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Shenlong, concédeme un deseo

Bulma se sobresaltó cuando las dos figuras aparecieron a centímetros de ella.

—¡Ah! —exclamó sin poder evitarlo, retrocediendo un paso y arrojando al suelo su destornillador.

—¡Bulma, las encontramos a todas! —saludó Gokú, con una sonrisa un poco más brillante que las estrellas en el cielo.

La mujer quiso carcajear de felicidad, pero el sonido quedó atrapado en su garganta cuando examinó con más precisión al par. Gokú aún sostenía la mano de Vegeta, quien no parecía tan disgustado como se esforzaba en demostrar.

—¡B-bien! Qué bueno, genial —expresó sin más, acercándose para tomar las esferas. En ese momento encontró miradas con Vegeta, y se sorprendió al notar un ligero rubor en sus mejillas—. ¿Te encuentras bien, Vegeta?

El príncipe abrió más sus ojos, espantado y al parecer tomado por sorpresa. En ese momento, cortó el contacto físico con Gokú y se cruzó de brazos.

—¿Por qué no habría de estarlo? —preguntó apresuradamente.

Bulma parpadeó.

—Claro —respondió, alargando la a. Miró una vez más a Gokú, que tenía sus ojos fijos en el príncipe. Había algo diferente en su sonrisa, en su mirada, en la atmósfera que los rodeaba a ambos. La mujer pudo verlo, casi sentirlo. Sostuvo la pregunta en la punta de su lengua, considerando que aún no era tiempo de interrogatorios.

—Entonces, ya pueden irse, supongo.

Gokú aún miraba a Vegeta cuando preguntó:

—¿Quieres entrenar?

La manera en que Vegeta reaccionó hacía parecer que le había dicho algo extremadamente íntimo, privado. Bulma estaba intrigada ahora.

—¿Tú qué crees? —preguntó con brusquedad, dándole una mirada significativa.

Bulma estuvo incómoda, entonces. Porque ambos se miraban como si no hubiera nadie más en el mundo que ellos dos, y quizás esa era la manera en la que siempre lo habían hecho.

La mujer carraspeó.

—¿Y bien? ¿Qué esperan? ¡Fuera, fuera!

Los saiyajin reaccionaron mirándola como si hubieran olvidado su presencia, y tras un corto saludo, emprendieron vuelo. Bulma los observó irse, sosteniendo apenas el pesado bolso lleno de esferas que le dejaron, y estaba considerando la opción de pedirle a Shenlong que le contara qué demonios había sucedido en ese viaje.

Por otro lado, Vegeta volaba detrás de Gokú sin poder contener una sonrisa.

—No creas que voy a ser gentil sólo porque te permito algunos besos —dijo, con el viento soplando su cabello.

Y Gokú volteó el rostro para mirarlo, sintiendo su estómago burbujear, y los ojos de Vegeta le decían sí, acepto una y otra y otra vez.

—No esperaba otra cosa.

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