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39. Sexy pelirrojo


Mi mirada sobre el lienzo no pierde en ningún momento el trazo del pincel delineando el tallo con espinas puntiagudas. Un color grisáceo las cubre, mientras un rosa palo desgastado adorna los pétalos estrujados de las rosas marchitas. Los colores dando a conocer el estado y el tiempo que llevan sin vida.

Separando el pincel de la pintura, observo mi obra realizada. Un arte hermoso con un triste significado, mostrando la última etapa de vida de algo tan hermoso como lo puede ser una rosa.

Desvío la mirada hacia la mesita donde se encuentra los demás pinceles metidos en agua y veo descansar junto a estos la musa de mi trabajo. Dejo el pincel junto a los demás y tomo entre mis dedos la rosa que encontré esta mañana en mi puerta.

La quinta que hallo en la semana. Estos últimos días sin falta, un flor pegada a mi puerta, cada una de ellas con el único destino de ser desechada luego. Hoy al despertar no fue la excepción, ahí estaba como todas las demás, dejándome una sensación extraña al pensar que alguien me observa mientras la tomo.

Con ese pensamiento recorriendo mi cabeza, me pongo de pie y camino hacia la ventana dejando caer la rosa en el cesto junto a esta. Observo a través del vidrio el sol bastante alto en el cielo, dándome cuenta con esto que debe ser más de medio día. Así que doy media vuelta y me pongo a recoger mi desorden.

Unos minutos después, cuando está todo en su lugar acomodo la pintura para dejarla secar a la vez que escucho la puerta de la entrada ser abierta. Echándole un último vistazo al lugar salgo de la habitación, caminando por el pasillo y al llegar al salón veo a mi chico de ojos verdes dejar el casco y las llaves sobre la mesita junto a la puerta.

Cuando alza la mirada, una sonrisa se expande en su rostro y un sentimiento cálido me recorre todo el cuerpo al saber que yo soy la causa de ella.

—Hola pequeña —dice y corto la distancia que nos separa, envuelvo mis brazos a su alrededor y escondo mi cabeza en su cuello. Unos segundos después siento sus brazos rodearme y apretarme contra su cuerpo. —¿Sucede algo? —pregunta en un susurro cerca de mi oreja, niego.

—No, solo quería abrazarte —aprieto el agarre y siento que deja su mejilla apoyada en mi cabeza. —¿Cómo estuvo tu día?

—Bien, —se encoge de hombros —un día como otro normal, nada interesante.

Me quedo unos segundos más en la misma posición y dejo un corto beso en su cuello antes de separarme centrándome en su rostro. Sus ojos recorren el mío como si quisiera cerciorarse de algo y una sonrisa divertida aparece en sus labios a la vez que una de sus manos sube a mi mejilla.

—¿Estuviste pintando? —sonrío encogiéndome de hombros   imaginando porque lo pregunta. —Tu rostro manchado me dice que sí.

—Iba a lavarme cuando llegaste —asiente sin soltarme.

—Me imagino que no has comido nada entonces... ¿o si? —pregunta alzando una ceja y un puchero de mi parte le da su respuesta. —Tienes que dejar de hacer eso, cada que entras a tu estudio, te olvidas de todo y no puedes dejar de alimentarte.

—Lo sé, lo siento —digo con la mirada puesta en mis manos sobre su pecho. Suspira y luego un beso es depositado en mi frente.

—¿Sabés..?

—¿Qué? —lo miro encontrando una sonrisa adornando su rostro.

—Cuando venía de regreso, algo me dijo que comprara la comida favorita de mi novia...  —sonrío ante sus palabras, el hambre que no había sentido antes, ahora está haciendo acto de presencia —y dije, ¿por qué no?

—Gracias Santi —susurro dejando un casto beso en sus labios.

—Todo por mi chica —sonrío. —Ahora ve a lavarte ese precioso rostro y regresa para comer juntos.

—Ya vuelvo —dejo otro beso en sus labios y me doy la vuelta para dirigirme hacia el baño, pero un azote en mi trasero me hace jadear y voltear con mi boca abierta encontrando una sonrisa divertida —¡Oye!

—La tentación pequeña, la tentación —se encoge de hombros mientras sigue su camino hacia la cocina.

Niego con la cabeza y se me escapa una risita iendo en dirección al baño. Unos minutos después, de regreso en la cocina, comemos juntos la comida que trajo y luego nos ponemos a ver una película sentados en el salón.

Al cabo de las dos horas, cuando están dando unos comerciales luego de terminar la película, recuerdo que cuando estaba pintando esta mañana, algunos de mis materiales estaban gastados, además que necesito más pintura.

Con eso en mente tomo mi teléfono, le hecho un vistazo a la hora y al ver que no es muy tarde, decido ir al centro a comprar lo que necesito. Quiero presentar una nueva exposición y para ello, necesito material.

Volteo a ver a Santi, su mirada sigue puesta en la televisión viendo un nuevo programa que empezó. Volviendo a dejar mi teléfono sobre la mesa de centro, me acerco a él y beso su mejilla.

—Amor.

—¿Qué pasó pequeña? —pregunta olvidando lo que estaba viendo y prestándome atención.

—¿Tienes algo que hacer ahora? —frunce el ceño y niega.

—¿Necesitas algo?

—Solo quiero que me acompañes al centro comercial, necesito comprar algunas cosas y no me vendría mal tu compañía —respondo con una sonrisa que él iguala.

—Está bien, no me molestaría acompañar a mi linda novia —dice acercándose y deja un beso en mis labios.

—Voy a cambiarme.

Voy hacia la habitación y cambio mi ropa holgada y cómoda, por un atuendo más favorable para salir de casa. Cuando estoy lista, salgo hasta el salón viendo a Santi listo junto a la puerta con la mirada puesta en el teléfono, la cuál cae en mí cuando estoy cerca de él.

—¿Nos vamos? —asiento.

—Si  vam.. —el sonido de su teléfono me interrumpe. Mira la pantalla y hace una mueca con sus labios. —¿Quién es?

—Tu padre.

—Contesta, puede ser importante, yo iré a tomar un poco agua antes de salir —asiente.

Me dirijo hacia la cocina, de la nevera saco la jarra de agua y tomando un vaso sobre la repisa, vierto un poco del contenido de la jarra en él. Guardo el recipiente nuevamente y vuelvo al salón mientras bebo del refrescante líquido.

Santi escucha en silencio a la persona al otro lado de la línea, pero sus labios muestran una mueca, mientras su mano libre despeina su rubio cabello.

—Está bien, no hay problema —dice mientras asiente. Apaga el aparato y lo guarda en el bolsillo del pantalón sin borrar la expresión de fastidio.

—¿No podrás acompañarme? —deduzco ante su actuar y cuando su mirada choca con la mía hace un puchero con sus labios.

—Discúlpame, tu padre me pidió que fuera a la empresa, dice que es importante —suspiro dejando el vaso sobre la isla y me acerco besando sus labios en un corto beso.

—No importa, tranquilo. Voy en mi auto y luego le hago una visita a Marina hasta que vuelvas.

—Está bien, vamos entonces.

Salimos de la casa, luego de cerrar bien, vamos hacia el garaje y después de compartir otro beso, ambos nos montamos en nuestros respectivos transportes. Él sale primero para luego hacerlo yo. Tomamos la misma vía hasta que llegamos al semáforo dónde tomamos diferentes direcciones.

(…)

Después de buscar estacionamiento para mí coche, entro al centro comercial. Adentro recorro el lugar con la mirada viendo personas caminar de un lado a otro, tan concurrido como siempre.

Recorro el lugar por un buen tiempo buscando todo lo que necesito y después de entrar a algunas tiendas compro lo que buscaba. Además, en el recorrido, pasé por el área de niños y compré un regalo para la pequeña Sara.

Antes de irme decido comer algo, así que me dirijo hacia una de las cafeterías del centro. Al entrar al local solo tengo intenciones de comprar unos dulces y una malteada para llevar, pero cuando recorro con la mirada las mesas del lugar, una cabeza pelirroja al fondo se me hace bastante conocida.

Tomando mi pedido, le pago a la chica detrás del mostrador y después de pensar por unos segundos si acercarme o irme, me dirijo hacia la mesa donde se encuentra el chico de cabello rojo.

Su mirada está perdida en el celular  sobre la mesa, con una mano sosteniendo su cabeza y la otra moviendo sin parar la pajita de la malteada, la cuál no tiene signos de estar muy fría de tanto movimiento. El chico no se percata de mi presencia hasta que ya estoy junto a la mesa y al levantar la mirada, el ceño un poco fruncido que ví cuando me acercaba, desaparece.

—Hola —digo con una sonrisa.

—Hola —responde igualando mi sonrisa con la excepción que la suya no llega a sus ojos.

—¿Puedo acompañarte?.. si no te molesta claro.

—Si claro, siéntate..

Tomo asiento en la silla frente a él y dejo mis compras en la de al lado, mientras los dulces y la malteada los coloco sobre la mesa.

—¿Cómo has estado Álex? Desde el día de la fiesta no te volví a ver.

—Bien —se encoge de hombros —un poco estresado con cosas de la universidad y ... demás —termina diciendo luego de permanecer unos segundos en silencio. —¿Y tú cómo estás, y los chicos?

—Yo estoy bien, la universidad también es un dolor de cabeza, ya sabes, y los chicos... Santiago estupendo y Marina, ¿qué contarte?, esa chica todos los días aparece con algo nuevo haciéndonos perder la cordura con sus ocurrencias —digo sonriendo y veo que suelta una risita.

—Me di cuenta ese día que tiene mucha energía

—No te imaginas cuánta.

—Me agradó bastante, es muy alegre, al igual que tú novio y el otro chico que andaba con ella.. no recuerdo como se llama.

—Ricardo..

—Él, parecía tener la misma dosis de energía que Marina —dice haciéndome sonreír.

—Si, ambos son tal para cual.

—Ellos hacen una linda pareja, al igual que tú y Santiago.

—Gracias —le doy un sorbo a mi bebida deleitándome con el dulce sabor del chocolate. Lo veo abrir y cerrar la boca como si quisiera decir o preguntar algo hasta que respira.

—Y... ¿Cómo está... Marcos? —pregunta por fin con la mirada puesta en algún punto de la mesa.

—Bueno él... si te soy sincera, hace unos días no lo veo —respondo ganándome su atención. —Me ha estado evitando el muy demente —digo en un tono más bajo rodando los ojos y logro ver el atisbo de una pequeña sonrisa que desaparece al instante. —Tú.. ¿No has hablado con él? —una mueca dibuja sus labios y su mirada viaja hacia su teléfono nuevamente.

—Después de la fiesta.., lo llamé, pero me dijo que no podía verme. No le tomé importancia, —se encoge de hombros —otras veces ha pasado igual y  luego él me busca para recompensarme, pero.. está vez.. no lo hizo.

—Esta semana, como dije, no lo he visto, quizás se le presentó algún problema —digo algo insegura tratando de subirle el ánimo y me da una sonrisa de labios.

—Ayer lo ví en el parque —baja la mirada. —Ni siquiera me miró.

—Oh.. —susurro. —Tal vez... Tal vez no te vió —trato de justificar muy malamente mordiendo mi labio inferior. Se encoge de hombros y cuando sube su mirada veo sus ojos tristes.

—Puede ser, pero eso no evita que duela.

—Lo siento —sonríe y niega.

—No es tu culpa tranquila —su teléfono suena y me hace una seña con su mano para que espere. Le doy un sorbo a mi malteada terminándola y dejo la copa a un lado cuando cuelga el teléfono. —Ya tengo que irme —dice haciendo una mueca y toma su malteada, pero cuando prueba de esta su ceño se frunce hacia la bebida. —Está caliente —se queja con un puchero haciéndome sonreír.

—Vamos, yo también tengo que irme —tomo mis bolsas y ambos vamos hacia la salida. —¿Necesitas que te lleve? —pregunto cuando estamos fuera del lugar y lo veo mirar a ambos lados de la calle.

—No, no te preocupes, mi hermana viene por mí, gracias de todas formas.

—No hay problema, fue un gusto volver a verte y hablar.

—Lo mismo digo Manu, fue bueno hablar con alguien —sonrío y comienzo a caminar.

—Adiós Álex.

Llego a mi coche quitando la alarma y dejo las bolsas en los asientos traseros. Cierro la puerta y monto en el asiento del copiloto. Cuando me estoy colocando el cinturón de seguridad, veo por uno de los espejo un auto deteniéndose frente a Álex. Él sube y el coche arranca, entonces veo a una chica pelirroja detrás del volante.

Negando con la cabeza, enciendo mi auto y suelto el aire.

—Hay Marcos, espero que venga una ráfaga de viento y te deje en la antena del edificio más alto a ver si recapacita esa cabezota tuya —murmuro mientras tomo camino hacia el departamento de Marina.

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