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- Parte 1 -


¡Los amigos sean unidos! Siete amigos eran ellos y últimamente, entre trabajo y estudios, se les dificultaba poder coincidir todos en un mismo evento y pasar un rato agradable como solían hacerlo, antes de ser consumidos por las responsabilidades de su joven vida adulta. Por este motivo, para el Halloween de este año, cada quien acomodó su agenda para estar disponible.

Min Yoon-gi ofreció una antigua mansión, que en antaño había sido un lujoso hotel. Pasó de generación en generación en su familia y en la actualidad se hallaba deshabitada. Allí podrían llevar a cabo su fiesta de disfraces.

El lugar era perfecto, acorde para la temática, y conservaba algunos artilugios, mueblería y decoraciones del hotel, lo que dejaba a la vivienda con un toque antiguo y moderno a la vez.

Tenía tres pisos; con abundante madera negra barnizada, empapelado victoriano en las paredes en carmín y bordó, e infinidad de cuadros con retratos que parecían perseguirlos con sus ojos. Ahorrarían mucho tiempo y esfuerzo en la preparación visual del ambiente.

―Bueno, he aquí ―dijo el anfitrión, dejando su maleta en el piso y abriendo los brazos para sus amigos―. Sean bienvenidos, y siéntanse como en casa ―indicó, señalando las escaleras al centro de esa gran sala.

―Mmm... huele a citrus con flores, qué agradable. ―Comentó Seok-jin, paseando sus ojos por el lugar al igual que el resto.

―Mandé a que limpiaran cada rincón ayer, incluidos los jardines. Espero que encuentren todo en condiciones.

―Jin, estás un poco pálido. ¿Te sientes bien? ―preguntó Nam-joon de repente.

―¿Lo estoy? ―Se pasó una mano por sus hebras rosadas, echándolas hacia atrás.

El más alto de los Kim se situó delante, colocó su mano sobre su frente y la otra sobre su propia frente, para comparar sus temperaturas.

―Estás apenas un poco más caliente.

Taehyung, Jimin y Jung-kook corrieron hasta el extremo opuesto de la entrada principal, donde se hallaba un gran ventanal de cristales empañados. Abrieron las alas de la puerta y contemplaron con un sonoro «wow» el amplio jardín con numerosos surcos de arbustos intercalados con y sin flores. En la izquierda había una piscina olímpica, más lejos unos columpios y en la derecha, un gazebo circular de mármol, rodeado por profusos rosales de diferentes colores. Unos cuantos metros más atrás había una reja oscura, con un diseño gótico, que daba paso al sendero que conducía al lago.

Ho-seok, junto a los demás, se incorporaron detrás de ellos para admirar el lúgubre pero aun así hermoso panorama.

―Esta fiesta será todo un espectáculo. ¿Todos han confirmado asistencia? ―indagó, llevando sus ojos al dueño de la residencia.

―Sí. Seremos más de 90 personas, fácilmente. Incluso más.

―¡Wow! Eso es mucha gente ―dijo Jimin, con sus ojos bien abiertos.

―Muy bien. Los dormitorios están en el tercer piso; hay un ascensor de cada lado si no desean usar las escaleras. Todas las habitaciones están listas y ambientadas, elijan la que gusten, aunque no hay mucha diferencia entre una y otra. Y si alguno tiene miedo también hay cuartos con más de una cama.

―¿Miedo, hyung? ―Habló Jimin, arqueando una ceja―. ¿No crees que ya estamos bastante grandecitos para ir con miedo en casa ajena?

―¿No eres tú el que pide hacerle un lugar en mi cama cuando hay tormenta afuera?

―No. Ese eres tú, pidiéndome un lugarcito a mí. ―Sonrió discreto aunque petulante.

―Como decía... ―Se desentendió a propósito―, las reglas son sencillas: lo ensucian, lo limpian. Lo rompen, lo pagan. ¿Alguna pregunta?

―¿Por qué me ignoraste hace un momento? ―dijo, luego de levantar su mano y obtener la palabra.

Fue ignorado de nueva cuenta, aunque lejos de enfadarse rio por lo bajo.

Se las arreglaron para subir junto con su equipaje, algunos por el ascensor, otros por las escaleras. Exploraron un poco las zonas y Yoon-gi les dio a sus amigos alguna que otra indicación y medidas de prevención.

Más tarde bajaron a cenar en el gran comedor en la planta baja. Al concluir corroboraron el funcionamiento del WiFi, el sonido y unos juegos de luces que habían traído para la fiesta.

Una vez que verificaron que todos los equipos electrónicos funcionaran apropiadamente se dirigieron al salón de juegos en el segundo piso, miraron una película de terror en la sala de cine de junto y después se fueron a dormir; mañana sería un día largo. No obstante, había dos integrantes en su grupo de amigos que no estaba en ninguna habitación, tampoco en el tercer piso. Se trataba de Taehyung y Jung-kook, por lo que todos se dispersaron para encontrarlos.

Seok-jin caminaba hacia el ascensor, pero Nam-joon lo retuvo, poniendo su mano sobre su hombro.

―Jinnie, estás un poco decaído.

―E-estoy cansado; fue un viaje largo ―dijo, llevándose una mano al cuello y masajeando un poco.

―No descuides tu salud, ¿eh? ―dijo y le sonrió, marcando uno de sus hoyuelos.

Le dio una suave palmada en la mejilla y luego pellizcó con un tacto dulce su piel; Jin sonrió un poco apenado, tomó su mano y avanzó el resto del camino junto con él.

Al mismo tiempo, los aparentes desaparecidos se hallaban en el subsuelo de la mansión, curioseando todo lo que sus ojos encontraban interesante, entre ellas, un delgado mueble, apartado de la grandísima biblioteca que moraba ahí abajo, con libros cuyas cubiertas, portadas y títulos, llamaron poderosamente su atención.

―Mira esto, Tae: Biblia de las brujas. ―Leyó la tapa del libro que sostenía entre sus manos.

Pero su amigo había hecho un hallazgo mayor, por lo que no demoró en llamarlo para que lo viera. Se trataba de un antiguo atril, sosteniendo un libro de gran tamaño encima, abierto y marcado con una cinta casi en el centro. No estaba escrito en coreano, sino en inglés.

―¿Qué dice...? ―Jung-kook lo intentó, pero su inglés no era muy profundo.

―Dice... ¿Hechizos para Halloween?

―No inventes.

―No lo hago, tonto. Parece estar relacionado con disfraces. ¿Crees que sea algún tipo de conjuro para que nuestros disfraces asusten mucho?

―Ay por favor, ¿te escuchas lo que dices? No existe tal cosa, esto no es el maravilloso mundo de Disney o el universo de J.K Rowling, amigo.

―Entonces no habrá problema si lo leo, ¿no?

―Hazlo. Te reto. Verás como no pasa nada. ―Se cruzó de brazos.

Taehyung aceptó el desafío y comenzó a leer aquel parlamento, con todo el poder que su conocimiento del idioma extranjero le confería. Mientras tanto, Jung-kook lo observaba y oía con una pequeña sonrisa ladina, negando con la cabeza.

Ya tenían con ellos sus disfraces, Seok-jin había ido a recogerlos un día antes de realizar su viaje, y se hallaban ahora guardados en una caja, en el armario que estaba en uno de los vestíbulos, junto a los abrigos. Jung-kook dudaba que de la nada salieran y empezaran a flotar, o que los disfraces se transformaran en seres que quisieran atacarlos.

―¿No pasó nada? ―indagó Taehyung al concluir su lectura, paseando sus pupilas por el entorno, curioso y decepcionado.

―¿Ves? Te lo dije, nada va a...

―¡¡JK!!

Detrás de ellos, tras escabullirse con astucia y rapidez sin que se percataran de su presencia, Ho-seok había puesto una mano sobre el hombro de cada uno y exclamó el apodo de su amigo con una voz pesada y gutural. El pobre par dio un brinco en su sitio ante el susto repentino. Taehyung se quedó helado, con un puño sobre los labios, mientras que Jung-kook apretó con fuerza los párpados y dejó escapar un sonido áspero desde su garganta.

―Me cago en la... ¡Hyung! ―expresó con hastío, y escuchó su estridente risa como respuesta, junto a unas cuantas palmaditas sobre sus hombros.

―¡¡J-Hope!! ―exclamó Yoon-gi esta vez, alargando las vocales.

Los sorprendió a los tres sin fallar, causándoles un sobresalto, así como la aceleración de sus corazones al unísono.

―¿Pero qué están haciendo aquí, par de atolondrados? ―Caminó unos pasos hacia ellos―. ¡Nos estamos desvelando por tener que buscarlos!

―Parece que V y Kookie encontraron el grimorio de tu familia, Suga-hyung.

―¿Qué grimorio ni que...? ―Se acercó a mirar―. Ah, mira, sí es un grimorio.

―¿Eres brujo, hyung? ―preguntó Taehyung, divertido.

―Lo dudo realmente. ―Negó con la cabeza, sin captar el chiste―. Pero he oído historias sobre mis antepasados, dueños de este lugar.

»Se rumoreaba que andaban en la brujería, pero dudo que los relatos fueran del todo ciertos. Lo mejor será no tocar nada y dejar todo como está. Ahora vámonos a dormir de una buena vez o mañana nos despertaremos muy tarde.

Así lo hicieron: regresaron sus pasos y se dirigieron al hall principal. Antes de cruzar las puertas del elevador, Yoon-gi detuvo a los dos más jóvenes y les dio una última advertencia sobre no tocar nada del sótano.

Luego de cambiar sus prendas por unas para irse a dormir, Jung-kook se dirigió a la habitación de Jin y le contó todo lo ocurrido, esperando a que dijera algo como "Oh, qué mal hicieron J-Hope y Suga en asustarte", pero parecía bastante curioso por su relato.

―¿Y qué pasó con el libro? ―preguntó Nam-joon, quien también se encontraba ahí, con su mentón apoyado sobre el hombro de Seok-jin. Estaba sentado en la cama detrás de él, y abrazaba su cintura; también tenía mucha curiosidad por lo que su dongsaeng estaba relatando.

―Ahí lo dejamos ―respondió, encogiéndose de hombros―. Suga-hyung fue claro al decir que no bajáramos de nuevo.

―Deben hacerle caso. Estamos en la casa de su familia y no es correcto que anden por ahí toqueteando cosas que no deben.

―¿Y tú qué? ¿Piensas quedarte a dormir aquí con hyung?

―¿Te importa?

―Pues sí, porque quería quedarme a dormir con Jin-hyung, pero por lo visto quieren coger...

Y ante su comentario los ojos de Jin se abrieron como dos platos, mientras que Nam-joon cerró los ojos y sonrió dejando ver sus dientes; le pareció muy divertido.

»Así que los dejaré en paz. Por hoy ―adicionó el chico, muy fresco, mientras se levantaba y salió del dormitorio, cerrando la puerta tras su paso.

―Mocoso atrevido ―refunfuñó Jin―. Es hora de dormir, nadie aquí va a... ―Quiso seguir hablando, pero los húmedos labios de Nam-joon contra su cuello lo callaron, a la vez que lo sobresaltó, con la piel erizada.

»Nam, no... ―Jadeó por lo bajo.

―¿Qué?

―No es buena idea. Mejor no...

Los dos se miraron en silencio unos segundos.

―Te estás portando extraño últimamente.

―¿De qué hablas?

―A veces siento que quieres evitarme.

―No es eso, Nam-joonie. Es solo que... ―Bajó un poco la mirada.

―¿Estás molesto conmigo?

―¿Qué? No, no. Es solo que... Creo que estoy por resfriarme y detestaría contagiarte.

Los dos conectaron miradas. Seok supo que no había sonado muy convincente, del mismo modo que lo sabía Nam-joon, aunque se abstuvo de insistir.

―Pensé que con este viaje, la fiesta, los muchachos, podríamos... soltarnos más.

―Nam...

―Pero bueno, si no quieres está bien ―dijo, abriendo el extremo de la cama para acomodarse bajo las cobijas.

Jin dejó caer su cabeza contra su brazo unos segundos y luego se acomodó al otro extremo de la cama para dormir. En la oscuridad del cuarto, se quedó mirando la luna en menguante gibosa a través de los cristales del ventanal que conectaban con el jardín trasero. Pensaba en Nam-joon. No era como si no quisiera tenerlo cerca o algo por el estilo, de hecho era todo lo opuesto, pero no podía evitar sentir miedos e inseguridades, haciendo estragos en su estómago y su cabeza. Además... de verdad no se sentía muy bien. Preso del agotamiento, sus párpados cayeron por fin, sumiéndolo en el sueño.

Taehyung por su parte, se escabulló a mitad de la noche hacia el cuarto de Ho-seok, sorprendiéndose de encontrar allí a Jung-kook, acurrucado junto a él, por lo que se incorporó también y abrazó a su mayor por atrás. Se había quedado intranquilo por lo que había leído en aquel viejo libro, más aún por las palabras de Yoon-gi, por lo que, teniendo compañía ahora, trataría de calmarse y dormir.

Pero su temor no pasaría desapercibido, pues... allá abajo, en el subsuelo de la gran estructura, unos pequeños chispazos fugaces se divisaron sobre el libro en el aire. El gran grimorio, así como el atril que lo sostenía se sacudió un poco y después, un aura que partió desde el centro de las añejas hojas amarillentas se dispersó y se extendió por todo el lugar, dejando un halo escarlata que acabó por contornear de manera efímera toda la circunferencia de la mansión Min. Para este momento, ya todos se encontraban profundamente dormidos, y nada pareció perturbar aquel descanso en absoluto.

Al día siguiente, poco a poco, fueron despertando uno tras otro, aunque Jung-kook se encargó de tomar una olla y una cuchara para utilizarla como bombo y recorrer el pasillo del tercer piso imitando una rítmica percusión. Esto debido a que Yoon-gi lo había despertado en primer lugar, porque sabía que era el más problemático para levantarse, motivo por el cual, enojado y por demás travieso, se encargó de despertar al resto en la brevedad. Yoon-gi y Nam-joon se quedaron parados en el marco de la puerta de la habitación donde habían dormido y comenzaron a aplaudirle. Para el momento siguiente todos estaban riendo a carcajadas. No obstante, quien no estaba riendo en absoluto era Jimin, y lo dejó muy en claro en cuanto comenzó a perseguir al percusionista con intención de quitarle los utensilios, entonces bajaron como dos torpedos las escaleras.

―Deténganse, o se van a lastimar, y en lugar de besar sus heridas les daré una patada en el culo a cada uno ―dijo Yoon-gi, mientras bajaba con total parsimonia los escalones.

Todavía entre risas, Nam-joon entró de nuevo al cuarto para asegurarse de que Jin estuviera despierto, pero su sonrisa se esfumó al verlo sentado en la cama, con los ojos cerrados.

―¿Jinnie? ―Se sentó a su lado, preocupado.

―Estoy bien, solo...

Su compañero sostuvo su cabeza con una mano, mientras que la otra la puso sobre su frente y abrió grande los ojos.

―Estás ardiendo. Tenemos que... ―Amagó a levantarse, pero su amigo lo atrapó por la muñeca.

―No les digas a los chicos, por favor.

―Pero...

―No quiero arruinarles la fiesta. No me duele nada, solo estoy un poco fatigado, y tal vez unas líneas de fiebre. Tomaré algo y estaré bien.

―De acuerdo, pero si no mejoras me dejarás llevarte con un doctor, ¿okey?

―Okey. ―Sonrió.

Nam-joon dejó un beso sobre su cabeza y le dio su espacio para que se espabilara.

Después de desayunar, todos comenzaron a moverse por la mansión con sus tareas ya asignadas. Seok-jin mostró mejor color y semblante, más despierto y con más energía. Nam-joon volvió a verificar su temperatura apoyando esta vez sus labios contra su frente, avergonzándolo un poco. En efecto no tenía tanta temperatura como cuando despertó, pero tendría sus ojos sobre él; siempre tenía el 100% de su atención en él.

* * * * *

Min Yoon-gi y Nam-joon prepararon con éxito el equipo que reproduciría la música, por lo que luego se dispusieron a instalar luces de colores dentro y fuera de la mansión; también transportaron parlantes en diferentes sectores del terreno con ayuda de un carro, para que haya música en literalmente cada rincón, incluso en la cercanía del lago. En último lugar, encendieron el dispositivo sobre el césped para crear niebla artificial.

Taehyung y Ho-seok se encargaron de las decoraciones para el jardín: colocaron unas cuantas lápidas falsas, unas calabazas y unos bastones con mantas para simular espantapájaros y fantasmas. Estaba fresco para el uso de la piscina, por lo que se encargaron de cubrirla bien para evitar accidentes de potenciales borrachos o borrachas. Al terminar, se dirigieron al interior para ayudar a Jimin con las decoraciones del interior. Al mismo tiempo, Seok-jin y Jung-kook se encargaron de acomodar calabazas de decoración en la entrada, recibir el catering completo y acomodar los alimentos en las mesas. Cada bocadillo se veía apetitoso, mayormente la mesa dulce, adornada acorde la festividad, y plagada de diferentes golosinas, para deleite de los invitados y anfitriones.

Trabajaron muy duro por horas. El sol fue bajando y pronto las estrellas poblaron el cielo. La temperatura no había descendido tanto, por lo que estar afuera no sería un problema.

Todo estaba casi listo, casi porque el grupo de amigos debía vestirse para la ocasión. Tras darse una ducha express, los siete se reunieron en el vestíbulo, entonces Seok-jin sacó del armario la caja con los disfraces que había adquirido de su tienda preferida "Magic Shop". Cortó la etiqueta que llevaba el nombre con una navaja de bolsillo, proporcionada por Yoon-gi, y desplegó las alas de cartón. Dispersaron algunas de las prendas sobre el respaldo de uno de los sillones más cercanos y comenzaron a esculcar dentro de la cesta.

―Incluí varios accesorios, por si acaso.

―Oh Jin, muchas gracias ―dijo Ho-seok con una gran sonrisa, poniendo su mano sobre su hombro.

―La verdad Jimin fue el único que pidió un disfraz en específico.

―Jimin-ssi estaba muy decidido ―dijo Taehyung, anudando el lazo de una capa roja alrededor de su cuello.

―Ya veo, ¿qué se supone que eres? ―preguntó Yoon-gi, torciendo un poco la cabeza.

―¿Cómo que quién soy? ―Habló indignado, dejando de armar el nudo de su corbata a rayas―. ¡Draco Malfoy!

―¿Por eso te habías aclarado el rubio de tu cabello?

―Por supuesto. ―Respondió con un aire de petulancia―. Estúpido muggle. ―Lo miró con desdén.

―Oye, no te pases tampoco.

―Lo siento. ―Se llevó una mano a la boca―. Se me salió, no quise hacerlo a propósito ―dijo, riendo por lo bajo y dejó caer su frente contra el hombro de su hyung.

―Me quedaré con los guantes afelpados ―dijo Jung-kook, moviendo los dedos bajo éstos.

―Aquí están las orejas de lobo, Kookie ―dijo Taehyung, poniéndole la banda sobre su cabeza y acomodándola. Como el tocado era negro al igual que su cabello, las orejas artificiales le sentaban muy bien.

El armario contaba con un espejo de cada lado, Jung-kook se acercó a él junto a Taehyung para contemplarse, haciendo caras y riendo.

―¿Serás "Caperucito rojo", V?

―¿Caperucito? ―Abrió grande los ojos.

Le echó un vistazo a la capa que tenía puesta y logró ver entonces la gran capucha que llevaba en la espalda. Se había confundido de prenda, por lo que refunfuñó. Intentó volver a la caja y tomar la que quería, pero Ho-seok le había ganado, ya llevaba la capa roja puesta, junto con los cuernos y el tridente en su mano.

―Rayos...

―Lo siento, V. ¿Lo quieres?

―No, quédatelo. La verdad estoy indeciso, tal vez solo me quede con la estúpida capa y ya ―dijo, contemplándose de nueva cuenta en el espejo.

Jung-kook subió la capucha y la acomodó sobre su cabeza.

―Es bastante grande. Y con tu cabello castaño llovido te queda muy bien.

―¿Tú crees?

―Sí, serás un buen Caperucito.

―No me llames así, bobo. ―Dejó escapar una risilla nasal y arregló el cuello de su camisa frente al espejo.

―Yo no sé si disfrazarme la verdad... ―Comentó Yoon-gi.

―Oh, tonterías. ―Lo regañó Jimin―. Pasamos por muchos inconvenientes para poder reunirnos todos y divertirnos. Ten, ponte estas al menos ―dijo, colocándole sobre la cabeza una diadema con orejas de gato.

―Miau... ―dijo, inexpresivo y de brazos cruzados.

―Ese es el espíritu ―exclamó, y le dio una nalgada.

―Mira Nam-joon-ah, esta es una capa de vampiro ―dijo Jin, arrimándole la tela oscura con rojo―. Aquí tengo los colmillos, se ven muy reales.

―¿Quieres que sea vampiro?

―Bu-bueno, si tú quieres. ―Desvió la mirada, apenado―. Yo tomé este traje negro con huesos que brillan en la oscuridad ―dijo, levantando un poco su brazo para mostrar la prenda que colgaba; Nam-joon sonrió y tomó los dientes junto con la capa, mas no se los puso encima.

―Si quieres que sea vampiro lo seré, pero ¿vas a dejar que te muerda? ―preguntó jocoso.

―¡Ay pero qué dices! ―exclamó y le dio un pequeño empujón, sintiendo ardor en su rostro y sus orejas.

―Buuh... ―Bufó Ho-seok―. Hay miles de habitaciones aquí para que hagan eso en privado.

―Respecto a eso... ―Intervino el dueño de la vivienda, dándole una lambida al dorso de su mano, como si fuera lo más normal del mundo―. Si van a "portarse mal", con quien sea, lavarán ustedes las sábanas, ¿quedó claro? ―dijo, frotando su mejilla con su mano hecha un puño.

Hyung, ¿qué haces? ―preguntó Jimin, enarcando una ceja.

―¿Qué hago de qué? ―Se encogió de hombros.

El rostro de Jin se había tornado más rojo; Nam-joon rio entre dientes, aunque al volver sus ojos hacia su compañero se preocupó: otra vez estaba decaído, y su postura no era la mejor.

―Jinnie... ―Posó su mano sobre su hombro.

―¿Qué le pasa a Jin-ssi? ―preguntó Taehyung, angustiado.

―Es que... no se ha sentido muy bien. Tiene un poco de fiebre.

―Bastante fiebre ―intervino Ho-seok, luego de poner su palma sobre la frente de su amigo.

―¡No, Jin! ―exclamó Jung-kook con desilusión―. ¡Te perderás la fiesta!

―Lo lamento, no quería cagarles la diversión.

―Tu salud es más importante, tonto. ―Lo regañó Yoon-gi.

―No es para tanto, es solo un poco de temperatura y fatiga.

―Tú todavía no te has duchado. ¿Por qué no lo haces ahora y te refrescas un poco? Envíame un texto para saber cómo te sientes, ¿de acuerdo?

Jin acató lo dicho por Nam-joon y con su disfraz en mano se dirigió a los ascensores, mientras a distancia los chicos le deseaban una pronta mejoría y que no olvide tomar su medicina.

―Muy bien, los invitados llegarán pronto. Encenderemos la música y ustedes las luces. ―Comandó Yoon-gi.

Contó hasta tres, estrelló sus manos en un solo aplauso y todos se dispersaron. Nam-joon tomó la capa que dejó en el sillón, se la colocó encima y se llevó los colmillos falsos a la boca, acomodándolos bien, ya que si no lo hacía ahora de seguro lo olvidaría.

* * * * *

Casi las ocho de la noche y la mansión Min estallaba en bullicio y personas, amigos del grupo de siete, charlaban, reían, bailaban, comían y bebían. Había alguna que otra pareja dispersa por un lado o por otro, poniéndose poco a poco más cariñosos y buscaban un lugar oscuro, apartado o simplemente privado. Las reglas que el dueño de la morada había establecido para sus amigos cercanos por supuesto que aplicaba para los invitados, ellos ya estaban al tanto; y fuese cual fuese el área en el interior de la casona, debían darle aviso a Min primero.

En el patio, Jimin y Jung-kook se acoplaron con una pequeña multitud al juego de las manzanas: debían retirar todas las que había en el gran tarro con agua usando la boca en menos de cinco minutos. Llegado sus turnos, Jung-kook lo consiguió en cuatro; Jimin en cuatro y medio, tal vez un poco más. No obstante, el más joven le cedió la victoria, aunque no tuvo en cuenta que le tocaría afrontar un castigo, siendo ese el caso.

―¿Por qué no me besas? ―propuso Jimin, coqueto.

Los presentes a su alrededor emitieron un sonoro y prolongado «oh» en coro. Una de las orejas de lobo de Jung-kook se movió un instante, como si fuese producto de un cosquilleo, captando la atención de más de uno, hallándolo adorable e increíble, por ese buen accesorio de su disfraz.

―¿Besarte? ¿A qué viene eso?

―A que quiero que me beses, bobo. ¿A qué va a venir? ―exclamó con hastío.

―Está bien ―dijo sin más y para sorpresa de muchos.

Se inclinó frente a su amigo, abultando sus labios y le dio un estridente beso en su frente descubierta.

―¡Vamos! ―bufó, alargando las vocales―, ¿qué rayos fue eso?

―Un beso. ―Sonrió, dejando ver sus dientes, y también unos pequeños colmillos aflorando que nadie pareció notar.

Le arrebató a Jimin la manzana que llevaba en su mano y le dio un mordisco.

―No dijiste dónde ni cómo, así que aproveché ―dijo con la boca llena―. Mejor suerte a la próxima. ―Le guiñó un ojo y se marchó en dirección al gazebo, donde tomó asiento sobre el barandal y siguió comiendo la fruta.

Poco después, Jimin, en un estado de ebriedad evidente, aunque no perjudicial, estaba muy irritado y frustrado. Ya había discutido con tres personas. No comprendía por qué estaba tan irascible y vanidoso a partes iguales. Tampoco podía dejar de repetir los términos "maldito muggle" o "sangre sucia".

En ese tramo que recorría a paso acelerado, volvió a encontrarse a Jung-kook todavía en el gazebo. Alzó su brazo al verlo, y con un gesto de su mano lo llamó. Jimin torció la boca y levantó una ceja, pero aun así fue de todas formas.

―Ten ―dijo, y le arrojó una manzana; Jimin la atrapó en el acto, aunque no entendió el porqué de su acción.

»Te la debía. Por la que te robé.

―Tú... ―Dio un bocado a la fruta―, me debes otra cosa. ―Lo apuntó con el dedo.

―No lo olvidé. ―Alzó las comisuras de su boca, dejando ver sus paletas frontales, y negó con la cabeza.

―Por qué no me besaste, grandísimo tonto ―reprochó, tomando asiento frente a él en el barandal del quiosco.

―Porque no quería hacerlo frente a todos.

―Oh, ¿y quieres hacerlo aquí? ¿Es lo que me estás diciendo? ―dijo, pícaro.

―Podría, ya que la niebla artificial nos daría algo de "privacidad". ―Sonrió travieso.

―Jung-kookie... No te estarás burlando de mí de nuevo, ¿verdad? ―Probó de nuevo la manzana―. Te lanzaré un maleficio imperdonable.

―Uy, te irás directo a Azkaban. ―Le siguió el juego, poniendo una muy bien fingida expresión de lástima.

―Pero me iré contento. ―Volvió a separar un dedo de la mano con la que sostenía la manzana para apuntarlo.

Jung-kook agarró su muñeca de manera impulsiva y se inclinó un poco a darle un mordisco a la fruta. Hundió sus dientes en un bocado grande, como un perro al que le ofrecen un bocadillo y está a punto de morder los dedos. Pequeños trozos de manzana se dispersaron en el aire; Jimin incluso se asustó y soltó la manzana, permitiendo que se perdiera entre los rosales. Con los ojos bien abiertos, miró su mano y luego al chico, quien sonrió y sacó la lengua para saborear el jugo que había exprimido del fruto. Y así de arrimado como estaba, lo sujetó de imprevisto por la nuca, adosándolo más hacia él, dio una relamida a sus labios y los estrelló contra los opuestos. Un chasquido, en cuanto se separaron apenas, sus ojos cerrados y relajados. Despacio, sus cabezas se inclinaron y sus bocas se abrieron dando paso a sus lenguas. Sus ojos se entreabrieron, fijos hacia el otro, como si se desafiaran a ir más allá, y aceptaron el reto.

―Abre más tu boca. Te enseñaré ―musitó Jimin, en la breve pausa.

El aludido sonrió gustoso e hizo lo pedido. Su compañero tomó su rostro entre sus manos y al ver esa apetitosa boca abierta para él, introdujo su lengua cuan serpiente corrosiva. Ósculo tras ósculo, su respiración aumentaba, el ritmo aceleraba, al igual que el atrevimiento. Jimin atrapó los belfos de su compañero, succionó y tiró un poco de ellos, mordiéndolos con suavidad, para después volver al besuqueo constante, humectando sus bocas y creando un sonido más estridente al chocar sus labios, en conjunto con sus exhalaciones.

Aquel que iba disfrazado de hechicero descendió con sus palmas, tocando el pecho ajeno, notando por encima de la ropa cómo sus tetillas comenzaban a endurecerse. A su vez, Jung-kook acarició su muslo, sin percatarse de que sus uñas se alargaban poco a poco en punta.

Fue en ese momento, que ambos estaban inmersos en el disfrute y la excitación, que un aullido de lobo resonó a distancia, pero por alguna razón, a los oídos agudos de Jung-kook, fue como tenerlo muy próximo. Sus ojos se abrieron de par en par en ese momento, adquiriendo un resplandor ámbar a la vez que su pupila se contrajo por un instante. Detuvo el contacto con su compañero e infló el pecho para respirar.

―¿Qué te sucede? ―preguntó Jimin, extrañado.

El chico se puso de pie de manera brusca y rápidamente sus ojos se dirigieron al cielo, quedándose hipnotizado al instante ante la luna llena. Su amigo siguió la ruta de sus ojos y luego volvió la vista hacia él.

―¿Qué haces? ¿Esperas convertirte en ōzaru, tonto? ―bufoneó, dejando escapar una pequeña risa nasal.

Se le acercó, lo intentó, pero no consiguió moverlo de su sitio, tampoco le respondía cuando le hablaba, o incluso si movía su mano delante de su rostro, cosa que lo hizo enfadar, y con un movimiento de su varita (parte del disfraz), una fuerte onda de aire lo arrojó sobre el césped. Las personas en la cercanía aplaudieron creyendo que se trataba de algún truco preparado para entretener. Pero Jimin se aterró con solo pensar que pudo lastimar a su amigo. Corrió hasta él para chequear que estuviera bien, pero éste se levantó como si nada, sacudió su cabeza como un perro y salió corriendo en dirección al bosque. Sin entender qué demonios ocurría se fue tras él, internándose en la maleza, aunque no tardó en perderlo de vista.

―¿Jung-kookie? ―Lo llamó, asustado.

De súbito, un aullido se oyó en la cercanía.

―¿Un animago? ―Se giró rápido―. ¡¿Pero qué mierdas estoy diciendo?! ―Se estampó su mano contra la cara y luego despeinó su cabello―. Creo que estoy conectando demasiado con mi disfraz ―dijo, aflojando el nudo de su corbata y despojándose de la capa verde que llevaba encima.

Revisó los bolsillos de su pantalón hasta que halló sus cigarrillos. Dirigió uno a su boca y ahora luchaba contra su mechero, que no quería encender, por lo que maldijo con ganas.

* * * * *

Taehyung recorría uno de los tantos pasillos de la mansión, con su vaso de licor ya vacío y esquivando gente. Había bailado con algunas personas, se había besado con otras. Se estaba divirtiendo mucho, y todo lo que quería era poder llegar a las mesas y beber algo fresco y sin tanto alcohol.

Al conseguirlo y saciar su sed se llevó una menta a la boca. Por alguna razón que desconocía, sentía el fuerte impulso de visitar a su abuelita justo ahora.

Fue en ese momento en el que se giró que su rostro por poco choca con el de Ho-seok, ya que éste se encontraba muy encimado.

―Cielos, hyung... ―Retrocedió un poco―. Me asustaste.

―¿Te asusté? ―Arqueó una ceja.

El muchacho pretendió responderle, pero sus labios se separaron sin que ninguna palabra saliera. Observó esos grandes cuernos sobresaliendo entre el cabello anaranjado de su amigo, y su capa roja ahora era mucho más larga de lo que recordaba. Eso sin mencionar el tridente, que también se veía más grande, pesado y hasta peligroso, con esas finas y brillantes puntas carmesí.

―Hobi-hyung, ¿de dónde sacaste esos cuernos? Se ven increíbles, hasta lucen reales. ¿En qué momento te los cambiaste? ―dijo, extendiendo su brazo para tocarlos, aunque con solo acercar la yema de su dedo sintió un fuerte ardor que lo obligó a apartar su tacto de inmediato, provocando además que se le escapara el vaso de las manos y se hiciera añicos en el suelo.

En un movimiento fugaz, Ho-seok lo sujetó por la mandíbula con sus ahora negras y alargadas pezuñas, y estampó su espalda contra la pared, luego posó esa misma palma sobre el hombro de su compañero, y con su otra mano maniobró el tridente y lo situó a su lado, casi rozando su brazo.

―E-esa cosa no es real... ―dijo nervioso, señalando el cetro.

Para sacarlo de dudas, su amigo alzó la triada y reventó unos globos unos metros más arriba de sus cabezas, con solo rozarlo con las púas. Los restos de goma e hilo cayeron justo en medio de ambos, entonces sus miradas se encontraron.

―Es real, cariño. ―Acarició su rostro y sin previo aviso dio una lambida sobre sus labios entreabiertos ante la sorpresa―. Todo yo es real.

Taehyung lo miró completamente tieso, sin poder hacer más que pasar saliva.

* * * * *

Después de haberse duchado, Seok se puso unos jeans con una camiseta de mangas cortas y tomó su medicina. En estos momentos, tenía su teléfono celular contra su oreja, y sostenía una breve conversación con Jimin.

―Así que eso hizo... ―dijo, recostado en la cama.

―¡Sí, hyung! ―le respondió, y dio una calada a su cigarrillo―. No sé qué rayos está pasando, pero tengo un mal presentimiento.

―Tranquilo. Estoy descansando un momento en mi cuarto, pero bajaré en unos minutos y nos reuniremos en el jardín, ¿bien?

Jin aguardó por una respuesta, ínfima al menos, pero no la obtuvo, por lo que insistió llamando a su amigo, y nuevamente no hubo réplica, cosa que lo puso en alerta de inmediato, levantándose casi de un salto de la cama.

Con ese abandono repentino de la llamada, el mal presentimiento lo invadió a él, por lo que calzó sus zapatillas rápido y se encaminó hasta la puerta, pero poco antes de llegar se quedó gélido al distinguir una sombra proyectada en el ventanal, la cual pudo divisar al fijar la vista en el suelo y la pared, ya que la luz de la luna llena entraba a pleno por ahí.

―Jin... ―Un susurro gutural, y un tanto escalofriante, llamó su nombre.

Tragó saliva y se giró rápido, encontrándose así a contra luz con una silueta que le provocó escalofríos, aunque se alivió cuando la iluminación proporcionada por la luna desveló el rostro serio de Nam-joon.

* * * * *

El teléfono de Jimin yacía abandonado sobre la hierba en medio del bosque, junto al cigarro a medio consumir. Había soltado todo bruscamente al escuchar un chillido cerca de su posición, por lo que corrió a esconderse atrás de un árbol.

―Vamos Park, ¿qué rayos te sucede? ―murmuró―. Yo no soy así, estas cosas no me asustan al punto de inmovilizarme. Eso es cosa de muggles asquerosos. ―Hizo una pausa―. Me cago en mis muertos, ¡¿por qué carajos hablo así?! ―Se llevó dos dedos al músculo en su entrecejo y apretó los párpados.

Chillidos agudos y persistentes volvieron a escucharse, sobresaltándolo, pero respiró profundo esta vez y se mantuvo firme.

―¿Quién está ahí?

Los sonidos perduraban.

―¿Qué carajos? ―Avanzó en dirección a la resonancia―. Parece un... ¿maullido? Tal vez... ―Acalló de repente.

En la penumbra de ese bosque, halló frente a él dos perlas refulgentes y amarillentas que lo miraban. En efecto, un maullido estridente era lo que había estado escuchando todo este tiempo. Se asustó porque los ojos se hallaban casi a la altura de los suyos, creyéndolo un animal colosal, incluso sabiendo lo improbable que era, pero la idea se esfumó en cuanto la silueta de Min Yoon-gi salió a la luz de la luna que se colaba entre las ramas de los árboles, moviendo su boca y viendo que efectivamente era él quien hacía ese sonido lastimero y molesto, lo que lo llevó a suspirar de alivio, pero no tanto.

―Ay... ―Inclinó el cuerpo entero hacia atrás con hastío―. Pedazo de tarado, ¡¿qué rayos crees que haces?! ―protestó, molesto―. ¡Por poco me infartas! ¿Qué es lo que te pasa? Pareces un puto gato en celo.

A medida que el joven se quejaba, su compañero caminó hacia él, y para cuando sus refunfuños concluyeron lo tenía casi pegado a su cara.

―¿Qué...? ―Lo miró confuso; su rostro reflejaba sofocación.

―A-ayúdame, Jimin... ―jadeó, con una mano apretando su pecho―. A-algo me está pasando... Estoy asustado.

El joven lo miró con el ceño fruncido. Esta noche solo se tornaba más rara a cada momento. Todo lo que entendía era que su hyung no se veía ni se sentía bien, sin embargo, algo asomándose detrás de él llamó su atención.

―¡Oye! ¿Y esta cola? ―dijo, tomándola en su mano; haciendo que el otro jadeara por lo bajo.

―No la toques, idiota. Me duele. ―Expresó con enfado.

―Se ve tan real... ―Apretó.

―¡Que la sueltes! ―Lo tomó del cuello de su camisa y lo estampó contra el tronco del árbol a su espalda.

Jimin se quejó ante el impacto. Sintió a continuación un sonido a ambos lados de su persona, y al desviar un poco la mirada notó que eran las manos de Yoon-gi, sus dedos, o mejor dicho sus garras, enterradas en la madera del árbol y rasgándolo, haciendo surcos profundos. Ingirió saliva y volvió a mirarlo, aunque sus ojos encontraron de inmediato esas orejas de gato, las cuales se movieron un instante como un acto reflejo.

―Y tus orejas... ―Llevó sus manos hacia ellas, comenzó a frotarlas con sus pulgares; se sentía muy suave y el pelaje, grisáceo como su cabello, lucía tan real, también estaban muy calientes. Yoon-gi cerró los ojos.

»Suga-Hyung... ¿Estás ronroneando?

―¡No lo hago a propósito! Te lo digo, algo raro está pasando, y me siento... ―Quitó sus manos y volvió a sujetarlo por el cuello de su ropa―. Tengo calor... ―resopló―, y estoy... muy duro... hace un buen rato ―susurró, con algo de rubor en sus mejillas.

―Así que se trata de eso... Viniste a mí para que te atienda. ¿Eso quieres? ―preguntó coqueto, y pasó una mano por su cabello, para contemplar mejor su rostro.

―Po-por favor...

Ambos se miraron con lujuria en ese momento y su pecho subiendo y bajando, reflejo de la agitación que incrementaba entre ellos.

―Bájate los pantalones ―dijo Jimin, y comenzó a desprender acelerado los botones de su propia camisa, a la vez que se agachaba frente a él.

* * * * *

Un gemido ahogado por parte de Taehyung contra los labios de Ho-seok. Éste se lo había llevado al vestíbulo más cercano. Allí lo arrinconó contra la pared y asaltó sus labios sin reparos. El sonido de sus bocas encontrándose una y otra vez, con los suspiros de por medio, la danza frenética de sus lenguas, recargándolos en saliva; los chirridos obscenos, se volvían combustible para ambos, no solo animándolos a continuar con el acto, sino a dejarlos también en una lenta y creciente combustión.

Cada toque de Ho-seok contra su cuerpo casi que quemaba; lo sofocaba tenerlo tan apegado, y a la vez aumentaba su libido, provocando que no solo su corazón palpitara con notoriedad.

De repente, Ho-seok volteó el cuerpo del chico y subió sus brazos contra la pared, manteniendo sus muñecas sujetas en alto, sacándole un jadeo.

―¿Qu-qué me estás haciendo...? ―balbuceó.

―Te preparo... ―dijo, acariciando sus glúteos con su mano libre―, para recibirme, amor... ―Dio una nalgada―. ¿Vas a dejar que te profane... y te vuelva mi asquerosa zorra? ―respiró ronco contra su oreja, erizándole la piel.

―S-sí... Hazlo ya, hyung... N-no puedo más...

―Si me lo pides así, encanto... ―susurró, dándole una mordida a su oreja, mientras corría su capa roja y aflojaba su pantalón―, no podría decirte nunca que no.

Ho-seok golpeó entre sus nalgas con su pelvis, simulando una estocada, sacándole un sonoro gemido; Taehyung pudo sentir la dureza de su miembro reprimido bajo su ropa, y su deseo carnal acrecentó más. Ho-seok rio entre dientes, llevó dos dedos a su boca, humedeciéndolos en saliva para dirigirlos luego hasta su entrada. Su chico abrió la mandíbula y liberó un sentido gruñido, como si le hubieran inyectado afrodisíaco puro, apegándose más por inercia contra la pared.

* * * * *

―Nam-joon-ah, qué susto me diste ―suspiró Seok-jin― ¡¿Cómo demonios subiste hasta la ventana?!

―Mi ansia por verte, supongo ―dijo sin más, encogiéndose apenas de hombros.

Jin se detuvo a contemplarlo un momento.

―El disfraz de vampiro te sienta bien, pero... te ves intimidante. Me pones un poco nervioso. ―Se rascó la nuca de manera maquinal.

Con un parpadeo y la sensación de una fresca brisa, la figura de Nam-joon estaba delante de él, a escasos centímetros de distancia. Abrió grande sus ojos ante la sorpresa, y retrocedió en el momento en que el otro dio un paso hacia él. Quiso preguntar cómo era que había hecho un movimiento tan ágil y rápido, pero ni media letra pudo exhalar, ya que los largos dedos de Nam-joon acariciaron su rostro, tan despacio y delicado, que no pudo evitar ser asaltado por un escalofrío placentero.

―E-estás helado...

―Tal vez tú estás muy caliente... ―Subió sus manos y con ambas llevó su cabello hacia atrás―. ¿Sigues con fiebre, Jinnie?

―N-no... Ya no.

―En ese caso... ¿Me darías un poco de tu calor? ―murmuró muy cerca de sus labios, casi rozándolos.

―Na-Nam... ¿Qué te suced...?

Y sin permitirle terminar de hablar, besó sus labios con una necesidad desmesurada, como si dentro de su boca se hallara el alivio para el mal que lo aquejaba. Porque lo cierto es que no se sentía bien, porque no se sentía él mismo, y todo lo que poblaba en su mente ahora era hacer suyo a ese muchacho que por meses llevaba volviéndolo loco de atar, pero no tenía el valor suficiente para dejar claros sus sentimientos.

―O-oye... ―suspiró Jin, al conseguir apartarlo un momento.

Pero su compañero le chistó con sutileza, posando delicadamente sus dedos en su mentón y volvió a tomar posesión de su boca. Apretó sus mejillas y arribó esta vez con su lengua en primer lugar, invitando a la ajena a jugar a excitarlos, y funcionaba. Jin jadeó un segundo por aire, pero Nam-joon no le dio casi tiempo y volvió a besarlo, osado, sicalíptico, desesperado. Penetraba su cavidad bucal con su lengua, succionaba y juntaba sus labios, humedeciéndolos cada vez más. En tanto el beso se tornaba más profundo, Nam-joon avanzó contra él hasta que Jin encontró el borde de la cama, no llegó a caer, pero su compañero lo empujó. Posó su rodilla entre sus piernas, rozando su ingle y obteniendo un dulce y apenas perceptible gemido. Dejó una mano sobre ese pecho inquieto que subía y bajaba, y rodeó una de sus muñecas con sus dedos. Miró su rostro en la oscuridad del cuarto y luego llevó sus ojos hacia su extremidad. Empezó a dejar pequeños besos en la zona para luego sacar a relucir su lengua y humedecer esa sección tan suave. Jin lo observaba nervioso, casi trémulo; no entendía por qué se comportaba así, ni por qué lo asustaba pero a la vez lo estimulaba, causándole una sensación vertiginosa en el vientre.

Pudo ver en una de esas lamidas que le dio a su piel cómo los colmillos se asomaban; no le prestó mucha atención; sabía que venían con el disfraz, pero lo que no vio venir en absoluto fue la mordida repentina que recibió sobre su muñeca. Intentó gritar, protestar, pero Nam-joon llevó su mano sobre su boca, aplacando su cuerpo sobre el colchón. Fue testigo entonces de cómo comenzó a beber y a alimentarse de la sangre abundante que se acumulaba, y cómo lamía lo que chorreaba.

Nam-joon viró sus pupilas hacia las impropias y chistó suave. Deslizó su palma sobre el rostro de Jin, liberando sus labios, entonces volvió a beber un poco más.

―Nam, ¿qué haces? Me duele... ―gimoteó en voz baja.

―Lo sé. Pero tu sabor es tan delicioso, bebé...

―¿Be-bebé?

―Déjame... ―dijo, chupando y deshaciéndose de todo rastro de sangre que pudiera quedar en su articulación y brazo―, déjame seguir probándote ―añadió, y tiró del cordel de su capa para hacerla a un lado.

Continuó con su ropa: pellizcó las que cubrían su torso y se despojó de ellas con un gesto enérgico. Sin demorar, agarró el extremo de la prenda del chico bajo él, dobló la tela hasta prácticamente arrancársela, rompiéndola un poco debido al torpe movimiento de su dueño. No fue un simple tirón lo que liberó su pantalón, sino una fuerza tal que hizo saltar el botón, aunque poco le importó, y comenzó a deslizarlos.

―N-Nam... e-espera un poco... Yo...

Otra vez, sin permitirle añadir demasiadas palabras, sujetó su rostro y apegó sus frentes, dejándolo inmóvil.

―Quiero tenerte, Jin. Déjame hacerte mío esta noche ―murmuró contra sus labios, los cuales prosiguió a besar poco a poco hasta casi ahogarlo.

Jin estaba ofuscado, agitado; jamás había visto a Nam-joon de esa manera, tampoco lo había besado con tal intensidad o escuchado que dijera palabras similares. Le gustaba lo que veía, lo que sentía, pero a la vez no podía evitar sentir temor, ya que no sabía bien qué debía hacer o cómo responder de manera diligente.

En tanto continuaba ese intenso besuqueo, lo despojó de sus prendas restantes. Sus pieles quedaron expuestas, una contra la otra, y sus erecciones se tocaron entre sí, restregándose al compás de sus lenguas. El activo movió su cuerpo de arriba abajo, aumentando la excitación en ambos. Pronto abandonó su boca y empezó a descender dejando un circuito húmedo por su cuello, luego su clavícula, su pecho, frotando sus pezones erectos y haciendo que curvara un poco su espalda; su abdomen, cadera, y allí se estacionó para encargarse de su falo: lamió la forma, hizo un círculo en la punta del glande y luego lo metió de lleno en su boca, siguiendo un meticuloso vaivén de arriba hasta abajo. Su pareja arqueó más su espalda, apretó las sábanas y jadeó audible y constante, acompañándolo en sus movimientos.

Seguidamente, Nam-joon llevó sus dedos a la boca de Jin, siendo un poco abusivo para arrebatarle saliva, y ya humectados los dirigió hacia su recto, palpó y acarició primero, e introdujo después, arrebatándole un fuerte gemido. Los sacó hasta la mitad y volvió a meterlos. La acción inició lento, y se tornó más veloz a cada momento. Se deleitaba con sus lamentos que secaban su boca al tenerla tan abierta, aunque no demoró en hidratarlo con ósculos, mientras se encargó de masturbarlo con su mano, igualando la velocidad de los movimientos con su ano, dejándolo al borde del llanto, ante el enajenamiento que le provocaba.

Con sus facultades sensoriales alteradas, pudo sentir en sus latidos, en el fluir de su torrente sanguíneo que no demoraría mucho en eyacular. De ninguna manera. No se lo dejaría tan fácil, por lo que detuvo su estímulo en seco, provocando en Jin una expresión de desilusión, sin siquiera entender del todo el porqué.

Su pareja lo acomodó sobre las sábanas, abrió sus piernas, metiéndose entre ellas y, gracias a la estimulación previa, pudo acceder a su interior de un solo envión, aunque los gemidos de ambos no fueron menores. Nam-joon estaba bajo un éxtasis sin igual, no fue cuidadoso y comenzó a moverse rápido; Jin desde luego sintió esa ferviente intrusión, aguando más sus ojos.

―¡N-Na-Nam...! ―Estiró su brazo y posó su palma contra el pecho ajeno, como un intento inconsciente de apartarlo.

―No te pongas rígido, hermoso... ―Quitó su mano―, o te dolerá más...

Con la sugestión de esos empellones, la espalda del muchacho volvió a curvarse y sus gruñidos se volvían agudos. Su compañero tomó sus muslos y los levantó a cada lado de su cuerpo, con la intención de llegar más profundo. Las estocadas eran lentas ahora pero bruscas. Jin sentía dolor, pero a la vez no quería que parase.

―Tócame, Jin... Tócame ―masculló contra su rostro, y besó con intensidad sus labios.

Ni bien terminó de hablarle comenzó a recorrer su torso con sus manos y responder cómo podía a sus besos, ya que le era imposible no apretar los párpados y abrir su boca en cada estocada. Sus músculos estaban más marcados de lo que recordaba, en esos días de calor en que lo veía con el torso al descubierto; y también sentía sus venas aflorando en diferentes secciones de su cuerpo. Tanteó su cintura y recorrió su espalda también; sus tejidos estaban endurecidos y fornidos.

―Ahora tócate, mientras me miras... ―Volvió a susurrar, y se apartó para observarlo.

Fijaron sus ojos en los del otro. El obediente muchacho paseó sus dedos por su pecho y apretó sus tetillas, jadeando bajo y haciendo que su enamorado se mordiera el labio inferior con deseo; luego deslizó sus manos hasta su miembro, el cual masajeó despacio y posteriormente masturbó con delicadeza. Su compañero siguió su ritmo en sus penetraciones en ese momento. Los plañidos de ambos se hicieron más hondos y audibles: no les faltaba mucho para llegar. Nam-joon gruñó y apartó las manos de Jin de su pene, sujetó sus muñecas y las aplacó sobre el colchón.

―Quiero que te vengas conmigo, solo conmigo... dentro de ti ―dijo, y besó sus labios de nueva cuenta.

Las embestidas se aceleraron, así como su retahíla de gemidos y bufidos. Nam-joon se vino primero, y Jin, sintiendo el estímulo contra su próstata y el líquido inundando su interior, se vino poco después, regando todo sobre su abdomen.

* * * * *

Al mismo tiempo, los gemidos de placer no se detenían entre la profusa vegetación del bosque. Los cuerpos de Jimin y Yoon-gi brillaban en sudor, y por la saliva que habían dejado sobre el cuerpo del otro. El "hechicero" había hecho un trabajo excelente en el miembro de su exaltado "gatito", utilizando su boca y haciendo que maldijera a diestra y siniestra, en tanto sujetaba su cabeza, despeinaba su cabello y lo llevaba contra su sexo, para embestir su abertura, al punto de casi ahogarlo, pues disfrutaba mucho de esos dulces sonidos y la succión que le brindaba.

Más tarde, Jimin adulaba lo bien que Yoon-gi humectaba sus pezones, excitándolo de sobre manera. "Lo haces tan bien", le repetía entre jadeos y mordiéndose el labio.

Ahora tenía su espalda contra el tronco del árbol, con una pierna rodeando su cadera, mientras que la otra la sostenía él con su mano para mantenerlas abiertas a gusto y calar profundo en su adictiva entrada, la cual no podía parar de profanar. Era una sensación tan deliciosa.

Jimin ya se había venido tres veces, dos de ellas acompañadas de un orgasmo; pronto llegaría una cuarta, estaba exhausto, pero Yoon-gi no parecía cansado, ni mucho menos con ánimos de querer parar.

Hy-hyung... da-dame un momento, ¿quieres? Ya casi no siento mi cadera... ―jadeó, apretando los dientes ante cada intrusión y los párpados bajos ante el cansancio.

En respuesta a su pedido, el muchacho apegó más su cuerpo contra el impropio, flexionando más las piernas de su chico y sacándole un gruñido.

Su-Suga-hyung... T-tan rudo... me lo haces... tan bien... ¡tan bien! ―suspiró entre estocadas, echando su cabeza hacia atrás contra la madera del árbol.

Los plañidos de Jimin se volvieron más agudos, constantes y sonoros. Se aferró a su pareja, clavando sus pequeñas uñas contra la parte alta de su espalda y esta vez, los dos lograron venirse al mismo tiempo, dejando sus cuerpos trémulos en pleno éxtasis.

* * * * *

Las cosas no resultaban del todo diferentes para Taehyung, aunque sí más intensas. Ho-seok había marcado su cuerpo varias veces con sus garras negras, dejando finos hilos de sangre sobre su cuerpo, los cuales se encargó de limpiar con su lengua uno a uno. Y en cuanto se puso un poco inquieto, mantuvo sus manos sujetas detrás de su espalda, apegó su rostro contra la pared, y lo penetró duro y profundo, incluso después de notar que ya había eyaculado, siguió con lo suyo y obstruyó su uretra para evitar que pudiera liberar su semen. "Debes pedirme permiso si quieres terminar", le había dicho. Y el chico, con los ojos llorosos no solo se lo pidió, sino que le imploró. Lo hizo con una sumisión tan enternecedora, que Ho-seok solo deseó cogérselo más duro todavía, y lo hizo. Taehyung no entendía que demonios le estaba ocurriendo: su cuerpo reaccionaba y respondía por sí solo. Lo hería y penetraba, rayando el ultraje, pero lo estaba disfrutando mucho, incluso por momentos murmuraba que quería más. "Cógeme más duro y lastímame, porque soy un niño muy malo", masculló para deleite de su diablo. Porque eso deseaba hacer: complacerlo a como diera lugar, y Ho-seok no podía resistirse en absoluto, por lo que siguió tomándolo una y otra vez.

Ambos habían perdido la cuenta de las veces que habían acabado, o los orgasmos que habían desperdigado por todo el lugar en forma de gemidos.

Pronto tuvo a su condenado gustoso subiendo y bajando contra la pared, mientras lo masturbaba con quietud, solo para enloquecerlo, y también lamía y relamía sus pezones, sin despegar sus ojos de los suyos. Taehyung tampoco abandonaba sus pupilas. Jugaba con su cabello, con cuidado de no quemarse con sus cuernos rojos, y gemía alto, ya no con su característica voz grave, sino con una agotada y aguda. Pero cada sonido, cada movimiento o caricia ínfima, todas eran dedicadas a él, su momentáneo dueño, junto al brillo en sus ojos, reflejo de la potente apetito sexual que sentía.

Ho-seok aceleró sus penetraciones, sintiendo que una vez más llegaría al clímax. Con una brazada apartó los adornos sobre el mueble a su lado y volcó a Taehyung ahí, abrió sus piernas y se adentró a fondo, haciendo vibrar el moblaje de tal manera que parecía tener una avería importante. Lo empujaba con tanto ahínco y premura que sus plañidos pasaron a hacer berridos. Taehyung se sostuvo al extremo de la madera y con su otra mano tocó el pecho ardiente de Ho-seok, como si quisiera alejarlo, pero sus ojos solo desvelaban lujuria.

»Termina. Te doy permiso.

El referido deslizó su mano por su torso y la llevó hasta su miembro, apretándolo y estimulándolo con el mismo arrobamiento con el que era tomado por su demonio. Y con un áspero gruñido, una vez más, Ho-seok dejó salir todo dentro de su cavidad anal, a la vez que sintió la cálida esencia de su chico alcanzar su mano. Suspiró y caminó hasta el sofá, dejándose caer sobre él. Taehyung a duras penas sintió las piernas, por lo que se derrumbó de rodillas sobre el suelo alfombrado.

―Suga-hyung nos hará limpiar todo esto... ―murmuró, mientras recobraba el aliento.

―Taehyung...

Al escuchar su voz, inmediatamente llevó sus ojos hacia él, viendo cómo lo llamaba con su dedo desde el sillón.

―Ven aquí y límpia algo más interesante, ¿quieres, precioso?

―S-sí...

―Sí ¿qué?

―Sí, amo ―dijo, levantando solo una comisura de su boca.

Empezó a gatear hasta que llegó al muchacho, quien lo recibió separando sus piernas desnudas.

―No quiero que uses tus manos ―ordenó, mirándolo con superioridad, manteniendo su mejilla apoyada contra su mano.

Como el chico obediente que era, o más bien que la influencia de aquel diablo provocaba en él, acató su pedido. Después de limpiar su propio semen de la mano ajena, siguió con su miembro, metiéndolo de una sola vez en su boca.

―Mírame a los ojos mientras lo haces.

Una vez más Taehyung cedió y ambos conectaron sus miradas, excitándose con la imagen visual, con los ruidos que ese bello de cabellos castaños producía. Pronto Ho-seok comenzó a gruñir con deleite. "Sí, justo así... tú sabes bien cómo...". Lo alentó, meneando su cabeza de un lado a otro, perdiéndose poco a poco en su embeleso.

―Tócame... ―Pidió, a lo que su chico accedió y empezó a recorrer su pecho con sus grandes manos, subiendo y bajando hasta detenerse en sus tetillas para apretarlas, quitándole unos plañidos.

Volvió a adular su trabajo; ya no lo miraba, pero Taehyung mantenía sus ojos fijos en su rostro, porque sus expresiones lo estimulaban. Ho-seok empezó a acariciar su cabello y de un momento a otro fijó su cabeza con ambas manos y comenzó a mover su cadera, a alzarla con ímpetu para penetrar a gusto la boca de su tierno y dulce "Caperucito", aunque no lo llamaba así; sabía que no le agradaba. Poco antes de volver a eyacular, le ordenó a Taehyung tragarlo todo. Así lo hizo, y también le enseñó su boca para que viera como sí había cumplido.

Ho-seok sonrió complacido y volvió a llamarlo con su dedo, palmeando su muslo. Taehyung entendió de inmediato, entonces se montó sobre su regazo, alzó sus posaderas, permitiendo que el muchacho acomodara su pene para introducirlo en su entrada una vez más y con una dura sentada y un escalofrío de por medio, tenía todo ese trozo expandiendo sus paredes.

―¿Es mi imaginación o está más grande? ―preguntó, acomodando sus manos sobre los hombros de su compañero.

―Puede ser. ―Sonrió ladino.

Ho-seok le exigió empezar a moverse, que clamara su nombre, que le pertenecía y fuera lo más exagerado y obsceno que pudiese con sus gemidos y expresiones. Otra vez, Taehyung obedeció al pie de la letra; se esmeró realmente, haciendo un verdadero espectáculo erótico, con un sensual meneo de su cadera, su voz ida, áspera pero aguda:

―Mi amo Ho-seok, soy todo tuyo. Te pertenezco. ¿Me escuchas, primor? Tuyo, tuyo soy ―balbuceó entre potentes gemidos, contrayendo además varios músculos de su rostro, relamiendo sus labios y mordiéndolos después en cámara lenta.

Aquella actuación estelar los hizo destilar sudor a ambos a gotas gordas, dejándolos tan complacidos por igual que de nueva cuenta, lograron venirse al mismo tiempo.

―¿Eres mío?

―Soy tuyo.

―Y que no se te olvide ―dijo, tomándolo por los cabellos de la nuca y estampó sus belfos sobre los impropios, en un húmedo y sinuoso beso, a la vez que daba unas últimas embestidas en su entrada, oyéndolo gemir dentro de su boca, hasta que lo último de su semen fue liberado.

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