9
Jude se marchó esa misma noche, Aster se dio cuenta porque, por primera vez en mucho tiempo, estaba teniendo insomnio, así que se puso en pie y salió a deambular por los jardines. Entonces vio a Lorraine en la cocina, escribiendo una nota para sus hermanos, no quiso despertarlos así que le hizo una nota.
—¿Se marchan? —Aster levantó la voz y esta se escuchó como un grito en mitad de la noche.
Lorraine lo miró, sorprendida ante su repentina aparición. La casa estaba a oscuras y Aster caminaba sin siquiera una vela iluminando su camino, como si fuera un fantasma que asechaba en las esquinas.
—Mi señor, me sorprendió —ella se llevó una mano al pecho, hacía mucho tiempo que alguien no le tomaba con la guardia baja.
—Lo siento —Aster suspiró, dando un paso dentro de la cocina—. Entonces ¿Se marchan? —su voz sonó afectada, no pudo hablar con Jude después del incidente en el estudio, no sabía lo que había pasado, pero tampoco pudo averiguarlo dado que el hombre lo ignoró deliberadamente después de eso.
—Si —Lorraine parecía avergonzada, probablemente porque sabía todo lo que pasaba entre ellos. La chica era probablemente la única a quien el hombre le contaba todo.
Aster la observó, ella era muy bonita, tenía el cabello rojo y una figura de reloj de arena que apenas se disimulaba con el uniforme de la milicia. Ella era la razón por la que Mathew y Octavia trabajaban en la casa, su esposo los acogió como una cortesía hacia Lorraine.
De repente, en medio de la oscuridad, se preguntó por primera vez si la chica sería su amante. No se lo había planteado nunca, pero ellos vivían juntos en la frontera y pasaban mucho tiempo junto.
No le daba la impresión de que lo fueran, pero uno nunca sabía.
—¿Puedes entregarle esto? —dijo, extendiéndole la caja con las velas que tenía preparadas. De todas formas, si eran o no amantes, eso no era lo que importaba.
Lorraine lo observó sorprendida y se acercó a él, tomando la caja con sumo cuidado. Aster observó los guantes de cuero que la chica estaba usando.
—¿No tienes calor? —preguntó, echándole un vistazo. Ella tardó varios segundos en entender a lo que se refería.
—Oh no, yo siempre tengo las manos frías, es por trabajar tan cerca con las sombras —explicó encogiéndose de hombros. Aster se le quedó viendo, a decir verdad, había pensado que seguramente era un misterio mucho más complicado que eso, pero tenía sentido, la magia de la oscuridad se relacionaba con el frío.
—No sabía que eras afín a la magia oscura, nunca había conocido a alguien que lo fuera —dijo, con los ojos muy abiertos. Lorraine se detuvo un instante y luego se le quedó viendo con expresión confundida.
—El señor Brummell es afín a la magia oscura, todos en esta casa lo somos —explicó, mirándole como si fuera tonto. Aster se quedó en blanco durante unos segundos y luego abrió los ojos de par en par.
La afinidad de Jude nunca se hizo pública, pero mentiría si dijera que no había pensado en la posibilidad. Después de todo, dadas sus aptitudes, todo el mundo daba por hecho que el hombre tenía una conexión especial con las sombras, simplemente fue raro saberlo.
—¿Qué? —preguntó, sorprendido.
Lorraine se sonrojó después de darse cuenta de lo que había dicho.
—Pensé que lo sabía, ya me parecía raro... —murmuró, bajando la vista, de inmediato su expresión se volvió complicada. Aster se puso tenso, dándose cuenta de la situación, sabía perfectamente de la discriminación que sufrían las personas que eran afines a las sombras, de repente no supo que hacer, sentía que ahora que era consiente de este hecho muchas cosas podían salir mal. Él no era prejuicioso, pero tampoco era la persona más discreta del mundo, no quería hacer algo para incomodar al resto.
"No se les nota" pensó, pero se lo guardó para sí mismo, estaba seguro de que Lorraine se pondría furiosa si lo escuchaba decir aquello. Aún no sabía porque, pero algo le decía que se guardara el comentario.
—¿Por qué ellos no usan guantes? —preguntó en su lugar. Ella lo miró, parecía ligeramente consternada por la pregunta.
—Bueno... —ella soltó un suspiro, quedándose pensativa—. Ser afín a la magia de sombras no necesariamente quiere decir que tengas que especializarte en ella, es como cualquier otra y en esta casa la mayoría la usa en muy rara ocasión, sin embargo, el amo Jude y yo estamos acostumbrados a usarla diariamente, por el trabajo en la milicia —explicó, encogiendo de hombros.
—Ya veo —Aster se le quedó mirando—. ¿Crees que debería regalarle unos guantes nuevos a mi esposo? No sé, tal vez ayudaría a que nos lleváramos mejor —dijo, aunque después de lo que sucedió en el estudio le parecía difícil regresar a la rutina cordial que tenían antes, después de todo Jude se estaba marchando sin decirle nada.
Lorraine soltó una carcajada.
—No se lo recomiendo —explicó, mostrándole los guantes—. El cuero común se desgasta rápidamente, los que usamos nosotros son especiales, están hecho de piel de pesadillas —ella se encogió de hombros—. Si le regalara unos guantes, sería un desperdicio.
Aster la miró anonadado, las pesadillas eran las criaturas que plagaban la frontera, eran la razón por la que resultaba tan difícil el contacto con el país vecino, se trataba de monstruos nacidos de los residuos contaminados que expulsaban los magos al convocar sus hechizos. "Son un mal necesario" solía decir el rey.
Debido a su naturaleza contaminante, encontraba curioso que se les pudiese dar un uso doméstico. Las pesadillas se veían como enormes dragones de komodo que envenenaban rápidamente los núcleos mágicos de sus víctimas, conduciéndolas a la muerte, aun así, su piel se usaba para guantes protectores.
De inmediato su mente viajó a los sucesos de esa tarde, quizás cuando Aster intentó limpiar el núcleo de un mago de sombras, este expulsó una pesadilla ¿Sería eso posible?
—¿Lorraine? Ya tenemos que irnos —Jude entró a la cocina y al notar la presencia de Aster se quedó quieto, apretando los labios ante su presencia.
Ambos se miraron, subiéndose en un silencio tenso. Lorraine suspiró ante la situación.
—Me adelantaré —dijo, tomando la caja y marchándose rápidamente de la habitación. Los otros dos permanecieron en su lugar, con expresiones idénticas de estoicismo, finalmente Jude soltó un suspiro, disponiéndose a marcharse.
Aster se apresuró a romper el silencio.
—Vuelve pronto —su voz sonó fuerte y clara. Jude lo observó una última vez antes de darle la espalda.
Lorraine manejó el carruaje durante tres días hasta llegar a la frontera. Durante ese tiempo rentaron habitaciones en posadas para pasar la noche, compartieron las comidas y Jude tuvo que escuchar a la chica quejarse incansablemente por tener que dejar a sus hermanos antes de tiempo. Aquella semana libre era la más esperada del mes y Jude la había arruinado.
—Me voy a quedar con las velas que te mandó tu marido, sinceramente no te las mereces —espetó, una vez que llegaron a su destino y se instalaron en el piso que compartían.
Los soldados dormían todos dentro del fuerte, apilados en grupos de tres o cuatro en pequeñas habitaciones. El país se encontraba en una península rodeada de mar y aislada gracias el nido de las pesadillas. La frontera estaba rodeada de montañas, así que se aprovecharon de ello para construir aquel fuerte como único camino para cruzar por tierra. Por obvias razones nadie lo usaba, pero tenían que permanecer ahí, asesinando a las pesadillas recién nacidas antes de que comenzaran a invadir las ciudades cercanas. Su trabajo era muy parecido al control de plagas, pero mucho más mortífero, era necesario y todos debían contribuir en ello.
—Intenta quedártelas y te cortaré la mano —Jude tomó la caja, intentando quitársela, pero Lorraine se resistió, ambos permanecieron varios segundos mirándose mientras forcejeaban en silencio.
—Deberías ir al médico, por eso regresamos ¿Cierto? —ella no parpadeo, ni cedió en su agarre.
—Suelta la caja —la amenazó entre dientes, sin ceder ni un milímetro.
De repente tocaron la puerta, era el médico que se había pasado por ahí para comprobar el estado de Jude. Lorraine tuvo que suspirar y rendirse, así que soltó la caja, dirigiéndose a la puerta.
El doctor Xu era un hombre mayor, aunque de edad indeterminada. Podría haber tenido cincuenta o doscientos años y trabajaba en la frontera desde siempre. Además, era el único médico especializado en tratamientos para usuarios practicantes de magia de sombras en el país.
La gente como Lorraine y Jude estaban en demasiado contacto con las sombras y sus núcleos solían contaminarse con mucha facilidad. Se tenía estimado que un usuario de magia de sombras practicante no pasaba de los treinta años. Esto se debía principalmente por la falta de tratamientos médicos enfocados en su tipo de magia.
El doctor Xu les había dicho que eso no era necesariamente cierto y les estaba administrando un tratamiento de purificación especial, sin embargo, para alguien con la capacidad de materializar la magia igual que Jude, el tratamiento resultaba inefectivo. Cada día su nucleó se volvía más oscuro y pronto comenzaría a agrietarse, cuando eso pasara, no habría vuelta atrás.
—¿Ocurrió algo? Pareces preocupado —El doctor Xu sacó su maletín, a diferencia de los doctores regulares él usaba un mecanismo especial que consistía en un círculo de Cristal mágico que había templado el mismo. El cristal estaba enmarcado en metal y cuando lo colocaba sobre el pecho de sus pacientes podía ver claramente sus núcleos. No conocía a ningún mago tan buenos como para crear semejante aparato.
La magia no solamente necesitaba el potencial y la capacidad del usuario, también manos hábiles que pudieran crear los medios para manifestarla.
—He vomitado una pesadilla —dijo, mientras permanecía recostado, mirando fijamente al techo. Al doctor Xu casi se le cae el cristal de la mano.
—¿Qué? —Preguntó, abriendo los ojos de par en par, para luego apresurarse a armar la base en la que colocaba el cristal. Nunca dejaba que nadie tocara el aparato aparte de él, ni siquiera sus pacientes.
—No sé qué fue lo que sucedió, pero... —Jude dejó las palabras al aire, temiendo que al pronunciarlas se volvieran reales.
El doctor Xu negó con la cabeza y pasó el dedo por el marco de metal, dando tres vueltas completas hasta que el vidrio comenzó a brillar. El núcleo regular era parecido a una bola de cristal del tamaño de una mandarina, podías sostenerlo en la palma de la mano y era tan frágil que se dañaba con facilidad, pero estaba protegido por el cuerpo y no podía accederse a él tan fácilmente. El aparato del doctor Xu podría ser una maravilla, pero muy pocos magos se arriesgarían a quedar así de expuestos frente a un extraño.
El doctor Xu se puso el monóculo y agregó varios lentes para poder ver más de cerca, él nunca interactuaba directamente con los núcleos a menos que fuera estrictamente necesario. Luego frunció el ceño soltando una exclamación de sorpresa.
—¿Pasa algo? —Lorraine, que había estado curioseando entre las velas que hizo Aster, levantó el rostro con gesto alarmado.
—Si... —el médico se acercó aún más, entornando la mirada.
—Doctor ¿Está tratando de asustarnos a propósito? —preguntó, sorprendida.
El hombre se quitó el monóculo y soltó un suspiro.
—¿Estabas haciendo algo especial cuando ocurrió el incidente? —espetó, asomándose para ver a Jude a la cara. El hombre estaba ligeramente pálido.
—Estaba comiendo un pastel de calabaza que me preparó mi marido —confesó, con voz tensa. El doctor levantó una ceja.
—¿Eso es algún tipo de eufemismo para hacer referencia a prácticas sexuales? —preguntó levantando una ceja.
—¡Doctor! —Lorraine lanzó una exclamación desesperada.
—No —Judo parecía mortificado por tener que responder a esa pregunta.
—No me vean así, soy viejo no estoy al tanto de la forma en que hablan los jóvenes —respondió encogiéndose de hombros.
—¿Es relevante en este momento? —Jude frunció el ceño ante el rumbo que estaba tomando la conversación.
El hombre suspiró, pasando el dedo sobre el artefacto, pero hacia el lado contrario que la primera vez. Las luces se apagaron y aquel volvió a ser un cristal común y corriente.
—Supongo que no —convino—. No tienes nada, de hecho, estás mejor que nunca —explicó, comenzando a guardar sus cosas.
—¿Qué quiere decir? —Jude se incorporó, sorprendió por las palabras del hombre.
—Exactamente eso, supongo que el pastel de calabaza era mejor de lo que parecía o quizás el amor funciona de forma diferente en tu generación, pero parece que hubo un pequeño retroceso en la infección de tu núcleo —dijo el hombre en tono jovial.
—¿Eso quiere decir que tu querido marido no se quedará viudo pronto? —Lorraine pareció animarse de repente. Jude compartía el sentimiento.
—Necesito que me digas todo lo que hiciste en el día —dijo el doctor, mirando a Jude con atención.
Lorraine soltó un resoplido y continuó revisando las velas. Ahora que no había peligro de muerte, estaba más determinada a robarle a Jude.
—Mira esto —dijo sacando las velas, que estaban dentro de frascos de cristal con tapas para que no se escapara la esencia. Además, traían tarjetas colgando con pequeñas descripciones hechas a mano.
Todas eran para el insomnio, pero tenían diferentes aromas. Lorraine tomó una con olor a algodón de azúcar, hacía tiempo que no tenía acceso a algo tan femenino como una vela aromática, no sabía si le ayudaría dormir mejor, pero la gente decía que algunas esencias ayudaban a relajarse.
Intentaría tener una noche de sueño decente.
Cuando el doctor Xu se fue, Jude parecía animado, pero también tenía una expresión extraña, como si tuviese muchas cosas en la cabeza. Lorraine lo observó caminar al otro lado de la muralla, todo el mundo estaba aliviado al ver al hombre volver antes de tiempo. Sin embargo, cuando salió del fuerte los alrededores se inundaron de murmullos horrorizados.
Jude no le tenía miedo a las pesadillas, dependía de ellas como el aire que respiraba. Lorraine sabía que el hombre se alimentaba de ellas, que se bañaba en su sangre y cuando volvía siempre estaba empapado de pies a cabeza por una sustancia tóxica que ningún otro mago podía tocar.
Después de alimentarse adoptaba una sonrisa tan satisfecha.
En cierta manera Jude Brummell era todo lo que la gente decía sobre él.
En los siguientes capítulos vamos a conocer un poco más al marido de la nación, así que estén atentes. 7w7
Los dejo con un simpático picrew de nuestro poderosísimo Jude Brumell
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