17. Lluvia y panqueques
...Me siento acorralada contra el suelo de mi cuarto y una mano en mi boca no me deja gritar, ni pedir ayuda. Por mis ojos ruedan las lágrimas sin control y las ganas de desaparecer me invaden. Me duele todo el cuerpo y una parte inferior en específico.
La figura oscura encima de mi cuerpo, no deja de moverse dentro y fuera de mi, desgarrándome con todas sus fuerzas. Mi garganta arde de los gritos opacados por su mano y él solo dice cosas sin sentido con su voz desagradable.
—Eso es zorrita, recuerda siempre que tu primera vez fue conmigo —dice y pasa su lengua por mi cara.
—¡¡NOO..!!! —grito en balbuceos entendibles por su mano. —¡¿Por qué?!, ¡¡suéltame!!..
Sonríe y niega arremetiendo más fuerte contra mí, haciendo que mi cuerpo tiemble por el dolor.
—¡¡AAAH....!!
(...)
—Pequeña... pequeña despierta por favor —escucho.
Siento un agarre en mis brazos y me despierto sobresaltada apartando a quien me tiene sujeta. No quiero que me toquen, no de nuevo.
—¡¡No me toques, no me toques!! —grito manoteando sus manos y echándome hacia atrás.
—Manuela soy yo.
—Déjame en paz, ya no me hagas más daño, por favor —suplico en voz baja entre el llanto.
—Pequeña soy yo... nunca te haría daño —habla en un susurro acercándose a mí.
Levanto la mirada y encuentro esos ojos verdes brillantes, entonces mi mente reacciona.
—Santi.. —digo y me lanzo a sus brazos sin pensarlo enterrando la cabeza en su pecho.
Él envuelve sus brazos a mi alrededor apretándome contra su cuerpo y entonces, sintiéndome segura entre sus brazos, me desmorono. Lágrimas salen sin control de mi ojos y mi cuerpo comienza temblar.
—Tranquila pequeña, estoy aquí, nadie te hará daño —susurra en mi oído.
—¿Lo prometes? —pregunto contra su pecho con voz temblorosa.
—Lo prometo —asegura y me aferro a sus palabras como la mejor promesa que me han hecho.
No se cuanto tiempo estamos así, solo siento como se acuesta, llevándome con él sin dejar de abrazarme.
—No te vayas —pido en voz baja sintiendo mis ojos pesados por el repentino sueño debidos a sus caricias, las cuales siento que me relajan.
—Nunca... —es lo último que escucho antes de solo ver oscuridad.
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POV: SANTI
Llego a la casa y entro con una sonrisa en el rostro. Está todo oscuro y en silencio. Subo las escaleras y voy hasta mi habitación, miro la puerta cerrada de Manu y entro a la mía negando con la cabeza.
Me deshago de mi ropa, la dejo encima de la cama y entro al baño por una ducha. Es algo tarde para un baño, o más bien temprano. Son las 2 de la mañana, pero bueno, da igual. Al terminar, salgo y me pongo algo cómodo para dormir, pero cuando voy a realizar dicha acción...
—¡¡NOO!! —escucho que gritan —... ¡¡Suéltame!! ... —vuelven a gritar y mis sentidos se alarman al reconocer esa voz.
—Manuela —susurro y me levanto.
Salgo rápido del cuarto, pensando que alguien halla entrado a su habitación, pero me sorprendo cuando entro a esta y la veo a ella en su cama moviéndose desesperada de un lado a otro, con sus ojos cerrados y lágrimas corriendo por sus mejillas. ‹Tiene una pesadilla›, pienso y me acerco a ella.
—¡¡AAAH.... —me estremezco al escuchar su nuevo grito y me siento junto a ella en la cama. ‹¿Qué te atormenta de esa forma pequeña?›. Tomo sus brazos y la muevo suavemente.
—Pequeña —la llamo, pero no funciona —pequeña, despierta por favor.
La vuelvo a mover y esta vez reacciona, pero no como esperaba. En el momento que abre sus ojos, se suelta de mi agarre y comienza a negar desesperadamente sin mirarme.
—¡¡No me toques, no me toques!! —grita echándose hacia atrás en la cama, no me gusta esa reacción.
—Manuela soy yo —digo, pero no me presta atención, solo sigue negando.
—Déjame en paz, ya no me hagas más daño, por favor —pide con la voz quebrada por el llanto y con sus palabras, mi pecho se oprime. ‹¿Quién te hizo daño?›.
—Pequeña soy yo... nunca te haría daño —le aseguro en un susurro y trato de acercarme a ella.
Cuando siente que me acerco, levanta la mirada y en sus ojos veo miedo, pero esto cambia cuando mira mis ojos.
—Santi.. —murmura y se lanza a mis brazos. Esconde su rostro en mi pecho y sin esperar nada, envuelvo mis brazos a su alrededor apretándola contra mí. Solo pasan segundos para que su cuerpo empiece a temblar con más fuerza y siento como se rompe entre mis brazos.
—Tranquila pequeña, estoy aquí, nadie te hará daño —susurro en su oído.
—¿Lo prometes? —escucho que pregunta contra mi pecho con voz temblorosa.
—Lo prometo —aseguro. ‹Siempre te cuidaré pequeña›.
Estamos un rato en la misma posición, mientras paso la mano por su cabeza para tranquilizarla. Cuando veo que su cuerpo no tiembla y su respiración está más calmada, decido acostarme. Me recuesto en su cama sin dejar de abrazarla y la apoyo en mi pecho.
—No te vayas —susurra con los ojos cerrados y veo su respiración más lenta.
—Nunca te dejaría nena —comento en voz baja mientras paso mis dedos por su mejilla limpiando los restos de lágrimas.
No se que habrá soñado, pero estoy seguro que nada agradable por su reacción y el nudo en mi pecho me asegura, que no quiero verla así de nuevo. Ver el miedo en sus ojos me causó una sensación desagradable.
La observo y sonrío, ahora está tan tranquila durmiendo en mi pecho. Tienes las mejillas sonrojadas por el llanto. Miro hacia su mesita de noche donde la lámpara sigue encendida y frunzo el ceño al ver unas fotografías encima de esta. No parecen ser de hace poco.
Las tomo sin moverme mucho para no despertar a Manu y miro las fotos en mi mano. En una hay tres personas: un hombre que reconozco como Francisco, pero más joven, una niña que aseguro que es Manuela, esos ojos son inconfundibles, se ve muy tierna, y la mujer no se quien es, me imagino que sea su madre.
En la otra aparece la misma mujer junto a Manuela. Ella parece estar en su etapa de joven rebelde. En esta ambas se están abrazando y sonriendo. Se parecen mucho, Manu es una copia de esa mujer.
La pequeña se remueve entre mis brazos así que dejo las fotografías en su lugar y la abrazo un poco más. Apago la lámpara y me acomodo un poco para tratar de dormir.
(...)
Siento el sonido de los truenos y relámpagos fuera, lo que me hace abrir los ojos. Miro la ventana y veo el agua caer fuera a cántaros.
—¿Y este tiempo de donde salió? —murmuro y voy a levantarme, pero recuerdo a cierta personita recostada en mi pecho. Bajo la mirada y sonrío inconscientemente al verla, se ve muy linda. Siento que se remueve y empieza abrir sus ojos.
—Buenos días pequeña —con mis palabras sus ojos se abren como platos y veo sus mejillas ponerse rojas, pero no se mueve del lugar, solo sube la mano y tapa su rostro, ‹hermosa›.
—Buenos días —dice en un susurro, pero su tranquilidad se evapora cuando el próximo trueno retumba por la habitación sobresaltándola. —¡Aah! —grita agarrando mi brazo y haciéndome reír —...No te burles.
—No lo hago —digo aguantando la risa provocando que me mire mal.
Pero vuelve a sonar otro trueno haciendo que vuelva a saltar y ahí si no puedo aguantar la carcajada provocando su risa también. Así me gusta verla, riendo, tranquila. La noche anterior no quiero que se vuelva a repetir. Ella se separa de mí y se sienta en la cama. Su risa va cesando y baja la mirada hacia sus manos en su regazo. La diversión se esfumó.
—Santi... yo... anoche yo...
—Hey —la interrumpo y coloco mi mano sobre las suyas al ver como movía sus dedos entre si —no tienes que decirme nada si no quieres, ¿ok?. Solo... solo quiero que sepas que estaré para ti siempre que te sientas mal o quieras conversar —veo sus ojos cristalizarse, me acerco a ella y beso su frente. —Tranquila, todo está bien. Traeré el desayuno, ahora vuelvo —asiente y me levanto de la cama hacia la puerta.
Salgo al pasillo y antes de bajar las escaleras me dirijo a la habitación de Sara. Abro esta y río cuando veo a mi hermana durmiendo a pierna suelta como si nada. A esta ni el terremoto mas fuerte la despierta, por suerte. Vuelvo a cerrar y ahora si bajo hasta la cocina, pero no hay nadie, ‹que raro› pienso al no encontrar a Rita, ella siemp...
—Rayos —interrumpo mis pensamientos al llegar frente a la nevera y encontrar una nota:
"Chicos tuve que salir. Regreso para el almuerzo. Rita."
¿En serio?, espero que pare de llover y pueda regresar.
—Bueno, tendré que poner en práctica mis conocimientos culinarios —digo hablando con mi sombra, mientras busco lo necesario para hacer panqueques.
Luego de varios minutos de jugar con la harina, ya tengo la bandeja lista con dos desayunos de panqueques y jugo de naranja.
‹Nunca pensé llevarle el desayuno a una chica. Si el casanova me viera me lo recordaría toda la vida. ›
Sonrío ante mi conversación interna y con la bandeja en mano subo hasta el segundo piso. Cuando llego a mi destino, toco la puerta y la entrada me la da un dulce "pasa".
Entro y río al ver a Manuela sentada en la cama envuelta en la colcha, cabeza incluida, mirando hacia la ventana. Parece una brujita. Me acerco y me siento en la esquina de la cama haciendo que ella voltee hacia mí.
—Huy panqueques —dice y sonríe.
—Espero que te gusten, los hice yo —digo llamando su atención.
—¿Y Rita?.
—No está —asiente y mira los panqueques. —Tranquila, son comestibles —comento divertido haciéndola reír.
Comemos mi creación en silencio viendo la lluvia caer por la ventana. Por suerte los truenos ya han parado.
—Me gustan mucho los días así, frescos, lluviosos —comenta de repente una vez hemos terminado —solo que a veces los truenos lo arruinan todo —dice esto último con una mueca divertida.
Su atención está puesta en la lluvia que cae fuera, mientras la mía está puesta en ella. Al parecer siente la fuerza de mi mirada, ya que voltea a verme. Sus mejillas cobran un tono rojizo muy lindo al unir sus ojos a los míos. Sonrío por su acción y comienzo a acercarme.
Ella no hace nada, solo espera mi movimiento. Dejo mi rostro muy cerca del suyo y rozo nuestras narices haciendo que se coloree aún más. Baja su mirada a mis labios y al pasar la lengua por estos, veo como cierra su mano en puños.
Pego mi boca a la de ella y rozo mis labios contra los suyos provocando que entre abra los mismos y cierre los ojos. Cuando estoy decidido a acabar con esta tortura para ambos... el tono de su móvil empieza a resonar por toda la habitación, haciéndome maldecir a quien sea que esté llamando en este momento.
—Demonios —escucho que murmura, ‹alguien también se molestó›.
El teléfono sigue sonando, lo que hace que se levante bufando mientras busca el aparato por la habitación. Por mi parte, desde la cama observo divertido como el molesto sonido la lleva hasta la ropa que hay en el suelo. Lo saca del traje de gata de anoche y contesta.
—Dime Marina —contesta seria —no, que no... que no me pasa nada pesada —sonrío ante esto. —¿Qué cosa... personalmente?, pero si está lloviendo... ¡¿QUEEÉ?! —grita sobresaltándome. —¿Cómo que están en la puerta? —frunzo el ceño ante esto. —Dios están locos —se pone la mano en la frente y niega. —Ahora voy abrirles —cuelga y me mira. —Eeh...
—Anda, ve abrir esa puerta, se van a mojar tus amigos —le digo divertido. Sale por la puerta y unos segundos después yo hago lo mismo.
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¡¡Holaaa!!
Aquí otro cap, es un poco corto, pero está hecho con mucho amor, espero que les haya gustado.
Hasta el próximo lunes 😘
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