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20 - {II}



[...]




—Voy a serte honesto —empezó Seokjin, un poco inseguro—. No creo que debas ir a ese club.

—¿Qué? —Junghyun lo miró con una enorme sonrisa—. ¡Si iremos juntos! —apremió, tomando sus manos en un arrebato de emoción. Seokjin las retiró con incomodidad, pero lo disimuló un poco, rascando sus muñecas. O al menos eso creía.

La sonrisa del mariscal desapareció en un parpadeo y el tinte en sus ojos cambió a algo más opaco, ni siquiera las luces de su sala se reflejaban, mucho menos alguna emoción. Esta vez tomó su muñeca y Seokjin respingó, sorprendido por tan desmedida fuerza.

—Prometiste que irías —dijo Junghyun en voz baja, y con sus palabras, los dedos se cerraron con más y más fuerza alrededor de su piel—. No puedes hacerme quedar mal con mis nuevos amigos.

—Es... ¡Es a lo que voy! —Seokjin se zarandeó, logrando apenas soltarse. El tinte rojo de su apretón se marcó en la pálida piel del castaño—. Esos no son tus amigos. Junghyun, ellos solo están contigo porque estás ganando fama.

—No me interesa —Tercamente, Junghyun cruzó sus brazos. Pelear con él era imposible. Seokjin suspiró bajo su aliento y se levantó del sofá, vencido. Pensó que no tenía sentido intentarlo más, no cuando estaba claro que Junghyun no lo iba a escuchar.

Pero en cuanto dio un paso para marcharse, el mariscal tomó su chaqueta, tirando de él sin tacto.

—No me interesa porque estás tú. Entiéndelo. No necesito a nadie más que a ti. ¿De verdad quieres que vaya solo? —preguntó Junghyun, pero no esperaba una respuesta. Llevaban meses en ese tira y afloja—. ¿Qué tal si... me lastimo?

—Iré —balbuceó Seokjin, sintiendo los ojos llorosos. Meses. Ya estaba cansado—. Solo promete que nos iremos temprano. Sin importar lo que te diga Myung-jun.



[...]




«¿Este eres tú? »


«El drama tras la muerte de Jeon Junghyun:

Las investigaciones sobre el deceso de la promesa del fútbol americano, Jeon Junghyun, aún no terminan. Con los mensajes encontrados en el celular de la estrella, nuevos caminos se abren en esta escabrosa situación, que ha pasado de ser un presunto suicidio a un posible homicidio.

Entre los sospechosos se encuentran amigos allegados del ex futbolista, con quienes habría sostenido varias discusiones según varios testigos en distintas ocasiones. No hay evidencia de confabulaciones hasta el momento, pues los dos presumen no tener relación alguna entre ellos, aunque se les haya visto a los tres compartiendo en un club de Busan días antes del trágico acontecimiento. Ambos han sido citados a juicio para esclarecer las circunstancias de lo sucedido...»


Jungkook inspiró con fuerza, regresando el teléfono con una ola de estrés descomponiendo su cuerpo entero. Incluso sintió su cuello dolorido y las manos empapadas en sudor frío.

—Pagamos cantidades irrisorias para eliminar todas estas publicaciones —siseó el mariscal, embravecido. Seokjin desvió la mirada hacia la ventana del salón, hacia el pasillo, donde todos parecían estar sumidos en su propio mundo. No es como si tuviera una explicación a lo sucedido. Él más que nadie quería enterrar todo y olvidarlo de una vez.

—Pagaron a los grandes periódicos. Esto es una página cualquiera —señaló JiEun viendo la interfaz. Un fondo en collage de una imagen mediocre, letras que se mueven de un color fosforescente... Sin duda una página olvidada en las profundidades de internet que alguien había traído a la vida años después.

—¿Y dónde consiguieron esa maldita foto? —cuestionó Jungkook a punto de perder la cabeza. Podía ver a Seokjin, a sus padres, JiEun y en últimas, una figura encapuchada mientras todos se movían en fila al interior de un edificio. Era una pesadilla para él recordar esos días.

—Pensemos con la cabeza fría —dijo JiEun, levantando ambas manos para tranquilizar a los hombres frente a ella. No podía creer que estuviera perdiéndose sus preciadas clases solo para ponerle pies y cabeza a ese asunto—. Es obvio que alguien se enteró primero que el público que Myung-jun grabaría en la universidad. Y de alguna manera encontraron esta página.

Jungkook volvió a tomar el teléfono para darle un segundo vistazo a esa foto. Sí, no había duda de que ese encapuchado era Myung-jun, tratando de mantener limpia su imagen o al menos de que la prensa no viera su cara. Seguro que le había funcionado: ahora era un renombrado actor de series, al parecer, y disfrutaba plenamente de su fama.

—Lo cual nos lleva al problema principal —continuó JiEun—. Le escribió a Seokjin. Esta persona quiere algo. ¿Qué haremos? —Esta vez la pregunta era para Jungkook, y la pregunta lo persiguió varias horas después, incluso cuando se reunió con su entrenador como le había indicado Jackson.

—¿Me estás escuchando? Jungkook, ¿me estás escuchando?

El mariscal sacudió la cabeza, regresando al planeta Tierra. La respuesta era no, pero de todas maneras asintió efusivamente. Su entrenador solo cruzó los brazos, hastiado.

—¿Qué acabo de decir?

Algo con cancha y velocidad. O gatos. O podría estar hablando sobre un ataque terrorista y Jungkook no se daría por enterado porque no, en definitiva no estaba escuchando.

—Lo siento —suspiró. La pregunta de JiEun seguía ahí, carcomiendo su cabeza. Jungkook no tenía tiempo para esa tonta reunión de capitán-entrenador, maldición, ahora mismo tenía que resolver ese asunto.

—Escucha, Jungkook, no voy a confiar el equipo a alguien sin compromiso —empezó dogmáticamente el viejo Jisuk. El viejo fatalista y dramático Jisuk, tenía que añadir. Y aun así Jungkook estaba preocupado por otro asunto, y ese era su mánager.

¿Debería comentarle?

¿Debería omitirlo?

El hombre se lo había advertido desde un inicio: nada de escándalos. Para empezar, firmar con el hermano de Jeon Junghyun —un desliz en su carrera como representante— era un suicidio. Pero él había confiado en ese niño cuando todo el mundo le había dado la espalda.

Un escándalo a estas alturas arruinaría su carrera de futbolista en ascenso y, en esos precisos momentos de su vida, no podía darse el lujo de ahuyentar a los representantes norteamericanos que estaban apostando por él.

Había demasiado en juego.

—¿Entiendes eso?

La voz de su entrenador lo trajo de regreso. Otra vez el viejo lo miraba expectante, esperando por una respuesta. Jungkook bajó los hombros con cansancio. Aquel era un muy mal momento.

—¿Podemos reunirnos otro día, entrenador? Por favor. Ahora estoy... ocupado.

—¿Ocupado? —repitió él, airado—. ¿Ocupado para el equipo? ¿Entiendes lo que me estás diciendo, Jeon? ¿Después de ofrecerte para ser el capitán?

—Para empezar ni siquiera quería ser el capitán del equipo —estalló el mariscal, a la defensiva—. Solo lo hice porque, al parecer, usted no puede mantener a un equipo controlado. No necesito esta retahíla ahora —El chico movió sus manos en círculos, harto. Y sus valientes palabras tenía un gran peso detrás: el hombre tenía un contrato con él como entrenador. Tenía que supervisar su entrenamiento, mejorar su rendimiento, aumentar sus capacidades. No entendía cómo esa reunioncilla haría algo como eso.

Con todo el estrés acumulándose dentro de él, a duras penas tuvo la amabilidad suficiente para despedirse del entrenador. Tenía que llegar a la casa, calmarse, y hablar con su mánager. Era lo mejor.

—¿Jungkook? Hey, ¡Jungkook!

En el pasillo, alguien lo detuvo. Ver de quién se trataba ocasionó que cerrara los ojos con una maldición, vencido. Mierda y más mierda. Había olvidado ese pequeño detalle.

—¿Qué sucedió? Te estuvimos esperando —reprochó Namjoon, acercándose. Él también estaba casando, pero por razones distintas: estar detrás del mariscal era agotador. No podía estar rogándole solo porque era un nuevo estudiante que "estaba acoplándose". El chico no estaba comprometido con la parte académica pese a todas las oportunidades que le estaban brindando por tratarse de un deportista transferido con recomendación.

—Sí, uhm, lo olvidé —murmuró Jungkook rascando su nuca—. ¿Aún puedo...?

—El licenciado ya dejó la oficina, y la universidad. Jungkook, era la retroalimentación para nivelar la materia. —Nuevamente estaba ahí ese tono de reproche. No era el día en el que quería escucharlo.

—Escucha, estoy ocupado. Prometo que luego lo resolveré.

Poniéndose en marcha, sacó su celular para dejarle un mensaje con antelación a su mánager. Él sabría qué hacer y cómo lidiar con eso.




[♥]




Taehyung largó un quejido mientras se tomaba cinco minutos para descansar las piernas. Solo cinco. De preferencia tan lejos como pudiera de aquel monstruo, al menos mientras estuviera gritándoles a los chicos del vestuario solo por peinar su cabello hacia el lado contrario, alegando sobre la continuidad de la escena.

—Nunca vamos a terminar de grabar esto —declaró Jimin sentándose a su lado. No estaba siendo dramático: simplemente no veía cómo avanzarían si ese tipo detenía cada dos minutos todo el rodaje solo para expresar su inconformidad.

—¿Pudiste hablar con alguien del comité? —preguntó el castaño en medio de un suspiro. A este paso no lograrían llevar a cabo la reunión para discutir los detalles del contrato para el lugar de la fiesta. Tendrían que aplazar el encuentro, o peor, dejar que los cavernícolas del equipo de fútbol decidieran.

—Sí. Seulgi se hará cargo y luego nos dirá qué han decidido.

—Bueno, al menos. —Un dolor de cabeza menos.

—Oh, mira quién va allá —Jimin lo codeó con una sonrisa pícara. A lo lejos, a paso apurado, Jungkook caminaba entre los estudiantes. Lo había visto en la mañana, pero seguro había sucedido algo. Aquella expresión sombría era impropia de él. La manera preocupada en la que mordía su labio mientras caminaba tan rápido como podía era, sin lugar a dudas, un poco inquietante para Taehyung.

No es como si se preocupara.

Es solo que... no lucía como él.

—Lo llamaré —bromeó Jimin. Taehyung emitió un ruido agudo desde la garganta, angustiado.

—No te atrevas. Pensaba que mi despecho estaba curado hasta que lo vi esta mañana —admitió con una mueca. Necesitaba poner distancia, o irremediablemente repetiría la historia que había vivido con... el innombrable 2.0.

—¡Estamos listos! —Anunció el director al menos media hora después, llamando la atención de todos. Taehyung se levantó de un brinco para estar junto a Myung-jun antes de que él hiciera un escándalo por su ausencia. Aquel sería un largo, largo día.

—¿Ahora qué sucede? —Alguien murmuró, tal vez alguien del staff tan cansado como Taehyung. Se armó un pequeño revuelo cerca de una de las cámaras y luego el director volvió a gritar que habría otra pausa. Los suspiros colectivos de fastidio se elevaron. Al parecer uno de los lentes se había dañado.

—Jimin. Jimin —llamó el maestro Ming. Resultó ser muy buen amigo del director—. Contacta a alguien de la facultad de artes, que tenga acceso al cinema. Necesitamos cambiar uno de los lentes. Apunta la referencia de la cámara.

Jimin miró con una mueca hacia su celular. ¿A quién podía llamar? El rubio miró a Taehyung, a lo lejos; seguro que Seokjin podría traer el lente. Pero la verdad, interrumpir a Myung-jun mientras largaba una retahíla frente a Taehyung, no se escuchaba divertido.

Oh, un momento. Tal vez Yoonji estaba en la universidad y podía traerlo.

No —Fue la respuesta de su compañera—, aún no he llegado. ¡Oh, pero sé quién podría! Aguarda, te enviaré sus números.

De inmediato, a su bandeja llegaron los contactos de chicos a los que reconoció como ex miembros de la gaceta, Mina y Haechan, pero también el de Seokjin. Entendía que Taehyung estuviera en cuarentena autoimpuesta, sin embargo, era su mejor opción en esos momentos.

Pero la llegada del castaño no podía importarle menos a Taehyung. De hecho, no fue el primero en notar su presencia. Para cuando Seokjin encontró una cara familiar entre el gentío, ya era demasiado tarde.

—Hey, uhm, hola, Taehyung. ¿Has visto a Jimin? Llamó por esto —indicó Seokjin y levantó lo que llevaba en sus manos.

—Oh, un maletín ultra sospechoso —dijo Taehyung con una sonrisa, aunque esta desapareció casi al instante. La realización hizo que Seokjin bajara la mirada avergonzado.

—Lo siento, no pude asistir a nuestra cita. Pasó algo... imprevisto.

—No era una cita —aclaró el menor de inmediato—. Así que no te preocupes. —Su nueva banda favorita había sanado las heridas. No importaba.

—Pero quiero explicarlo todo, de verdad. —Al menos sentía la necesidad. Necesitaba sacarlo de su sistema con urgencia antes de que terminara por explotar de la angustia. Sobre todo cuando, de ahora en adelante, no sabría lo que pasaría si esa persona contestaba su mensaje.

—Seokjin —Sorprendentemente, Taehyung solo tomó sus muñecas y negó—. Por favor no lo hagas. —Porque entonces estaría envolviéndose con ellos una vez más, y era lo único que no quería.

—Lo siento. Está bien. Lo siento, en serio.

—No tienes que disculparte. El profesor Ming está por allá —señaló Taehyung volviendo a su sonrisa de servicio al cliente—. Seguro que él necesita ese sospechoso maletín. Ahora, si me disculpas, tengo que volver —Apuntó con el pulgar a sus espaldas y Seokjin siguió con sus ojos aquella dirección por inercia. Fue en ese momento que lo vio, y no pensó que después de tanto tiempo todas las emociones despertaran en él con tanta violencia.

Myung-jun sonreía con sardonia hacia él y como todo un profesional, su cara de transformó a la más pura sonrisa cuando Taehyung volteó a verle.

—Son muy diligentes en esta universidad —mencionó animadamente—. Esta manada de inútiles atrasa todo el horario con sus errores.

Oh. Taehyung frenó en seco. Era la primera vez que no lo incluía a él en sus insultos.

—Tu nombre era Taeyong, ¿no?

—Taehyung.

—Bueno, eso. ¿Quieres tomar unos tragos mañana? Puedes llevar a tus amigos, si quieres.



¡Feliz año!

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