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38. Rosa marchita


De apoco voy abriendo los ojos y lo primero que hallo ante mis ojos, es el rostro dormido del chico de mi vida. Parpadeo un par de veces acostumbrándome a la claridad de la habitación y vuelvo mi atención al rostro de Santi. Se ve tan tranquilo y hermoso y lo mejor, es todo mío.

Sonrío con mi último pensamiento, pero el sonido de la puerta al ser tocada capta mi atención. Frunzo el ceño ante esto, <¿Quién será ahora?>. Vuelven a tocar y miro a Santi, el cual ni se ha movido. Con cuidado quito su brazo de mi cintura y tratando de hacer el menor ruido posible, me levanto de la cama.

Busco su camisa en el suelo, me la pongo y antes de salir, le dedico otra mirada comprobando que sigue dormido. Salgo al salón recogiendo, o bueno, tratando de recoger mi cabello en un moño mientras vuelven a tocar, haciéndome rodar los ojos. Abro la puerta y al otro lado me encuentro a mis calamidades con la mano alzada para tocar nuevamente.

—¿Por qué tanto desespero en tocar la puerta chicos?, aún se duerme ¿saben?.

—No seas dramática, solo toqué una vez —dice Marcos haciéndome fruncir el ceño.

—¿En serio? —lo miro algo confundida porque estoy más que segura que oí más de dos toques en mi puerta.

—Si, cuando iba a intentarlo por segunda vez, abriste —responde Marina mientras ambos entran. —Ah mira.. esto estaba en la puerta —con sus palabras mis ojos caen en lo que trae en sus manos y en una de estas sostiene una rosa marchita.

—¿Y eso? —pregunto, tomándola cuando me la extiende.

—No sé, estaba pegada en la puerta cuando llegamos, ¿no Marcos? —frunce su nariz en gesto confundido.

—Si, estaba pegada con cinta y no recuerdo haber dejado ninguna ayer cuando terminamos de arreglar todo aquí.

—Supongo que será una mala broma entonces —me encojo de hombros y camino hacia la cocina, hecho la flor al cesto de basura y volteo viendo a mis amigos sentados en los bancos de la isla.

—Bueno lindura, ¿y tu noche como terminó?, porque ni me enteré cuando te fuiste del club —pregunta Marcos con una sonrisa divertida, la cuál copio.

—¿Cómo te vas a enterar? Si estabas más concentrado en comerle la boca a tu acompañante.

—Pss, pequeño y deliciosos detalles —dice encogiéndose de hombros haciéndome sonreír. —Anoche todos teníamos deliciosos detalles que resolver.

—Seguro.

—Tus fachas dicen que disfrutaste de tu detalles — comenta Marina moviendo sus cejas, recordando mi vestimenta.

—Dios, lo había olvidado…

—¿Pequeña? —pregunta una voz soñolienta y ronca desde el salón, logrando que todas las miradas caigan sobre él. Y mis ojos se abren cómo platos al verlo solo con unos bóxer negros, aunque mis ojos no son los únicos bien abiertos.

—Manu querida, voy a venir más seguido en las mañanas a visitarte —menciona Marcos con su mirada pervertida y antes de que se coma a mi chico con la mirada, camino hacia este y me posiciono frente a él.

—Marcos guarda silencio ¿quieres? —digo mirándolo mal y comenzando a empujar el cuerpo de Santi, que al parecer está poniendo de su parte algo divertido, porque si no fuera el caso, estuviera aquí parada intentándolo aún.

—Manu ya estamos en la habitación —anuncia burlón y bajo mis manos de su espalda.

—¿Por qué sales así? —pregunto mirándolo con los ojos entrecerrados.

—Lo siento —dice sin borrar la sonrisa, pero al ver que no cambio mi expresión, me atrae hacia él con una de sus manos en mi cintura. —No sabía que tenías visitas tan temprano en la mañana.

—Sabes que ellos no tienen horario… además, este Marcos…

—Déjalo, solo bromeaba… creo —susurra lo último y sonrío.

—Conociéndolo no me confiaría tanto —digo causándole una risita. —¿Qué haces despierto tan temprano?

—Eso podría preguntar yo. Despierto buscando a mi chica para agradecerle lo de anoche y me encuentro con la cama vacía.

—Ciertas personitas llegaron.., pero ¿de que forma me ibas agradecer? —ladeo el rostro y sonrío cuando el lo hace mientras va acercando su rostro al mío, cuando roza sus labios con los míos…

—¡Manuela si no me alimentas entro!

—¡¡MARCOSS!! —grito y una carcajada del otro lado es mi respuesta. Pego mi frente al pecho de Santi sintiendo este vibrar por su risa. —Cámbiate y sal —digo separándome de él con la intención de salir de la habitación y digo intento, porque antes de dar un solo paso, mi espalda impacta con la puerta y unos labios con los míos.

Cuando el aire es necesario entre nosotros, se separa de mí, tirando de mi labio inferior en el proceso y dejando mi respiración acelerada.

—Ahora si puedes salir —dice dando pasos hacia atrás con esa sonrisa derrite mundo y entra al baño.

Cierro los ojos sonriendo y salgo de mi habitación hacia la cocina, donde están mis personajes estropea momentos. Los cuales están sentados en los bancos de la isla y cuando paso por el lado de Marcos, le doy un raspe provocando que su cabeza vaya hacia adelante y Marina ría.

—Pequeña bruja —se queja mirándome mal, le lanzo un beso y voy hacia la nevera sacando la jarra de jugo.

—Te lo ganaste.

—Ti li guinisti —refunfuña sacándome la lengua. —Solo le eché una miradita a tu bombón, ¿cuál es el problema?.

—¿De verdad no quieres desayunar? —pregunto con una ceja alzada y me sonríe inocente. —Eso pensaba.

—¿Todo terminó bien entonces? —pregunta Mari y asiento con una sonrisa.

—Todo perfecto, gracias por la ayuda.

—No es nada.

—¿Y Ric?

—Hoy temprano me llevó a mi departamento. Sus padres lo mandaron a llamar y no podía negarse, ya sabes —dice haciendo una mueca con sus labios.

—No te preocupes, seguro no es nada importante —digo  y se encoge de hombros. —¿Y tú belleza?

—¿Yo que?

—¿Y tu chico pelirrojo sexi? —pregunto haciendo que sonría. —Uuh esa sonrisa..

—Lo dejé en su casa antes de ir por Marina.

—¿Y?

—Y ¿qué?

—Hay vamos, ¿no nos dirás nada de ustedes?

—No hay nosotros, solo es uno de mis ligues, ya me conocen —responde mirando sus uñas.

—Precisamente porque te conocemos es que queremos saber, no sueles llevar a cualquiera de tus “ligues” a nuestras salidas —menciona Marina y asiento afirmando lo dicho.

—Exacto, prefieres conseguir ligues de momento en las fiestas, que se quedan es solo eso.. ligues sin nombre siquiera.

—Chicas por favor.. —pide mirándonos con el ceño fruncido.

—Así que vamos, ¿Qué pasa con el lindo Álex?..

—Yo… —susurra intercambiando miradas entre Mari y yo —Eeh…

—Pequeña —dice Santi entrando a la cocina y veo a Marcos soltar el aire. —Tu teléfono no para de sonar con un número desconocido —me lo extiende en el mismo momento que empieza a sonar otra vez.

—Gracias nene —lo tomo y miro a Marcos. —Esto no ha terminado —le digo y abre los ojos mientras camino hacia el salón. —Diga..— digo contestando la llamada, pero no obtengo respuesta. —Hola.. —nada del otro lado, separó el móvil de mi oreja y veo que sigue la llamada. —¿Hay alguien ahí? —al no recibir respuesta alguna, frunzo el ceño y cuelgo. —Que raro.

—¿Quién era? —pregunta Santi recostado a la mesa con un vaso de jugo en la mano.

—No se, no me respondió y colgué.

—Que raro —dice Marina.

—Eso mismo pensé yo, es… ¿Y Marcos? —pregunto al no verlo.

—Se fue como el viento apenas pasaste por su lado, no me dio tiempo a nada —responde divertida.

—Cobarde.. —río y camino hacia Santi. —¿A dónde vas? —pregunto al verle las llaves de la moto en su mano.

—Tu padre quiere que vaya a la empresa —se encoge de hombros y  pone el vaso sobre la mesa. —¿Tú que harás hoy?

—No sé, perdimos un secuaz por hoy, así que a ver qué se le ocurre a la señorita —digo señalando a Marina detrás de mí, Santi sonríe y asiente.

—Está bien, te veré más tarde entonces —asiento y toma mi rostro entre sus manos dejando un beso corto en mis labios. —Hasta luego —besa mi frente y pasa por mi lado. —Adiós rubia, no terminen en problemas.

—No te prometo nada —dice Marina y Santi sale sonriendo del departamento.

—¿En serio, no te prometo nada? —pregunto divertida y se encoge de hombros con una sonrisa. —¿Te sirvo jugo? —asiente y voy por los vasos.

(…)

Luego de una salida entretenida con Marina y sin poder volver atrapar al escurridizo de Marcos, voy de vuelta a casa. Realmente no es mi costumbre burlarme de las personas, pero con este chico lo hago cada vez que me da la oportunidad.

Al él le encanta mortificarnos la vida cada vez que se le antoja, así que no le hace mal a nadie que nosotros lo hagamos con él de vez en cuando, en serio es muy divertido verlo avergonzado aunque sea una vez.

Llegando frente a mi casa, entro hasta el estacionamiento. Bajo del coche y rodeándolo, tomo las cajas de pizza en el asiento de copiloto, las cuales compré cuando venía de regreso junto con unas gaseosas.

Le pongo seguro al coche, lo mismo hago con el garaje al salir y voy hacia la puerta de entrada. Cuando voy a abrir la misma, volteo hacia la calle al sentir que alguien me observa. Recorro con la vista los alrededores y al no encontrar nada fuera de lo normal, me encojo de hombros restándole importancia.

—Bueno.. —susurro abriendo la puerta por fin. —Santi.. —al no recibir respuesta camino hacia la cocina. —Al parecer no ha llegado aún.

Dejo las cajas sobre la isla y dejo los refrescos en la nevera para que guarden el frío. Con eso listo, me dirijo hacia mi habitación a cambiar mi ropa por una más cómoda para estar en casa.

Después de un rato de esperar a Santi, enciendo mi teléfono y hago una mueca al ver la hora. Ya es tarde, mi estómago reclama por comida. Hago un puchero y decidida, me levanto del sofá hacia la cocina, agarro una de las cajas junto a una gaseosa y vuelvo al salón. Y con la primera mordida a mi comida siento que vuelvo a la vida.

Cuando estoy devorando la cuarta rebanada de pizza, escucho la puerta ser abierta. Volteando el rostro, veo a Santi entrar con expresión aburrida, la cuál desaparece cuando sus ojos se posan en mí.

—Pequeña —dice con una sonrisa.

—Hola —susurro luego de tragar mi comida.

Camina en mi dirección y toma asiento a mi lado echándole un vistazo a la caja en mi regazo.

—Espero que me hayas dejado un poco glotoncita —señala divertido mientras besa mi frente haciendo que infle mis mejillas.

—Yo no soy glotona —replico mientras llevo una de mis manos delante de su rostro sosteniendo un trozo de pizza, el cual muerde sin perder la sonrisa. —Y si te dejé comida, sobre la isla hay otra caja —asiente acercando nuevamente mi mano a su boca para seguir comiendo. —¿Qué hiciste con mi padre hoy?

—Quiere que participe en otro proyecto de la empresa —responde luego de unos segundos poniéndose de pie y caminando hacia la cocina.

—¿En serio?

—Si —dice de regreso con la otra caja en la mano junto a una gaseosa. —Me comentó que a la junta le había gustado mi trabajo con la nueva tienda, además, algunas maquetas que le había mostrado a tu padre de viejos proyectos escolares también les llamó la atención.

—Eso es bueno ¿cierto?

—Claro que si, es muy bueno, ahora viene mi último año de universidad y la mayoría del tiempo serán prácticas hasta el proyecto final y esto me servirá mucho.

—Me alegro por ti Santi, en serio.

—Gracias hermosa —susurra acercándose hasta juntar nuestros labios en un dulce beso.

—Y hablando de la nueva tienda, tengo que ir a ver a mi padre.

—De hecho, casi lo olvido, él me dijo que quería verte.. bueno no me lo dijo a mí específicamente, porque no sabes que vivimos juntos, pero lo comentó —se encoge de hombros y le presta atención a la televisión por primera vez desde que llegó. —¿Y esa película que o qué? —pregunta con el ceño fruncido provocando que sonría al ver lo mismo que él.

—No sé, cuando prendí la tele estaba puesta —me encojo de hombros.

—Un poco traumante a mi parecer —dice sin apartar la mirada de la pantalla.

—Acaso temes que un payaso asesino aparezca bajo tu cama —digo divertida haciendo que me mire con una ceja alzada.

—Yo seré el que estará en tu cama y no creo que sea debajo de ella, quizás hasta ejecute algunas técnicas de tortura, ¿te parece? —pregunta divertido con un tinte lujurioso pasando por esos ojos verdes, logrando que mis mejillas se calienten.

Cuando voy a responder escucho mi teléfono sonar desde la cocina. Mordiendo mi labio inferior le doy una última mirada y me pongo de pie. Encuentro el teléfono sobre la isla y lo tomo viendo que es un número desconocido, sin pensarlo mucho contesto.

—Diga… Hola… ¿Alguien? —pregunto al no recibir respuesta, separo el teléfono viendo que la llamada continúa haciéndome fruncir el ceño. —Hola.. —repito y cuelgo al seguir en el mismo silencio. —La gente no se cansa de molestar —digo y mis pelos se ponen de punta al sentir una respiración en mi cuello y un agarre en mi cintura.

—¿Quién era pequeña? —pregunta en un susurro en mi oído provocando que me estremezca.

—No se, número equivocado — respondo dándole más acceso a mi cuello.

De un momento a otro, sus manos en mi cintura hacen que voltee encontrando esos hermosos ojos verdes fijos mis labios. Por instinto paso la lengua por estos y sin esperar nada al respecto, ataca mi boca con intensidad.

—Creo que iré practicando algunos métodos de tortura —susurra sobre mis labios luego de separarnos, mientras, me agarra de los muslos haciendo que envuelta mis piernas en su cadera y empieza a caminar hacia la habitación.





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Hola mis pequeñas linduras. Aquí les traje otro capitulito, espero que les halla gustado.

Hasta el próximo.
😘

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