EL TEOREMA DE ED
El revoloteo de mi psique, el abucheo que alberga en la costumbre mi rendición; un cortejo impugnante, apropiado en la efimeridad: "Mi impecable lozanía prevalecía ante el gentío sediente que buscaba la epifanía en la mustia compañía de un ser en calamidad".
Hoy quisiera aspirar a la luz parpadeante, que se observe mi semblante por los pérfidos nigromantes; son conjuros denigrantes, de hombres intolerantes que descubren en el hambre la fiereza y la austeridad: "De esos mitos ambulantes, que absorben al instante una falacia criminal; de creer en el zodiaco, de aferrarse a un santo con la fe de que en el acto su alma va a purificar".
Y sin disciplinar el alma en un sueño enfático, fáctico, apático; en un certamen de fines dramáticos, inspiró a maniáticos prácticos con diálogos tácticos, no empáticos, propios de la demagogia: "Soy la carne de un tipo caucásico, drástico con doctrinas lúdicas, inherente a la mímica y al hedonismo; el siervo de un relato inédito, de léxico bélico, hijo de lo crético, de la ética".
Mefisto me atiende, y siento que hierve en ira creciente; la muestra endeble de su volatilidad: "El refugio de Diego, que triunfa en el juego del ser; el insólito destino que recubre a la cuna en éter".
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