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23. Eres perfecta pequeña

POV: SANTI

Cuando veo el auto de Manu pasar la reja, doy media vuelta e ingreso al garaje para entrar a la casa por la cocina, no quiero que nadie me vea. Abro y entro en el mismo momento que viene llegando Rita con una bandeja en las manos, ‹mierda›.

—Santi ¿qué haces aquí?, pensé que estabas en tu habitación —pregunta con el ceño fruncido.

—Eeh… Vine a buscar agua, tenía sed —tomo un vaso en la repisa y lo lleno con agua de la pila. —Bueno me voy, buenas noches Rita.

—Buenas noches Santi —dice con los ojos entrecerrados y una expresión extraña.

No digo nada más y salgo de ahí, ‹por poco›. Subo directo a mi habitación y dejo el vaso de agua en la mesita al lado de la cama. Dejo caer mi cuerpo en esta y mi cabeza empieza a pensar sola en cosas sin sentido, pero sobre todo en Manuela.

No he podido hablar con ella y lo necesito. No me gusta para nada verla débil o indefensa como ayer, eso me parte el alma. Ojalá pueda dormir bien. Me pongo de pie y decido leer un rato para despejar mi mente. Voy hasta el librero, tomo un libro que compré hace un tiempo y  regreso a la cama.

(…)

Siento la alarma sonar así que estiro la mano para apagarla. Me siento y el libro cae en la cama, me quedé dormido mientras leía. Lo pongo a un lado y me levanto en dirección entro al baño. Al rato salgo de mi habitación ya listo. Bajo las escaleras y llego al comedor donde se encuentra solo Francisco desayunando y Rita preparando la comida.

—Buenos días —digo llamando la atención de ambos.

—Buenos días cariño —dice Rita con una sonrisa.

—Buenos días Santi.

Me siento a la mesa y Rita trae mi desayuno. Como algo apresurado y al terminar me despido de los presentes, le doy un beso en la cabeza a mi madre que viene llegando al comedor y salgo corriendo.

Llego al estacionamiento de la universidad y parqueo la moto. Aun Ricardo no llega, así que lo espero. En eso veo llegar el auto del amigo de Manu, pero Marina viene con él y eso me hace fruncir el ceño confundido porque ella siempre viene con Manu. Con eso rondando mi cabeza, me acerco a ellos cuando se bajan del coche.

—Hola chicos —llamo su atención haciendo que volteen.

—Oh, hola Santi, ¿cómo estás? —pregunta Marina con una sonrisa mientras su amigo saluda con la mano.

—Bien —me encojo de hombros. —Quería saber, ¿por qué no viniste con Manuela, dónde está? —pregunto y veo como su sonrisa decae un poco.

—Bueno ella… —mira a su amigo y este es el que responde.

—Ella hoy viene más tarde, por eso yo traje a Mari —voy hablar pero el lo hace primero. —Ya tenemos que irnos, hasta luego guapo —toma a Marina de la mano y salen casi corriendo dejándome algo confundido.

Siento el claxon de la camioneta de Ricardo y volteo. Este se baja del coche y viene hasta mí.

—Hola hermano —dice chocando su puño con el mío.

—Que tal Ric.

—¿Qué caras esa, qué pasa?.

—No es nada olvídalo, mejor entremos —se encoge de hombros y comenzamos a caminar hacia la entrada.

(…)

Hora del almuerzo y no se nada de Manuela. La llamo y no me contesta, estoy preocupado. Llego a la cafetería y en una mesa del fondo veo a Marina sentada sola y sin pensarlo voy hasta ella.

—Marina —digo cuando estoy frente a su mesa.

—Santi —dice en voz baja.

—¿Dónde está Manuela? —pregunto en un tono serio.

—Está en..

—La verdad Marina —la interrumpo y suspira.

—No vino, no estaba bien y no tenía ánimos para venir —cierro los ojos unos segundos volviendo a mirarla.

—¿Por qué no me dijiste eso esta mañana?.

—Ella no quería que supieras nada, pero yo se que te necesita —dice con una sonrisa triste.

—Gracias Marina —volteo y veo a su amigo llegar. —Hola Marcos.

Salgo de ahí y voy hasta el estacionamiento. Le escribo a Ricardo pidiéndole que me cubra en las clases de la tarde y arranco en dirección a casa de Manu. En diez minutos llego y parqueo la moto fuera.

Toco varias veces hasta que siento el sonido de los pasos acercarse. Abre la puerta y me encuentro con un desastre de ojos grises frente a mí, que al verme se sorprende. Tiene ojeras bajo sus hermosos ojos y estos están algo rojos.

—Santi —susurra.

—¿Puedo pasar? —asiente haciéndose a un lado, cierra detrás de mí y volteo a verla. —¿Por qué no me llamaste?, estaba preocupado por ti.

—Lo siento, no quería que te preocuparas por mí —dice en un tono bajo y camino hasta ella.

—Siempre lo haré, eres importante para mí —digo acariciando su mejilla. —No dormiste bien —afirmo y baja la mirada. —¿Volviste a tener pesadillas cierto? —pregunto un poco más bajo, me mira y asiente. —Ven aquí —la abrazo y esconde su cabeza en mi pecho. —No puedes seguir así pequeña —con mis palabras se aferra a mi abrigo y la aprieto más contra mí.

La separo un poco de mi cuerpo y me encuentro con su rostro mojado por las lágrimas que comienza a salir.

—Pequeña —susurro y veo como su labio inferior tiembla —nena no me gusta verte así —digo a la vez que me agacho un poco pasando un brazo bajo sus rodillas y la tomo en brazos.

—Santi —dice en medio de un sollozo rodeando mi cuello con sus brazos.

—Tranquila.

Voy hasta su habitación, al entrar me siento en su cama dejándola a ella sobre mis piernas y esconde su cabeza en mi cuello.

—Manu necesito saber que te pone así, por favor —digo en voz baja haciendo que su cuerpo se tense.

—Santi yo… —dice con la voz rota mientras niega con su cabeza.

—Nena enséñame tus heridas, déjame ayudarte a curarlas —susurro cerca de su oído.

Estamos un rato en la misma posición en silencio. Ya no está llorando, solo está jugando con nuestro dedos entrelazados en su regazo, mientras tiene apoyada su cabeza en mi hombro.

—Tenía catorce años, aquel primero de abril —dice de la nada, haciendo que busque su mirada la cual está perdida en algún punto de la habitación. —Mi padre estaba de viaje por asuntos de la empresa, la cual estaba en crisis en aquel entonces y mi madre y yo estábamos solas en casa. Ese día tenía clases y salí temprano para al colegio, pero a medio camino olvidé algo y tuve que regresar —se queda en silencio y siento como aprieta el agarre en mi mano. —Cuando llegué a la casa, me topé con la puerta abierta y mi madre no estaba por ningún lado, pero en la última habitación se escuchaban gritos —frunzo el ceño, ‹esto no me gusta›. —Fui en esa dirección y me encontré con una imagen que no me dejará nunca —veo como las lágrimas bajan por sus mejillas y como su labio inferior tiembla. —Mi madre.. mi madre estaba tirada en el suelo y había sangre.. por-por todos lados —dice y sus palabras se entrecortan por el llanto que ha aumentado y aprieto mi agarré en sus manos. —Un hombre estaba sobre ella mientras ella.. ella lloraba —solloza y esconde su rostro en mi pecho.

—Sshh, tranquila pequeña —susurro, hago que se ponga a horcajadas sobre mí y envuelvo mis brazos en su cintura.

—En ese momento me quedé en shock —susurra después de unos minutos —pero ese sujeto se percató de mi presencia y vino hacia mí, yo intenté correr, pero.. pero fue inútil —dice y baja la mirada, su respiración está irregular y sus lágrimas no dejan de caer. —Mi mamá suplicaba que me dejara en paz, pero él solo se burlaba —aprieto mis manos en puños imaginando lo que viene a continuación. —Ella.. ella  intentó ayudarme, pero solo recibió un.. un disparo en la cabeza —dice con la voz echa pedazos tapando su rostro con sus manos. Mis ojos se han humedecido y la envuelvo entre mis brazos. —¡¡Mató a mi mamá Santi!! —solloza mientras su cuerpo tiembla.

—Lo siento mucho mi niña —susurro y siento una lágrima correr por mi mejilla.

—Ese día me mató a mí también —con sus palabras la miro a los ojos y me temo lo peor. —Ese día me rompió por dentro, me manchó para toda la vida —dice con la voz temblorosa y niego. —Me.. me violó —dice y suelta un sollozo que me parte el alma, la abrazo fuerte haciendo que esconda su cabeza en mi cuello y su cuerpo se estremece por el llanto —estoy sucia.

—No —digo negando.

—Estoy man-manchada Santi, lo-lo siento.

—Que no Manuela —vuelvo a repetir y saco su cabeza de su escondite haciendo que me mire a los ojos —no estás manchada, solo pasaste por algo que nadie merece —digo y hace un puchero. —Eres una chica linda y fuerte que salió adelante a pesar de todo lo que te sucedió. Eres digna de cualquiera, nadie está a tú altura, eres perfecta pequeña —susurro pegando mi frente a la suya y cierra los ojos. —No vuelvas a decir que estás sucia, por favor no lo pienses porque no es así y si me lo permites, estaré siempre para recordarte lo hermosa que eres.

Se vuelve a esconder en mi cuello y la aprieto contra mí. ‹Por cuanto has pasado mi niña›. Nos quedamos así unos minutos hasta que decido acostarme en la cama llevándola conmigo. Empiezo a pasar la mano por su cabello esperando que se calme y después de un rato siento su respiración lenta en mi cuello.

Cuando estoy seguro de que está dormida, me levanto con cuidado de no despertarla cubriéndola con la colcha. Suspiro y salgo de su habitación. Voy hasta la cocina y tomo un vaso, lo lleno de agua y me siento en la mesa. Y entonces a mi cabeza vuelve todo lo que me conto Manuela.

Pasó por tanto siendo tan joven. Cuanto quisiera poder retroceder el tiempo y borrar todo lo malo de su vida. Ahora entiendo su reacción el otro día en su habitación. Por dios, me da tanta impotencia verla tan indefensa y vulnerables en esos momentos. Quisiera abrazarla y no soltarla nunca para que nadie le haga daño.

Suspirando salgo de la cocina y camino por la casa. Es la segunda vez que vengo aquí, así que voy al único lugar que reconozco. Abro y entro al lugar lleno de pintura y lienzos. Sonrío al ver el desastre y camino hasta un cuadro colgado en la pared que llama mi atención.

Muestra el perfil de una chica, con labios rojos y entre abiertos, por su mejilla se desliza una lágrima mientras su mirada se pierde en la nada. No se por que me recuerda a Manu. Alzo la mano para pasar los dedos por el lienzo, pero el sonido de una puerta abriéndose me detiene.

—Santi.. —la vos de Manu llama mi atención y salgo.

Cuando llego al salón, la veo de espalda a mí y descalza mientras se abraza a si misma.

—Pequeña —al escucharme voltea rápidamente y puedo ver sus ojos cristalizado. Se acerca y se abraza a mi torso escondiendo su cabeza en mi pecho, lo que hace que envuelva mis brazos a su alrededor. —¿Qué pasa nena?.

—Pensé que te habías ido —dice en un hilo de vos y entonces lo entiendo.

—Nunca me iré mi niña, estaré aquí para protegerte —digo apretando más mi agarre a su alrededor entonces recuerdo que está descalza. —Vamos a la cama, estás descalza y está haciendo frío  —la tomo en brazos y entro a su habitación.




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Hola mis pequeñ@s, un poco tarde el capítulo, pero aquí lo tienen.

El capítulo está algo triste, pero era necesario.

Espero que les halla gustado, puede que para la próxima semana les traiga una sorpresita. 😁

Chao 😘😘

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