3. Domingo de amigos
Llego al comedor y ya está la mesa lista. Mi padre se sienta mientras Rita le da el último retoque a la mesa, siempre tan perfeccionista. Por mi parte voy y me siento al lado de mi padre.
Por la puerta entra Clara con Sara de la mano. Esta última al ver a Santiago llegando a su silla, ‹que es a mi lado, que quede claro›, suelta la mano de su madre y corre hasta él.
—Santiii —este se agacha sonriendo y la toma en brazos.
—Hola princesa —le da un beso en la mejilla, una escena muy linda.
—Volví a perder a Susi —dice la nena mientras le revuelve el cabello a su hermano.
—¿Y por qué no me llamaste para buscarla juntos?.
—Porque Manu me ayudó —me señala con una sonrisa, él me mira un segundo y vuelve su atención a la pequeña.
—Que bueno, ¿y le agradeciste? —asiente mordiéndose el labio. —Muy bien princesa.
La acomoda en la silla junto a su madre que está sentada frente a mí y él toma asiento a mi lado.
La comida estuvo deliciosa, la verdad es que a Rita no le gana nadie. Conversamos un poco mientras cenábamos. Clara me contó que había estudiado enfermería, algo que a sus padres si les agradó y que lo estuvo ejerciendo hasta hace poco.
También descubrí que Santiago estudia arquitectura y que está en su penúltimo año, igual que yo. Según mi padre, es muy bueno en lo que hace y que ya ha trabajado en varios proyectos fuera del nivel educativo, aunque pequeños, pero le ha ido muy bien.
En fin, llegué a la conclusión de que eran personas muy agradables y la pequeña Sara es la niña más hermosa y tierna que he conocido. Mi padre se veía feliz y eso era todo lo que necesitaba para aceptar a los nuevos integrantes de la familia.
Ya eran pasada las diez de la noche y era hora de irme. Me despedí solo de Clara, ya que la niña estaba durmiendo y Santiago salió a no se donde a hacer una llamada. Le di un beso en la mejilla a Rita y fui hasta la puerta con mi padre.
—No tienes que irte a esta hora, sabes que tienes tu propia habitación allá arriba —ya era la segunda vez que me lo decía en la noche, quería que me quedara.
—Ya lo se papá, pero sabes que me gusta mi casa.
—Lo sé hija, lo sé —me da un beso en la cabeza —pero siempre te recordaré que puedes quedarte cuando quieras.
—Y en el momento que sea necesario lo haré —lo abrazo y le doy un beso en la mejilla —adiós pa.
—Hasta luego cariño, cuando llegues me escribes.
—Ok.
Voy hasta mi auto y tomo rumbo a mi casa. Quiero dormir, mi cuerpo pide con urgencia una cama. No me gusta quedarme a dormir en casa de mi padre por miedo a que me de una de mis pesadillas y me despierte gritando como siempre sucede y que él me escuche.
Papá piensa que luego de las terapias que recibí después de lo ocurrido, las pesadillas se fueron. Por un tiempo si lo hicieron y el se puso muy feliz por eso, pero luego volvieron y nunca se lo dije para no preocuparlo.
Entrando por la puerta de la casa, el teléfono suena indicándome la entrada de un nuevo mensaje, era Marcos. ‹¿Qué querrá este loco a esta hora?›.
Marquitos:
Manu Manu, recuerda que mañana es domingo y toca reunió exclusiva. Se que lo sabes, pero te lo recuerdo y avísale a Mari. Un beso enorme de tu amor platónico.
Me echo a reír con esto último, nunca lo va a olvidar, ni yo tampoco.
Resulta que en el primer año de universidad, Marina y yo hicimos una apuesta tonta sobre algo que no recuerdo. La que perdiera tenía que conquistar al primer chico que bajara las escaleras de la salida luego de las dos de la tarde.
Y adivinen quien perdió, pues yo y el primero en bajar fue nada más y nada menos que Marcos. Fue la peor vergüenza de la historia cuando traté de convencerlo para salir conmigo y me dijo que era gay.
A partir de ese vergonzoso suceso inició una amistad muy bonita entre los tres y cuando le contamos sobre la apuesta, empezó a decir que era mi amor platónico por no conseguir conquistarlo.
Le contesté con un ok a su mensaje y entre directo al cuarto. Antes de meterme al baño le escribí a mi padre. Me di una ducha y me lance a la cama. Decidí llamar a Marina para avisarle lo de mañana, en el tercer timbre contestó.
—Manu.
—Hola Mari, ¿estás mejor?.
—Si, estoy mucho mejor.
—Te llamaba porque Marcos quería que te recordara el encuentro de mañana y saber si ibas a ir.
—Si lo sé, nunca lo olvidaría y jamás dejaría de pasar tiempo con ustedes.
—Lo sé, pero parece que como él te vio ayer algo… distante..
—Si, tengo que disculparme con él, ustedes no se merecían que los echara de lado.
—Tranquila, el lo entenderá como lo hice yo, además el no estaba enojado, solo preocupado por ti.
—Eso espero… Bueno, nos vemos mañana entonces.
—Claro, adiós.
—Adiós
Cuelgo y conecto el teléfono al cargador. Me acuesto mirando el techo, cierro los ojos y caigo en el mundo de la oscuridad. Esa noche no tuve pesadillas, más bien soñé con una mirada verdes esmeralda muy hermosa.
(…)
Ya estaba cerca de la cafetería cuando me entra una llamada de mi padre, pongo el manos libre y contesto.
—Hola papá.
—Hola cariño, ¿cómo amaneciste?.
—Muy bien ¿y tú?.
—Perfecto, ¿en dónde estás?.
—Voy camino a la cafetería, a desayunar con Marina y Marcos.
—Oh los revoltosos —suelto una carcajada haciéndolo reír. —Bueno, te llamaba porque necesito hablar contigo luego para que me ayudes con un trabajo.
—Está bien y ¿cuándo sería?.
—Mañana en mi oficina estaría bien.
—¿Y si era para mañana por qué me llamaste hoy? —pregunto divertida.
—Porque lo recordé ahora y se me ocurrió llamarte de una vez.
—Estas loco papá.
—Siempre cariño. Bueno mañana nos vemos, un beso.
—Uno para ti, adiós.
Cuelgo y estaciono el auto fuera de la cafetería. Bajo y al entrar diviso en una mesa al final, una cabeza castaña muy conocida dándome la espalda. Llego por detrás y le tapo los ojos con las manos.
—¿Quién soy? —pregunto con una sonrisa.
—Una bruja de ojos grises —responde divertido y le pego en la cabeza con la mano —auch agresiva —se frota la zona del golpe.
—Por lo de bruja —le saco la lengua —además no fue para tanto, dramático —ríe.
—¿Y Marina?.
—La llamé anoche y dijo que vendría, así que… —en eso suena la campanita de la puerta al abrirse —mira, ahí viene.
—Hola chicos —saluda y se sienta a mi lado. —¿Cómo están?.
—Bien —responde Marcos. —¿Cómo estás tú?.
—Ahora estoy mejor. Quería disculparme contigo.
—¿Conmigo por qué? —pregunta confundido.
—Por lo del otro día en la uni, no fue justo que los ignorara por mis problemas.
—No tengo que disculparte por nada Marina, cualquiera tiene un mal día y no puedo juzgar a alguien por algo que le haya pasado y no sepa, además solo estaba preocupado por ti y de tu actitud rara.
—Pero me perdonas —este bufa.
—Ok, si así estas contenta te perdono —acepta y Marina sonríe. —¿Me vas a decir qué te pasaba? —esta asiente y borra la sonrisa que tenía.
—Te lo voy a contar, pero en otro lugar, aquí hay muchas personas y no quisiera que nadie más se enterara.
—¿Tan malo es? —pregunta con una mueca y yo asiento. —Está bien, entonces desayunamos y luego vamos a mi departamento los tres, ¿les parece? —asentimos.
Pedimos un desayuno completo para los tres y mientras estuvimos ahí, hablamos de temas de la universidad y cosas sin importancia.
Cuando terminamos pagamos y salimos y llegando al coche, las dos personas supuestamente adultas que van conmigo, se echan a correr para ver quién llegaba primero al puesto de copiloto. Yo los sigo con toda mi pura calma y me monto al volante, luego ellos entran y el dato importante: ganó Marcos.
—Eres un pesado —le dice Marina con los brazos cruzados sentada en los asientos traseros.
—Y tu una mala perdedora —habla divertido sacándole la lengua.
—Parecen un par de niños —comento divertida empezando a conducir.
—Es que es él, siempre gana y no es justo —reclama inflando las mejillas.
—Tienes que correr mas rápido Marinita —dice Marcos encendiendo la radio y ella le saca la lengua.
Y así fue todo el camino, entre la música de la radio y estos dos hablando y hablando. Los adoro, en serio, pero a veces me dan ganas de tirarlos por la ventana del coche. Al llegar donde vive mi amigo dejo el coche en el estacionamiento del edificio. Vamos hasta el elevador y subimos hasta el quinto piso.
‹No se que tienen estos seres con vivir en las alturas›.
Llegamos a nuestro destino y Marcos abre la puerta. Entramos y nos lanzamos a los sillones.
—Suave con los sillones señoritas, que ninguna de las dos me va a comprar uno nuevo.
—No seas dramático —le digo acomodándome.
—Habló la que tiene un padre rico —dice divertido y abro la boca haciéndome la ofendida.
—Serás… —agarro un cojín y se lo lanzo, pero el desgraciado lo atrapa mientras ríe.
—¿Quieren algo de tomar?.
—No, estamos llenas —explica Mari. —¿Acaso tú no? —este se encoge de hombros.
—¿Nunca te llenas? —niega —acabamos de desayunar barril sin fondo.
—Ya tu lo dijiste, barril sin fondo —dice dándose palmaditas en el estómago y se dirige a la cocina. A los segundos vuelve con un vaso de jugo en la mano. —Bien, a lo que vinimos —se sienta en el sillón del frente y pone su atención en nuestra amiga.
—Bueno aquí voy…. —Marina toma aire y comienza.
Le cuenta todo lo ocurrido esa noche tal y como me lo contó a mí. Según se adentraba a la conversación sus lágrimas comenzaron a salir. Yo la abrazaba de lado y Marcos se sentó en la mesa de centro tomándole las manos y secando sus lágrimas de vez en vez. Estuvimos en silencio todo el tiempo dejando que dejara salir todo.
—…y luego el chico me llevó hasta mi departamento —se queda en silencio.
—Maldito idiota del demonio, si me lo encuentro lo… —se muerde los labios para no seguir —¡¡Aaah!! —exclama y se pone de pie.
—Marcos… —me mira y le señalo a Marina quien está llorando aún y se acerca.
—Lo siento mucho Mari —se agacha frente a ella y la abraza. Ella se esconde en su cuello y yo me uno a su abrazo apretándolos a los dos.
—Son los mejores, chicos —dice después de unos segundos separándose un poco y sorbiendo por la nariz. —No se que haría sin ustedes.
—Y nosotros sin ti —tomo su mano.
—Olvidándonos del caos un ratico, se puede sacar algo bueno de todo esto —comenta Marcos y le seca la cara con su mano.
—¿Qué? —pregunta confundida.
—Te salvó un chico lindo —sube y baja las cejas varias veces haciéndonos reír a ambas.
—Tú no cambias —digo dándole en el hombro.
—Claro que no, si lo hago perdería mi estilo.
—Cierto.
—¿Quieren ver una peli?.
—Si —respondemos las dos a la vez.
Marcos encendió la tele y puso una película de comedia para olvidarnos de la conversación anterior. Pedimos pizza para el almuerzo y pasamos un buen mediodía entre nosotros.
—Chicos no les conté —tomo el último trozo de nuestra comida.
—¿Qué? —preguntan a la vez prestándome atención.
—Ayer mi padre me invitó a cenar, para presentarme a su esposa —Marcos escupe el refresco que estaba tomando y hago una mueca —asqueroso.
—¿Cuándo se casó tu padre? —pregunta Marina con los ojos bien abiertos.
—La semana antes pasada, cuando fue a Italia supuestamente a cosas de trabajo.
—Que fuerte —comenta Marcos limpiándose la boca con una servilleta. —¿Y no te enojaste con él?.
—Claro que lo hice, pero ya estamos bien.
—¿Y su esposa, es de esas madrastras escalofriantes que se casan por dinero? —dice con una mueca haciéndome reír.
—No, Clara es una mujer muy agradable, sencilla y se ve que adora a sus hijos.
—Hijos, se refiere a cantidad —comenta Marina.
—Si, una pequeña de cinco años muy linda y adorable, que se llama Sara y el otro se llama Santiago, tiene 22.
—¿Y ese no es lindo y adorable? —pregunta divertido.
—Puede.
—¿Puede nada más? —insiste el muy pesado.
—Hay si, es muy lindo y con unos ojos verdes de infarto, ¿y qué?.
—¿Cómo que y qué?, yo teniendo un chico lindo en casa de mi padre no pierdo el tiempo —me mira moviendo las cejas.
—Marcos, es mi hermanastro.
—Hey si, no es como si fuera familia tuya o algo.
—Como sea —digo mirando hacia otro lado.
—¿Qué dices tu Marina? —le pregunta.
—Pues yo estoy de acuerdo con los dos —la miramos confundidos —no me miren así que da miedo, pero es verdad, lo que dice Manu es cierto ya que siendo su hermanastro se ve raro, y tu también tienes razón, ya que no son familia.
—Ustedes dos están hablando como si el chico y yo fuéramos novios a escondidas y no hemos intercambiado más de cinco oraciones, además, ¿cuándo dije yo que estaba interesada en él, a ver?. Y tampoco tengo intenciones de que pase nada —los dos me miraran con cara de “¿en serio?”.
—Si tu lo dices bruja —le pego en la cabeza —auch.
—No me digas más bruja —le reprocho abrazando un cojín.
—Oye, cambiando de tema, ustedes son unas suertudas.
—¿Por qué? —pregunta Marina la duda de ambas.
—Porque las dos conocieron a un chico lindo en lo que pasó de semana y yo nada, la vida es cruel —hace un puchero haciéndonos reír. —Son malas —nos da con el cojín en la cabeza y sale corriendo.
—¿Serás tonto Marcos Sierra? —grito su nombre completo y salgo corriendo detrás de él con un cojín en la mano.
—Cuando te coja Marcos —me sigue Marina en la persecución de Marcos con dos almohadas, una en cada mano.
—No huyas cobarde —grito desde algún lugar de la casa.
Y así transcurrió la tarde, entre pelea de cojines y guerra de almohadas vengándonos de cierto castaño alborotoso.
•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°•°
Los amigos son geniales, la vida fuera aburrida sin ellos.
Que les puedo decir, mi amiga está loca jjj. 😅
Voten ★ y comenten que les parece.
Se les quiere.
Besos 😘
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro