Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La Esfera de Cuatro Estrellas

Desde aquel fatídico día en el que Gokú decidió actuar sobre los curiosos sentimientos que tenía por Vegeta, la paz en la Tierra se vio amenazada.

En realidad, no.

La paz seguía reinando en la Tierra. La paz en la Corporación Capsula... era otro asunto.

—¡No, no, no!

Ahí estaba Bulma. Había escuchado ruidos muy fuertes provenir desde su taller, por lo que había decidido ir a investigar, sólo por si acaso. Costumbres de vivir en un planeta que tendía a estar bajo la amenaza de seres exageradamente poderosos. Su hogar no solía ser silencioso en absoluto, pero realmente sonaba como si dos gigantes estuvieran enfrentándose en una batalla a muerte. Temió por el estado de uno de los proyectos en el que llevaba trabajando durante meses.

Para su desgracia, su preocupación no fue en vano. Nada más dar la vuelta al patio hacia la puerta abierta del taller, descubrió lo que había sucedido.

—¡Ustedes dos, torpes! —Apuntó con ambos puños a los responsables del desastre, deseando como nunca antes ser capaz de quebrarles un par de huesos.

Gokú tuvo la decencia de lucir avergonzado. Rascó su nuca en un gesto muy propio de nerviosismo, casi sin poder sostenerle la mirada a su mejor amiga.

—Lo sentimos, Bulma. No fue nuestra intención. ¿No es así, Vegeta?

Por su parte, Vegeta decidió fingir indiferencia. El gesto hostil en su expresión demostraba que la situación no le agradaba en absoluto, mucho menos lo hacía el verse acusado de semejante manera. Aun así era culpable y no podía escabullirse de la mirada aplastante de ira de la mujer.

—Supongo que me excedí esta vez —admitió llanamente.

—¡Silencio! ¡No quiero oírlos! ¡Acaban de hacer trizas la última porción de uno de los recursos más preciados para mi trabajo! —gritó Bulma a todo pulmón, y ambos saiyajines hicieron lo imposible para no encogerse ante su voz—. Todo está perdido... —agregó con aire melodramático, tapándose el rostro con las manos. No lloraba de frustración desde que era una adolescente, pero sentía que las lágrimas comenzarían a caer pronto.

Mientras la mujer se lamentaba en voz baja, Gokú aprovechó los segundos en los que su atención se vio desviada de ambos para acercarse cautelosamente al otro saiyajin y hablarle en un susurro.

—¿Sigues enojado, Vegeta? —preguntó con aún más pena que la primera vez que había hablado.

El príncipe se tensó visiblemente ante su acercamiento. Volteó en dirección contraria chasqueando la lengua, y se cruzó de brazos. Antes de que pudiera responder con palabras, Bulma había vuelto a gritarles.

—¡Ahora, presten mucha atención! Van a buscar las Esferas del Dragón. Shenlong es el único capaz de renovar este elemento —concluyó con renovada firmeza, elevando el mentón, casi retándolos a que se atrevieran a renegar de su orden.

Por supuesto, fue Vegeta quien se opuso.

—De verdad estás loca si crees que iremos por las esferas sólo para que puedas seguir con tus ridículos experimentos, mujer. Qué pérdida de tiempo.

El rostro de Bulma se enrojeció a punto de estallar en un segundo ataque de ira, interrumpido solo por la tranquilizadora voz de Gokú.

—Lo haremos, Bulma. No te preocupes —dijo, sonriendo, sus ojos brillando con toda la buena intención del mundo.

La mirada que Vegeta le lanzó bien podría haberlo matado.

La mujer respiró profundamente aliviada, caminando hacia una de las cajas que estaban esparcidas por su taller destrozado. Farfullando por lo bajo sobre su mala suerte, tardó algunos segundos en hallar lo que estaba buscando antes de volver a su lugar.

—Aquí tienen un radar que, por cierto, es algo antiguo, por lo que les tomara más tiempo hallarlas a todas —les dijo Bulma extendiendo el artefacto que fue tomado por su mejor amigo—. ¡Pero que sea lo más rápido posible!

Gokú asintió obedientemente y jaló del brazo de Vegeta para marcharse de una vez. El príncipe refunfuñó y se retorció bruscamente de su toque, pero no logró liberarse. Era recordado de la verdadera fuerza del insecto en los peores momentos.

—¡Adiós, Bulma!

Una vez estuvieron fuera de su vista, Bulma exhaló con cansancio.

—Sería más fácil pedirle a Shenlong que dejaran de ser tan tontos.

[...]

—¡Vegeta! —volvió a llamar Gokú, su voz rozando una súplica. Seguía los pasos del príncipe entre llamados que no eran respondidos con nada más que amenazas a su vida.

—¡No sigas, Kakarotto! ¿¡Cómo te atreves a decirme esas idioteces!? ¡Y dejarme en ridículo! ¿¡Acaso quieres morir!? ¡Vete al infierno!

Podría decirse que Vegeta estaba siendo dramático, escabulléndose entre los árboles como un niño que quiere evitar hacer sus deberes, pero Gokú no lo perdía de vista en ningún momento.

Estaba algo desorientado después de lo sucedido esa misma mañana. En medio de su entrenamiento rutinario, había aprovechado que Vegeta estaba de un humor más accesible para hacerle una propuesta que venía rondando su cabeza desde hacia un tiempo. Entre todas las reacciones que pudo haber esperado, ninguna se trataba de Vegeta estallando de ira y arremetiendo contra su cuerpo con intenciones de mandarlo a visitar a Enma Daio-sama. La única víctima mortal había sido el taller de Bulma, pero si no fuera por su interrupción, esa visita habría sucedido.

Ahora que lo pensaba, esa reacción era la más acorde a la personalidad del príncipe.

—De acuerdo, tal vez debería haber usado otras palabras. ¡Pero no entiendo por qué sigues tan enfadado! Ya me disculpé, ¿no?

De hecho, había intentado hacerlo una y otra vez, sosteniendo el radar que Bulma les había confiado en una mano y moviéndose impacientemente hacia el príncipe que no paraba de rechazarlo.

Ante su último comentario, Vegeta volteó por primera vez hacia él, en un movimiento tan rápido que si no fuera por sus reflejos, hubieran chocado de frente.

—¡¿Cómo reaccionarías tú si un día un lunático con cara de idiota te propone matrimonio como si nada?!

Gokú abrió la boca para responder, pero Vegeta se apresuró a sellar sus labios con una mano enguantada.

—Cierra la boca, maldición. Eres el ser más irritante y extraño que alguna vez tuve la desgracia de conocer. No entenderías ni en un millón de años —masculló a centímetros del rostro perplejo del de clase baja. Obligado a mantenerse en silencio, Gokú alzó ambas manos en señal de rendición, esperando por algunos segundos hasta que el duelo de miradas se diera por acabado. Era algo que había aprendido de Vegeta con el tiempo; jamás sería el que apartara la mirada. Gokú entendía que tenía que ver con el orgullo de un saiyajin, y tratándose él de uno mismo tampoco cedería, simplemente ofrecía una tregua.

Comprendiendo que se trataba de un duelo unilateral, Vegeta gruñó y se apartó dándole la espalda. La tensión en su mandíbula fue evidente en su voz cuando volvió a hablar.

—De todas formas, no importa. Por tu culpa tenemos cosas que hacer.

Gokú suspiró aliviado. Al menos la persecución en el bosque había terminado.

Sin embargo, luego de unos segundos de silencio, su mente regresó inevitablemente al tema anterior.

—¿Cuál es tu respuesta, entonces?

Vegeta arqueó una ceja, mirándolo de soslayo.

—¿A qué te refieres?

—A mi propuesta —contestó Gokú, una sonrisa de ilusión infantil apareciendo en su rostro.

Vegeta apretó los puños.

—Vuelve a burlarte de mí y te voy a patear tan fuerte que volarás fuera de esta atmósfera, Kakarotto.

Gokú frunció el ceño.

—No me estoy burlando, Vegeta.

—¡Cierra la boca y ve a buscar esa maldita esfera que tienes en tu casa! Te esperaré aquí. ¡Apresúrate!

Ante la orden no pudo hacer más que asentir y salir volando hacia su casa en el Monte Paoz en busca de la esfera de su abuelito.

Aunque debido a la falta de respuestas directas de Vegeta, seguía tan confundido. ¿Por qué razón no podía creerle?

[...]

En su antiguo hogar, Milk lo recibió con una calma que le resultó extraña. Sin embargo, la tranquilidad de la mujer era algo que Gokú agradecía. La hacía lucir más joven, recordándole vagamente los tiempos en los que parloteaba sin parar sobre planes y ceremonias, palabras de las que él no entendía ni la mitad pero que tan feliz la habían hecho. No podía pensar en esos tiempos sin sonreír.

Desde que Milk había decidido terminar su relación, las cosas habían sido mejores para ambos.

—Así que vienes por la esfera —indagó ella, algo curiosa.

—Sí, es un poco largo de explicar. ¿Crees que pueda tomarla?

—Por supuesto que sí, Gokú. En la habitación.

Gokú encontró la Esfera de Cuatro Estrellas sobre una almohadilla suave, reposando tranquila y brillante. La guardó con cuidado en un bolso espacioso que encontró en la casa, y salió tras dar un último adiós a Milk.

—¡Adiós, Gokú! —gritó ella desde el suelo, y él agitó su mano como saludo, perdiéndose entre las nubes.

Gokú lo recordaba muy bien. Milk había venido un día, ya hacia tantos años, exigiéndole matrimonio como manera de expresar que quería pasar una vida con él, o al menos era eso lo que había entendido. No le había resultado complicado aceptar en ese momento.

Al parecer, el mismo procedimiento no funcionaría con Vegeta.

[...]

—La tengo, Vegeta —dijo Gokú, avisando de su regreso al príncipe, que asintió sin prestarle mucha atención y le arrebató el radar para inspeccionarlo.

—Demonios, sí que están lejos. La más cercana se encuentra en una isla en dirección al Este —comentó Vegeta luego de encender el radar y chequear las pequeñas luces titilantes en la pantalla.

Gokú asintió.

—¿Vamos? —preguntó, aún sin recibir ni una sola mirada de Vegeta.

—Andando —contestó el príncipe, resignado ante su destino.

Algo bueno debería resultar de su pequeña aventura.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro