante todo. Además... —Preocuparse no resuelve nada—. Murmuró.

El italiano lo abrazó, envolviendo sus brazos por completo alrededor del sirio y lo apretujó con fuerza. —Tu abuelo está en el hospital, ¿Verdad? Llamarán a tu casa.

—Punto a favor—. Alzando sus manos, él abrazó la espalda ajena, aunque un poco torpe. Pensaba de que alguien podía mirar hacia arriba desde los jardines y probablemente verlos. —Aunque recibirás lo mismo, lo sabes.

Suavemente, se retiró, tomando la mano de Altaïr y llevándolo al techo. —Salgamos de este lugar.

Tomarse de las manos... ¿Por qué parecía fuera de lugar en este momento? Probablemente porque no le dejo tomar tanto mi mano... Siguiendo al castaño ligeramente más alto, Altaïr miró por encima del hombro hacia los vastos cielos, bajó la vista y volvió su atención hacia adelante... sí, es algo que los muchachos hacen con las chicas...

Los ojos dorados se estrecharon ligeramente.

Con las... chicas... Zafando su mano del agarre del italiano y dejándola a un lado una vez que estuvieron al pie de la escalera, el marginado se movió para abrir la puerta e hizo un gesto hacia la izquierda.

—Necesito... ir por mis cosas... — habló el sirio, desviando la vista en la dirección en la que se dirigiría a recoger sus cosas. —... vete... a casa, o algo... Te veré mañana—. Bajando su mano, luego fue directo a donde él mencionó.

—Ah... vale— Ezio observó a Altaïr dejarlo y se frotó la nuca de una manera confusa. Todo había ido tan bien, o tan bien como podría haberlo hecho con otro chico al besarlo y generando avances.

Tal vez todavía esté un poco inseguro. Sonrió, viendo a Altaïr doblar una esquina y abandonar su línea de visión.

Se giró y colocó sus brazos detrás de su cabeza cansadamente, pero no pudo evitar la sonrisa en su rostro.

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