20. Eras tú...
POV: SANTI
Hace un rato Manuela salió y le trajo la sopa a Sara. La tomó y luego de que la calentura bajara, se durmió. Le dije a Manu que yo me quedaría con ella y después de tanto insistir se fue a su habitación.
Cuando me llamó y me dijo que Sara estaba con fiebre, me preocupe mucho y vine en un dos por tres. Se que es una simple fiebre y espero que no pase de eso, pero Sara es la niña de mi ojos y la amo con locura. Ella y mi madre son las personas más importantes de mi vida, aunque la pequeña está empezando a tomar un lugar en ella.
Dejo a mis pensamientos de lado cuando siento que Sara se remueve un poco en la cama, así que me acomodo mejor a su lado y la atraigo hacia mi cuerpo. Mientras le paso la mano por el cabello siento mis ojos pesados y por mucho que insisto en mantenerlo abierto, llega el momento en que el sueño me vence.
(…)
El sonido de mi teléfono me despierta y antes de que haga lo mismo con Sara, lo tomo y lo pongo en silencio. Me siento en la cama y al revisar el motivo por el que sonaba, me encuentro con un mensaje de Ricardo preguntando por Sara.
Le doy respuesta a su mensaje y reviso la hora. ‹Ok, dormí toda la tarde›, son las 6:00 pm. Le doy un vistazo a Sara la cual sigue durmiendo y decido levantarme e ir a mi habitación a darme una ducha, pero cuando abro la puerta, una vocecita me detiene.
—Santi —me llama y al voltear, la veo sentada en la cama mientras se restriega los ojos.
—¿Qué pasa princesa? —me acerco y me siento en la orilla de la cama.
—¿Dónde vas?.
—A mi habitación a ducharme, ¿Quieres venir conmigo o te quedas aquí? —le pregunto y su respuesta es clara cuando estira sus brazos hacia mí. Sonrío y me pongo de pie tomándola en brazos. —Vamos entonces —envuelve sus brazos en mi cuello y esconde su cabecita en este.
Llego a mi cuarto y la dejo en la cama. Ella gatea hasta dónde está mi almohada y se acuesta sobre esta mientras la abraza. Sonrío y mi atención cae en mi escritorio, está echo un verdadero caos. Cuando vine a buscar la medicina de Sara, saqué el contenido de las gavetas buscando donde la había guardado y al hallarla, con el apuro dejé todo el desorden.
Suelto el aire ‹después recogeré todo›. Miro a Sara y la encuentro dormida de nuevo.
—¿Pero qué…? No me vas a dejar dormir en la noche traviesa —susurro mientras me acerco y la cubro con la colcha.
Niego con la cabeza y entro al clóset, tomo lo que necesito y voy directo al baño, necesito una ducha.
POV: MANU
Estoy sentada en los bancos de la isla mientras veo a Rita preparar la cena. La muy testaruda no me deja ayudarla. Ya se por qué nunca deja que mi padre le contrate manos extra, porque no le gusta que le cambien nada de lugar, señora perfeccionista y terca.
—Ritaa, déjame ayudarte, estoy aburrida.
—Ya te dije que no, es la tercera vez que te lo repito —me mira moviendo la espumadera.
—Porfa —niega —dicen que la tercera siempre perfeccionist —digo y hago puchero.
—Pues en este caso no —me cruzo de brazos —mejor ve arriba y dile a Santiago que ya la cena está lista y ve si Sara no tiene calentura.
—Como usted diga capitana —me levanto de la silla y la escucho reír detrás de mí.
Subo las escaleras y llego a la habitación de Sara. Al abrir me encuentro con la cama vacía y frunzo el entrecejo, ‹cuando yo pasé hace un rato ambos estaban dormidos›. Cierro y voy hasta la habitación de Santiago, toco, al no recibir respuesta, abro la puerta y entro.
Lo primero que veo es a Sara dormida en la cama de Santi abrazando una almohada. Sonrío y me acerco a ella, con cuidado toco su frente y no la siento caliente ‹menos mal›. En el momento que me separo de Sara me percato del sonido del agua de la ducha, al parecer Santi está en el baño.
Decido esperar a que salga y camino hasta su escritorio, el cual está hecho un puro desastre. Voy a tratar de ordenarlo un poco, pero algo se lleva toda mi atención. Entre todo el desorden, sobresale el color dorado de una máscara, la cual me parece bastante conocida. La tomo entre mis manos y en ese momento a mi cabeza llegan esos recuerdos…
….una máscara dorada cubría todo su rostro, solo podía distinguir entre la poca claridad de la habitación unos ojos verdes tras esta…
Observo la máscara entre mis manos y ladeo el rostro.
…—no voltees —susurrar y se quita la máscara. Quiero voltear por la curiosidad, pero su mano es mi stop cuando la pone en mi cuello —no voltees gatita —repite con voz normal y ‹ esa voz..›…
—Santiago.
…—cierra los ojos —pide y siento como deja un beso en mi mejilla —que te diviertas pequeña —susurra…
—¿Manu? —pregunta a mis espaldas sacándome de mi debate metal y dándome cuenta así de que el sonido del agua de la ducha ha parado.
Volteo dispuesta a pedirle explicaciones, pero mi disposición se cae al piso cuando lo veo. ‹Ok, ya puedo morir en paz›. Trae puesto solamente un pantalón de Chándal, su torso está desnudo dejando ver sus definidas abdominales por las cuales corren todavía alguna gotas de agua, ‹por dios›. Subo por su torso, su cuello y llego a su rostro, el cual muestra una sonrisa divertida y siento mi cara arder cuando me doy cuenta de lo que acabo de hacer.
Aparto la mirada y lo escucho reír, cierro los ojos maldiciendo por dentro. No se que hace, hasta que siento su mano en mi mejilla, abro los ojos y choco con sus ojos verdes. Sonríe y deja un beso tierno en mi nariz.
Se aleja y va hasta la cama, veo que toma una camiseta gris sobre esta y se la pone. Entonces recuerdo a Sara, el desorden de su escritorio y miro la máscara en mi mano.
—Santi —lo llamo y voltea.
—¿Qué pasa peque..? —él mismo se interrumpe cuando subo mi mano y ve lo que sostengo en esta.
—Eras tú… aquél chico de la careta dorada eras tú —afirmo y él no dice nada, solo baja la cabeza y veo que aparece una sonrisa en su rostro. —¿No dirás nada? —pregunto, sube la mirada a mis ojos y empieza a caminar en mi dirección.
—¿Qué quieres que te diga? —pregunta ya frente a mí. —Me descubriste… y ahora que lo sabes, te voy a decir algo —empieza a caminar a mi alrededor hasta quedar detrás de mí. —Esa noche.. fuiste muy descuidada pequeña —susurra cerca de mi cuello —en ese momento no sabías quien era, podía haber sido cualquier desconocido —sigue en el mismo tono y desliza sus dedos desde mi hombro hasta mi mano entrelazando sus dedos con los míos al final, causando que me estremezca. —Podía haberte hecho cualquier cosa y no hubieras reclamando… ¿O sí?.
—Yo… —trato de hablar pero un roce de sus labios en mi cuello me detiene.
—Fuiste una gatita traviesa esa noche —deja un beso en la zona y cierro los ojos, pero los abro rápido cuando escucho a Sara removerse en la cama y aprieto el agarre en la mano de Santiago. Este con su mano libre toma mi rostro, hace que lo voltee un poco y me da un beso en la mejilla. —Creo que mejor bajamos a cenar.
—Si, vamos —digo con vos suave y suelta mi mano. Camina hasta la cama para despertar a la niña. —¿No tiene fiebre? —pregunto y toca su frente.
—No —responde aliviado —princesa, vamos, has dormido mucho dormilona —dice divertido mientras mueve a la pequeña que empieza abrir los ojos. —¿Acaso no vas a dormir en la noche? —la nena sonríe y niega —vamos a cenar —Santi la carga y salimos los tres en dirección a la cocina.
Rita sirve la cena y los tres comenzamos a comer en silencio. Al rato ayudé a la señora testaruda a dejar todo en su sitio y Santiago fue para su habitación con una Sara con nada de sueño.
Cuando estoy por entrar a mi cuarto, escucho la risa de la niña en la habitación de Santi. Niego con la cabeza divertida y entro por completo a la mía. Busco mi teléfono y decido llamar a mi padre. Lo había olvidado con todo el problema de Sara. A los tres tonos contesta.
—Manu
—Hola papá, ¿cómo están?.
—Todo bien hija, te intenté llamar por la mañana pero tú teléfono me daba apagado.
—Si, es que estaba sin batería, lo siento.
—Tranquila, a cualquiera le pasa. Llamaba para saber como estaban por casa.
—Todo está tranquilo, aunque a Sara le dio un poco de calentura hoy, pero ya está bien.
—Que bueno que está mejor, si le sigue dando, háganoslo saber y llévenla al médico.
—Está bien, no te preocupes. ¿Y Clara?.
—Está tomando un baño, llegamos hace un rato, estábamos dando una vuelta por la ciudad.
—¿Y las firmas para la empresa?.
—Hoy cerramos la última, por eso salimos a celebrar y los días que quedan de la semana vamos a tomarla de vacaciones. El domingo vamos de regreso.
—Que bueno que todo saliera bien y felicidades por las firmas.
—Gracias Manu.
—Disfruta la semana pa, aunque te extraño mucho.
—Y yo ti mi niña, no sabes cuanto, pero tranquila, en unos días estaremos allá y recuerda que si lo de Sara pasa de una fiebre, llama y regresamos en un dos por tres.
—De acuerdo, hasta pronto papá, te quiero.
—Yo también te quiero tesoro.
Cuelgo y dejo el teléfono en la cama. ‹Una semana se va muy rápido, las cosas se van a complicar un poco aquí›. Suelto el aire y entro a darme un baño, luego de diez minutos de buena ducha, salgo, seco mi cabello con el secador y me dejo caer en la cama. Tomo mi laptop y pongo la oncena parte de “Rápido y Furioso”, hace rato quería verla y no había tenido oportunidad.
(…)
Cuando están los créditos de la peli tocan la puerta.
—Pasa —esta se abre y aparece Santiago con expresión preocupada. —¿Qué pasa?.
—Sara tiene fiebre otra vez —cierro la laptop y camino hasta él.
—Vamos.
Entro a la habitación y la nena está sentada en la cama abrazando su muñeca. Me siento a su lado y toco su frente.
—Está muy caliente —afirmo y miro a Santi sentado al otro lado de la cama.
—Lo sé.
—Confirma su temperatura mientras busco unos paños y agua para bajarla un poco —asiente y yo salgo.
Busco lo que necesito en la cocina y vuelvo ha la habitación. Santiago le da la medicina a Sara con un poco de negación por su parte, pero al final la toma. Esta se acuesta y le pongo un paño en su frente.
La nena toma la mano de su hermano y este se acuesta a su lado. Luego de un rato, Sara se duerme y siento que la fiebre ha bajado bastante. Me recuesto a la cabecera de la cama y empiezo a pasar la mano por el cabello de Sara, pero un bostezo me toma desprevenida y al parecer alguien más lo nota.
—Si quieres puedes ir a descansar, no tienes que quedarte —dice Santi llamando mi atención.
—Tranquilo, no voy a irme, me quedaré con ustedes —sonríe y me recuesto en la cama de costado, en la misma posición que él.
Estira su mano libre sobre la cabeza de Sara y empieza a tocar mi cabello. Subo la mía y entrelazo los dedos con los suyos haciendo que sus ojos caigan en los míos, le sonrío y aprieta el agarre. A los segundos comienza a dar caricias con su dedo pulgar en mi mano.
No se en que momento cierro los ojos, pero caigo dormida sintiendo los roces de Santi en mi mano.
(…)
Siento la claridad de la habitación molestarme y maldigo a todo mundo por haber amanecido tan rápido.
Espera… ya amaneció, Sara. Abro los ojos y veo a mi lado a Sara durmiendo muy tranquila y a su lado Santi igual de dormido. Miro nuestra manos aun entrelazadas y sonrío. Veo las cortinas de la ventana abiertas negando, no me di cuenta de cerrarlas anoche.
Suelto la mano de Santi con cuidado de no despertarlo, no se a qué hora se dormiría velando la fiebre de Sara, algo que iba hacer yo también, pero sus caricias no me ayudaron. Toco la frente de la niña verificando que no esté caliente y por suerte no lo está.
No se que hora es, así que me levanto y cierro las cortinas. Salgo de la habitación y entro a la mía. Veo la hora en el teléfono dándome cuenta que me quedan 30 minutos para llegar a tiempo a la universidad. Suelto el móvil y casi corriendo entro al baño, hago lo necesario, me cambio de ropa y tomo mi bolsa. Cuando salgo de mi habitación, sale Santi de la suya revolviendo su cabello.
—Buenos día —digo y me da un sonrisa
—¿Por qué no me llamaste?.
—No quería despertarte. ¿Irás a la universidad? —pregunto mientras bajamos las escaleras.
—No, quiero llevar a Sara al hospital —lo miro y frunzo el ceño. —Por precaución —responde la pregunta sin palabras que hice.
—Buenos días — digo cuando llegamos a la cocina y veo a Rita
—Buenos días chicos, ¿Y Sarita?
—Está dormida, no le dio fiebre en la noche —dice Santi tomando asiento en la isla.
—Menos mal, bueno ¿les preparo algo?.
—Si por favor —pide Santi.
—Para mí no —digo yo llamando la atención de ambos.
—¿No vas a comer nada? —pregunta Santi con el ceño fruncido.
—No, se me hace tarde.
—Pero…
—Tomaré una manzana —lo interrumpo —hoy salgo temprano, pero si le vuelve a dar fiebre a Sara, me llamas —digo y salgo corriendo hasta la puerta.
Llego al garaje, saco el coche y cuando llego a la reja, esta sigue cerrada. Frunzo el ceño y bajo el cristal.
—Luis, ¿puedes abrir la reja por favor?. Voy tarde —le pido, pero este niega.
—No puedo señorita.
—¿Por qué? —este sonríe y señala detrás del coche.
Algo confundida miro por el espejo y sonrío al ver de qué se trata. Llega Santiago a la puerta del coche y se inclina a la ventana de mi lado, sube su mano y me muestra una bolsa de papel.
—Toma —tomo la bolsa y la pongo en el asiento del copiloto.
—¿En serio no me ibas a dejar ir sin desayunar? —niega sonriendo y levanta la mirada, miro en la misma dirección y veo que Luis no está. Siento su mano e mi rostro, lo voltea y sin darme tiempo a nada me da un beso que dura apenas dos segundos, pero que se sintió muy bien.
—También quería ese beso —susurra y me suelta.
—Santiago estás loco —se encoge de hombros.
—Luis ya puedes abrir la reja —le avisa al susodicho que no lo veo por ningún lado y la reja se empieza a abrir, al parecer Luis está dentro del local. —Ya puedes irte y come lo que te traje —asiento. —Pues anda, ¿no ibas tarde? —pregunta divertido y lo miro con los ojos entrecerrados.
Se separa del coche y arranco saliendo de ahí. Miro la bolsa en el asiento del copiloto y sonrío. Este chico está loco y yo también.
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