Capítulo 16. Interrupción
Dato freak de la autora: "Ezio y Altair comenzaron a salir en noviembre y ahora es principios de marzo (no hablando literal, aunque suene literal(?), solo un pequeño hecho divertido que decidí compartir."
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El sudor corría bajo su casco de fútbol americano, ocultando su cara del resplandor de las brillantes luces del estadio, mientras levantaba la cabeza y se paseaba por el campo en completo orgullo. Ezio se sintió como un dios. Había corrido por todo el campo de una sola vez, y se las había arreglado para dejar de ser abordado por casi todo el equipo antes de llegar a la meta. Sus oídos se llenaron con el sonido del silbato cuando marcó el touchdown final y ganó el juego.
Era como un juego que puedes ver en películas, donde el equipo está empatado y uno de ellos tiene que ganar por el bien de su escuela.
Podía escuchar el fuerte chirrido de chicas tanto de su escuela secundaria como las del equipo contrario mientras se quitaba el casco y revelaba una brillante sonrisa reluciente, antes de ser golpeado contra el suelo. Luego de unos segundos, comenzó a reír mientras su equipo lo abrazaba, olvidándose de todos los límites mientras gritaban juntos. Incluso su entrenador estaba llorando de felicidad en una esquina.
El boom de los parlantes se podía oír apenas golpeando el aire. "¡Y los Wild Tigers ganan! ¡Veinte a catorce!"
Ezio sintió que la masa lo abandonaba mientras orgullosamente salían corriendo del campo hacia el vestuario, gritando vivas.
El castaño sacudió suavemente su cabeza y pasó sus dedos por sus mechones marrones, usando su brazo como una excusa para ocultar una pequeña expresión desalentadora.
Él... no vino. No... no puedo verlo.
Justamente como estaba acostumbrado, armó la gran sonrisa de plástico en su cara y corrió a los vestuarios, saludando a la multitud.
Fue justo en ese momento que, cierto adolescente encapuchado, se inclinaba sobre la barandilla, teniendo que empujar y empujar a la gente, para llegar a donde quería, y luego darse cuenta de que el italiano ya se dirigía a los casilleros, con esa sonrisa estúpida en su rostro. Aunque le hizo preguntarse si era real o no. Apartando el pensamiento, envolvió sus manos alrededor de su boca y se inclinó un poco más, presionando su rodilla flexionada contra los barrotes para evitar caer mientras gritaba, -¡Ezio! - Pronto extendió su mano para tirar de su capucha ligeramente hacia atrás y saludó. -Hola.
Esta fue una sorpresa para atleta, obviamente. Al ver que los que lo rodeaban miraban fijamente, principalmente las chicas que estaban mirando y murmurando preguntas, o algo así, y la mayoría de todos ellos mencionando, como un marginado no debería estar presente en un partido de fútbol, o incluso siquiera conocer al "príncipe".
Pero eso no impidió que Altaïr sonriera de manera tímida, esperando a que esto complaciera al otro hombre.
El sonido familiar de su nombre hizo eco entre la multitud. Sin embargo, justo cuando llegó a la entrada, se detuvo y miró con curiosidad. Fue entonces cuando vio la capucha de su novio, el que lo saludaba sin remordimiento.
¡Él vino...!
La verdadera sonrisa de Ezio se extendió por su rostro, tirando de los extremos de sus comisuras. Él le devolvió el saludo, luciendo aún más feliz que antes.
Las chicas, lo interpretaron como una señal. Comenzaron a gritar y saltar frenéticas, sin ser consientes de aquello que los que le parecía un saludo del "príncipe", en realidad, era un saludo para otra persona.
Altaïr, al oír los gritos y demás, se encogió, aunque mantuvo la vista fija en el otro hombre, bajando su mano para colocarla en la barandilla.
Fue por eso que Ezio permaneció en silencio y simplemente agitó su mano, aunque Altaïr no tenía idea de lo que realmente significaba para el jugador de fútbol. Significaba más que solo una presencia. Ezio sintió... que el amor estalló en él. Escuchó la llamada de su entrenador detrás de él y se vio obligado a darse la vuelta, lanzando un rápido guiño en dirección a Altaïr.
El guiño le causó una pizca de color rojo en su cara, un rojo brillante que le hizo buscar a tientas su capucha para ocultar su rostro, para que las personas a su alrededor no se dieran cuenta de para quien había llegado el gesto.
-¡Buen trabajo, hijo! Vamos a tener una fiesta más tarde, pero lo entenderé si tienes que ir a casa-. El entrenador lo observaba, usando un brazo firme para conducirlo al pasillo que los llevaría al vestuario para que Ezio cambiara.
Ezio sonrió, demasiado atrapado en el maravilloso pensamiento de que Altaïr había venido a verlo, incapaz de poder pensar en otra cosa. Tenía trabajo mañana y no podía permitirse llegar tarde por quedarse despierto toda la noche de fiesta, y realmente quería ver a Altaïr antes de que pasara el día. Si iba a la fiesta, no había manera de que él pudiera hacer lo que realmente quería hacer, que era trabajar por la mañana y ver a Altaïr por la tarde. -Uhm... tengo trabajo en la mañana, pero gracias por entender.
Su entrenador le ofreció una pequeña sonrisa y le dio una palmada en la espalda. -Lo has hecho bien, chico-. Soltó su agarre del hombro de Ezio y se fue, casi en un salto, a su oficina.
Abrió la puerta del vestuario y sus oídos se encontraron con gritos y vítores de alegría.
Mientras tanto Altaïr se había dejado caer en el asiento detrás de él mientras todos salían del estadio. Todos charlaban con entusiasmo, y las chicas empezaron a reírse de cosas que el marginado realmente no quería escuchar. Lo que sí sabía era que Ezio se había visto realmente feliz una vez que lo había encontrado entre la multitud.
El adolescente continuó sosteniendo su capucha sobre su cabeza para tratar de calmar su corazón palpitante.
Todo el tiempo que estuvo allí, se preguntó si había sido una buena idea haber venido como de sorpresa como adelanto en cuando el del jugador de fútbol obtuviera su calificación. Si fuera capaz de atraparlo antes de que huyera y todo eso...
Lentamente dejó escapar un suspiro relajante y se quitó la capucha completamente de la cabeza. Había sido una buena idea.
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Una vez que muchos del equipo se fueron, despidiéndose y mencionando que lo verían en la escuela el lunes, Ezio finalmente salió. No había podido dejar que su sonrisa se borrara en ni un sólo segundo, ya que había visto la cara de su novio entre la multitud, mirándolo. Qué sorpresa había sido, y ahora todo tenía sentido.
Ezio miró a su alrededor para echar un vistazo y encontrar al Altaïr encapuchado, y lo encontró, pero sin la capucha puesta. Esto también fue bastante sorprendente para él, ya que Altaïr no estaba dispuesto a quitarse la capucha jamás, incluso cuando su novio estaba cerca. Aun así, había aprovechado la oportunidad al ver a los rezagados salir al estacionamiento, viendo al sirio dando las espaldas en dirección a Ezio.
Era un lugar lo suficientemente seguro como para poder hablar juntos, ya que muchos de sus compañeros de equipo y de la escuela se habían fugado a la fiesta, lo que significaba que estaban solos en su mayor parte. Altaïr estaba demasiado sumido en las sombras y, por lo tanto, era el lugar perfecto para que Ezio atacara. Él sonrió juguetonamente, caminando en silencio hasta que estuvo justo detrás de su amante. Luego, suavemente, extendió una mano y cubrió la boca de Altaïr y aterrizó un suave beso en su mejilla. -Te tengo.
Cuando la mano cubrió su boca, la respiración de Altaïr se exasperó y sus ojos se abrieron mientras casi tomaba represalias. Aunque antes de hacer eso, se detuvo inmediatamente una vez que escuchó la voz del italiano, mirando por encima del hombro para mirar el Auditore.
Su mano se posó para descansar sobre el hombro de Altaïr, dándole un abrazo con un solo brazo, tirando de él contra el pecho de Ezio. -Gracias por venir... significa mucho.
Parpadeando, el adolescente de cabello claro se apoyó contra el otro mientras colocaba sus pies en una posición tal que sus rodillas se curvaran, y le ofreció una sonrisa tímida. -Sí... eh... sorpresa-. Levantando su mano derecha, se frotó la parte posterior de su cuello y miró hacia un lado, antes de volver la vista al hombre más alto. -Debes de haber estudiado mucho, eché un vistazo a tu calificación de examen y fue alta-. Bajando su cabeza, el marginado detuvo el movimiento de su mano y lo bajó para descansar sobre su rodilla. -De hecho, pensé que no me creerías cuando dije que te iba a dar una sorpresa, así que...
El más bajo de estatura dejó de hablar y se golpeó los zapatos. Sí, estaba divagando. Sí, estaba avergonzado, pero no, no lamentaba el hecho de haber venido a ver el juego. Altaïr lo había visto todo, incluso si había tenido dolores de cabeza de vez en cuando debido a los gritos, y había visto al atleta, y los demás rompiéndoles el culo solo para acumular todos esos puntos. Había sido... increíble e impresionante de ver.
Cuando Altaïr habló, el agarre que Ezio había estando apretado más y más hasta que el castaño tuvo su mejilla contra la del otro.
Era imposible contenerse ahora. Él sabía lo que estaba sintiendo. Este gesto que Altaïr le hizo... le hizo darse cuenta de lo que quería y de cómo se sentía.
-Altaïr... quiero decirte algo-. Retrocedió, parpadeó suavemente y lo giró para enfrentarlo. -Tú... no tienes que decírmelo ahora, pero... - Ezio de repente parecía inestable, su sonrisa se desvanecía en preocupación.
Cuando se volvió, el joven Ibn La-Ahad parpadeó, la preocupación brilló en sus ojos una vez que vio la sonrisa ajena caer, y su expresión despreocupada pronto fue cambiando a algo completamente diferente. -¿Qué sucede?
Él guardó silencio por un momento, reflexionó y luego asintió.
-Te amo, Altaïr.
Sus ojos de color caramelizado se iluminaron, mirando a Ezio, para luego morderse el interior de la mejilla, con un rubor en su expresión estupefacta. Esto no había sido algo que hubiera esperado, y qué más era que esas palabras, que solo ponían su rostro en llamas y su mente trabajaba desenfrenadamente para tratar de encontrar palabras. Tragando, separó los labios, a punto de responder antes de que su teléfono comenzara a sonar con "Arguments" de Robots in Disguise.
Dirigió su atención al teléfono y le dio un gesto a Ezio para que esperara mientras lo sacaba, viendo que era Shaun...estupendo. Asistiendo a la llamada, Altaïr giró la cabeza hacia un lado con el ceño fruncido, mientras el sonido de los gritos se escuchaba en el fondo.
-Shaun... ¿Qué diablos estás haciendo? - Parecía que había obtenido su respuesta y, por cierto, su expresión pasó de molesta a una completamente aturdida una vez más. Se obligó a reponerse, y comenzó a gritarle al otro, gritando preguntas y exigiendo respuestas, antes de colgar la llamada. -Me tengo que ir, lo siento. Es una emergencia... - Llevando su móvil a su bolsillo, Altaïr miró al otro con una mirada de disculpa, antes de correr hacia el hospital.
Ezio observó mientras Altaïr huía, desapareciendo en la noche, las luces del estadio ya no arrojaban más luz sobre el niño sin rostro. Bajó la mirada y negó con la cabeza, maldiciendo al destino.
No tienes que amarme ahora. Solo quiero que me ames algún día. Eso es todo lo que pido.
Sonrió, esperando que la emergencia no fuera demasiado seria y caminó, a medias, hacia su automóvil. Pudo haber terminado peor. Altaïr podría haberlo rechazado de inmediato en lugar de tener la oportunidad de pensarlo y Ezio podría tener el peso de sus sentimientos en su corazón durante bastante tiempo si no los hubiera expresado allí.
-Te amo, Altaïr. No dejaré de decirlo. Te amo.
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Lunes. El comienzo horrible de una semana escolar. El día que nadie parecía disfrutar en absoluto.
Especialmente un chico encapuchado, que tuvo que lidiar con enterarse de que su abuelo estaba en el hospital debido a Hernia discal, de alguna manera y, por el momento, Altaïr estaba tratando de pensar qué hacer al respecto y cómo reaccionar con la confesión del jugador de fútbol.
Que le digan tal cosa, después de... ¿Qué? ¿Cerca de cinco meses de "citas"? ¿Cómo podría uno reaccionar a esto? Claro, había sido agradable de escuchar y había despertado algo, pero en cierto sentido se sentía incómodo. Altaïr simplemente no sabía qué decir, en absoluto.
El jugador de fútbol se encontró sentado solo en la azotea durante el almuerzo la mayoría de los días, debido a que Altaïr se escapaba a algún lugar por el resto del día. Ezio suspiró, extendiendo sus brazos por encima de su cabeza y haciendo tronar su cuello.
No había esperado que aquello fuera tan extraño entre ellos. Altaïr ni siquiera le había dicho por qué huía a Dios sabe dónde.
Ezio empujó con su tenedor algo de comida que había preparado para ambos. Se sintió conmovido, porque a Altaïr le gustaba mucho su comida, y había empezado a prepararla para él cada almuerzo como muestra de afecto. Aún así, con él huyendo así, era un poco decepcionante.
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-No, estoy seguro de que esta es la respuesta, esta.
Se escuchó el golpeteo de un lápiz, mientras cierto muchacho encapuchado miraba al otro hombre frente a él. Los demás se mantuvieron alejados de este tipo de discusión, especialmente cuando se trataba de Altaïr y Shaun peleando por un problema matemático. Sólo mira, el británico era considerado un genio, podía descifrar cosas, incluso crear su propio virus si quería vengarse de una persona que le molestaba muchísimo. Mientras que, Altaïr sabía sus cosas como la palma de su mano, especialmente cuando se trataba de pensamiento crítico.
Y ambos estudiantes sabían su historia.
-Maldito idiota, tienes un dos por ciento de descuento en el problema-. Shaun siseó, agarrando fuertemente su pluma, ambos todavía mirándose el uno al otro.
-Oye, hombre, calma-, comenzó Desmond, solo para ver a Altaïr levantar la mano para evitar que terminara, y tapar la respuesta del británico con una sonrisa burlona una vez recibida la maldición del otro.
-Eres un dos por ciento demasiado alto, señora sabelotodo.
-¿Qu...? T-Tu...- Sacudiendo la mano, agarró con fuerza la pluma y se inclinó hacia adelante, mientras el joven Ibn La-Ahad hacía lo mismo, entrecerrando los ojos mientras el resto de la mesa solo suspiraba.
Al menos, es decir, antes de que Lucy tosiera ligeramente en su puño. -Shaun nos contó lo que pasó, ¿Puedes decirnos qué le pasa a tu abuelo? - Ella giró su cabeza una vez que sintió una mirada penetrante descansando sobre ella. -Quiero decir... él nos llamó y comenzó a enloquecer cuando él...
-Lo que sucedió en el hospital no es asunto tuyo, así que deja de preguntar-.Refunfuñó el encapuchado.
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-Voy a encontrarlo-. Ezio se puso de pie, recogiendo lo que iba a ser la comida de Altaïr y caminó hacia la puerta, abriéndola con frustración y golpeándola detrás de él.
No es como si estuviera esperando que dijera que me amaba de vuelta. No voy a pedir disculpas por sentirme así, cuando Altaïr es el que hizo ese... lindo... dulce...
Huyó por el pasillo, asomando la cabeza en cada salón. ¿Dónde está? Había pasado un tiempo, pero sus amigos de fútbol ya se habían acostumbrado a él y se marchaban, aunque algunos todavía se mantenían curiosos sobre el donde había ido el jugador de futbol. Mantuvo la cabeza baja e intentó no ponerse en contacto con ninguno de ellos.
La comida de Altaïr estaba fuertemente apretada en su mano en una pequeña caja, casi olvidada por él, mientras bajaba unas cuantas escaleras más, y abría las puertas principales que salían hacia el comedor.
La única respuesta que se le ocurrió, fue que Altaïr estaba con sus amigos, por el motivo que fuera. Evitándolo, perdiendo interés en él, cualquiera que fuera el caso, Ezio creyó que merecía una explicación sobre por qué había una falta de Altaïr en su vida.
Fue justo cuando había dado por vencido, cuando sus ojos se movieron sobre muchos de sus compañeros de estudios, y vio a Altaïr.
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-Sí, bueno... - Tosiendo en su mano, Rebecca se reclinó en su asiento con una amplia sonrisa, levantando sus manos para apartar los grandes aparatos de sus oídos. La música sonaba aún y los dejó descansar alrededor de su cuello. -¿Cómo te va a siendo soltero?
Altaïr levantó el lápiz de su papel que estaba garabateado con números y otras cosas, gráficos circulares, gráficos circulares. -¿Qué quieres decir?
-Amigo, rompiste con María, es como... ¿Qué...? ¿Hace cinco meses? - Fue entonces cuando sus ojos se abrieron y cubrieron su boca en un simulacro de sorpresa. -¡¿Y ya te juntaste con alguien?! Mieeeeeeerda, tengo que saber quién es la persona "afortunada" -. Rebecca estalló en carcajadas una vez que vio a su amigo encapuchada dejó caer su lápiz, mostrando una mirada de horror puro en su rostro.
De ninguna manera podrían haberse enterado... aunque no estuve mucho tiempo en la mesa... pero aun así, no puede ser tan obvio... ¿o sí? Bajando su cabeza, agarró su lápiz de nuevo.
-Lo que sea, termina tu sándwich, rarita techno.
-Lo tomaré como un cumplido, sabelotodo.
Lucy se movió para colocar una mano sobre el hombro de Altaïr, un gesto reconfortante. -Mira, si hay algo que te molesta, puedes hablar conmigo-. Una sonrisa se dibujó en sus labios, acariciando el hombro del adolescente antes de dejarlo descansar allí una vez más. -De todos modos, estoy un poco harta de los jugadores de fútbol, siguen robando las novias de todos.
Todo aquello obtuvo un silencio por parte del árabe.
-Hey, Altaïr-. Ezio caminó hacia la mesa que albergaba a todos los amigos de Altaïr. No le importaba si el grupo lo sabía o no. Quería respuestas que solo Altaïr podía darle. -Tenemos que hablar-. Arrojó la comida en caja que hizo para Altaïr sobre la mesa, justo encima de la tarea en la que el joven estaba trabajando.
El marginado había apartado las manos a tiempo para evitar que la caja las golpearan, pero se mordió el labio inferior una vez que el otro le dijo que necesitaban hablar. Lentamente se empujó para ponerse de pie y recogió sus cosas, colocando la correa de su bolso en su hombro. -No aquí... - Agarrando la caja, hizo un gesto para que se alejaran de la mesa para esta charla.
Ezio asintió, dándose la espalda al grupo y caminando hacia el lado, donde estarían escondidos de los otros estudiantes sin tener que tomar el largo camino hasta la parte superior del techo.
Rebecca solo tuvo que abrir la boca una vez más, -Así queeee ... ¿Qué le hiciste a los jugadores de fútbol esta vez?
-Nada-, protestó, mirándola con el ceño fruncido. -¿Por qué asumirías que hice algo?
Con eso, la chica de pelo negro silbó de una manera divertida, -Sé lo que hiciste- antes de levantar su mano y curvar todos los dedos, excepto el pulgar, y clavarlo en dirección a Ezio. -Porque él es la estrella del equipo. Todos lo saben.
Chasqueando la lengua, el muchacho encapuchado se volvió y se alejó de la mesa.
-Delicado...-Una sonrisa cruzó sus rasgos.
El jugador de fútbol no dijo nada mientras caminaba, sintiéndose bastante herido de que Altaïr se hubiera escondido allí en lugar de enfrentarse a él. Al menos, cuando no pudo encontrar a Altaïr, pudo suponer que estaba haciendo algo en casa. Tenía curiosidad por muchas cosas, pero lo primero, era lo que había sucedido entre ellos. Limpiando el aire, por así decirlo.
Siguieron caminando, lejos de las miradas indiscretas antes de que Ezio se girara y mirara a su novio directamente a los ojos. -¿Y?
Altaïr se detuvo una vez que el otro se giró y miró al atleta por un momento antes de inclinar su cabeza, -¿Y qué? - Ajustando el contenedor para que estuviera en su brazo, el árabe mantuvo su mirada al mismo nivel que la del otro. Después de un momento él suspiró, dejando caer sus hombros. -... quieres saber por qué no he estado ahí, ¿no es así?
-¿No lo contarías acaso?- Cruzó sus brazos ante él de una manera reprobatoria. -Pero más específicamente, me estás ignorando por lo que dije el sábado, ¿verdad?
Ezio suspiró, sacudiendo la cabeza. ¿Fue realmente tan extraño?
-Pruebas un punto, - fue todo lo que pudo dar sobre eso, antes de sentir su estómago retorcerse en un nudo. Claro, lo que el italiano dijo el sábado golpearía a cualquiera que no estuviese preparado, pero ese no era el problema. -¿Qu-?... No. No, no fue eso-. Dijo, cambiando de un pie al otro. -Está bien... solo un poco, pero... ya ves, ¿Recuerdas esa llamada que recibí y dije que era una emergencia? Lo era. Mi abuelo está en el hospital.
Esto fue una sorpresa para Ezio, quien de inmediato dejó que sus brazos cayeran a su lado con una expresión estupefacta pegada a sus facciones. -¿Q-Qué? ¿Tu abuelo está en el hospital? ¿Por qué? - No quería ser como el chico típico que le haría mil y una preguntas a Altaïr, que probablemente estaba cansado de explicarlo, pero estaba preocupado por el viejo. Por Altaïr, incluso más.
-Se le provocó una Hernia discal. Además de otros problemas, al ser viejo y todo eso...- Trasladándose a una mesa despejada, no ocupada, se sentó y dejó la caja junto con dejar que su bolso se colocara en el suelo. Apoyó su codo derecho sobre la mesa, con la barbilla apoyada en la palma de su mano. Altaïr luego desvió la mirada, mirando hacia el suelo. Levantando su mano izquierda, se frotó la parte posterior de su cuello, bajando la cabeza en el proceso. -Ahora sabes por qué te he estado evitando.
-No estoy seguro de que lo sepa-. Ezio se movió para sentarse en el otro lado, para mirar directamente a Altaïr. -¿Por qué me evitarías, si tu abuelo es el que se lastimó? También me preocupa eso. No hay manera de que puedas negarlo, se trata de mi confesión. Mira, no espero que devuelvas los sentimientos de inmediato. Dime cuando lo sientas, pero no dejes que te moleste el hecho de que me sienta así -. Ezio acarició su mano tranquilizadoramente. -No voy a recuperarlo.
Alzando la cabeza, el muchacho de ojos claros bajó las manos, cruzó los brazos y miró al otro con un suave suspiro. -Bien... lo admito, estaba un poco sorprendido por eso-. Poniendo sus manos en sus bíceps, Altaïr dejó escapar una suave exhalación y se recostó en el asiento. -Lo que no entiendo es cómo te enamoraste de un "nadie" y no alguien a quien las personas conozcan bien...
Ezio entrecerró los ojos al pensar en lo que dijo Altaïr. -¿No tuvimos esta conversación en algún minuto? Ya sabes cómo me enamoré de ti. La verdadera pregunta es cómo llegaste a tener una relación conmigo. Soy un gran, y estúpido deportista de fútbol.
Al escuchar la otra pregunta, de alguna manera, era por qué le gustaba el otro. No era una pregunta fácil de responder, pero podía decir que honestamente que se había equivocado al agrupar a Ezio con esos otros jugadores, al juzgarlo antes de tiempo. -Puedo decirte que lamento haberte juzgado cuando estuviste con esos idiotas. Pero... - Altaïr tamborileó sus dedos contra la mesa con una mirada pensativa en su rostro. -...Has demostrado que eres diferente y no eres como ellos en absoluto. Si eso no cuenta, supongo porque... estás trabajando tan duro para hacer las cosas que te gustan y nadie te está moldeando...ya-. El marginado balanceó su pierna derecha y luego se detuvo después de un momento, apoyando su talón en la superficie de abajo. -E incluso tuviste las agallas para arrebatarme mi libro de bocetos, no muchos son lo suficientemente valientes o estúpidos como para hacer eso.
Altaïr volvió la cabeza para mirar hacia la lonchera.
-...Lamento no haberme presentado.
-Hey, Altaïr. Lo entiendo-. Ezio sonrió. -La próxima vez sin embargo... solo dámelo directamente. No importa si me duele o no. Prefiero escucharlo de ti que dejar que mi cabeza se vuelva loca.
Una sonrisa suave cruzó los labios del muchacho más bajo y rió ligeramente. -Todo bien.
El italiano extendió la mano y tomó la de Altaïr, posando en ella, un suave beso y se alejó con una sonrisa. -Te amo, Altaïr-. Susurró silencioso, mirándolo a los ojos.
El beso hizo que los ojos del estudiante se ensancharan levemente. Un beso, en la escuela, en un lugar público lleno de gente. En la cafetería ni menos. Para luego ser acompañado por tres pequeñas palabras que hicieron que el marginado volteara su mano para agarrar la del otro. Respondiendo más por acción que por palabras.
-Lo sé... - respondió, con el mismo susurro, moviendo su pulgar para correr por encima de la mano de Ezio y luego se detuvo con una expresión tímida.
Ezio se rió, poniéndose de pie y acariciando la cabeza de Altaïr. -Vamos a la clase. Y después de eso, te llevaré al hospital para que podamos ver a tu viejo juntos.
La palmada en la cabeza hizo que se quejara en signo de no hacer eso, aunque levantó la cabeza para mirar al otro, haciendo que las sombras que normalmente cubrían sus ojos, desaparecieran en un gris claro y revelaran sus ojos. -Suena bien-. Agarrando sus cosas, se puso de pie, agarrando el almuerzo que el otro le hizo y lo metió en su bolsa.
Después de hacerlo, miró hacia el otro, preguntándose si lo había visto hacerlo antes de dirigirse a su siguiente clase.
-¡Heeey, Ezio!
Inmediatamente, sus manos se soltaron.
Ezio se dio la vuelta, viendo la única persona que pudo mantenerse en el equipo: Ugo.
Ugo era un chico guapo, de por sí. Alto y ancho de hombros, delgado y fácil de deslizar entre los jugadores en el campo como si fuera aire mismo. Cada vez que Ezio estaba con el grupo de futbolistas, Ugo hacía todo lo posible por hablar con él, lo eran todos. Era como si pudiera sentir que lo hacían sentir incómodo.
-¿Sí? - Ezio le indicó a Altaïr que continuara, que se reuniría con él más tarde.
Ante la insinuación de seguir adelante, el árabe lo hizo, aunque se dirigió hacia sus amigos y golpeó a Desmond en la cabeza ligeramente, una vez que sacó a relucir de sus palabras que los deportistas eran imbéciles y nada más. Obteniendo un, "Cuida tu boca" en el proceso por parte de Altaïr. Todos ellos tomaron sus cosas y se unieron al par fuera de la cafetería. A pesar de tener un Desmond muy confundido en la parte posterior.
-Me preguntaba si te importaría venir conmigo al tejado un segundo-. Ugo hizo un gesto hacia el destino con su pulgar. -No tomará mucho tiempo.
Ezio se encogió de hombros, sonriendo a Ugo con la menor cantidad de falsificaciones que pudo. -Por supuesto.
Se marcharon, Ezio se giró un poco y sonrió tranquilamente a Altaïr, antes de doblar la esquina y subir las escaleras.
-¿De qué querías hablar?
Ugo negó con la cabeza. -Espera hasta que lleguemos al techo.
Frunció el ceño, preguntándose qué podría ser tan importante como para que tuvieran que ocultar su conversación en el techo. ¿De qué se trataba? ¿No va a la fiesta el sábado? ¿O tal vez sobre el touchdown ganador?
El atleta abrió la puerta y esperó hasta que Ezio pasara y la cerró. Observó mientras Ezio miraba a su alrededor y luego se volvía para mirarlo.
-¿De qué se trata todo esto?
Fue repentino.
Ugo tenía a Ezio inmovilizado contra la parte posterior de la pared y sus ojos miraban directamente. -¿Cuánto tiempo has estado saliendo con Altaïr?
-¿Q-Qué? - Ezio estaba tan sorprendido, que no apartó al otro hasta que comprendió la pregunta por completo. -¿Qué te hace pensar que estamos saliendo?
Ugo lo estudió, parpadeando una vez. -Los vi a los dos después del juego. Quise hablar contigo, pero fuiste directo hacia él.
Él se sonrojó, moviendo a Ugo a un lado para alejarse de él. -¿Por qué esperarías tanto para hablar conmigo?
-Porque me gustas.
Una vez más, Ezio se quedó en estado de shock, girándose para ver a Ugo, mirándole con una expresión demasiado seria puesta en sus facciones.
-¿Cuando pasó esto? - Ezio estaba confundido, demasiado inseguro de lo que estaba sucediendo.
-Se supone que tú deberías ser mío, Ezio. Yo quería ser al que le dijeras que amabas. Y en su lugar, este niño marginado al azar te hace desmayar. No lo entiendo. Siempre he hablado contigo, te he enseñado en el fútbol. Te amo demasiado.
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