19 - {I}
Taehyung no podía recordar si es que alguna vez había estado en un partido de esos. Tal vez una ocasión en su primer año, solo para darse cuenta de que aquel extenuante evento, de al menos 2 horas, no era lo suficientemente entretenido.
Pero esta vez había algo distinto: una sensación expectante en su estómago, como infantiles cosquillas de emoción. A pesar del bullicio y el vitoreo, Taehyung aguardaba casi con impaciencia a que los jugadores salieran al campo de una vez por todas. No es como si quisiera ver a Jungkook o algo así.
Antes, había tenido el absurdo impulso de buscarlo en los vestuarios, pero asumió que sería incómodo, con todo el equipo de fútbol alrededor y alguien con una Go-Pro en la cabeza rondando los pasillos. Quiso desearle suerte, o al menos hacerle saber que había cumplido con su promesa.
El público rugió con más fuerza, llamando su atención. El éxodo de cavernícolas dejando los vestuarios subterráneos hizo su aparición saludando a la fanaticada como lo haría una reina de belleza.
—Espera, espera, ¿qué es eso? —alargó Taehyung fastidiado, golpeando el hombro de Jimin. ¡Ellos tenían los cascos puestos! ¡¿Cómo se suponía que vería a Jungkook?!
—Cascos —respondió Jimin sin muchos ánimos. Comenzaba a arrepentirse de ir al evento. De hecho, no debió haber aceptado. El ruido, los gritos y las porras eran ensordecedores. La universidad de Hanam, sus rivales, respondían cada cántico desde su lugar en las gradas, creando una sutil pelea de barras y una hinchada apasionada. Pero en su ausencia, ¿quién le explicaría el juego a Taehyung? Tenía que darle un premio por su insistencia al chico.
—Ugh, demonios.
—Da igual. Bajo ese casco solo hay sudor, una respiración de perro y seguramente mucha saliva —musitó el rubio con un ademán. Taehyung lo miró con desconcierto—. Por los retenedores que muerden, ya sabes, para no arrancarse la lengua probablemente.
Muy bien. Si podía ignorar la nube negra sobre su amigo, tal vez el partido no sería tan malo. El número de Jungkook era el uno. Solo tenía que mantener la mirada en su espalda.
Bueno, ahí estaba. Le preocupó un poco ver la abominable diferencia de tamaño cuando comparó con el otro equipo; tenían tres o cuatro mastodontes que bien podía sacarle dos cabezas a Jungkook en altura; además, el mariscal era más bien esbelto y no tan robusto como aquellos.
Lanzaron la moneda. El equipo de Hanam fue el primero en elegir su lado de la cancha y pronto ambos equipos estaban en sus respectivas formaciones, mirándose las caras. Hanam hizo su primer pase y Taehyung perdió a todo el mundo de vista; parecían pequeñas hormigas muy agresivas tumbándose unas a otras mientras una de ellas corrían con todas las fuerzas de su alma con una morona de pan y luego ¡bam! Ya no más. Ella había sido tacleada y enterrada bajo una montonera de hombres.
—¡Ow! —exclamó Taehyung, cubriendo sus ojos; las personas a su alrededor gritaron eufóricos, levantándose de su asientos—. Jimin, ¿eso no es trampa?
—Uhm, no; ese es el punto, tumbarlos antes de que anoten —murmuró Jimin, que no se había tomado la molestia de levantarse para gritar junto a los demás—. Además, ¿qué importa? Tenemos que apoyar a los blancos, no a los azules.
—Oh, cierto.
Hubo unos momentos de pausa antes de retomar; ambos equipos cambiaron sus formaciones y algunos jugadores también. Ahora podía ver claramente a Jungkook, quien fue el que recibió el balón inmediatamente; las cosas parecían distintas esta vez: ya no eran hormigas desperdigándose por el cambo, sino que la acción se concentró en el centro, donde los jugadores de Hanam entraron de frente contra sus cavernícolas (pese a todo eran suyos).
—Estudiaron bien al equipo, ¿eh? —Jimin se inclinó hacia el frente, un poco interesado. La fuerte defensiva, que lucía como una enorme barricada, parecía haberlos tomado por sorpresa; Jungkook retrocedió un poco con el balón abrazado a su costado, girando su cabeza de un costado al otro, analizando la situación—. Ellos saben que somos buenos por el centro.
—¿Lo somos? —Taehyung solo sabía que sus tripas sonaban angustiadas por algo que apenas comenzaba.
Jungkook levantó su mano, hizo un par de señas y luego comenzó a correr a una velocidad alarmante para Taehyung. Jimin se llevó las manos a la cabeza y se levantó de su asiento con un jadeo, como varios en la grada, pensando cómo demonios iba Jungkook a atravesar esa enorme barrera, cuando ni siquiera uno solo de los chicos de Hanam había sido lanzado al suelo. En consecuencia, como una pequeña estampida en cámara lenta, el muro de jugadores se movió como polillas hacia Jungkook, que corría por el lateral derecho. La gente parecía a punto de perder la cabeza, jurando que era una jugada perdida, cuando, entonces, el mariscal lanzó el balón hacia el lado izquierdo de la cancha. Fue un desconcierto encontrar a un único jugador lo suficientemente alejado del resto; atrapó el balón y su pequeño cuerpo parecía en discordia con las largas zancadas que saltearon una increíble cantidad de distancia antes de que los jugadores notaran lo que había sucedido.
—Será mejor que no vuelva a asustarme así o voy a patear su concavidad —exhaló Jimin.
Taehyung mordió su uña sin escucharlo realmente. ¿Qué importaba eso y qué importaba dónde estaba el balón? Él estaba aterrado viendo cómo se derribaban unos a otros sin importar nada; notó que la complexión de Jungkook era perfecta para escabullirse entre los jugadores, pero no descansó hasta darse cuenta de que la jugada había terminado y todos estaban gritando, a pesar de no lograr la anotación.
—Tienen tres intentos más, ¿verdad? —codeó a Jimin, aunque ya lo había perdido. Estaba de llano en el juego, a pesar de que solo había dicho que iría para ver a Hoseok tragando polvo y siendo tacleado una y otra vez.
Ambos equipos se formaron nuevamente, pero no en la línea media de la cancha; mucho más cerca de la zona de anotación del otro equipo. Seguro que eso tenía explicación pero Jimin había olvidado su trabajo como profesor y ahora se sumaba a los canticos bárbaros de la hinchada. La formación de Hanam cambió un poco; parecían haber fichado entre ojo y ojo al mariscal y ahora marcaban más terreno. Jungkook lo sabía. Se sentía como una bandera roja frente a un toro furioso, así que si no pensaba las cosas con un poco de calma, iba a terminar aplastado como una hoja de papel.
El mariscal miró a su alrededor. Hanam no dejaba huecos sin cubrir entre ellos, pero tampoco descuidarían los laterales nuevamente; al menos no mientras su entrenador, que vociferaba como un animal con rabia, les exigiera que no lo hicieran. Usar la misma jugada tampoco era una opción. Jungkook miró a su alrededor; las gradas de Hanam gritaban abucheos y casi los suprimió de su cabeza como si se tratase de un botón. Miró a su entrenador; hablaba con el asistente con una mueca de seriedad en su cara y no parecía tener indicaciones para él en ese momento. Entonces, las cosas estaban en sus manos.
Algo llamó su atención entonces. Tras el entrenador, en la zona media de las gradas y entre tanta gente saltando, había dos personas que no lo hacían. Estaban quietas y uno de ellas parecía discutir con la vida misma, haciendo señas desesperadas y gestos amplios mientras su amigo rubio trataba de calmarlo. Sí, por supuesto que eran Jimin y Taehyung; este último subió sus hombros como lo haría un gorila y luego con sus manos señaló el tamaño de un maní. Ese hecho, al parecer, le indignaba mucho y parecía un niño rabiando.
Aquello le dio una idea. Tal vez el pequeño fosforito se refería a lo enormes que eran los tackleadores defensivos de Hanam contra los suyos; sí, grandes, pero no tan rápidos como podría haber pensado. Si podían pasarlos y salir invictos de ese ataque, esta vez sí que podrían anotar; pondría mucho peso en los hombros de los guardias y, en últimas —si es que nada salía como estaba pensando—, del halfback.
El center pasó el balón y todo comenzó nuevamente; Taehyung pensó que iba a desmayarse mientras veía la estampida de chicos corriendo hacia Jungkook y cómo sus compañeros de equipo a su alrededor empujaban con bestial fuerza a quien osara acercarse. El cerró los ojos, dejando que la diosa Athena tomara las decisiones que deseara tomar, y solo los abrió cuando Jimin lo zarandeó con un grito de alegría. ¡Primera anotación del partido!
—¡Y vamos seis minutos! —exclamó Jimin—. No voy a sobrevivir. ¡Vamos Jackson! ¡Patea como si tu vida dependiera de ello!
Otra ronda de gritos después, el entrenador Jisuk hizo un cambio de jugadores para sorpresa de todos allí: Jungkook iba a salir. Tan desconcertado como los presentes, el chico agitó su cabeza y trotó suavemente hacia su nuevo compañero, dándole la mano. Taehyung vio con interés cómo el entrenador señalaba vagamente algunos hombres en un costado, que si bien no estaban de traje, se veían lo suficientemente arreglados e intimidantes. Uno de ellos palmeó la espalda de Jungkook mientras este sacaba el casco por encima de su cabeza, recibiendo la botella de agua que de inmediato le tendieron.
—Pensé que lo estaba haciendo bien —dijo Taehyung, aunque sonó como una pregunta. Jimin estuvo de acuerdo con él; sobre todo porque ahora que Jungkook estaba afuera, Hoseok tendría sus quince minutos de fama como mariscal y su ego le amargaba el día, no lo iba a negar—. ¿Entonces por qué lo sacan?
Sin embargo, reconoció al hombre que con tanta confianza le hablaba a Jungkook. Estuvo en el apartamento la tarde de la entrevista; era bastante intenso, llamándolo de un lado a otro y dando una orden tras a otra a él y a todo el mundo en general. Ese vendría siendo su mánager, y si la intuición no le fallaba, los hombres que le acompañaban debían ser personas importantes; no habría otra razón para explicar lo dócil que Jungkook se veía frente a ellos o el hecho de que el entrenador Jisuk no se quejara en absoluto por sacar a su jugador estrella de la cancha.
Ellos dejaron el campo junto a Jungkook. A pesar de que el partido retomó sin demora alguna, Taehyung había perdido el interés por completo y solo podía ver la dirección en la que se habían marchado. Algunos minutos después, sintió su celebrar vibrando dentro del bolsillo de su pantalón. Era un mensaje de Jungkook; quería verlo en los vestuarios.
—Jimin. Jimin —lo llamó, o más bien lo trajo de regreso al mundo real, el que no incluía partidos de fútbol americano—. Regreso en un momento. Creo —añadió misteriosamente. Jimin entrecerró los ojos sin decirle nada. Solo esperaba que no se le ocurriera sabotear al equipo de Hanam o hiciera algo que evitara que Hoseok mordiera el polvo. Y, por supuesto, que no hiciera nada fuera de los límites de lo legal. No quería más chocoaventuras.
El camino hacia los vestidores era oscuro y silencioso; sus oídos silbaron un poco, habiendo dejado atrás tanto bullicio. Aun así, a pesar de encontrarse solo, no pudo evitar mirar varias veces hacia atrás y a sus costados, solo en caso de que algún director de cine frustrado apareciera para dañar su día.
El único ruido en los vestidores era la ducha; el uniforme de Jungkook estaba desperdigado en una de las bancas junto a su casco y todo el equipo de protección. A pesar de no haber tardado más de dos minutos en llegar, de inmediato el sonido de la regadera cesó y el mariscal dejó la ducha con mucho afán.
—Oh. Llegaste —exhaló al verlo; una sonrisa se deslizó en sus labios con mucha facilidad—. Honestamente, no pensé que vendrías al partido.
—Lo prometí, ¿no? —Taehyung tomó cada gramo de su autocontrol para no dejar caer la mirada más allá de sus clavículas. No esta vez—. Aunque, para serte sincero, será el último al que asista. Esto no es lo mío. Demasiada violencia. ¿Cuál es la parte divertida de ser aplastado como un muñequito de caricatura? Quiero decir... ¡Qué haces! —exclamó en un grito ahogado cuando Jungkook hizo el intento de sacarse la toalla de la cintura, sin más aquí ni más allá. El mariscal lo miró con desconcierto y respondió:
—¿Trato de cambiarme?
—¡Agarra tu ropa y hazlo en la ducha o no sé! —El castaño lanzó el uniforme en su dirección, ofuscado.
—Fosforito, ¿nunca has estado en un equipo deportivo? La hora de ducharse es... salvaje. He visto cosas que quisiera borrar de mi memoria.
—Sí, bueno, si alguien llegase a encontrarnos en este momento, solo verán a un chico gay y un tipo desnudo como Dios lo trajo al mundo. —Señaló las duchas, impasible—. No quieres eso.
—Mierda —gruñó Jungkook con fastidio, aunque hizo caso de todas formas—. Tengo afán. Ellos quieren tener una cena conmigo. Tal vez me desmaye a mitad de la comida y mi cara caiga contra un plato de fideos.
—¿Quiénes son? —preguntó Taehyung sentándose en la banca. Tomó el casco en sus manos y lo observó un poco curioso.
—Representantes —respondió el mariscal del otro lado de la puerta—. Trataron de firmar un contrato con mi hermano antes de... Bueno, ya sabes.
Taehyung asintió para sí mismo y emitió un pequeño ruido de afirmación. Con las mismas, apenas con la ropa interior y una camisa blanca que se pegaba un poco allí donde las gotas de agua no habían sido secadas adecuadamente, Jungkook dejó la ducha, tropezándose en su carrera.
—Y ahora quieren discutirlo conmigo. Voy a desmayarme y no es un aviso sino una amenaza.
—Bueno, si quieres dar una buena impresión podrías empezar calmándote —señaló Taehyung viéndolo batallar con sus jeans—. Normalmente luces tan seguro y confiado, maldito arrogante. Saca a relucir un poco de carisma y conquístalos, duh.
—¿Funcionó contigo? —preguntó el pelinegro con una sonrisa ladeada.
—No, pero puedes seguir intentando con ellos.
—Público difícil, ¿eh?
Taehyung tomó la toalla que había quedado olvidada en la banca y se levantó para colocarla alrededor del cuello de Jungkook, ayudándole a secar su cabello empapado. El pelinegro cerró los ojos y se permitió un momento de calma; seguramente quien parecía un cohete navideño ahora era él.
—Irás, sonreirás y lo harás bien —dijo Taehyung—. Luego te harás millonario y por fin podré decir que tengo un amigo con dinero.
Su risilla malvada le obligó a abrir los ojos.
—Amigo —repitió Jungkook, riéndose un poco; sus manos se cerraron alrededor de las muñecas de Taehyung para detenerlo y las puso contra su pecho, acercándolo más; sus ojos oscuros como pozos pero cálidos los absorbieron por completo y él dejó caer sus párpados por reflejo. Sus labios rozaron con los de Jungkook apenas un momento, pero el toque fue suficiente para traerlo de regreso al mundo real.
—¡No hagas eso en la universidad!
—Cierto, mierda —El pelinegro cerró los ojos, frustrado—. ¿Irás a la fiesta a final de cuentas? Supongo que sí. Puedo pasar por ti a las once, ¿tal vez?
No iba a negarse aunque lo quisiera. Además de haberlo prometido antes, de verdad no tenía intención de rechazar su invitación.
—Está bien.
Hola, gracias por leer hasta aquí :) Estoy retomando la actividad poco a poco, gracias por su comprensión y su paciencia. Subiré el siguiente capítulo en la noche o mañana, espérenlo~
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