12. Caricias mojadas
Llego a Santi y lo abrazo sin pensar, él se queda quieto por unos segundos, pero luego pasa sus brazos por mi cintura pegándome a su cuerpo.
—Estuviste genial pequeña, sabía que lo harías —dice en voz baja.
—Gracias.
—No tienes que agradecerme.
—Claro que si, gracias por estar —le agradezco de nuevo y me separo de él, pero no suelta su agarre en ningún momento.
Y en ese instante, me doy cuenta de que estamos demasiado cerca. Todo a nuestro alrededor desaparece, o al menos para mí, cuando nos miramos directamente a los ojos. Los suyos brillan y parecen dos piedras preciosas.
—No quiero que me agradezcas, solo… —recorre mi rostro con su mirada y por último sus ojos se detienen en mis labios.
—¿Qué? —pregunto en un hilo de voz.
Sus dedos aprietan la piel de mi cintura. Bajo la mirada a su boca, sus labios se ven rosado y apetecible y las ganas de probarlos me vienen de golpe. Se acerca un poco como pidiendo permiso y me mira a los ojos. Al ver que no retrocedo, se acerca por completo.
Sus labios tocan los míos en un suave roce, haciéndome templar como niña en su primer beso y cierro los ojos sintiendo su toque. Sube una de sus manos a mi mejilla y con su dedo pulgar toma mi labio inferior tirando de él hacia abajo. No se de donde salió el deseo loco de que juntara sus labios por completo a los míos de una vez, pero justo en el momento que va a hacerlo…
—¡¡Manuelaaaa!! —oímos el grito de maniática de Marina, haciéndonos separar de golpe unos pasos el uno del otro —Manu… oh disculpen… ¿Interrumpo algo? —pregunta poniendo la mano en su boca al vernos.
—No tranquila, solo estaba felicitando a Manuela —le contesta Santi y dirige su mirada a mí. —Te veo después pequeña —me da una sonrisa de lado sin mostrar los dientes y se va de ahí hacia algún lugar.
—Amiga, disculpa si interrumpí algo, de verdad.
—No interrumpiste nada.
—¿Segura Manu? —pregunta con una sonrisa.
—¿Por qué lo dices?.
—Porque estas sonrojada.
—¿Qué?, yo no… —toco mi cara y la siento caliente como la última vez en mi casa —eso es solo el calor.
—Como tu digas, pero a mi no me engañas —bufo cruzándome de brazos. —Por cierto —la miro —felicidades por todo esto.
—Gracias Mari —viene y me abraza —¿Marcos no vino?.
—Si, estaba conmigo afuera, pero lo perdí cuando…
—¿Dónde está mi amor platónico? —escuchamos que pregunta desde fuera haciéndonos reír.
—Y hablando del rey de Roma… —aparece por la puerta, viene hasta mí y me abraza.
—Oh Manu preciosa, parecías toda una persona importante hablando ahí arriba —comenta abrazándome fuerte.
—Marcos nece-necesito ai-re —me está asfixiando literalmente este loco.
—Oh perdón —me suelta y respiro.
—Y por lo que dijiste, yo si soy una persona importante mi rey —digo mirándolo por encima del hombro en forma de broma.
—Uff por dios, ¿en dónde está tu ego niña? —bromea y ríe mirando hacia el techo.
—Tonto.
—Ya de verdad, felicidades, te veías fabulosa ahí arriba.
—Gracias Marquitos.
—Oye Manu, para la próxima me llamas y yo me encargo de tu maquillaje —y ahí esta la señora cosméticos, ya había tardado.
—Si capitana —hago una pose militar haciéndolos reír.
—Manuela querida —llega Ana junto a nosotros.
—¿Si Ana?
—Hay algunos invitados que quieren conocerte.
—¿En serio?.
—Si vamos —‹oh por dios›.
—Chicos… —llamo a mis amigos.
—Vamos detrás de ti tesoro. Ahora ve con Ana, es tu momento de brillar —dice Marcos detrás de mí.
Ana me llevó con algunos invitados que me felicitaron por mis cuadros y por mi pequeño discurso. Otros me pidieron que les explicara el significado de varias de las obras y como también estaban en venta, algunos pocos pidieron comprarlas y claro que accedí.
Fue un día muy agitado, caminando para aquí y para allá. Mis pies pedían a gritos que tirara los zapatos por la ventana. Todos querían saber algo distinto y yo con mucho gusto lo hacía.
Al final la mayoría de los cuadros fueron vendidos. Solo quedaron tres guardados en la galería que según Ana, un señor pidió que se los dejarán ahí, eso me dejó intrigada, pero no seguí preguntando respecto a eso.
El tiempo que estuve tranquila, lo pasé con mis amigos hablando de cosas sin importancia. Con Santiago, no volví a cruzar palabra desde que nos interrumpió Marina tras del escenario, pero si lo vi mirándome varias veces y no voy a mentir, yo también le echaba miraditas de vez en cuando.
Me pongo a pensar en ese momento, estuvimos tan cerca y nuestros labios apunto de chocar, que me dan ganas de montar a Marina en una nave espacial y mandarla a volar. Por dios, esas ganas de probar sus labios no se han ido todavía, aun sabiendo que está mal.
—Manu —habla Marcos bajándome de la nube.
—¿Qué?.
—Nos vamos ya —asiento —yo voy a llevar a Marina así que no te preocupes.
—Está bien. Por cierto ¿dónde está? —pregunto buscándola con la mirada.
—Estás perdida Manu —comenta divertido —nos dijo que iba al baño.
—Estaba distraída —sonrío.
—Me di cuenta.
—Ya estoy aquí —anuncia Mari llegando a nosotros. —¿Nos vamos Marquitos?.
—Si.
—Bien, después hablamos Manu —ambos me dan un sonoro beso en la mejilla y salen caminando hasta la salida.
—Ok, tengan cuidado.
—¿Nos vamos también? —preguntan detrás de mí haciéndome saltar y volteo.
—Me asustaste —digo provocando que ría.
—Lo siento, no era mi intención. ¿Nos vamos? —vuelve a preguntar.
—Si, solo tengo que ir a buscar mi… —guardo silencio cuando me enseña el bolso en su mano.
—Lo traje por ti —lo extiende hacia mí y lo tomo.
—Gracias.
—De nada, ahora andando, que es tarde —si, eran ya las cinco de la tarde.
Empieza a caminar y lo sigo. Nos despedimos de Ana en la salida y vamos hasta el coche.
—Estoy cansada y mis pies duelen —comento.
—Me imagino, no has parado de moverte en todo el día. Al parecer tu energía se está agotando —dice divertido y camina hasta la puerta del copiloto abriéndola para mí. —Entra.
—¿No me vas a dejar conducir mi coche hoy? —pregunto indignada.
—No.
—¿Por qué?.
—Porque no, ahora sube.
—Eres un pesado —digo en voz baja caminando hasta él, pero al parecer me escucha porque suelta una risita.
—Anda, monta ya —lo hago y cuando pienso que va a cerrar la puerta, veo que se agacha y toma mis piernas sacándolas del coche.
—¿Qué haces? —pregunto en voz baja, pero no me responde.
Me quita un zapato y luego el otro. Acaricia mis pies en el proceso haciendo que suelte un suspiro silencioso, ‹esto se siente muy bien›.
—Gracias, no tenías que molestarte —le digo sonrojada, me sonríe de lado y se pone de pie con mis zapatos en la mano.
—No pasa nada —es lo único que dice antes de rodear el coche, monta y deja los zapatos en los asientos traseros.
El viaje hacia casa fue en silencio entre nosotros, solo se escuchaba la voz de Pablo Alborán en un volumen bajo. Cuando llegamos a la casa, para el auto, bajo descalza y él sigue hasta el estacionamiento. Entro y voy directo a la cocina.
—Ritaa— la llamo al no verla.
—Manu ya volvieron —sale de la despensa con unas cosas en la mano —¿Qué tal estuvo todo?.
—Súper bien, todo salió perfecto.
—Ves, te lo dije. ¿Santiago no vino contigo? —pregunta mirando detrás de mí.
—Si, fue a guardar el coche. ¿Y Sara?.
—En su habitación.
—Voy a verla —digo y salgo de la cocina.
Subo las escaleras y entro al cuarto de la niña. Me la encuentro acostada en el suelo, rodeada de lápices de colores dibujando.
—Bonita —voltea.
—Manu ya volviste —se para con una sonrisa y viene hasta mí. La cargo y camino hacia donde estaba hace unos segundos.
—¿Qué hacía?.
—Pintar —la dejo en el suelo nuevamente y toma el dibujo que estaba haciendo —mira —me lo muestra, era una mariposa al estilo Sara: toda rosa.
—Está hermoso Sara.
—Gracias Manu, es para ti —dice sorprendiéndome.
—¿Para mí?.
—Si.
—Gracias bonita, lo pondré en mi colección —le beso la cabeza y me sonríe. —Voy a darme una ducha, luego vengo.
—Está bien —asiente y vuelve a lo que estaba haciendo.
Voy hasta la puerta y abro. Al salir, me encuentro con Santiago que viene llegando al cuarto de Sara.
—Hey, pensé que ya estabas en tu habitación.
—Hacia allá voy ahora, vine a ver a la niña antes —asiente y mira mi mano.
—¿Qué traes ahí?.
—Un dibujo que hizo para mí —se lo muestro y sonríe.
—Lindo —comenta y centra sus ojos en mí, pero como cobarde que me he vuelto, no puedo aguantar su mirada mucho tiempo, así que la desvío hasta el dibujo. —Rita dijo que en unos minutos servirá la cena.
—Ok, en unos minutos bajo —empiezo a caminar hacia mi habitación.
—Bien —lo escucho decir antes de cerrar la puerta.
Voy hasta el mural donde tengo todos mis dibujos colgados. Tomo una presilla, coloco la mariposa de Sara junto a los demás y sonrío mirándolo, algo tierno de parte de la niña.
Voy hasta la cama y dejo mis cosas encima de esta. Me deshago de mi ropa y me doy cuenta de que sigo descalza, ‹luego tendré que buscar los zapatos en el coche› pienso y entro directo al baño.
Cuando termino, me pongo una ropa cómoda y salgo de la habitación con dirección al comedor a cenar con los demás. La cena pasaba en silencio, hasta que ojos lindo lo rompió.
—Pequeña.
—¿Qué pasa?
—¿Crees que mañana puedas llevarme a una de las tiendas de tu padre?.
—¿Para qué? —lo miro confundida.
—Para lo del proyecto ¿recuerdas?, te lo comenté hace algunos días en mi habitación —cierto, en su habitación.
—Si, lo había olvidado, disculpa.
—No pasa nada, a veces sucede que olvidamos cosas no tan relevantes para nosotros, pero hay otras que no las podemos sacar de nuestra cabeza —explica mirándome fijamente, como si tratara de traspasarme con sus ojos y la verdad es que sus palabras eran muy ciertas.
—Seguro —susurro y sonríe de lado.
—¿Qué dices entonces?.
—¿De que? —levanta las cejas divertido —oh si, claro, la tienda… He… Si, si puedo llevarte —dios me he vuelto idiota.
—Bien.
—Pero la niña… —le apunto a Sara con la cabeza.
—La llevamos con nosotros, solo vamos a mirar.
—Está bien.
Terminamos de cenar y quise ayudar a Rita a recoger la mesa, pero no me dejó la muy testaruda. Así que sin más, fui con Sara a su habitación ya que me pidió que jugara con ella y no me negué, no tenía nada que hacer después de todo.
Nos pusimos hacer cualquier cosa hasta que jugamos a las escondidas en su cuarto y me la encontré dormida debajo de la cama. La saqué de ahí con cuidado de no despertarla y la acomodé en su cama.
Salgo de la habitación y bajo las escaleras dirigiéndome hasta el patio a coger un poco de aire. Llego junto a la piscina y me acuesto en una de las tumbonas. El cielo estaba estrellado, se veía muy bonito.
Cierro los ojos y trato de relajarme, pero unos minutos después, el sonido de un chapoteo y las salpicaduras de agua sobre mí, me hacen abrir los ojos nuevamente. Miro hacia la piscina y veo a Santiago nadando en el agua. Este sale sonriendo y viene hasta el borde cerca de donde me encuentro.
—Me has mojado —le reprocho algo molesta por la interrupción.
—Lo siento pequeña —dice sin quitar la sonrisa.
—Como sea —me levanto decidida a irme, pero me vuelve a llamar.
—Oye no te vayas, ven aquí.
—¿Por qué lo haría? —lo miro entrecerrando los ojos.
—Acércate, no voy hacerte nada.
Voy hasta donde está y me agacho frente a él. Eleva su mano hasta mí y la miro algo dudosa.
—Ayúdame a salir.
Tomo su mano no muy convencida y tiro con fuerza. Él hace todo el trabajo, pero la intención es lo que cuenta. Sale y se para al borde de la piscina y yo frente suyo aún sosteniendo su mano.
‹Mala idea›
Me mira y en su rostro aparece una sonrisa traviesa que no me augura nada bueno. Pone su mano libre en mi cintura y me pega a él.
—¿Qué haces?, estás todo moja… Espera no…
Ya es tarde, el muy loco se dejó caer hacia atrás llevándome con él hacia el agua; dato importante: no se nadar. Sin soltarme aún por suerte, sale a la superficie por aire para los dos.
—¡Serás tonto! —le grito pegándole en el pecho.
—Solo es un poco de agua —dice soltando mi cintura y me alarmo.
—No no, no me sueltes por favor —digo abrazándome a su cuello y envolviendo mis piernas por instinto en su cadera, lo que hace que vuelva a rodear mi cuerpo con sus manos.
—¿No sabes nadar? —niego con la cabeza. —Está bien tranquila, no te pasará nada.
—¿Me puedes llevar al borde? —no dice nada, solo siento que se mueve y a los segundos, mi espalda choca con la pared de la piscina.
Separo la cabeza de su cuello y descubro que estamos a unos centímetros de distancia. Llevo mis ojos a los suyos y ese color verde tan profundo me hipnotiza por completo, estos brillan y se ven hermosos.
—Santi… —intento decir algo, pero sube una de sus manos y pone un dedo en mi boca callándome.
—Sshh, no digas nada —susurra.
Con sus dedos, acaricia mis labios en un delicado y tierno roce que me hace estremecer. Su recorrido sigue a mi mejilla y luego baja a mi cuello haciendo que mi piel se erice y las mismas ganas de probar sus labios rosados y apetecible que tenía en la mañana, vuelvan sin ningún reparo.
Vuelve sus dedos a mi labio inferior y tira de este hacia abajo. Se acerca un poco, haciendo que deje de respirar rozando su nariz en mi mejilla.
—Me muero por darte un beso —comenta en un tono bajo dejándome sin aliento.
Paso la lengua por mis labios haciéndole saber mis deseos y acerco un poco más mi rostro al suyo hasta rosar su nariz con la mía. Con eso es suficiente para que choque sus labios con los míos de una vez. Sin pensarlo mucho, le sigo el beso sin dudarlo. Es un beso hambriento, nada delicado, con deseo. Nada comparado con los roces tiernos de hace unos segundos.
Muerde mi labio inferior haciéndome soltar un pequeño jadeo que lo hace sonreír. Hundo mis dedos en su pelo mojado y me aferro a él mucho más. Sus labios son carnosos, lo que me incita a morderlos y al hacerlo puedo escuchar con claridad un gemido de su parte que me hace estremecer.
Con su lengua delinea mi labio inferior pidiendo permiso para entrar y sin ningún problema se lo doy. La adentra en mi boca y la desliza junto con la mía. Aprieta sus manos en mi cintura pegándome más a él y va bajándolas hasta mi trasero. Lo acaricia y vuelvo a gemir cuando siento que lo aprieta.
Paso mis manos a su espalda y me aferro a esta con mis dedos cuando va bajando la velocidad del beso y pasa sus labios a mi cuello besándolo con una lentitud tortuosa, para terminar dejando un tierno beso en mi mejilla.
Nuestras respiraciones están aceleradas e irregulares por completo y mi corazón late muy rápido. En el momento que su mirada atrapa la mía, siento mis mejillas arder haciéndolo sonreí por mi acción.
—¿Qué estamos haciendo? —pregunto en voz baja perdida en ese mar verde.
—No sé —responde acariciando mi mejilla sonrojada con sus dedos —solo sé que no me arrepiento —dice y vuelve a juntar sus labios con los míos.
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Aquí otro capítulo chic@s, espero que les halla gustado. Por fin el primer beso de mis nenes. 🤗
Gracias a los que lleguen hasta aquí, me hacen muy feliz en serio. 😊
Hasta la próxima semana.
Besos 😘
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