Feliz año Nuevo
Magnus leía la pequeña misiva de su padre sentado en el cómodo sillón de su nueva sala, en pequeñas frases Mateo le informaba que estaba muy bien de salud y feliz, además le contó de la estupenda navidad que pasó con Michael en Reikiavik, el ceño de Magnus se frunció, pero siguió leyendo. También le decía que se dedicarían a recorrer otras zonas de Islandia y esta vez Magnus gruñó mientras sacaba una hermosa fotografía de sus padres y de fondo una aurora boreal.
Magnus estaba molesto, no solo fue Navidad, ahora también pasaría año nuevo sin su padre, decidió calmarse un poco, “no esta bien enojarme, mis padres merecen un tiempo a solas” se dijo, respiro profundo y dejó la foto a un lado para buscar dentro del sobre su billete de diez dólares para comprar golosinas, pero no encontró nada, al parecer a su padre se le había olvidado la tradición, eso jamás había pasado, desde que era un niño e hizo su primera compra y recibió bien su vuelto, su padre le daba un billete para que comprara las golosinas que quisiera, su enojo aumentó tanto que aventó el sobre.
Alec observaba en silencio desde la puerta, Magnus había estado tan sumergido en la lectura de la carta y refunfuñando que no se había percatado de su llegada. El ojiazul se acercó despacio, procurando no hacer ruido y besó su cuello tomándolo por sorpresa para luego alzarlo por la cintura y hacer que su moreno bebé enredara sus largas piernas en su cintura. Dio un par de vueltas simulando un baile, logrando con ello hacer reír a su prometido.
—¿Por qué era ese ceño fruncido?
—Ya sabes, él se fue y no pasó Navidad conmigo y ahora me dice que recorrerá Islandia, estoy seguro que en año nuevo tampoco vendrá
—Ya veo, está fue nuestra primera Navidad solos y la verdad enoja que nuestra familia haya preferido irse de vacaciones. Izzy también me escribió, me contó que Samuel está maravillado con los canguros y Jhonatan dijo que su suegro le dio el honor de cortar el pavo. Ya no te cuento de Mary y Antuan, ese par se perdió en algún lugar de Perú.
—Si Antuan no regresa, no me quejo — dijo el moreno y Alec rió antes de robar un beso, después de solo segundos de acariciar sus labios con los ajenos Magnus decidió profundizar y empezó una guerra de lenguas que amenazaba con matar de calor a la población entera, gracias a los años transcurridos y la intensa práctica eran capaces de besarce por muy largo tiempo.
Cuando terminaron y ya solo se daban pequeños piquitos Magnus preguntó con un puchero —¿Dónde estabas? Desperté y no te encontré, la cama es fría sin ti
—Lo siento cariño, me levanté muy temprano y fui al mercado a hacer las compras para la cena de esta noche, nevaba un poco por eso no te desperté, no quiero exponerte al invernal frío, prefiero que te quedes calentito entre las mantas —Alec frotó su nariz con la de Magnus mientras le explicaba porque de su ausencia en la cama.
—Yo quería ir —dijo Magnus en un puchero aun más marcado —me encanta ver a mi hombre ganar los buenos filetes y verduras a esas amas de casa. Siempre sales victorioso de esa batalla campal.
Alec sonrió recordando la primera vez que llevo a Magnus a una compra, fue en época navideña, el mismo 24 de diciembre para ser exactos, y no lo llevó a un supermercado, fueron a un mercado al aire libre y desde que llegaron se enfrascaron en una pelea con las demás amas de casa. El moreno vio como los esposos esperaban asustados a dos o tres puestos de distancia, en ese entonces Magnus no entendía porque no estaban al lado de sus mujeres ayudándolas, hasta que vio con sus propios ojos el motivo.
Había una infinidad de pavos, pero al parecer no todos eran buenos, los mejores pavos tenían medidas precisas para asegurar una excelente cocción, además la piel no debía de estar maltratada, ni rojiza, ni tener un olor muy intenso y la cereza de la compra del pavo es que debía de ser pavo negro criado en chacra, no en granjas. Y resulta que solo una señora en todo el mercado era conocida por sus pavos criados sin hormonas ni comida artificial.
La pelea fue intensa, Alec agarró el mejor pavo de toda la exhibición, pero una señora dijo que ella lo vio primero y de ahí se armó una buena. Después de empujones, una que otra maldición, una grosería y una nalgada al trasero de Magnus salieron con dos pavos. Alec no había permitido que ninguna de las señora le quitará su compra y para fastidiarlas se llevo dos de los mejores ejemplares, no sin antes gruñirle a una rubia con su plata y amenazarla con romperle la mano por haber osado poner sus zarpas en las nachitas de su Magnus. Lo mismo sucedió en la sección de verduras, las zanahorias y papas estaban siendo peleadas, Magnus logró hacerse con unas cuantas antes de ser rescatado de la masa de gente por su prometido.
—Aun recuerdo la primera vez que fuimos juntos, terminaste con el cabello desordenado y agitado, te veías delicioso —Magnus se carcajeó recordando aquel día — Por cierto, la señora Domitila te desea un feliz año nuevo.
—Yo también se lo deseo, espero que haya terminado de vender todo
—Ya casi terminaba
—Y ¿qué compraste? —Magnus bajo de la cintura de Alec con un salto y corrió hacia las bolsas para llevarlas a la cocina y husmear —pero Alec, en año nuevo cocinas cerdo, ¿por qué trajiste pavo? Y no solo eso ¿vas a hacer chocolate?
—Fui con la idea de comprar cerdo y lo hice, pero... Cuando salía vi a unos niños rogarle a su mamá que llevara pavo e hiciera chocolate. Regrese una vez más y lo compré sin darme cuenta y la verdad no sé porque lo hice —Magnus lo miró unos segundos pero no dijo nada, siguió revisando y encontró dos gorros de santa, sintió ternura viéndolos, eran pequeñitos, los tomó con cuidado y los llevo cerca del enorme árbol navideño y los puso en medio de su gorro y de Alec.
Más tarde tomaron su desayuno mientras conversaban sobre los planes para ese día, decidieron salir a almorzar y pasear en los centros comerciales, no necesitaban nada, pero era una tradición de año nuevo mirar entre los diferentes artículos expuestos.
Magnus compro sombreritos amarillos y unos anteojos con el 2019 en grandes letras, después se fueron a la sección de mascotas y compró una atuendo para su precioso hijo, se llamaba Presidente Miau y llegó a ellos en una fría noche de Navidad hace dos años, lo encontraron en una cajita de cartón a punto de morir de frío.
Cuando llegaron a su casa ambos empezaron a preparar la cena, empezaron con el pavo y le siguió los filetes de cerdo, en los cinco años transcurridos desde que empezaron a vivir juntos Magnus había asistido a clases de cocina y ahora era capaz de preparar lo que se le antojara. Ambos habían metido la carne en el horno y solo faltaba esperar, pero de pronto Magnus miró hacia la despensa, algo lo llamaba y no sabía que era, fue y abrió y luego de unos minutos empezó a sacar todos los ingredientes para hacer galletas.
—Cariño, ¿vas a hornear?
—Imagine nuestra mesa con galletas y bastones, también quiero hornear una tarta, siento que debo de hacerlo, Alec creo que me volví adicto al dulce.
El ojiazul sonrió y negando fue por la leche para empezar a preparar la chocolatada navideña, se pasaron varias horas horneando todo tipo de dulces. No era Navidad, pero ellos sentían la necesidad de celebrarla, incluso presidente, como pudo se quitó el trajecito alusivo a año nuevo y arrastró su traje rojiblanco hasta Magnus diciéndole con ese gesto que se lo pusiera.
—Pero Presi, ese smoking amarillo es lo último en moda —gruño Magnus a lo que el gato solo le dio un zarpazo cuando el moreno trato de ponérselo de nuevo.
—No pelees con Presi, mejor dale gusto y ponle el otro traje.
—Pero ese es de Navidad
—No importa, si él quiere el traje de santa entonces dale gusto, a mí también me gusta más el trajecito rojo —Magnus no discutió y vistió a su mascota una vez más.
Un par de horas después ya todo estaba listo para su celebración, decoraron su mesa al estilo navideño y luego se fueron a bañar para salir a pasear, no querían estar en la soledad de su recién adquirida casa.
Antes de salir Magnus tomó a presidente en brazos y junto a Alec salieron a dar una vuelta por el centro de la ciudad.
Los hermosos y brillantes paisajes invitaban a internarse en los parques ya abarrotados de personas, el cielo también estaba de buen humor y a pesar de que las estrellas brillaban obsequió unos hermosos copos de nieve que Magnus intentó atrapar con su lengua. Todos gritaban y reían reunidos alrededor de una enorme fogata, unos bailaban y otros hacían llamadas apurando a sus amigos a reunirse para celebrar. Presidente bajo de un salto de los brazos de Alec y corrió feliz tras una despistada ardilla, se lanzó de panza al suelo y movió su colita dispuesto a atacar cuando de pronto algo llamó su atención.
En el firmamento un solitario globo era llevado por el viento. Arriba, abajo, derecha e izquierda, avanzaba un poco y volvía a retroceder, presidente olvidó a la asustada ardilla y empezó a correr tras el, Alec y Magnus lo siguieron por todo el parque uniéndose así a su mascota en la cacería del globo.
Demoraron media hora hasta que el globo descendió y quedó atrapado en un frondoso pino, Magnus y presidente miraron a Alec esperando que sea él quien fuera por el globo.
—Par de cobardes —les dijo antes de empezar a trepar.
Unos minutos después Alec bajo triunfante, era un globo rojo muy viejo, de seguro llevaba días flotando de un lugar a otro, Magnus se acercó corriendo seguido de presidente y trataron de tomarlo
—Alto ahí, esperen un momento —dijo entre risas Alec. Magnus se estiraba para alcanzar el globo mientras presi se paró en sus dos patitas traseras y empezó a maullar —al parecer hay algo en su interior, busquemos un asiento y veamos que es.
De inmediato presi salto a los brazos de su moreno amo y juntos siguieron a Alec. No demoraron mucho en encontrar el lugar idóneo, justo frente al frondoso árbol navideño del parque había un asiento desocupado. Magnus se sentó entre las piernas de su prometido disfrutando del calor que desprendía mientras presidente ronroneaba y frotaba su cabecita en el, apurándolo a que le diera su preciado globo.
Alec le pasó el globo a Magnus y él se lo acercó a presidente, quién con un arañazo lo rompió. Un viejo y sucio papel fue lo que encontraron en el interior y en el estaba escrito una carta a santa que Alec empezó a leer.
Querido santa, soy Rafael y a mi lado está mi hermanito Max, él es muy chiquito para escribir por eso lo hago yo. Solo quiero desearte feliz Navidad y pedirte si no es mucha molestia una mantita para tapar a mi hermanito, en la noche hace mucho frío y no soy lo suficientemente grande para darle calor, también quiero pedirte si puedes traer un poco de leche, no importa si no tiene chocolate... Max me pide que te diga si puedes mandarnos una mamá que nos quiera. Se que eso es imposible porque tendrías que quitarle su mamá a otro niño, por eso en su lugar te pido que le pidas a diosito que cuide de mi hermanito.
Espero sea fácil encontrarnos, ahora estamos viviendo bajo el puente...
Para ese momento las mejillas de Magnus y Alec estaban inundadas de lágrimas al imaginarse a dos pequeños en la fría noche.
Presidente pareciendo haber entendido cada palabra dicha bajo de un salto del protector abrazo de Magnus y avanzó unos metros antes de voltear a mirarlos y maullar.
—Tenemos que encontrarlos —dijeron la pareja y de inmediato tomaron a su mascota y comenzaron a correr.
El puente no estaba muy lejos, cuando llegaron encontraron a un par de prostitutas trabajando en plena vía pública, una de ellas terminó con su cliente y se acercó a ofrecerles sus servicios y ellos amablemente rechazaron la oferta del 2x1. Se adentraron un poco más y solo encontraron un grupo de alcohólicos alrededor de un viejo cilindro que usaban como fogata. Buscaron desesperados entre las llantas viejas y los cajones pero no encontraron a los niños de la carta a Santa.
No había señal de los niños por ningún lado, cuando se estaban dando por vencidos Alec vio la sucia pared y en ella habían palabras escritas, palabras que estaban en la carta que encontraron, se notaba que alguien había estado practicando su ortografía.
—Hey, ¿qué hacen husmeando el trabajo de mis alumnos? — un viejo y enfermo anciano los miraba de manera sospechosa mientras trataba de contener la tos.
—¿Quién escribió esas palabras? —preguntó Magnus
—Ya los dije, mis alumnos, ¿qué hacen un par de muñecos por aquí?
Magnus sacó la arrugada carta de su bolsillo y se la enseño al anciano. El hombre al verla negó con la cabeza y con dificultad caminó hasta un viejo cajón donde se sentó —Oh, la carta. Ellos estaban tan ilusionados cuando la enviaron, se gastaron la única moneda que tenían para comprar aquel globo, les dije que santa era un cuento, pero no me creyeron, aquella noche no cenaron, les dije que no debían de gastar esa moneda, por lo menos hubiesen podido comprar un pan —el anciano parecía hablar consigo mismo — pobres lombrices, sus esperanzas e ilusiones fueron destruidas cuando el gordinflón no llegó.
Alec y Magnus sintieron dolor al imaginar a dos pobres niños, solos, con frío y hambre esperando a Santa, el anciano los miro directo a los ojos —¿Qué quieren? ¿Para que los buscan?
—Nosotros solo...
—Ustedes leyeron la carta y sintieron lástima, ¿no es así? Tal vez pensaron en ver la miseria en la que viven aquellos niños y...
—Vamos a llevarlos con nosotros, ningún niño debe de vivir en las calles —dijeron Magnus y Alec a la vez.
El anciano iba a replicar cuando Presidente maulló, todos giraron a verlo y lo encontraron con la naricita enterrada en lo que fue una vieja manta. El minino levantó la cabeza y olfateó el aire y empezó a correr
—¿Ese bicho es un gato o perro? —el anciano preguntó, mientras la pareja corria siguiendo a su mascota.
Unos minutos más tarde llegaron a un contenedor de basura, presidente subió, olfateó y empezó a arañar con sus patitas como queriendo hacer un hoyo. Alec se acercó y tomó a su gato y se lo dio a Magnus y luego abrió el contenedor.
Fue recibido con un golpe, un palo le impactó en la ceja, eso dejaría cicatriz. Cuando se recuperó vio con asombro a dos pequeños, uno debía de tener como 8 años, era morenito y sus cabellos ensortijados y atrás de el había un niño de color azul de no más de 5 años, ambos estaban asustados.
Antes de poder decir algo el anciano llegó y se puso en medio —lárguense, no se los llevarán, dejen en paz a los niños ...
*
*
*
Erick, era el nombre del anciano, el había visto cuando una mujer abandonaba a los niños a pesar que ellos le suplicaban que no lo hiciera. Aquel día pensó que era una alucinación por todo el alcohol que se tomó, pero al despertar al día siguiente se los encontró abrazados y asustados en medio de los cartones que el acumulaba, intentó echarlos pero ellos no se movieron de aquel lugar, poco a poco empezaron a hablar y se volvieron amigos, los niños le ayudaban a llegar a su improvisada cama de cartón cuando venía gateando de borracho.
Un día encontró a tres hombres que acostumbraban merodear por el puente tratando de abusar de uno de los niños, vio como Sofi, una prostituta ya mayor se enfrentaba a ellos, ella acostumbraba llevarles comida, pero ese día murió al ser apuñalada y esos hombres corrieron cuando se dieron cuenta de lo que hicieron, desde ese día lucho por dejar su adicción al alcohol, se había dado cuenta que ebrio no podía proteger a los niños.
Esa noche Erick había vuelto a ver a aquellos hombres, por eso los había movido del puente y los ocultó en aquel contenedor.
Alec y Magnus escucharon su historia en el trayecto a su casa, habían logrado convencer a Erick que solamente querían cuidar de los niños, pero el anciano les dijo que los niños no irían a ningún lado sin él, pensando así que desistirian de la idea de llevárselos, pero se sorprendió cuando ambos le dijeron.
—Entonces andando, hace mucho frío y los niños y usted están desabrigados, ¿sabe por dónde podemos encontrar un taxi?.
*
*
*
Cuando los niños bajaron del taxi se asombraron al ver la enorme casa decorada con motivos navideños, el jardín tenía renos, duendes, un cascanueces y bailarinas, todos brillantes por las luces. Los pequeños corrieron felices queriendo tocarlo todo, pero se detuvieron temerosos de que les gritaran por ensuciar algo tan bonito. Magnus se acercó a ellos y se agachó a su altura —pueden tocarlo, no hace daño —los niños lo miraron con las mejillas rojas y pusieron sus manitos sobre el enorme cascanueces.
Alec pagó el taxi viendo con una sonrisa como su Magnus llevaba a los niños por todo el jardín —Ellos están felices, siempre miraban de lejos sin poder tocar nada
Alec miró a Erick —esta ahora será su casa, aquí pueden tomar lo que quieran, hablemos dentro, aquí hace frío y aunque los niños se divierten no quiero que enfermen. Cuando entraron Magnus mostró con orgullo su casa, los niños miraban asombrados, incluso Erick no pudo ocultar su expresión —Mi Magnus se encargó de la decoración, es un experto.
Unos minutos después los niños lloraban, Alec les dijo que tenían que bañarse y ellos no querían, aún recordaban cuando su madre los arrojaba al agua helada —El agua esta tibia, miren —Alec metió su mano en la bañera, pero ellos no se acercaron y en su lugar lloraron más
Alec no sabía que hacer, miró a Magnus y él se encogió de hombros, miró a Erick y él dijo —nos bañamos en verano —de eso hace meses pensaron con horror.
Cuando Alec pensaba en obligarlos a entrar a la bañera presidente entró moviendo la cola y se subió a un pequeño banco donde se contorneo hasta quitarse su atuendo rojo y luego se lanzó al agua donde empezó a nadar.
Magnus y Alec miraban boquiabiertos, Presidente odiaba el agua y ahora estaba nadando en la bañera. El primero en moverse fue Max, se acercó con cuidado y vio al gato nadar, metió la mano al agua con miedo y cuando sintió lo calentita que estaba sonrió llamando a su hermano.
—Rafe yo quiero jugar con Presi —el moreno niño lo miró con duda y también metió la mano en el agua.
A los minutos ambos estaban teniendo una pelea en el agua, las risas inundaron la casa y Magnus y Alec sonrieron felices, no lo habían hablado, pero la decisión estaba tomada solo con mirarse a sus ojos.
Mientras Magnus jugaba y bañaba a los niños, Alec llevó a Erick a la habitación de invitados, le mostró el baño y le dijo que le dejaría ropa sobre la cama. Al anciano no le agradaba la idea de bañarse, pero lo hizo.
Alec se retiro, iba a ayudar en el baño de los peques cuando tocaron el timbre. Fue a abrir y se sorprendió al ver a su hermano Jonathan cargado de bolsas.
—¿Qué haces aquí?
—¿No te da gusto verme?, Hace dos días me estabas diciendo lo mal hermano que era por dejarte solo esta Navidad y ahora...
—Lo siento, fue la sorpresa, te hacía recorriendo Italia
—Clarissa tuvo un sueño, me hizo hacer las maletas y regresamos más rápido que inmediatamente, le dije que era imposible pero ella...
—Alec tenemos un problema, no hay ropa para los niños —Magnus salía de la habitación acompañado de los hermanitos envueltos en grandes toallas.
A Jace se le cayeron las bolsas mientras una pecosa pelirroja aparecía diciendo un “te lo dije”. El rubio no lo podía creer, solo se había ido una semana y ahora que regresaba habían dos niños en casa de su hermano.
—Hola Magnus, no te preocupes por la ropa yo traje algo.
—Hola galletita, ¿Cómo sabías?
—Un sueño
Un ¡Oh! Fue la única respuesta de Magnus, ambos fueron con los niños para vestirlos. Alec jaló a su hermano para que entrara a la casa y cuando estaba a punto de cerrar la puerta Izzy llegó corriendo jalando a Samuel quién llevaba enormes paquetes.
—¿Dónde están? —preguntó la pelinegra buscando con la mirada por toda la sala
Alec hubiese preguntado ¿Quienes? Pero sería inútil, al parecer Clarissa le había contado a Izzy sobre su sueño —¿Qué hay en esas cajas?
—Una sorpresa hermanito, no te preocupes que también traje para ti.
Samuel sacó los paquetes y los coloco bajo el árbol mientras Jonathan sacaba otros de su maleta. Esperaron una media hora hasta que Erick apareció y miró a todos los desconocidos, de inmediato Alec lo presento con todos diciendo que el era el abuelo de “sus niños” a lo que el anciano lo miró levantando una ceja.
Minutos más tarde Magnus apareció llevando a un adormilado Max en sus brazos, le había costado mucho sacar la tinta azul de su carita así que el pequeño estaba cansado, pero cuando Samuel entró con un plato de galletas recién horneadas el pequeño brinco mirandolas con deseo.
—Es para ti pequeño, ¿Cómo te llamas? Preguntó Simon
—Maxwell —dijo tímido a la vez que Izzy corría y lo tomaba en sus brazos para llenarlo de besos, había recordado a su fallecido hermanito. Cuando terminó de consentirlo le quitó el plato a su ahora esposo y se lo dio Max quién empezó a comer rápido y dejó la mitad.
Alec intuyendo porque dejaba la mitad aún cuando se veía que quería comerlas todas le dijo —Hay más galletas en la cocina, puedes comer las que quieras, no te preocupes, si se acaban nuestro elfo doméstico hará más.
En eso Clarissa salió llevando una fuente con más galletas —¿Elfo doméstico? Espero no te refieras a mi Alec —el ojiazul sonrió mirando a otro lado, en eso Rafe llegó mirando con miedo a tantos adultos, se acercó y se agarró del pantalón de Magnus quién de inmediato lo presento a todos
—El es Rafael, pero pueden decirle Rafe.
Todos lo saludaron, las mujeres más, ellas lo besaron en las mejillas antes de llevarlo junto a Max para que se atiborrara de todas las galletas que quisiera.
Ya solo faltaban quince minutos para el año nuevo y se escuchaba los fuegos artificiales a lo lejos, Alec les servía una copa de vino a sus amigos cuando la puerta fue tocada una vez más, pero esta vez con desesperación.
—¿Dónde están mis nietos? —Entró gritando Mateo Bane, atrás venía Michael cargando una montaña de regalos.
Apenas Mateo cruzo la puerta busco en la sala y cuando encontró a los niños prácticamente se lanzo de panza al suelo para estar a su altura. Se quedó mirándolos varios segundos.
Max era muy blanco, tanto como Alec y tenía unos hermosos ojos azules, también como Alec, luego miró a Rafael y lo tuvo que mirar mucho porque no podía creer el parecido que tenía con su hijo cuando era un bebé regordete, adorable a pesar de su ceño fruncido, una piel color canela y unos ojos caramelo que cuando le daban la luz se volvían casi dorados.
Mateo no pidió permiso, los atrajo a sus brazos y besó sus cabecitas diciéndoles —Bienvenidos a la familia, soy su abuelo Mateo Bane y esa cosa que intenta parecer rudo es su otro abuelo Michael, mi esposo.
Los niños cuando escucharon “esposo” se miraron uno al otro y luego miraron a Magnus y Alec —Si tú eres nuestro abuelo entonces ¿Ellos serán nuestros papas? —preguntó tímidamente Rafael. Al oír el apellido Bane recordó que Magnus también lo llevaba y además con el “soy su abuelo” de Mateo le dio la esperanza de que Santa le haya mandado dos papás en lugar de una mamá.
Alec y Magnus se miraron, pero antes de decir algo fueron interrumpidos por Erick —ellos no son sus padres aún, pero quieren serlo si ustedes quieren. Escuchen niños si ustedes no quieren nos iremos en este instante
Los niños se miraron —si queremos —gritó Max, el quería decirle papá a alguien, le había gustado los besos llenos de amor que le dieron, pero luego miró a Erick —si queremos, pero...
—Si aceptamos, tú ¿Te quedaras? —terminó Rafael
Erick estaba a punto de decir que no, la invitación era para ellos, él solo los había seguido para ver la clase de personas que ellos eran y ahora que había visto que los cuidarian con su vida entonces debía de irse
—El también se quedará con nosotros —dijo Alec, sorprendiendo a todos.
—Rafe y Max necesitan de su abuelo y él es su profesor particular de lengua y literatura, además de matemáticas —completó Magnus.
En eso Samuel entró corriendo —Ya faltan Cinco minutos para las doce, todos a la azotea, ya tengo los fuegos artificiales instalados.
Los niños se miraron y corrieron siguiendo a quien desde ese día sería tío Samuel. Unos minutos después la ciudad se iluminó mientras todos reían y decían Feliz año nuevo.
La cena fue maravillosa, ahora Alec entendía el porqué compró pavo esa mañana y Magnus horneo galletas de todas las formas y colores, era el destino o tal vez un regalo de Santa que venía atrasado. Ese último día del año solo eran Magnus y él preparándose para pasar la noche solos, pero llegaron a su vida dos pequeños necesitados de amor y protección. Y ahora al iniciar un nuevo año tenía dos hermosos hijos que pronto llevarían el apellido Lightwood Bane.
No había necesidad de preguntarle a su Magnus si estaba de acuerdo con adoptar, en su mirada se veía el amor y cuidado que daba a los pequeños y ni hablar de los demás miembros de su familia, todos competían por ser el mejor tío o abuelo, pero el puesto al mejor de todos era de Presidente, él fue quien persiguió al globo, él fue quien encontró a los niños, él fue quien los convenció de entrar al agua para bañarse y es el quién está ayudando a sus ahora hijos a romper el papel de regalo para ver qué juguetes les trajo santa.
Aunque atrasado “ Feliz año nuevo para todas y todos mis lectores”
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