El Mejor Regalo
Acababa de mudarme a un departamento cerca de la universidad de Boston, lugar donde estudiaría mi licenciatura en artes visuales. Luego de desempacar, salí del edificio para comprar unos dulces para poder compartirlos con quien sería mi roommate y al volver, unos sujetos estuvieron a punto de asaltarme; y lo hubiesen logrado sino es porque un chico que conocí en el aeropuerto de Texas y quien me acompañó durante todo el viaje, y una chica que luego se presentó como mi compañera, llegaron justo a tiempo para detener a los maleantes.
—Y a todas estas, ¿qué hacías por aquí, Zack? A Cristal —mencioné, apuntando a mi compañera— no le pregunto porque ella va a vivir aquí pero, ¿y tú?, pensé que una vez aterrizáramos, dejaría de verte—dije cuando entramos al departamento.
—Uhm, yo —comenzó él—. Me enteré que serías mi vecina y vine a saber cómo estabas y a ofrecerte ayuda.
—Ya, Jennifer —interrumpió mi roommate—, no le reclames a tu novio por venir, vino porque quería verte y ya...
Su declaración nos tomó por sorpresa a Zack y a mí.
—¡No, amiga! —exclamé—. Zack no es mi novio, ¿No es cierto, Zack?
—Es verdad, Cristal —respondió el aludido—, Jennifer y yo solo somos amigos... Bueno chicas, me tengo que ir.
—¿Tan pronto? No me digas que fue porque te molestaste por el comentario que te hice, si es así, lo siento, de verdad lo siento —dijo Cristal, totalmente apenada.
—No te preocupes, Cristal —dijo Zack abrazándola—. No tiene nada que ver contigo.
—¿De verdad no es tu novio? —preguntó Cristal una vez que Zack se había marchado, con una carita de perrito abandonado bastante tierna.
—Es totalmente cierto —respondí— ¿por qué?, ¿te gusta? —dije con una sonrisa pícara. La verdad, no podía culparla de sentirse atraída por él; Zack era un chico bastante guapo, dueño de unos impresionantes ojos castaños y un cuerpo digno de cualquier modelo.
—Uhm, si pero, al parecer tu le gustas a él y bueno, no me quiero entrometer...
—¡No te entrometerás en nada, Cristal! Yo tengo un adorable y hermoso novio en Texas.
—Vaya que lo quieres mucho...
—Con toda el alma —afirmé—. Mañana me toca hablar con él vía Skype, capaz y te lo presento pero eso sí, no te enamores de él.
—Si es guapo, no te prometo nada —respondió ella sonriendo.
Luego de esa conversación y de cenar, la ayudé a desempacar sus cosas y, como nuestras habitaciones eran amplias, decidimos que lo mejor era compartir una, así nos quedaría una habitación disponible para las visitas.
Las cosas con Cristal se dieron de maravilla, ella resulto ser una gran chica y era excelente dando consejos, era mi "Consejera espiritual personal" y lo mejor era que era una gran amiga. Con Zack en cambio las cosas no iban tan bien; a pesar de que yo trataba de ayudar a que él le prestara atención a Cristal, el se empeñaba en tratarme de forma diferente, y aunque no puedo negar que sus atenciones y muestras de afecto me gustaban, me sentía mal y todo el tiempo pensaba «a Cameron no le agradaría esto».
Cameron... era otro de mis dilemas... Ya había pasado un mes desde mi partida y, aunque los primeros días el fue muy atento y amoroso, en los últimos tiempos había estado muy frio y distante, cosa que solo empeora por el hecho de que ya se acercaba mi cumpleaños, la celebración de las fiestas navideñas y nuestro aniversario.
La víspera de navidad y mi cumpleaños habían llegado. La primera persona en felicitarme fue Cristal mediante un mensaje de texto, ya que se había ido a pasar las festividades con unas amigas. Luego recibí una llamada de Zack, quien me felicitó y me cantó el cumpleaños feliz acompañado de unos amigos. Eso me hizo sonreír. Después llegaron las felicitaciones de algunos amigos de mi ciudad natal y para finalizar las de mis padres, quienes me dijeron algo que me dejo intrigada: «Hija, te enviamos un regalo muy especial» dijo mi mamá, y mi papá añadió «Tienes que buscarlo en el aeropuerto mañana en la mañana». En mi mente solo pensé «¿Regalo? ,¿aeropuerto?, ¿mañana?, ¿Qué habrán tramado este par?».
No le di importancia y lo dejé estar. Al terminar el día, Cameron no me había felicitado y eso me puso triste pues por mi mente solo rondaba la idea de que él lo había olvidado. Me levanté temprano al día siguiente, me di un baño y me vestí con algo sencillo para luego irme al aeropuerto.
Esperé pacientemente durante cuatro horas, llegaron y se fueron varios vuelos desde Texas y no, ninguno traía regalos para mí. Imaginé que todo había sido una broma, así que empecé a irme.
—Jennie, Jennie, mi vida, espera...
Me detuve en seco... Me quede en shock ¿Seria eso posible? Me di vuelta lentamente y cuando lo hice, me encontré con ese par de ojos azules que tanto quería ver y con esos hermosos labios que tanto anhelaba besar... Me encontré con mi Cameron, sonriente y tierno.
—Jennie, no te vayas espérame...
Lagrimas de felicidad aparecieron en mi rostro, salí corriendo a abrazarlo, choqué tan fuerte con el que hice que soltara su equipaje, pero a ninguno de los dos nos importó, ni siquiera nos importaba que estábamos en un aeropuerto repleto de gente. En nuestra mente, estábamos solos él y yo en ese lugar.
—No llores, mi bonita —dijo mi novio secando mi rostro con sus pulgares—, ya estoy aquí...
—Por esa razón es que lloro, Cameron, no lloro de tristeza, lloro de felicidad...
Terminamos de salir del aeropuerto y nos fuimos a mi departamento en taxi. Durante el camino no hablamos, solo nos abrazamos mientras nos dejábamos envolver por la música que pasaban en la emisora Emyl Radio, misma que tenía sintonizada el taxista. Tanta felicidad no podía ser posible, tener a Cameron a mi lado era el mejor regalo de navidad.
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