Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La Esfera de Seis Estrellas

El impulso de energía que había salido del cuerpo de Vegeta al volar había hecho que tropezara hacia atrás, cubriéndose el rostro con un brazo.

—¡Vegeta! —llamó Gokú, recuperándose de la sorpresa y comenzando a seguir a su príncipe. Tuvo una sensación vaga de déjà vu, que tuvo que apartar rápidamente para concentrarse.

Vegeta no volteaba para verlo ni por un segundo y seguía moviéndose rápidamente, zumbando entre las nubes del cielo atardecido.

Gokú estaba seguro de que no se dirigía a ningún lugar en concreto, y el pensamiento de que estaba huyendo lo impactó. ¿Huyendo de quién?

—¡Vegeta! —gritó una vez más, su propio ceño ya se había fruncido.

Como toda respuesta, Vegeta descendió y lo esperó en el suelo con expresión nublada. Había parado en una zona alejada, rodeada de árboles de grandes copas verdes y flores de pétalos rojos que bailaban en el viento.

Gokú lo imitó, y arrojó el radar y el bolso con las esferas al suelo, acercándose a Vegeta a paso lento.

—Vegeta... —murmuró a medio camino, y un puño en su mandíbula lo hizo trastabillar y retroceder.

—¡Cállate y pelea! —gritó su príncipe, haciendo destellar su cabello en dorado, sus fieros ojos cerúleos mirándolo como a un enemigo.

—¿Qué-? —preguntó Gokú a medias, absolutamente confundido.

—¡Que pelees, maldición!

A ese último grito lo acompañó una serie de golpes con intenciones reales de herir, cargados de energía destructiva. Los ojos de Gokú se abrieron de sorpresa, y se vio en la apresurada necesidad de reaccionar.

Aún con su rápida respuesta recibió algunos rodillazos de Vegeta que le quitaron el aire, y puñetazos que enrojecieron la piel de su rostro. Por instinto devolvió sólo uno de todos ellos, con menos del cuarto de su fuerza, con el fin de apaciguar a la bestia furiosa que seguía arremetiendo con brutalidad creciente, esperando por una reacción sensata.

Pero Vegeta parecía poseído por la furia, gruñía salvajemente con cada movimiento, y mostraba los dientes cada vez que Gokú luchaba por establecer contacto visual con él, en busca de su lado racional. Nada de este combate se sentía como sus anteriores entrenamientos, en ellos Vegeta controlaba sus emociones y era hasta elegante con sus golpes. Ahora parecía desesperado por herirlo, entornando los ojos hacia él, colérico porque se Gokú limitaba a evadir y esquivar sus movimientos.

—¡Ya fue suficiente! —gruñó Gokú, ya harto de la situación. Amplió la postura de sus pies y permitió un aumento en su energía, equivalente al poder del príncipe. Tomó rápidamente ambos puños de Vegeta, deteniéndolos a los costados con verdadera fuerza. Su príncipe soltó un gruñido gutural, casi quejándose en voz alta por ser incapaz de liberarse y forzado a mirarlo a los ojos. Sólo para asegurarse de que lo viera, Gokú se acercó más a su rostro, el negro apacible de su mirada enfrentado al celeste filoso de la mirada de Vegeta.

—Suficiente, Vegeta —repitió, esta vez en un murmullo tranquilo, observando como el cabello de Vegeta perdía el destello de la luz del trueno para volverse negro.

—¡No soy débil! —le gritó Vegeta, girando sus muñecas y liberándose de su agarre. Aún así, se acercó incluso más a él, estirando el cuello para estar a la altura de sus ojos.

—¿Eh?

Gokú tuvo la intención de dar un paso atrás, pero descubrió que cuanto más retrocedía, más se acercaba Vegeta, así que permaneció en su lugar.

—¡No soy débil! ¡No me importan las alucinaciones de un estúpido árbol, ni tus ridículas propuestas! —Vegeta levantó una mano enguantada y señaló con un dedo índice en medio de sus cejas—. ¡Eso no va a suceder, Kakarotto! Tú eres mi más grande rival. ¡No te confundas! —dijo entre dientes, elevando el mentón y empujando con su pecho.

Gokú comenzó a comprender, y sus facciones se volvieron tiernas.

¿Cómo Vegeta había malinterpretado tanto sus intenciones?

—Vegeta, espera...

—Tú, maldito insecto. ¡Estoy aquí para derrotarte! ¡Sólo me interesa derrotarte! Y después... Después...

Los labios de Vegeta temblaron, y todo su temple dominante se vio reducido a una imagen confusa.

—Amar no te hace débil, Vegeta —susurró Gokú, aún sin atreverse a posar sus manos sobre el cuerpo del príncipe, que temblaba con algo más que rabia contenida.

—Cierra la boca... —advirtió sin un rastro de la ira anterior en su voz, y dejó caer su frente sobre el pecho de Gokú: su pelo hacía cosquillas en su cuello, y su respiración agitada se filtraba por su ropa—. ¿Cómo te atreves? —susurró su príncipe, casi derrotado. Ahora, sólo parecía que estaba siendo atormentado nuevamente por sus propios demonios, aquellos que aún lo arrastraban a ser quien había sido en algún momento, que le provocaban pesadillas de las que Gokú siempre supo.

Gokú torció la boca, respiró hondo y tomó valor para lo siguiente.

Elevó sus manos, colocando una sobre la nuca de Vegeta y otra en su espalda baja, sosteniéndolo en lo más parecido a un abrazo que su príncipe aceptaría. Escuchó la manera en que Vegeta calmaba su respiración, y apoyaba sus brazos, anteriormente tiesos a los costados de su cuerpo, sobre la cadera de Gokú.

—No creo ninguna de las cosas que dijiste, Vegeta —habló, reposando su mentón sobre la cabeza de Vegeta, y cerrando sus ojos al sentir su olor—. Nunca pensé en ti como alguien débil —Vegeta tembló bajo su toque—. Creo que tu orgullo y tu fuerza te hacen ser quien eres, y no querría cambiar eso —una sonrisa se metió en sus palabras—, es la razón por la que me gustas tanto.

Vegeta resopló, y levantó su rostro de su escondite. Lo que Gokú encontró en sus ojos lo hizo sonreír aún más.

—Me avergüenzas. Dices estupideces.

Gokú se sintió pleno. Juntó sus frentes sin miedo y movió su cabeza de lado a lado con lentitud, disfrutando del sentimiento, del momento, y de Vegeta.

—Me haces sentir mariposas, Vegeta.

Su príncipe hizo una mueca, pero no volvió a apartarse.

—No esperes que te diga lo mismo, incluso si, uhm...

—¿Incluso si lo sientes?

Vegeta no respondió. Permitió el toque, y su ceño fruncido tan sólo representaba que seguía pensando, analizando la situación y sus propios pensamientos.

—Sobre tu propuesta...

Gokú se emocionó.

—¿Sí?

Vegeta tomó distancia para poder mirarlo a los ojos.

—No quiero... No creo que sea algo que debamos hacer. Bueno... Ugh... —Gokú ladeó la cabeza—. Sólo... No hace falta, no es importante. Siempre y cuando sigamos cumpliendo con sus... condiciones.

Gokú parpadeó, su rostro en blanco.

—¿Y eso qué quiere decir, Vegeta?

Su príncipe gruñó.

—¡Quiere decir que no me voy a casar contigo! Sin embargo... —carraspeó—. Quiero estar... Estoy interesado en estar contigo de esa manera, pero sin la ceremonia y los anillos y... esas cosas. ¡Pero no significa que renuncie a ser más fuerte que tú!

Había un disgusto inconfundible en su expresión cuando hablaba de las formalidades y tradiciones, y Gokú lo entendió. A él también le parecían innecesarias, siempre y cuando tuviera a Vegeta.

—Eso sería genial, Vegeta.

Vegeta asintió.

—Y ahora será mejor que sigamos con eso —dijo, señalando las esferas que habían rodado en el suelo hasta casi estar frente a sus pies.

Una risa risueña se escapó de los labios de Gokú, y antes de apartar sus manos del cuerpo de Vegeta, depositó un largo y suave beso sobre su frente.

—Bien, sigamos —concluyó, soltándolo y agachándose para levantar el bolso que se había llenado de pétalos rojos, y el radar que también tenía algunos sobre él.

Cuando lo extendió hacia Vegeta, sus movimientos se congelaron al ver su expresión.

—¿Vegeta? —preguntó cauteloso.

Vegeta lo miró durante unos segundos más antes de precipitarse hacia su cuerpo y, sosteniendo los costados de su rostro con una fuerza que sólo él presumía, le dio un beso brusco y dominante, sólo como él mismo.

Dudaba que sus ojos pudieran abrirse más. Antes de poder realmente corresponder, Vegeta ya se había alejado con las mejillas encendidas.

—Ahora sí, vámonos —dijo el príncipe y arrebató el radar de sus manos. Gokú podía jurar que había una sonrisa engreída en sus labios.

—¿Así que es una competencia? —preguntó, aún atónito pero con la travesura marcada en su voz.

Vegeta sonrió de costado, y lanzándole apenas una mirada, emprendió vuelo, asumiendo que lo seguiría.

Y no se equivocaba.

[...]

La última, la Esfera de Seis Estrellas, se encontraba nada más y nada menos que en el rincón más frío del mundo, escondida debajo de un enorme iceberg.

—Oh, no.... —dijo Gokú, pensando en cómo iban a sacar la esfera de ahí.

Pero Vegeta lo solucionó rápidamente, haciendo estallar en mil pedazos el enorme hielo, recibiendo una mirada de reclamo de su pareja.

—¿Qué? ¿Acaso tenías una mejor idea? —se defendió de antemano.

Gokú en realidad no la tenía, por lo que suspiró y se acercó a la esfera, elevándola triunfante frente a sus ojos.

—¡Ah, está congelada! —exclamó cuando el frío quemó sus manos, y Vegeta atrapó la esfera en el aire.

—No seas torpe —le dijo, aún sonando rudo pero escondiendo algo más en su tono.

Gokú agitó las manos, y cuando la sensación se fue, sonrió alegremente.

—¡Lo logramos, Vegeta!

Su príncipe le regaló una sonrisa ligera.

—Así es.

—¿Me harías el honor? —preguntó Gokú, extendiendo su mano hacia Vegeta, quien la miró y luego volvió a sus ojos, con una ceja arqueada.

—¿Acaso tengo otra opción? —preguntó en cambio, tomando su mano y apretándola con fuerza.

Gokú puso dos dedos en su frente, y tras una última caricia con su pulgar sobre la mano de la persona que más amaba, buscó el ki de Bulma, y sus cuerpos se desvanecieron como por arte de magia en ese paraíso de hielo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro