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19. Por poco

POV: SANTI

Ha pasado casi una semana desde aquella noche de tormenta. Estos días han pasado bastante tranquilos y normales. Desde esa noche, he estado durmiendo con la pequeña en su habitación, esperaba que Rita y Sara durmieran y luego pasaba al cuarto de Manu.

Hoy es lunes y comienza de nuevo la universidad, ‹se acabó nuestro descanso›. La alarma sonó antes de lo previsto y la apagué para que no despertara a Manu, quería que durmiera otro poco.

De hecho, desde que la apagué, me puse a observarla mientras dormía como todo un acosador, se ve muy hermosa y tranquila . Cada que recuerdo la noche de la pesadilla y sus ojos llenos de miedo, me dan ganas de abrazarla y no soltarla jamás, solo por…

Unos toques en la puerta interrumpen mis pensamientos y mis sentidos se alarman.

—Manu… Manu… pequeña despierta —se remueve y empieza abrir sus hermosos ojos haciéndome sonreír.

—¿Qué pasa? —susurra y vuelven a tocar la puerta antes de poder responder, lo que hace que se siente en la cama de golpe. —Hay por dios.

—Eso pasa.

—Manu ¿puedo pasar? —pregunta Rita desde afuera.

—Eeh… espera un momento Rita —le responde y voltea a verme. —Tienes que  esconderte.

—¿Qué?.

—Que te escondas, Rita no puede verte aquí —habla bajo y me saca la colcha de encima. —¡Dale Santiago!.

—Ya voy, tranquila —susurro riendo y me levanto de la cama.

—Escóndete en el baño —me ordena y entro riendo cerrando la puerta a mis espaldas.

POV: MANU

Cuando veo que cierra la puerta, me siento en la orilla de la cama y hago un moño algo desordenado con mi cabello.

—Ya puedes pasar Rita —anuncio y esta entra con el ceño arrugado. —Es que había acabado de entrar al baño —asiente y se sienta a mi lado.

—Venía a recoger la ropa sucia y a ver por que no habías bajado, si mal no recuerdo hoy tienes clases.

—Si, hoy comienza de nuevo la universidad, pero parece que la alarma no sonó. En unos minutos bajo.

—Está bien, ya el desayuno está listo —sonrío y se levanta. —Voy a recoger la ropa para ponerla a lavar —y con sus palabras me levanto como un resorte de la cama, la ropa está en el baño.

—Espera Rita, yo la busco por ti.

—Pero…

—Busca mientras la que está en el clóset —le digo con una sonrisa nerviosa haciendo que me mire confundida.

Da la vuelta hacia el clóset y respiro. Entro al baño cerrando detrás de mí y encuentro a Santi recostado a la pared con los brazos cruzados mirándome divertido. Tomo la ropa sucia y antes de salir, le dedico una mirada con los ojos entrecerrados haciendo que sonría. Salgo y al mismo momento viene saliendo Rita.

—Aquí tienes.

—Gracias mi niña —le sonrío y va hasta la puerta. —Voy a ver a Santi, tampoco a baj…

—¡¡No!! —digo de pronto interrumpiéndola.

—¿Por qué? —pregunta confundida mirándome con los ojos entrecerrados.

—Eeeh… yo le digo, quizás se quedo dormido también. Tú… tú ve a llevar la ropa, tranquila.

—Ok… como quieras, pero tú estás algo rara —me mira unos segundos más y por fin se va.

Cierro la puerta y suelto todo el aire mientras voy hasta la cama y me siento en el mismo momento que la puerta del baño se abre y sale Santiago, el cual comienza a reír.

—Me llevé un buen susto —comento y este sigue riendo —claro, síguete riendo. No quiero imaginar que pasaría si nos hubiera visto durmiendo juntos —subo mis manos tapando mi rostro y siento que se acerca. Toma mis manos apartándolas y veo que está agachado frente a mí con una linda sonrisa.

—Todo estará bien pequeña, no te preocupes —asegura.

—Pero…

—Nada de peros —me interrumpe y acaricia mi mejilla —no pienses en lo que pueda ocurrir, concéntrate en el ahora ¿ok? —asiento. Se acerca a mí y  junta sus labios a los míos comenzando así un beso sin prisa y maravilloso. Luego de unos segundos, nos separamos y me mira con esos ojos verdes. —Voy salir para alistarme, en un rato nos vemos.

—Está bien —me da un beso en la mejilla y se levanta dirigiéndose a la puerta —hasta luego.

—Hasta luego pequeña —le regalo una sonrisa que me devuelve y sale.

Me dejo caer hacia atrás en la cama y empiezo a reí recordando la escena de hace unos momentos con Rita.

—Por dios, ¿qué estamos haciendo? —susurro para mí.

(…)

Después de arreglarme, bajé a desayunar. Me despedí de Sara y Santiago me trató de convencer de que me fuera con él, pero al final lo convencí de que era peligroso, ya que no quería que nos relacionarán emocionalmente, además tenía que recoger a Marina, así que salí primero.

Y por cierto, hace quince minutos salí de la casa y estoy esperando a mi amiga hace diez, no se que tanto hace ahí dentro.

—Ya estoy —escucho que dice abriendo la puerta.

—¿Qué tanto hacías?, cuando me enviaste el mensaje dijiste que estabas lista.

—Una mentirita piadosa —dice con una sonrisa inocente y niego con la cabeza.

—Como que vas más arreglada que de costumbre —comento a la misma ves que arranco.

—No, son ideas tuyas —voltea hacia la ventana y le resto importancia al asunto.

Llegamos a la universidad y ya Marcos está esperándonos como siempre. Bajamos juntas y nos acercamos a él.

—Hola hermosuras.

—Hola Marquitos —respondemos al unísono.

—Se demoraron más que de costumbre —comenta frunciendo el ceño.

—Ah, eso es culpa de acá la señorita— señalo a Marina haciendo que me mire mal. —Hoy le dio por arreglarse de más.

—No es cierto —reclama y levanto una ceja, va hablar, pero el sonido en el estacionamiento llama nuestra atención y los tres volteamos a ver.

Acaba de llegar la moto de Santiago y más atrás llega la camioneta de Ricardo y entonces suena una campanita en mi cabeza. Miro a Marina y la encuentro sonrojada mirando sus manos y sonrío, pero mi sonrisa se esfuma cuando recuerdo que Santi viene también.

—Hola —habla este ya cerca de nosotros.

—Hola chicos —dice Marcos y choca el puño con Santiago.

—Hola Manu —le sonrío a Ricardo y este pasa su atención a mi amiga, la cual no puede estar más roja —hola Marina.

—Ho-hola —tartamudea un poco y sonríe tímida.

—Pequeña —habla Santi llamando mi atención —tu padres llamó a la casa antes de yo salir —frunzo el ceño. —Dijo que ha intentado llamarte varias veces, pero tu móvil daba apagado.

Saco el teléfono del bolsillo y confirmo, está apagado. Olvidé ponerlo a cargar la noche anterior.

—Me quedé sin batería, lo llamaré luego.

—Bien, vamos Ricardo— se acerca a mí y me da un beso en la mejilla. — Nos vemos luego pequeña— susurra contra esta, haciendo que solo yo pueda escucharlo.

Se separa y estoy más que segura que me sonrojé porque sonríe al poner su mirada en mí.

—Hasta luego chicos —se despide de mis amigos y veo como Ricardo le guiña un ojo a Marina antes de seguir los pasos de Santi.

Sigo la espalda de los chicos hasta que se pierden por la puerta de entrada.

—Aaaww, mis tomaticos andantes —habla Marcos con una voz aniñada, volteo y lo encuentro con la cabeza ladeada y con un puchero mirándonos a Marina y a mí. —Cositas tiernas.

—Que chistosito —hago una mueca y ríe —ya verás cuando te sonrojes por algún chico.

—Yo no me sonrojo bruja, yo los hago sonrojar —dice con una mirada pícara.

—Algún día caerás —asegura Marina y asiento de acuerdo con sus palabras.

—En mis planes no tengo intenciones de caer, después de todo, para comer pastel no hay que asistir a cumpleaños linduras, así que…—  se encoge de hombros y levanto las cejas negando divertida. —Quédense ustedes con sus bombones andantes, que yo seré el tío soltero y complaciente de la familia —reímos con esto último. No tiene remedio.

—Vamos, entremos que se nos hará tarde —digo riendo y los tres entramos. Ya en los pasillos, cada quien coge su camino a los salones correspondiente.

(…)

Recomenzamos hoy y ya nos llenaron hasta el tope de tareas. Por suerte ya terminé mis clases. Son la una de la tarde y tengo un hambre feroz, pero antes de ir a casa, debo pasar por la biblioteca.

Llego a dicho lugar y saludo a Betty, la bibliotecaria, es una señora muy agradable y ya me conoce demasiado. Suelo pasar mucho tiempo aquí cuando no estoy con mis amigos.

Busco los libros que necesito y antes de salir, paso por un pasillo donde se encuentran los diccionarios y se me prende un bombillito en la cabeza. Entro al pasillo y busco en el librero lo que necesito. Paso el dedo por los nombres hasta que encuentro lo que busco.

—Aquí estás bebé —susurro para mí con una sonrisa, mientras paso el dedo por el nombre del libro: “Diccionario de Italiano”.

Lo pongo con los demás y salgo hasta recepción. Le enseño lo que me llevaré a Betty y me marcho. Voy hasta mi coche y arranco con dirección a la casa. Cuando llego, llevo el auto hasta el garaje. Abro la casa con las llaves y en el momento que abro, viene Rita bajando las escaleras con cara de  preocupación.

—Oh Manu, que bueno que estás aquí, iba a llamar a Santiago en estos momentos —dice al verme.

—¿Qué pasó Rita, le ocurre algo a Sara? —pregunto preocupada.

—Hace un rato tiene fiebre… —dejo lo que traigo en el suelo y corro escalera arriba.

Llego a la habitación de Sara y entro. Está acostada en su cama tapada con unas sábanas abrazando a su muñeca. Me acerco y me siento junto a ella.

—Hola bonita —toco su frente y está muy caliente. Abre sus ojitos y me mira.

—Manu, ¿dónde está Santi? —susurra y la atraigo hacia mí.

—Ya viene cariño —digo en el momento que entra Rita.

—Antes de que llegaras, le di un baño para bajarle un poco la calentura del cuerpo, pero no se que medicamentos puede tomar a su edad —asiento.

—Voy a llamar a Santiago, mientras ¿me puedes traer un recipiente con agua y unos paños?.

—Claro, en unos minutos te los traigo —sale y saco el teléfono del bolsillo. Busco el número de Santi y doy llamar, ‹espero que conteste rápido›. A los dos timbre contesta.

Hola pequeña —contesta animado.

—Santi, necesito que vengas ya a la casa.

¿Pasó algo? —pregunta cambiando su tono a preocupado.

—Es Sara…

¿Qué pasa con Sara? —me interrumpe un poco alterado esta vez.

—Tranquilo por favor, solo tiene fiebre, pero está preguntando por ti.

En cinco minutos estoy allá.

—Santi, maneja con cuidado, yo estoy con ella, tranquilo ¿si? —siento que respira.

Está bien, voy para allá —cuelga y dejo el móvil en la mesita de noche al mismo tiempo que entra Rita con lo que pedí.

—Aquí tienes Manu.

—Gracias Rita, ya Santi viene hacia acá.

—Bien, voy a preparar una sopa para Sarita.

—Si, perfecto —sonrío y vuelve a salir.

—Bonita, ya tu hermano viene —asiente y tomo un paño del recipiente, le saco un poco de agua y lo pongo en su frente.

—Está frío —se queja y sonrío.

—Lo sé, pero es para bajar la fiebre.

Diez minutos después escucho la moto de Santiago llegar y un momento después la puerta es abierta. Santi entra y su cara se ve preocupada. Se acerca sin decir nada, se agacha frente a la cama a mi lado y acaricia la mejilla de su hermana haciendo que esta abra los ojos.

—Santi —susurra y sonríe.

—Hola princesa —quito el paño de su frente y este le da un beso en la cabeza. —Está caliente —dice acariciando el cabello de Sara.

—Si, le he puesto compresas desde que llegué, pero no se que tipo de medicamento le puedo dar para bajar la fiebre —le pongo otro paño y Santi se pone de pie.

—Yo tengo su medicina en mi habitación —sale por la puerta y a los segundos vuelve con un frasco y una cuchara en su mano. —Mi madre le da una cucharada cuando le da fiebre.

Le digo a Sara que se siente, compruebo su temperatura y veo que ha bajado un poco, aunque aún sigue caliente. Santi echa un poco de jarabe en la cuchara, pero la niña al verlo hace una mueca y niega.

—No voy a tomar eso —dice y pone las manitos en su boca haciendo que Santiago suelte el aire.

—Princesa tienes que tomarlo —esta vuelve negar —por favor, es para bajar la fiebre.

—Pero sabe mal —habla la nena y hace un puchero.

—Pero pasará rápido Sara.

—No quiero —niega y su labio inferior tiembla. Santi cierra los ojos y va a volver hablar, pero lo interrumpo.

—Bonita —me mira y sus ojitos están cristalizados —se que sabe feo, pero necesitas tomarlo para que te sientas mejor y puedas volver a jugar. Además, Rita está preparando algo rico para ti y si no bajamos esa fiebre no sabrás lo que tengo para ti —susurro lo último sonriendo.

Sara vuelve a mirar a su hermano y abre la boca, este suspira y le da lo que contiene la cuchara. La nena luego de tomarlo hace algunas muecas y Santi le da un poco de agua. Se vuelve acostar y le pongo otro paño en la frente.

—Gracias, siempre es lo mismo con el bendito jarabe —dice mientras mira a Sara.

Sigue agachado frente a la cama, así que estiro la mano y le acaricio el cabello. Esto hace que cierre los ojos por un momento y cuando los abre, posa su mirada en mí regalándome una sonrisa de boca cerrada que le devuelvo.





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Espero que les halla gustado chic@s.
Hasta la próxima semana.

😘😘

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