Capítulo 13. Favorito
Ezio sonrió mientras caminaba por la calle. Hacerle saber a Altaïr que no había olvidado la junta que tenían programada, era toda la intención que tenía para él. Estaba esperando su pequeña sesión de estudio, conocer al abuelo de su novio, y ver cuál era el lugar donde dormía, y donde pasaba la mayor parte de su tiempo.
Espero que le guste lo que haré... Se sonrojó ante la idea, y se puso al lado de su auto, abriendo la puerta de este. Lanzó su mochila dentro, y tras ella, entró él, y cerrando la puerta de la misma manera que fue abierta. Sé que definitivamente odia las zanahorias, así que imagino que si las mantengo lejos, él será feliz. Ezio se rió entre dientes, colocando las llaves en el encendido y girando para escuchar el suave zumbido del motor de su auto.
Giró el manubrio, presionó el pedal, se salió y luego se dirigió cuesta abajo por la calle.
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Altaïr pronto había preparado a su abuelo para el invitado, necesitando repetir una y otra vez que solo era un amigo que necesitaba ayuda en un tema determinado, y otras cosas por el estilo, mientras revolvía en una olla caliente llena de estofado de carne, y se aseguraba de que no quedara demasiado suave o demasiado picante, simplemente al correcto.
—Altaïr, has visto mi-...
—En el fregadero en el baño—, dejó que sus ojos se cerraran a medias. Suspiró y dejó caer sus hombros mientras su mayor se movía para ir a buscar lo que había pedido. Vestido con una simple camisa sin mangas blanca y sus jeans negros, el moreno levantó su mano libre para frotar su cuello mientras exhalaba una vez más.
Solo espero que nada malo pase...
Justo en el exterior, Ezio comenzó a caminar hacia el porche con su mochila colgada de una correa sobre su hombro y una caja de plástico entre sus manos. Acababa de llegar, pero vaciló en llamar al timbre de la puerta. Estaba nervioso de que pudiera decepcionar a Altaïr cuando conociera a su familiar. ¿Qué pasaría si se hiciera así mismo el ridículo?
—Bueno... aquí no pasa nada... — Ezio soltó una mano de la caja para empujar su dedo índice contra el pequeño botón amarillo cerca de la puerta, devolviendo su mano rápidamente a la caja y arrastrando los pies.
Altaïr... Me pregunto cómo eres delante de él.
Ante el repique de la puerta, Altaïr apagó por completo el mechero de la cocina. Tomó un trapo y se limpió las manos con la tela color crema. Es hora de ver cómo irá esto... Con la llamada desde el baño para que él fuera a abrir la puerta, el sirio lo hizo con las cejas fruncidas por la preocupación. ...Cálmate. Todo irá bien.
Al llegar a la puerta, agarró la manija, la giró, y abrió la puerta con el paño en la mano opuesta. Los ojos color miel se alzaron para mirar el rostro del italiano. Mantuvo sus ojos allí por un momento antes de abrir la puerta completamente y dejar entrar a Ezio. —Me alegro hayas venido.
No se ve muy feliz de verme... Ezio avanzó mientras Altaïr se movía hacia un lado para darle un poco de espacio. Sus ojos castaños miraron alrededor de la entrada, sonriendo al darse cuenta de lo agradable que parecía el lugar.
—Te dije que vendría. ¿Alguna vez te he mentido? — Una ligera risa pasó por sus labios mientras se adentraba, para que la puerta se cerrara detrás de él. —¿Dónde está tu abuelo? — Los ojos de Ezio cayeron sobre Altaïr, sus orbes de chocolate parecían sonreír con él.
—No, no lo has hecho—. Una vez que el italiano entró, el moreno de claro cabello cerró la puerta con los ojos medio cerrados, mirando su mano antes de soltar el mango y volteándose para mirar a Ezio. —Está... ocupado con algo en este momento—. Apartándose de la puerta, bajó los ojos al contenedor que estaba al alcance del otro muchacho, antes de levantar la mirada una vez más con un rubor suave. —Yo... no estaba seguro de si lo harías, así que...
Su agarre se apretó en la caja de plástico con la comida que había hecho para el otro. Había querido inclinarse para besarlo, tal vez solo ligeramente en la mejilla, pero se estaba conteniendo por temor a que el abuelo de Altaïr estuviera al acecho a la vuelta de la esquina. Ezio se preguntó si debería intentar un movimiento tan arriesgado con algún tipo de supervisión a su alrededor. La sala probablemente estaba realmente fuera de los límites.
Después de unos momentos de silencio e incertidumbre flotando en el aire, Altaïr dio un paso adelante y tomó el recipiente de las manos de Ezio, inclinando la cabeza en dirección a la cocina. —La cena está lista—. Apretando con fuerza el objeto, el marginado exhaló lentamente antes de dirigirse a la cocina, colocando la comida que su compañero trajo sobre la superficie de roble de la mesa.
—Bien... — Ezio siguió a Altaïr a la cocina y se sentó a la mesa, mirando a su alrededor con una sonrisa suave adornada en sus facciones. Estaba dentro de la casa de su novio, el chico tranquilo y generalmente relajado que con suerte mencionaba palabra de sí mismo a menos que Ezio le preguntara al respecto.
Una vez que estuvo listo, se dirigió hacia la olla de estofado, tomó un cucharón y comenzó a verter la sustancia en tres cuencos. Mientras hacía esto, su poderhabiente entró en la cocina, usando un pañuelo desechable para limpiarse la boca. Su único ojo miró a Ezio en un movimiento de interrogación. Sin dejar de mirar al atleta por un momento más, Al Mualim finalmente bajó el pañuelo.
Ezio había estado observando a Altaïr en la cocina desde su asiento y se había sorprendido por la entrada repentina y la voz del apoderado del otro, girando sus ojos inmediatamente a los del otro. Se mantuvo cortésmente de pie cuando el anciano comenzó a sentarse. Dejó que las bromas se movieran entre los dos antes de sonreír.
—Tú debes ser ese muchacho Auditore del que Altaïr me ha contado—habló con un tono suave y amable mientras se sentaba. —También habló muy bien de ti, supongo que ustedes dos deben llevarse bien.
Las mejillas de Altaïr se ruborizaron, como él se dirigió hacia la mesa con la comida, y la dejó ahí con las cejas fruncidas. —Yo... todo lo que dije fue que era bueno en los deportes.
—Entre otras cosas, también.
—Abuelo, no hablemos de esto ahora.
—Es un placer conocerlo, señor. Mi nombre completo es Ezio Auditore da Firenze—. Como se encontraban a una distancia de dos sillas el uno del otro, Ezio pensó que era mejor no parecer un tonto tendiéndole la mano, incluso si era un gesto agradable. Solo podía imaginarse lo que el sirio estaba pensando y lo vergonzosa que debía ser toda la situación, tal vez incluso estaba al borde de los nervios. —Altaïr me ha hablado de usted también. Cosas buenas, se lo aseguro.
—Ah, sí. Debes perdonarme, mi memoria es un poco mala a veces—. Respondió el viejo, levantando la cuchara una vez que su plato de guisado fue colocado frente a él. —Aunque me alegra saber que él no te ha repelado, porque, su temperamento es algo...
—... no es nada de lo que preocuparse—, dijo el moreno mientras se sentaba finalmente con las cejas fruncidas. —Eso está en el pasado, así que no hay nada que pueda arreglarlo—. Levantó el tenedor, y golpeó un trozo de carne antes de mirar a Ezio, y se aseguró de que su tutor no notara sus miradas. —¿Cómo va Claudia con los ensayos para la obra?
El invitado le envió al otro una mirada inquisitiva, preguntándose de qué estaban hablando. Parecía que Altaïr hizo algo más además de tener una actitud bastante antisocial. —Ha estado hablando y hablando sobre eso, así que creo que le está yendo bien. A Claudia no le gusta el tipo con el que se le a asociado—. Ezio se encogió de hombros mientras tomaba uno de los tenedores y comenzó a pinchar la comida, nerviosamente, esperando no causar una mala impresión.
Finalmente, perforando la carne, Altaïr se la llevó a la boca y la mordió mientras el viejo masticaba pensativamente una patata. —Vaya, vaya... ¿Deberíamos ir a verlo también, Altaïr?
—No estoy seguro—, respondió el moreno, frunciendo el ceño antes de sentir una leve sonrisa cursar sus labios al recordar cómo Ezio había dicho que saltaría al escenario si su compañero la mataba. —Pero mira el lado bueno, no tendrás que preocuparte si esos dos se reúnen, ¿verdad? — El adolescente bronceado levantó una ceja en interés.
El abuelo de Altaïr parecía un anciano agradable, sentado allí sin juzgar, pero Ezio no podía estar completamente seguro. ¿Qué pasa si lo convertía todo en un desastre y él otro se le iba encima? Debe sentirse así cuando uno va a la casa de su novia y se encuentra con los padres. La única diferencia es que Ezio y Altaïr sabían sobre la relación que tenían. El abuelo no.
Sin embargo, Ezio dejó escapar una pequeña sonrisa, más relajada y dispuesta de lo que Altaïr estaba en ese momento. —Si desean venir, estoy seguro de que ellos estarán felices—. Primero se dirigió al abuelo y luego centró su atención en Altaïr. —Sí, si ella no le gusta, no es un problema—. Una risa silenciosa se le escapó cuando atravesó la carne y colocó algunas verduras sobre ella antes de darle un mordisco.
Parecía bastante incómodo el ambiente, ya que era una situación más dura, a diferencia de cuando él y el italiano estaban solos. Cuando estaban solos, estaban más relajados y podían disfrutar de la compañía del otro, pero en este momento, parecía que si se dijera algo incorrecto, un brote mortal surgiría. Ahora todo lo que Altaïr quería era subir a su habitación para que pudieran estar solos y actuar de manera normal.
Tan normal como lo normal que eso podría ser.
—¿Planeas contarme como se conocieron? — el anciano preguntó.
—El colegio—. Fue todo lo que el sirio se molestaron en ofrecer antes de meterse un trozo de apio en la boca para masticarlo.
No creo que haya una manera más fácil de explicar eso... Parpadeó Ezio avergonzado, su sonrisa se agrandó.
—Tenemos una clase juntos, así que no pasó mucho tiempo antes de que nos conociéramos.
Sí, una fiesta no tiene nada que ver con eso. O ese beso...
—Ya veo. Eso es bastante conveniente, así que por eso viniste. A estudiar—. Al Mualim levantó los ojos, con una mirada contemplativa en ellos, reflexionando mientras miraba entre los dos estudiantes., como si tratara de encontrar algún defecto de algún tipo para avisar que algo no estaba bien.
—Sí, justamente— Tras meter el último trozo de carne a la boca, se puso de pie y agarró el tazón para llevarlo a la cocina, luego se detuvo antes de alejarse de la mesa. Los ojos de Altaïr se posaron en la comida que Ezio había traído consigo, que aún no había sido tocada. —¿Qué trajiste exactamente? — Dirigió su atención hacia el italiano, con una genuina mirada confundida, antes de apretar un poco el agarre del cuenco. —Porque así puedo... ya sabes... saber si tengo que llevar más tazones o solo platos.
Ezio se volteó sonriendo cuando Altaïr señaló a su preparación. —Es Pudín de Nuez de Uva, no sé si te gusta o no, pero esperaba que fuera bueno... — Se sonrojó, contento de que su rostro estuviera alejado del anciano, y de que no pudiera ver el rosa en sus mejillas. Fue algo que él había hecho personalmente. —¿Lo has probado alguna vez?
El nombre del plato que trajo el otro, hizo que los ojos de Altaïr se abrieran ligeramente, moviéndose de donde estaba, con un pequeño tinte rojo en sus mejillas. —... en realidad, lo he probado—. Dejando que una mano se moviera para frotar la parte posterior de su cuello, el moreno miró hacia un lado de una manera tímida. —Es mi favorito—, Con eso se dirigió a la cocina.
Ante eso, la sonrisa de Ezio se amplió aún más. ¡Puntuación!
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