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Capítulo 11. Establecer

—¿Tienes hermanos? — Ezio miró hacia un lado, observando al otro con una sonrisa suave.

Los colores dorados de sus ojos, parpadearon ante la pregunta. Bajando la vista al suelo, miró sus zapatos. —No... no tengo.

Al escuchar la forma en que Altaïr dijo eso, solo le hizo arrepentirse inmediatamente de su pregunta. Debería haber intentado preguntarle algo diferente e ir en esa diferente conversación. Demonios, podría haber esperado a que Altaïr se lo dijera por su cuenta, pero... había sido cortés en devolver la pregunta de alguna manera.

Cerrando los ojos y devolviendo su mano a la camisa del otro, Altaïr exhaló lentamente mientras apretaba su agarre sobre la tela, soltándose un segundo, luego de haber hecho eso. No sé si es algo bueno o malo tampoco.

—La única familia que me queda, es mi "abuelo".

—Oh... ¿Cómo es? Él es bueno contigo, ¿verdad? — Los pies de Ezio continuaron, la pequeña área donde había sido golpeado se retorcía un poco, pero se encogió de hombros.

—Él es... — Deteniéndose, Altaïr se humedeció los labios y abrió los ojos. Estaba cansado, había tenido que terminar un trabajo independiente de carpintería, junto con otras cosas. —Es bueno—.Respondió, encogiéndose de hombros, como si no fuera un tema que rara vez se le preguntaba. —Simplemente tenemos puntos de vista diferentes sobre algunas cosas—. Al igual que se suponía que los ancianos y los jóvenes debían estar el uno con el otro.

Una risa ligera se escapó de los labios de Ezio mientras caminaban, sacudiendo su cabeza. —Diferentes puntos de vista pueden ser buenos a veces—. Fue agradable tener esta pequeña conversación con Altaïr, llegar a conocerlo de una manera que nadie había hecho antes. Disfrutó hablar con él y su personalidad.

Mirando hacia el cielo otra vez, Altaïr dejó escapar un suspiro, mientras le bajaba los hombros.

El auto estaba apareciendo ante la vista de ellos, trayéndolos a solo unos minutos de una agradable y cálida comodidad, capaces de hablar libremente mientras se acercaban por debido camino.

Frunciendo el ceño mientras continuaba, aun manteniendo su brazo alrededor del cuello del estudiante más alto, Altaïr levantó su otra mano para alborotar su cabello. Solo había una cosa que él no entendía sobre este tipo, no solo eso, sino también otras cosas. Como otros veían, Ezio era el tipo de hombre que otros querían ser, y no había nada de malo en él y, sin embargo, cada vez que Altaïr se molestaba en echar un vistazo, se daba cuenta de que Ezio no parecía feliz. No cuando engañaba a otros para que le creyeran que lo estaba.

Ambos no estaban felices. No de las mismas cosas, pero sí fue una que siempre notó. Si es así, ¿Por qué parecían mentiras ahora? —... ¿Planeas decirme, cómo alguien como tú querría ser jugador de fútbol americano?

El italiano contempló la pregunta, frotándose la nuca mientras caminaba hacia el costado de su auto, quitándole el seguro inalámbrico y abriendo la puerta, dejando que Altaïr se sentara de copiloto. Ezio esperó hasta que Altaïr estuviera adentro completamente antes de dar la vuelta por el otro extremo y ponerse detrás del manubrio.

Altaïr llevó su mano hacia atrás para agarrar el cinturón de seguridad y ponérselo.

—Bueno... — El italiano se mordió el labio antes de mirarlo. —Cuando era pequeño, mi padre y mis dos hermanos solían jugar mucho conmigo. Supongo que el recuerdo me quedó grabado... supongo. Ciertamente no me quedaría con la gente con la que tengo que estar—. Estaba seguro de que podría ser difícil para Altaïr hablar sobre su familia, ya que Ezio podía compartir el sentimiento. Se sentía como si tuviera algo tirando de su pecho cada vez que hablaba de su familia ya perdida.

—Tienes mi apoyo... — Cerrando los ojos, se dejó relajar en el asiento mientras cruzaba los brazos sin apretar. —... Yo no tengo, y no tuve, eso cuando era más joven. Incluso el viejo, no es realmente mi familia, simplemente me acogió—. Deslizándose hacia un lado, luego apoyó el costado de su cabeza en la ventana. —Pero estás ahí, es porque los extrañas...

Lo respeto, su pecho subía y bajaba mientras respiraba, sus manos se agarraban a sus brazos sin apretarlos.

—...Me gusta eso. — Alzando los hombros, Altaïr observó como su aliento empañaba un poco la ventana. —De hecho, pensé que estabas ahí por la 'gloria', o como se llame.

—Nope, simplemente disfruto el juego. Me recuerda cuando mi familia y yo jugamos el mismo juego—. Miró a Altaïr con una sonrisa, antes de tomar su cinturón de seguridad y hacer clic en su lugar. Pronto arrancó el automóvil y salió del estacionamiento. Algunos autos se habían estacionado, y Ezio se tomaba su tiempo tratando de salir, haciendo todo lo posible por no arañar los otros autos y el suyo. —Debes tener tu propio taller de madera, o sacaste los talentos artísticos de algún lado, ¿Cierto? — Ezio miró por encima, pero giró la vista hacia la carretera.

—Parece una buena razón para jugar—. Fue la respuesta del sirio mientras levantaba su mano izquierda, para tener solo el dedo índice, trazando líneas en la ventana hasta dibujar una cara de vampiro sonriente, con una expresión aburrida mientras lo dibujaba. —...Supongo.

No lo recuerdo. Bajó su mano para mirarlo, y luego usó su palma para limpiar la ventana por completo.

—Probablemente me guste trabajar con mis manos, eso explicaría lo del trabajo en madera. En cuanto a mi arte... — Hizo una pausa, para que su mano "borrara" el último pedazo del dibujo empañado. —... Creo que me gusta escapar de la realidad cuando tengo la oportunidad. Incluso esbozaré algunas ideas que tengo sobre qué hacer en mi tiempo libre, si es que encuentro alguna.

—Parece que tienes una buena razón para ti mismo—. Ezio giró a la derecha de la siguiente esquina de la carretera, saliendo por completo de la vista de la casa. Fue un alivio saber que los idiotas de esa estúpida fiesta no podían verlos. Seguramente recibiría muchas preguntas sobre a dónde fue y qué hizo, aunque no fuera de la incumbencia de ellos.

Pensando en ello más, quizás fue una buena razón, aunque probablemente podría haberse explicado mejor. —Supongo. ¿Cómo sabías que tenía esa clase, ese día, de todos modos? Quizá podría haber estado esperando por alguien en ese momento.

—No fue difícil de darme cuenta—. Se encogió de hombros. —Te vi salir del aula un par de veces. Tengo la clase justo frente a la tuya. La mayoría de la gente no se llevaría su trabajo a casa, solo jugaría con él durante la clase. Debes haber estado interesado en el proyecto como para habértelo llevado a casa.

El automóvil se arrastró hasta detenerse ante el semáforo. Las carreteras estaban completamente vacías.

—Perdón por interrumpir un poco, pero ¿Dónde vives? — Miró a Altaïr, dándole una mirada a su arte en la ventana. —Estás cerca de mi casa, ¿no?

Una mirada pensativa apareció en su rostro, reflexionando si esa información era correcta o no. Por otra parte, no se había molestado en mirar alrededor, para ver quiénes eran sus vecinos. —... Yo... tal vez sí—.Se alejó de la ventana junto con su mano. —Soy lo que sugiere mi etiqueta, solo un pequeño porcentaje. El resto... nadie realmente se molestaría en averiguarlo.

Inclinando la cabeza hacia un lado, Ezio reflexionó sobre lo que había oído y suspiró. —Como dijiste antes, es hora de un nuevo comienzo. Para los dos—. Giró a la izquierda, preparándose para dirigirse a su casa, ya que habían caminado en la misma dirección ambos antes. —Cuando veas algo familiar, dímelo, ¿De acuerdo?

—Seguro que prestas más atención a lo que dicen los demás que a lo que dice el profesor—, se rió, girando la cabeza para mirar por la ventana. Los edificios que pasaban por allí tenían un desagradable contraste con la belleza natural que estaban bloqueando; fruncía el ceño mientras continuaba mirando. —Derecha.

Marrón, blanco, blanco, azul, blanco, marrón, azul, blanco... casi allí ... Alzando una mano mientras giraba la cabeza, señaló la casa color canela con una puerta blanca.

—Esa es—, Informó Altaïr antes de bajar la mano. —La casa de color bronceado con ese maldito gnomo de jardín... — Refunfuñando por lo estúpido que era, se detuvo y se frotó el cuello.

Está bien. Lo tengo desde que tengo diez años... Para su cumpleaños... Desviando la vista hacia un lado, suspiró suavemente. Supongo que todavía estoy un poco avergonzado de admitir eso.

Él dice que no le gusta, pero es obvio que sí.

El auto se deslizó antes de que Ezio frenara de golpe al lado de la acera y mirara hacia la casa que Altaïr había señalado. Solo vivían a una cuadra de otra, lo cual fue gracioso y hasta irónico, porque nunca habían hablado entre sí antes de todo el incidente. Era una bonita casa.

Probablemente necesite ayuda para llegar a las escaleras, pero ¿Cómo vamos a esconder esto de su abuelo? Tal vez Altaïr pueda actuar casual como amigo o algo así.

—Vamos, entremos a tu casa—. Ezio abrió la puerta de su coche y caminó alrededor, abriendo la puerta para Altaïr, y luego extendiendo una mano para que él la tomara.

Asintiendo con la cabeza ante las palabras del italiano, el moreno movió su mitad superior para desabrochar el cinturón y liberarse de los confines del automóvil. Aunque, una vez que finalmente recordó cómo hacerlo, la puerta fue abierta. Finalmente se quitó el cinturón y pestañeó cuando se le tendió una mano. La observó por un momento, hasta que finalmente agarró a él, empujándose fuera del auto.

Lástima que se olvidó de la grieta que podría haber en el borde de cualquier acera.

Con una maldición, cayó de cara al pecho de Ezio. Maldita sea esta acera... Su mano libre instintivamente agarró la camisa del italiano para evitar caer aún más. Esto se parece un poco como esos estúpidos momentos románticos exagerados, ¿no? Apretando su agarre sobre la tela, Altaïr se paró lentamente y exhaló un bufido.

El golpe lo tomó por sorpresa, pero fue rápido para agarrar los brazos de Altaïr, haciéndole saber que él estaba allí si necesitaba ayuda. Su camisa estaba algo tirada de su pecho cuando Altaïr se movió para ponerse de pie. —¿Estás bien?— Preguntó Ezio preocupado. Nunca antes había visto a alguien tan borracho. Por supuesto, nunca había llevado antes a un ebrio a su casa.

En sus brazos agarrados, el estudiante de ojos amarillos sintió que su corazón se saltaba de un latido, aunque era solo la versión de la expresión. Alzando la vista, le ofreció una sonrisa incómoda. —Solo, ya sabes, no esperaba que eso sucediera... se resquebrajó en la acera... — Encogiéndose de hombros, lentamente liberó la camisa que tenía en sus manos.

Ezio se rió entre dientes, ayudándolo a un lado mientras cerraba la puerta del auto y comenzaba a dirigirse al porche de la casa. —¿Crees que tu abuelo está despierto? — Le preguntó mirando a Altaïr, sonriendo.

Altaïr sintió sus mejillas enrojecidas por la vergüenza, e incluso más por la risa de Ezio. El joven Ibn La-Ahad giró la cabeza mientras se dirigía a la puerta, e hizo una pausa ante la pregunta. —... es demasiado tarde, así que... no, no lo creo—. Mirando hacia arriba, se encogió de hombros, se detuvo en la puerta principal y lo miró con una expresión en blanco. —... Mira... hay algo que debo contarte sobre él...

—Hm... ¿Cómo vamos a llevarte dentro? — Ezio no pareció escuchar las palabras de Altaïr, tratando de decirle algo que podría ser importante. Sin embargo, el castaño estaba preocupado por una sola cosa —¿Tienes una llave?

Metió la mano en su bolsillo, antes de que el otro pudiese siquiera comenzar a hablar sobre cómo algunas ideas podrían ser malas, y cuales otras no. Sacando su llave, el moreno se dispuso a abrir la puerta. —...simple. — Tirando de la llave y girando la manija, luego empujó la puerta para abrirla. Metiéndola de nuevo en su bolsillo, Altaïr dio un paso adelante y luego se detuvo. —Oh, sí— Mirando sobre su hombro, Altaïr levantó una mano, colocándola sobre los labios de Ezio. —Escucha... no pases por aquí. Él tiene... problemas, así que no sería algo sabio empeorarlos más—. Bajando la mano después de informar al italiano, le ofreció una leve sonrisa. —Te veré mañana.

Ezio dejó que un pequeño rubor le recorriera las mejillas con la mano presionada contra sus labios. Había sido inesperado, pero no completamente indeseable. —B-bien—. Apartó los ojos un poco de manera tímida antes de sonreír sobre ante su extraña situación.

Al ver que el sonrojo del italiano, eso le hizo reír por dentro, por cuán tímido parecía ser, el tartamudeo incluso hizo que los hombros de Altaïr se sacudieran del festín de risa silenciosa que estaba teniendo en el interior. Parecía uno de esos momentos en los que alguien trataría de pensar en algo que decir, solo para evitar tener que irse. Sin embargo, eso era cosa de otro tipo gente.

—Encuéntrame en el tejado durante el almuerzo de mañana, ¿De acuerdo? — De una manera amorosa, extendió una mano y agarró a Altaïr por la cintura, para terminar abrazándolo, sólo un momento, antes de soltarse y comenzar a alejarse de la puerta. Se estaban conociendo, y Altaïr parecía odiar esos clichés, lo que significaba que si se besaban en la puerta, probablemente arruinaría su noche.

—Claro—, dejando que sus ojos se desviaran hacia un lado, sus tonos dorados fueron cayendo a mitad de camino, no sin volver a mirar una vez que su mano fue agarrada. Alzó una ceja ante esto, mirando hacia abajo, a las manos, cuando Ezio lo comenzó a soltar. Altaïr notó que estaba a punto de irse y levantó la cabeza. Honestamente, pensó que Ezio trataría de besarlo, pero al no haberlo hecho, el joven marginado tragó nerviosamente. —... oye—, levantando una mano, se frotó la parte posterior del cuello con nerviosismo. —Sé que seguramente sabes que odio los momentos clichés, pero... ten una buena noche... o día, o lo que quieras.

El atleta se detuvo, mirando por encima de su hombro con una pequeña sonrisa de complicidad. —Dulces sueños.

Con eso, Altaïr entró a la casa y cerró la puerta antes de que el otro pudiera ver su rostro avergonzado, de color carmesí.

Ezio bajó los escalones del porche, y caminó por el camino de la entrada y hacia la acera, donde rodeó el automóvil, y tras abrir la puerta y entrar de un salto, comenzó a manipular los cambios y las llaves para encender el automóvil. Era difícil dejar de sonreír después de lo que había sucedido esa noche.

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