31
Aster se decidió después de caer la noche. Alexander le había dado una habitación para que compartiera con Jude, sin embargo, no parecía muy contento de que ambos pasaran tiempo a solas. Aun así, les dio su espacio cuando Aster le pidió a su marido que se sentaran en el patio a mirar las estrellas.
Jude se había cambiado de ropa, estaba usando un conjunto sencillo que compró en la ciudad, junto con uno de los suéteres enormes de Alexander, quien se había negado a darle nada más que eso.
Ambos estaban sobre una manta y las dudas comenzaron a moverse en su estómago, revolviéndose como una olla de sopa en su punto de ebullición, para ese momento del día ya estaba más molesto que otra cosa, así que decidió tomar la situación en sus manos. Cuando estaban preparándose para irse a dormir, oculto en la intimidad de la habitación, él levantó, sentándose en el regazo del hombre, este lo miró con los ojos abiertos, como si supiera lo que se venía.
En silencio le tomó de la mano, los dedos de Jude estaban llenos de callos y a Aster le encantaba como se sentían contra su piel, sin embargo, se negó a dejarse llevar por el calor que estaba sintiendo y dobló los dedos del hombre hacia atrás, tensando los músculos al máximo, pero sin lastimarlo.
—Necesito que respondas a una pregunta —había una amenaza implícita en su voz, pero Jude no parecía asustado en lo absoluto.
—Sabes que puedo soltarme cuando quiera ¿Cierto? —el permaneció impasible ante la escena. Aster soltó un resoplido, ignorando las palabras del hombre y tensándole los dedos aún más.
—¿Qué clase de relación tienes con Alexander? ¿Por qué te pidió que no te casaras? —A pesar de lo mucho que amaba a Jude o quizás justo por esta razón, estaba dispuesto a cuestionarlo a él en lugar de a su hermano.
—Escuchaste nuestra conversación —sorprendido, Jude levantó una ceja, comprobando lo que ya se imaginaba.
—Responde la pregunta —Aster se mantuvo impasible, pero el hecho de que Jude no le diera una inmediata explicación hizo que su corazón vacilara. De repente no sabía dónde estaba parado, no es que pensara que aquellos dos pudiesen tener algo a sus espaldas, pero no podía descartar que quizás hubiera cierta tensión entre ambos.
Alexander era un chico precioso, de ojos almendrados, de un color negro profundo, su cabello era largo, hermoso y su piel blanca y sedosa. Además, al igual que todos sus hermanos era más alto que él, con una personalidad muy dulce, cualquiera se sentiría halagado por su atención. Se preguntó qué pensaría Jude si aquello fuera cierto, no le haría caso en lo absoluto ¿Verdad? Porque Alexander era muy joven todavía, tenía apenas diecisiete años y Jude veinticinco, era muy grande para él y Jude era su marido, tenía que estar enamorado de él si había hecho todo lo que hizo para que pudieran casarse.
Aunque quizás se sentía responsable, Jude era el tipo de hombre que iría al fin del mundo para cumplir una promesa. Pero no era posible, lo había notado, Jude nunca había mirado a nadie más que a él.
Aster estaba haciéndose un nido en la cabeza cuando Jude suspiró.
—No es nada de lo que piensas, quizás usé las palabras incorrectas, pudo haberse malinterpretado, pero te aseguro que no tienes nada de qué preocuparte —explicó, acomodándole el cabello detrás de la oreja con la mano que tenía libre.
—Entonces aclárame la duda —espetó, mientras en su mente pasaban miles de ideas que lo hacían sentir inseguro de su matrimonio. Uno podía pensar que las acciones valían más que mil palabras, pero se habría sentido mejor si a ese punto Jude le hubiese dicho que lo amaba.
—Alexander me pidió... —Jude guardó silencio, lo que sea que haya visto en él le hizo reconsiderar sus palabras—. No se supone que debería decírtelo, me pidió que no te lo dijera, pero... —observó la habitación de al lado y puso una barrera de sonido.
—¿Pero? —La esperanza floreció en su pecho, sin podía decirle no debía ser tan grave, al menos eso esperaba.
—Nosotros nunca habíamos hablado antes de eso —Aclaró—. Pero la mañana antes de la boda vino a la habitación del novio y me pidió que no me casara contigo.
Aster se quedó en silencio, soltó la mano de Jude, demasiado sorprendido para seguir sosteniéndolo, y este aprovechó para incorporarse, afirmando a Aster de las caderas para que no se fuera de espaldas.
—¿Porqué? —preguntó, confundido por las acciones de su hermano pequeño.
—Porque no quería que perdieras tu posición en la familia, primero intentó razonar y luego me amenazó —Jude se quedó pensativo un momento antes de continuar hablando—. Tenía razón, quizás podrías haber conseguido un matrimonio más ventajoso si me retiraba de la contienda, después de todo no me recordabas, ni a mí ni a la promesa de pedir tu mano.
Hubo un largo silencio, Aster se le quedó viendo sin saber que decir, Jude no se veía avergonzado o arrepentido en lo absoluto.
—De todas formas, no lo hice —el hombre suspiró, rodeándolo de la cintura, sus cuerpos tan juntos como podían. Aster pasó las manos sobre su cuello, sorprendido por la repentina fiereza en los ojos de aquel hombre—. Porque no podría haber permitido que te casaras con ningún otro —Jude volvió a acomodar su cabello en un gesto tierno—. Perdóname por ser egoísta.
Aster no pudo resistirse, el calor lo recorría de pies a cabeza, así que simplemente se lanzó sobre él, tomándolo del rostro asaltando los labios de Jude. Este se empujó sobre él, sus manos recorriendo su cuerpo como si no pudiera tener suficiente de ello, Aster tenían los dedos de los pies retorciéndose, mientras sentía el miembro de Jude endurecerse entre sus piernas.
En un movimiento instintivo comenzó a frotarse contra el cuerpo de su marido y encontró en el contacto un calor que le nublaba la cabeza, nunca se había sentido así, tan ajeno de su voluntad, dejándose llevar por sensaciones que lo hacían temblar. Las manos de Jude se posaron en su trasero, amasándolo y apretando como si estuviera intentando abrirlo. Aster soltó un gemido y luego otro y otro.
Cuando se separaron estaba temblando, no habría podido pararse, aunque hubiese querido, sus piernas estaban débiles y tenía la respiración agitada. Jude lo estaba observando como si quisiera devorarlo ahí mismo. Aster lo besó otra vez, puso sentir la lengua del hombre entrando en su boca, asaltando sus labios sin piedad.
Entonces una idea llegó a su cabeza, frunció el ceño y se le quedó viendo fijamente.
—¿Dónde aprendiste a hacer eso? —Aster sintió una ira irracional al darse cuenta de la manera en que Jude siempre parecía tener control sobre sí mismo y siempre sabía que hacer—. Jude ¿Eres virgen verdad? —Silencio—. ¿Verdad?
Jude lo hizo a un lado y se puso de pie, estirándose en un movimiento casual, para luego abrir la puerta del cuarto.
—Se me antojó dar una vuelta en la playa —y salió de la habitación. Aster se puso de pie de un salto.
—¡Vuelve aquí esposo infiel!
Alexander estaba sentado en su cama, recargado en la ventana mientras se comía unos cacahuates cuando vio a Jude salir corriendo hacia la playa, mientras Aster lo perseguía.
—¡Responde mi pregunta! —gritó su hermano, para luego saltar sobre el hombre, subiéndose a su espalda. Jude le agarró de los brazos y comenzó a darle vueltas, mientras Aster daba voces.
Al final el chico se soltó e intentó andar, pero estaba demasiado mareado y casi se cae. Jude le sostuvo de la cintura, se estaba riendo, Alexander nunca había visto a Jude reírse.
—Tramposo, te estabas burlando de mí —se quejó Aster, rodeándolo del cuello. Ambos se tambalearon, cayendo en el suelo, ambos bastante agitados, así que no se levantaron enseguida.
Alexander tuvo que admitir que parecían hacer una buena pareja, pero decidió mantener su corazón frío y cerró las cortinas, ignorando la escena en un gesto orgulloso.
Jude y Aster pasaron casi toda la semana libre que tenían en casa de Alexander, quien estaba encantado de tener a su hermano mayor en los alrededores, pero seguía sin ablandarse con su cuñado. Cuando por fin volvieron a casa Lorraine acababa de instalarse en su habitación, técnicamente sus heridas se habían recuperado sin problemas, pero todavía estaba dolorida y debía dejar descansar su núcleo al menos un mes si quería estar en óptimas condiciones para volver al servicio pronto.
Lo primero que Jude hizo fue ir a hablar con ella, Lorraine era probablemente su única amiga y en quien confiaba para los negocios que tenía planeados, así que pasaron toda la tarde hablando sobre el futuro.
Para empezar, le dio un cheque con su parte del botín por la venta de las piedras mágicas. Ella estaba brillando de felicidad pues era capital suficiente para iniciar el negocio de sus hermanos. Sin embargo, un negocio normalmente no daba frutos de inmediato (la mayoría de la gente no pasaba por una racha tan magnifica como la de Aster y sus velas) así que les esperaban unos cuantos años de deudas en los que tendría que apoyar económicamente a sus hermanos antes de que lograran posicionarse. En el centro había demasiadas tiendas de té o pastelerías y postres, así que la competencia sería encarnizada.
Entonces Jude le habló sobre su próximo negocio con la reina. Debido a que los bosques en la frontera eran técnicamente propiedad de Hexi y no se les permitía a organizaciones privadas tener el control sobre las minas, por lo que habían llegado a un consenso en el que Jude se encargaría de llevar y traer de regreso al equipo de exploración para sacar cargamentos de piedras mágicas, de los cuales podría quedarse con un quince por ciento para comerciar y además recibiría un pago por su servicio a la corona.
Durante el tiempo que no hubiese viajes también se le proporcionaría un grupo para sus exploraciones dentro del bosque, donde los salarios serían lo suficientemente altos como para que valiera la pena el riesgo. Jude recibiría un capital de inicio y además cierta cantidad de dinero previo al inicio del proyecto.
—Por ahora estaré buscando buenos candidatos para las exploraciones, no quiero un grupo muy grande, diez personas con buenas habilidades estaría bien —él le dirigió una mirada a Lorraine, sus ojos brillaban con emoción—. ¿Te unirás al grupo de exploración? Cuando estés recuperada, quiero decir.
Lorraine le sonrió, Jude nunca se olvidaba de ella.
—Por supuesto —dijo—. Cuenta conmigo.
Esa noche comenzó a prepararse para volver a la frontera, ya había hablado con Aster sobre lo que estaba por venir bajo las órdenes de la reina y el chico estaba muy emocionado por él, sin embargo, podía notar en su rostro que no estaba feliz de verlo partir.
Esta era la primera vez que se marchaba desde que Aster había recuperado la memoria y resultaba especialmente nostálgico después de la semana que pasaron juntos en casa de Alexander. Antes de irse a dormir se detuvieron a hablar un poco sobre el tema.
—Ojalá puedas volver pronto —Aster apretó los labios, recostándose sobre el torso de Jude, este acarició su cabello, aspirando el olor a jabón que desprendía.
Ya era tarde y pasaron casi todo el día juntos, preparando las cosas para el gran viaje. Aster se sorprendió un poco al notar lo realmente cercanos que eran Lorraine y Jude, hasta el punto en que ambos se sentados en el quiosco tomándose una cerveza a media tarde. El habría pensado que Jude era más de vino, pero se equivocaba.
Ambos hablaban sin parar, como si tuvieran mucho que contarse aun cuando llevaban apenas unos días separados. Aster quería llegar a ser así con Jude, pues, aunque se entendían bien tenían muchos años sin mantener el contacto, era normal que tuvieran menos cosas en común que con una amiga del trabajo con la que compartía su tiempo en casa y su tiempo laboral.
—Volveré a finales de mes, primero tengo que arreglar todo en la frontera y después me quedaré unos tres meses para el proceso de reclutamiento —explicó, cerrando los ojos, se quedaría dormido pronto, de eso estaba seguro. Desde que Aster había perfeccionado sus velas, aquel insomnio que parecía ser genético se había curado con sorprendente facilidad y a diferencia de otros remedios, con las velas casi siempre tenía buenos sueños.
—¿Cuánto tiempo estarás en la ciudad después de eso? —preguntó, también afectado por su propia magia. Los brazos de Jude eran especialmente cómodos para dormir
—Tres meses aproximadamente quizás un poco más —tenía que realizar mucho papeleo, así que se tomaría su tiempo, pero no quería tener demasiadas esperanzas al respecto.
Aster sonrió, enterrando el rostro en la ropa de cama de Jude.
—Estarás aquí para la boda de Cassian —murmuró, no estaba pensando muy claramente, así que lo único que pudo armar en su cabeza fue la idea de que podrían hacer su primera aparición en un evento social juntos pronto y que tendría a su marido mucho tiempo.
—Sería perfecto, es el único de tus hermanos que no me odia —Jude soltó un suspiro, pensando en cómo Magnus se había unido a la lista de los que intentaron convencerlo de que no se casara, él junto con Alexander le guardaban mucho rencor todavía. Pero Cassian, aunque parecía preocupado por su estabilidad económica, no estaba en lo absoluto molesto con Jude y de hecho parecía feliz de verlos juntos.
Quizás esto se debía a que era el segundo hijo y el único que los había visto coqueteando alguna vez cuando eran adolescente, probablemente pensaba que eran una pareja obvia a diferencia de sus dos hermanos menores.
—Cassian es un dulce, él no puede odiar a la gente, no está en su sangre —aseguró Aster y tenía razón, probablemente también era el único de sus hermanos que quería a su papá.
—Lo eres —Jude no supo muy bien que dijo y Aster tampoco, porque enseguida se quedaron dormidos.
A la mañana siguiente se despertaron para llevar a Jude a una instalación del gobierno donde utilizaron el transportador oficial para enviarlo de regreso al campamento. Como tenía poco tiempo para resolver todo en la frontera le habían dejado usarlo, además, Bonnie estaba todavía allá así que era la única manera de recorrer semejante distancia sin peligro.
Ese día cuando se despidieron, Aster pudo besar a su esposo y decirle: vuelve pronto. Como siempre había querido.
Perdonen si no está tan bien corregido, pero mi internet está fallando y me cuesta trabajo corregir sin el lector de textos. T_T
Espero que hayan disfrutado de esta lectura, nos leemos pronto. <3
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