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27. Su tatuaje


UNOS DÍAS DESPUÉS

Voy camino a la universidad y en mi cabeza solo ronda una cosa: Santiago. Ayer andaba en el limbo, las sonrisas que me daba no eran verdaderas, más bien parecía afligido y cuando le pregunté, solo me dijo que estaba cansado. Además no fue a mi casa, me envió un mensaje diciendo que no podía y eso me dejó confundida. En fin, estoy preocupada por él.

Llego al estacionamiento de la universidad y al bajar veo a mis amigos recostados al auto de Marcos mientras conversan. Le pongo seguro al coche y voy hacia ellos.

—Hola chicos —digo cuando estoy cerca de ellos llamando su atención.

—Hola bella, hoy andas un poco atrasada.

—Si Manu, casi entramos sin ti, ya pensábamos que no vendrías —dice Marina.

—Lo siento, es que me quedé dormida —me encojo de hombros restándole importancia al asunto.

—Bueno está bien, vamos que llegaremos tarde —dice Marcos comenzando a caminar.

Cuando llegamos a los pasillos, Marcos coge por uno y Marina y yo por otro, ya que tenemos a primera hora la misma clase.

—Mari, ¿no viste llegar a Santi  hoy en la mañana? —con mi pregunta voltea a verme con el ceño fruncido.

—¿A Santiago? —asiento —no, mientras nosotros estuvimos ahí no. El que llegó fue Ric… Ricardo —dice y carraspea haciéndome sonreír —bueno él fue al que vi, pero venía solo.

—Bueno.

—¿Y por qué la pregunta?

—No, por nada, solo preguntaba —cuando va a volver a hablar, el profesor nos hace entrar.

(…)

Medio día y voy en dirección a la cafetería. Entro a esta y busco a mis amigos con la mirada hasta que los encuentro en una mesa del final y voy hasta ellos.

—Manu Manu —dice Marcos cuando estoy junto ellos.

—Hola —voy a sentarme, pero veo a Ricardo saliendo por la parte trasera de lugar hacia el estacionamiento —y adiós.

—Oye ¿a dónde vas? —pregunta Marina cuando ve que voy hasta la salida.

—Ahora vuelvo —digo y salgo de ahí detrás de Ricardo. Cuando llego al estacionamiento veo que está llegando a su camioneta. —¡Ricardo!

Al escuchar su nombre, voltea y al ver que soy yo sonríe.

—Hey bonita, ¿qué tal? —pregunta recostándose al coche y cruzándose de brazos.

—Bien gracias. Oye, me podrías decir ¿dónde está Santi? —con mi pregunta veo que su sonrisa se opaca un poco, pero intenta disimularlo.

—¿Acaso tengo pinta de rastreador bonita? —pregunta divertido y entrecierro los ojos hacia él —seguro anda por ahí.

—¿En serio, quieres que me crea que su mejor amigo, osea tú, no sepas dónde está?

—No es necesario que lo creas si no quieres —dice y da la vuelta para abrir el coche, pero tomo su brazo para detenerlo haciendo que voltee.

—Ricardo por favor, estoy preocupada por él, dime dónde está.

—Manu él está bien, tranquila, solo vete a casa. Seguro te llama luego —asegura y me da una sonrisa de boca cerrada.

Suelto su brazo y doy unos pasos hacia atrás.

—Ok, gracias —digo en voz baja y le doy la espalda caminando hacia mi auto.

Arranco y salgo en dirección a mi casa. Luego de un rato en carretera llego a mi destino. Meto el coche al garaje y entro. Voy hasta la cocina y pongo sobre la mesa la comida que compré por el camino. Busco un plato poniendo lo que traje en este. Ya con mi comida lista voy hasta el salón y prendo la tele.

Cuando termino de comer, recojo todo el desastre que dejé en la cocina porque si lo dejo para después, se que no lo haré. Voy hasta mi cuarto y reviso mi teléfono a ver si tengo señales de Santi, pero nada. Decido dejar el tema por un lado y distraerme un rato con lo que me gusta: pintar.

Al cabo de la hora, siento que alguien toca la puerta. Frunzo el ceño y dejo el pincel en el agua, me quito el delantal que utilizo para no manchar la ropa y salgo a abrir la puerta. Antes de llegar vuelven a tocar.

—Ya va, ¿cuál es la pri..? —guardo silencio cuando al abrir, encuentro a Santiago del otro lado. —Santi —susurro y cuando alza la mirada, veo sus hermosos ojos algo rojos, como si hubiera llorado.

—¿Puedo pasar? —pregunta con un tono bajo y asiento inmediatamente.

—Si claro, pasa —entra y va hasta el salón sentándose en el sofá. Cierro la puerta y voy hasta él.

Me siento a su lado y me pongo a observarlo. Su ropa va completa de negro haciendo resaltar su piel blanca y su cabello dorado más alborotado de lo normal. Tiene los ojos cerrados y la cabeza recostada al espaldar del sofá.

Una de sus manos está cerca de mi pierna, así que pongo suavemente la mía sobre la suya y aprieto un poco para que sepa que estoy ahí. Él la voltea y hace que entrelacemos los dedos con los ojos cerrados aún.

—¿Qué te sucede? —decido preguntar con voz calmada.

Luego de unos segundos, abre los ojos y junta nuestras miradas.

—Bésame —pide con un tono bajo sin responder mi pregunta.

—¿Cómo? —se sienta bien en el sillón y sube la mano libre a mi mejilla, me atrae hacia él y pega muestras frentes.

—Bésame pequeña —vuelve a pedir y al ver sus ojos cristalizados junto nuestros labios.

Son roces tiernos y lentos, pero se sienten tan necesitados. Con sus manos hace que me ponga a horcajadas sobre él y sigo sus movimientos hasta que decide romper el beso. Se abraza a mi cuerpo haciendo que lo envuelva entre mis brazos y esconde su rostro en mi cuello.

Acaricio su cabello por unos minutos hasta que alza su cabeza y junta nuestras miradas.

—¿Estás mejor? —pregunto mientras acaricio su mejilla. Apoya esta en la palma de mi mano y se encoge de hombros.

Suena mi teléfono sobre la mesa de centro. Lo tomo y veo que es una llamada de mi padre.

—Papá —al mencionarlo Santi cierra los ojos.

Hola cariño, ¿cómo estás?

—Bien pa.

Oye mi niña, ¿sabes por casualidad algo de Santiago? —su pregunta me hace fruncir el ceño.

—¿Santiago? —pregunto, busco la mirada de este que ya tienes sus ojos verdes puestos en mí y niega.

Si, ayer discutió con su madre y no ha vuelto a la casa. Clara está muy preocupada. —Santi vuelve a negar y suspiro.

—No pa, no lo he visto, si se algo los llamo.

Ok cariño gracias. Te quiero.

—Y yo a ti —cuelgo y dejo el teléfono en el sofá. Entonces pongo mi atención en el personaje debajo de mí. —¿Qué pasó? —pregunto y muerde su  labio inferior.

—Es complicado —susurra y baja la mirada.

—Estoy aquí para ti, —repito lo que una vez él me dijo y tomo su rostro entre mis manos. —Confía en mí.

Me da una sonrisa de boca cerrada y acaricia mi mejilla.

—Acompáñame a un lugar —pide.

—¿Ahora? —asiente —está bien, vamos, pero déjame coger mi abrigo.

Dejo un pico en sus labios y me levanto de sus piernas. Busco mi abrigo en la habitación y vuelvo al salón dónde el sigue en la misma posición.

—Si no quieres…

—No tranquila, solo estoy algo cansado. Vamos —me interrumpe y se pone de pie.

Ambos salimos de la casa y vamos hasta su moto. Me pone un casco, monta él primero, luego lo hago yo y salimos de ahí. Llegamos al centro de la ciudad y sigue conduciendo hasta que entra al estacionamiento de un edificio.

Parquea la moto, me bajo y luego lo hace él. Toma mi mano y lo sigo sin hacer preguntas. Llegamos al elevador, marca el último piso y el elevador empieza a subir. El transcurso pasa en silencio, pero no deja de acariciar mi mano con sus dedos en ningún momento.

Llegamos a nuestro destino, la puertas se abren y salimos de ahí por un pasillo donde solo hay una puerta al final de este. Vamos hacia ella, Santi saca una tarjeta de su bolsillo y lo pasa por la cerradura de la puerta logrando que esta se abra.

Entra y tira de mí hacia adentro. Este departamento es enorme y hermoso. Predomina el color blanco y el azul en tonos claros. Las paredes del salón son de cristal y da una vista impresionante al resto de la ciudad.

—¿Quién vive aquí? —pregunto caminando hacia las paredes de cristal.

—Nadie —frunzo el ceño.

—¿Y de quién es? —vuelvo a preguntar y esta vez tarda unos segundos en contestar.

—Mío —dice haciéndome voltear hacia él, quien está sentado en el brazo de un sillón mirándome.

—¿Tuyo? —asiente y abro y cierro la boca al no saber que decir.

—Ven —estira su mano, la tomo y me coloca entre sus piernas. — El departamento era de mi abuelo materno, cuando murió lo dejó a mi nombre. Nunca vengo aquí y cuando estaba en Italia menos, solo cuando venía de vacaciones llegaba y le echaba un vistazo.

—Dijiste que no conocías la ciudad —digo y me da una corta sonrisa, al fin una.

—Lo siento, solo quería que me llevaras a la tienda de tu padre. He visitado mucho este país, antes venía a ver a mi abuelo y cuando Ricardo se mudó, me quedaba en su casa cada que venía.

—Valla —vuelve a sonreír. —Oye, ¿ayer pasaste la noche aquí? —borra la sonrisa y asiente.

—Si, necesitaba estar solo.

—¿Quieres contarme? —susurro. Busca mi mirada y ladeo mi rostro a la vez que recorro su cara con mis dedos.

—Antes de contarte lo que pasó en casa, debes saber algo primero. —Se levanta del brazo del sillón, toma mi mano y empieza a caminar por un pasillo hasta que llegamos a una gran habitación, entramos en esta y cierra la puerta. —Voy a mostrarte algo.

Me da la espalda y se quita el abrigo dejándolo caer al suelo. Cuando va a quitarse la camiseta, veo como suelta el aire hasta que la retira por completo dejándome ver su perfecta espalda y.. su tatuaje.

Es como un ángel y sus alas desplegadas cubren la parte superior de su espalda. Es hermoso, pero.. el ángel está como intentando escapar de algo que lo está consumiendo por completo.


Me levanto y doy los dos pasos que me separan de él. Fijo mejor mi vista en el tatuaje y ahora detallándolo más de cerca, puedo percibir algo que no vi antes, son.. cicatrices. Entre abro los labios, subo mi mano y dudo unos segundos en tocar. Al final apoyo los dedos sobre el centro de su espalda haciendo que tense los músculos de esta, pero no dice nada.

Deslizo los dedos por el lugar causando que se estremezca y sintiendo en la yema de estos la diferencia de textura al tocar las cicatrices. Tiene varias en el interior de todo su tatuaje, es como si este fuera un escondite de todas estas marcas.

Bajo mi mano y entonces me doy cuenta que las suyas están hechas puños. Me pongo frente suyo y veo sus ojos cerrados y como muerde su labio inferior.

—Santi —susurro y tomo su rostro entre mis manos. Abre los ojos dejándome ver estos cristalizados. Sin esperar nada lo abrazo y rodea mi cintura con sus brazos.






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Creo que es mi capítulo más corto hasta el momento, pero igual espero que les haya gustado.

En el próximo cap puede que haya lágrimas, secretos revelados y.. quizás algo más 🤷🏻‍♀️, tendrán que esperar hasta el próximo lunes si quieren saber 😁

Bay ❤️

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