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13. ¿Enferma?


Una de la mañana y yo sigo en mi cama, con los ojos bien abiertos mirando el techo de mi habitación. No me puedo sacar de la cabeza el beso en la piscina. Todavía siento sus labios sobre los míos moviéndose y sus manos acariciando todo mi cuerpo.

Me sentí muy bien entre sus brazos y sus besos me dejaron flotando, pero después caí de la nube dándome cuenta que eso no podía pasar, que estaba mal… En fin, mi cabeza es un lío. Pero si se algo y es que Santiago va a cambiar mi vida de una forma u otra y no sé como va a terminar eso.

Me da miedo, porque la sensación en mi estómago cada que lo veo no es normal y aparte de lo nerviosa que me hace sentir, me siento cómoda y segura, como si mientras él estuviera cerca, no me fuera a ocurrir nada. Algo extraño, lo sé, pero así es.

Cuando el beso acabó, no supe que hacer, estaba fuera de este mundo en ese momento. Al final le pedí que me sacara del agua y lo hizo, pero antes de que él saliera me fui de ahí sin mirar atrás.

Algo cobarde de mi parte, pero bueno, el punto es que ahora no se como voy a poder mirarlo a los ojos. Si antes se me dificultaba hacerlo, imagínense ahora después de irme y dejarlo ahí sin explicación alguna. Además, en la cena le dije que mañana lo llevaría a una de las tiendas de mi padre.

Ya veré que hacer mañana, quizás le diga que estoy enferma… Si, buena idea, a partir de ahora estoy enferma.

POV: SANTI

Luego de que Manuela se fuera corriendo de la piscina, no quise perseguirla, no quería agobiarla con algo que nos tomó de sorpresa a los dos. No tenía intenciones de besarla, por ahora, pero cuando la tuve tan cerca y pegadita a mi cuerpo no pude resistirme. Además cuando comenté en voz alta mi deseo y no retrocedió, fue el momento que me quedé en blanco y me lancé a sus labios.

Manuela es deliciosa y su boca es exquisita, adictiva y tengo el presentimiento de que esos besos que le di no serán los últimos porque mi cuerpo no lo permitirá. En fin, desde que se fue, estoy acostado en una tumbona cerca de la piscina mirando las estrellas. No tengo ni la más mínima idea de que hora es y mi ropa está algo húmeda todavía.

Decido entrar para no enfermarme, sería lo último también. Está todo en silencio, así que subo las escaleras y voy hasta mi habitación. Cuando llego a esta, miro la de Manu y veo que está oscura, debe estar durmiendo ya. Entro a la mía y veo en mi teléfono que son la una de la mañana, valla. Me cambio la ropa por una seca y me acuesto para dejar que la noche acabe.

(…)

Escucho mi teléfono sonar y estiro la mano hasta la mesita de noche para cogerlo. Sin ver quién es contesto la llamada.

—¿Si?.

Buenos días bella durmiente.

—¿Qué quieres Ricardo? —pregunto dejándome caer de nuevo en la almohada.

Al parecer nos despertamos de mal humor —ruedo los ojos y me siento en la cama.

—Ya pesado, dime para que me llamas.

Bien ya, te llamaba porque necesito que vengas a buscarme a un sitio.

—¿A dónde?

No se que lugar es —¿En serio?.

—¿Cómo que no sabes, qué hiciste anoche Ricardo?.

Tampoco se.

—¿Qué voy hacer contigo?. Bueno, pregúntale a alguien el nombre del lugar o no sé, algún dato y mándamelo por mensaje, en media hora paso por ti.

Ok, gracias amigo.

Este chico un día de estos lo voy a encontrar sin cabeza. Miro la hora: 8:00 de la mañana. Te voy a matar Ricardo. Me levanto de mala gana y salgo de la habitación. Bajo hasta la cocina y veo a Rita cocinando algo así que me siento en los bancos de la isla.

—Buenos día Rita —esta voltea y sonríe.

—Buenos días Santi, es temprano todavía. ¿Qué haces despierto?.

—Un amigo me despertó para que lo fuera a recoger y aquí me ves —asiente.

—¿Quieres qué te prepare algo?.

—Si por favor.

Ella voltea y se pone manos a la obra con mi desayuno, mientras tanto me entra el mensaje de Ricardo con el nombre del lugar. La verdad no se donde es, por mucho que haya visitado este país, no se cuál es esa dirección. Así que no tengo otra opción que preguntar.

—Oye Rita, ¿sabes dónde queda este lugar? —esta voltea y se a acerca. Le enseño el móvil, lo toma y lee la dirección, pero veo que se asombra —¿Qué pasa?.

—¿Tienes intenciones de ir ahí?.

—Si, ahí tengo que ir a recoger a mi amigo, ¿por qué?.

—Es un lugar un poco peligroso. Por esa zona rondas los pandilleros de la ciudad. Es un lugar de esos donde hay de todo un poco ¿si me entiendes?.

—Si, ya —¿qué diablos hace Ricardo ahí?.

—Te aconsejaría que no rondes por esas zonas —asiento —aquí tienes.

Deja el desayuno en la isla y lo como algo apresurado. Rita me explica como llegar a ese tal lugar después de insistirle y subo hasta mi habitación. Hago lo necesario, me cambio de ropa y salgo. Antes de bajar paso por la habitación de Sara, veo que está dormida y al borde de la cama, sonrío y entro con cuidado. La acomodo mejor, le doy un beso en la cabeza y salgo de ahí.

Llego al garaje y saco mi moto. Me coloco el casco y antes de arrancar vuelvo a ver la dirección que me mandó mi amigo. ¿Qué hará metido este loco en esa zona de la ciudad?. Ya me tendrás que explicar casanova. Luego de un rato, llego a un lugar según las indicaciones de Rita y la verdad es que tenía razón, se nota a lo lejos que no es precisamente un barrio de rosas. Tiene aspecto de vandalismo y algo más.

Sin bajarme de la moto llamo a mi amigo, pero el móvil me da apagado, vuelvo a insistir y lo mismo. Cuando decido guardar el teléfono me entra un mensaje. Reviso rápido pensando que es Ricardo, pero arrugo el entrecejo al ver que es de Manuela.

Pequeña:
Santi, hoy amanecí un poco enferma, así que no voy a poder acompañarte a la tienda de mi padre, disculpa por eso.

—¿Enferma, en serio tengo que creerte? —sonrío.

Voy a responderle el mensaje, pero unos ruidos de golpes se llevan toda mi atención. Me bajo de la moto y camino unos pasos hasta llegar a un callejón. Hay tres hombres golpeando a otro, ¿en serio, tres contra uno?. Voy a seguir de largo, pero me detengo al distinguir al que están golpeando en el piso y adivinen quien es: el casanova.

—No puede ser —apresuro el paso y me detengo a unos metros de donde están. —Oigan, ¿no creen que el idiota está en desventaja? —pregunto y todas las miradas caen sobre mí. Los tres hombres sonríen y uno rubio lleno de tatuajes, hasta en el rostro se podría decir, camina hasta mí.

—¿Qué pasa principito, no te agrada la vista? —pregunta con vos gruesa sin borrar la sonrisa.

—No creo que sea justo —me encojo de hombros. —Se ve algo.. cobarde —la sonrisa que tenía, desaparece y camina más hacia mí, pero no retrocedo.

—Si no te gusta, pues únetele —sonrío de lado y doy un paso más hacia él.

—Con mucho gusto —informo y mi puño impacta su cara tomándolo por sorpresa y llevándolo directo al suelo.

Con esto, los otros dos dejan a Ricardo a un lado y vienen hacia mí. Uno de piel oscura tira el primer golpe y lo esquivo, pero él no tiene la misma suerte con el mío que lo hace trastabillar hacia atrás. Desde atrás viene el tercero volteándome y estampando su puño contra mi pómulo, ‹eso dejará una marca›. Le devuelvo el golpe y cae, pero ya el rubio esta de pie y me empuja por la espalda tirándome al suelo. Me levanto rápido, pero me suelta un golpe en el proceso que le devuelvo al segundo dejándolo en el piso. Veo a Ricardo con el tercer hombre pero falta uno, ‹¿dónde estás…?›, al instante siento que me toman del cuello desde atrás, ‹aquí está›. Con algo de fuerza y de trabajo tiro de sus brazos y lo levanto por encima de mi espalda estampado la suya contra el suelo y queda quejándose por el dolor. Busco a mi amigo con la mirada y lo veo dejando al otro tipo en el suelo.

—Ricardo vamos —este viene hasta mí y me abraza.

—Gracias por venir.

—Agradéceme cuando estemos en tu departamento —digo cuando veo al rubio moverse en el suelo. —¡Vámonos!.

Salimos del callejón a paso rápido hasta la moto, me monto primero y le paso un casco. Cuando se lo está poniendo veo a los tres tipos salir del callejón buscándonos con la mirada.

—¡Anda, monta ya!.

Arranco captando la atención de los tres, que al vernos corren hasta nosotros, pero ya es tarde para ellos. Mientras le llevo un buen tramo de distancia mi acompañante le saca el dedo medio, si muy maduro de su parte.

—Hasta nunca idiotas —les grita mientras niego con la cabeza.

Después de varios minutos de buena velocidad, llegamos al departamento de mi amigo. Entro con la moto directo al estacionamiento y la parqueo. Subimos al elevador en silencio y marca el sexto piso. Llegamos a su piso, abre la puerta y entramos. Lo veo dejarse caer en el sillón, mientras yo voy directo al baño.

Me miro en el espejo y veo mi pómulos algo morado, mi labio inferior sangrando y los nudillos algo rojos, me duele un poco, para que decir que no. Busco el botiquín y me desinfecto el labio, ‹dios, arde como el demonio›. Termino y me lavo las manos. Salgo con el botiquín hasta el salón y encuentro a Ricardo todavía en el sillón con los ojos cerrados.

—Toma —le dejo lo que traía en encina haciendo que abra los ojos y me siento en el otro sillón —deberías limpiarte la cara.

—Disculpa por lo de tu rostro —dice señalando mi labio.

—El tuyo está peor, tranquilo —digo y sonríe. —Ve a limpiarte eso, que tenemos que hablar.

—Ok capitán —se levanta y veo que se pierde tras la puerta.

A los minutos escucho la puerta del baño abrirse y a Ric llegar al salón con el rostro limpio y curado.

—A ver casanova, ¿me puedes decir qué diablos hacías tú metido en un lugar como ese? —pregunto cuando se sienta.

—¿Me creerías si te digo que no se? —enarco una ceja y lo miro incrédulo. —De verdad.

—¿Y no sabes como llegaste ahí?.

—Lo único que llega a mi cabeza, es la rubia voluptuosa con la que salí de la fiesta en la que estaba anoche y que amanecí hoy solo en un cuartucho de mala muerte —ruedo los ojos y me pongo de pie caminando hacia la cocina.

—Un día de estos te voy a encontrar sin ninguna de las dos cabezas —digo abriendo una cerveza que saqué de su nevera.

—No digas eso, suena aterrador —hace como si le recorriera un escalofrío y  viene hacia mí tomando una cerveza.

—Deberías ir al supermercado, no hay nada ahí —comento señalando la nevera.

—Si luego lo iré, ahora dime, ¿qué ha pasado con tu pequeña? —pregunta divertido remarcando la última palabra.

—¿Qué tendría que pasar?.

—No te hagas el santo, que eres todo menos eso.

—Me ofendes —finjo indignación haciendo que ruede los ojos.

—Si seguro —sonrío —esa sonrisa dice mucho.

—Ayer la besé —comento con mi atención puesta en la cerveza.

—¿En serio? —asiento. —¿Y qué tal estuvo?.

—Perfecto —va hablar pero lo interrumpo —y confórmate con saber eso.

—Ok, pero, ¿ella como reaccionó?.

—Bueno, al principio bien, luego huyó.

—¿Tan mal besas? —pregunta divertido y le doy con mi puño en el brazo. —Aaah, animal, que me duele todo.

—No es que bese mal, más bien me imagino que le diera vergüenza o se asustara, no se. De hecho, hoy cuando fui a recogerte, me envió un mensaje diciendo que no podía llevarme a la tienda de su padre porque según ella, estaba enferma.

—¿Le creíste? —niego —yo tampoco, pero igual eso no me corresponde. Además, recuerda también que son hermanastros, quizás eso le choque un poco —me encojo de hombros viéndolo como posibilidad.

(…)

Pasé la mayor parte del día en casa de mi amigo y ya por la tarde tomé dirección hasta la casa. Cuando llego, entro y voy directo a la cocina a comprobar lo que ya me imagino.

Llego a mi destino y como es costumbre ya, me encuentro a Rita cantando una canción de alguien que no recuerdo su nombre. Al verme se sorprende y apaga la música.

—Pero muchacho, ¿qué te pasó en el rostro? —pregunta acercándose a mí.

—Un encuentro indeseado.

—¿En el lugar que te dije que no fueras? —asiento y niega con la cabeza.

—Oye Rita, ¿cómo está Manuela? —me mira confundida.

—¿Manuela? —asiento —bien, salió por la mañana con Marina y no ha vuelto aún —sonrío negando con la cabeza.

—Gracias Rita.

—¿De nada? —escucho que pregunta confundida, pero ya yo estoy llegando a la escalera.

Llego a la habitación de Sara y entro, pero no la veo, la busco en el baño y en el clóset, pero tampoco la encuentro. Salgo algo nervioso hasta mi cuarto, abro la puerta y vuelvo a respirar cuando la veo dormida, acostada en mi cama. Esto lo hacía también en nuestra antigua casa, niña traviesa. Voy hasta donde está y la cubro con la colcha.

Cuando voy a dirigirme hacia el baño siento el ruido de un auto llegar. Me acerco a la ventana y sonrío al ver llegar el coche de Manuela. Veo que lo entra al estacionamiento y a los segundos sale caminando hacia la casa.

Salgo de mi habitación entrando a la suya y me siento en su cama a esperarla. A los minutos, veo que abre la puerta y entra. No se da cuenta de mi presencia, hasta que entra por completo y al voltear se sorprende.

—Santi.. —dice en un tono bajo.

—Hola pequeña.


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¡¡¡Holaaa!!! Espero que estén bien. Me alegran mucho todos los que han leído hasta ahora. 😊

Aquí les dejo otro capitulito, espero que les halla gustado.

BESOS

❤️

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