29
Aster abrió la carta frente a la mirada atenta de todos los presentes, quienes superaron la reverencia que Jude generaba en ellos para poder enterarse de lo que estaba pasando. La carta tenía el sello del gobierno y pudieron hacerse una idea de lo que significaba, así que eso generó aún más expectativas en los presentes.
Con una sonrisa en los labios Aster abrió el sobre y sacó la hoja, comenzando a leer en voz alta anta la atenta mirada de todo el mundo.
—Estimado señor Brummell, escribimos desde Departamento de gestión de gremios mágicos, bla bla bla bla —él comenzó a obviar los quince renglones de formalidades hasta llegar a la parte que le importaba—... Por lo tanto, a través de este medio, estamos honrados de hacerle saber que su solicitud de desvinculación del Clan Winchester ha sido finalizada, a partir de este momento usted y su familia son libres de unirse a otro clan, fundar el suyo o en su defecto permanecer como individuos libres lejos de la política de mangos —conforme leía aquellas palabras, su voz se levantaba hasta que se transformó prácticamente en un chillido.
Aster levantó las manos al cielo, mientras Octavia, Peter y Mathew saltaban a abrazarlo. Rosemary y Johan simplemente felicitaron, dedicándole sonrisas satisfechas. Jude observó la escena, sintiéndose más tranquilo con la idea de volver a la frontera la siguiente semana, la gente de esa casa, su gente, eran también la gente de Aster a estas alturas.
—¡Jude! —gritó cuando los otros tres lo soltaron y corrió, aprisionándolo en sus brazos. Jude lo recibió con una sonrisa apenas perceptible.
—Felicidades —aunque sin duda él era parte de todo el plan, aquel era el logro de su marido. Ahora él tenía que hacer su parte rápidamente para que pudieran vivir tranquilamente.
Aster abrió los ojos de par en par, todavía con las piernas enredadas en el torso de Jude. Una idea llegó a su cabeza y rápidamente se bajó, corriendo hacia las habitaciones.
—¡Tenemos que ir a ver a mi hermano! —gritó, al tiempo que Rosemary lo regañaba por correr en dentro de la casa.
Jude lo siguió, aunque a su propio ritmo. Lo encontró rebuscando entre las cosas de su taller, todavía había algunas velas guardadas, apenas un par porque mientras no estuvo Rosemary le envió el pedido que le encargó Mr. Lovelance.
—¿Cuál de todos? —preguntó Jude recargándose en el marco de la puerta.
—Alexander —dijo, mirándolo un segundo antes de continuar con lo suyo—. Me gustaría hablar con los demás, pero Cassian está ocupado con su boda y Magnus se fue a la isla tortuga —explicó, inspeccionando uno de sus anaqueles, el cual estaba lleno de cajas de regalo que había ido comprando con el tiempo.
—Ahhh, el que me odia —Jude recordaba bien a Alexander, pero hacía tiempo que no hablaban. Aster se detuvo y frunció el ceño hacia su esposo.
—Alexander no te odia, ese es Magnus —luego, continuó con su búsqueda de cajas, intentando decidir cual era la ideal para este viaje.
—No, no, Alexander me odia mal —aseguró—. Magnus también me odia, pero Alexander... —Jude negó con la cabeza, recordando su último encuentro, que fue antes de la boda con Aster.
—Cómo crees —el chico desestimó sus palabras y luego levantó una cajita de color azul rey—. Perfecto —dijo, poniéndola en el escritorio y luego se detuvo en seco—. Pastelitos —espetó—. Voy a preparar pastelitos.
Aster corrió hacia la cocina y Jude ladeo el rostro, viéndolo desaparecer por el pasillo, mientras se preguntaba si él debería llevarle un regalo también. Técnicamente era la primera vez que visitaba a su cuñado después de traer a Aster a su familia, por lo que seguramente sería educado presentar sus respetos, aunque Alexander no quisiera verlo ni en pintura.
—Jefe ¿Qué debemos hacer? —Octavia se asomó, observando la situación con curiosidad. Jude se quedó pensativo unos momentos antes de comenzar a dar órdenes.
—Dile a Johan que prepare el carruaje, saldremos en un rato, tú y tu hermano, vayan a ayudar a Aster y por favor, pídele a Rosemary que venga para asistirme con un presente —explicó. Octavia asintió y corrió hacia la cocina, donde seguramente todos estaban sentados viendo al muchacho dar vueltas, buscando los ingredientes para sus pastelitos.
Él se dirigió a su estudio, preguntándose que podría darle a Alexander para que no le cortara el cuello cuando lo viera entrar en la casa. Luego recordó que tenía una caja fuerte con algunos objetos que esperaba vender pronto por un buen precio, todos los había encontrado en el bosque y eran de valor indeterminado.
En la pared, detrás de un cuadro, abrió su caja fuerte y sacó un baúl de tamaño mediano, de madera. Con cuidado revisó su interior, el plan era llenar la caja y venderla una vez que tuviera suficientes cosas, no había valorizado la mayoría, porque cuando viajaba a la ciudad lo único que quería era estar en casa. Suponía que todos tenían un precio similar de aproximadamente tres monedas de plata. Ahora que tenía un trato con la reina el dinero llegaría eventualmente, así que no pasaba nada si tomaba algo de ahí.
Tranquilamente evaluó sus opciones, había broches, botones, anillos, piedras y algunas joyas rotas. Mientras buscaba dentro encontró un arete con una piedra mágica colgando. La piedra era color aguamarina y combinaba bien con los ojos profundos de Alexander, además recordaba que el chico tenía las orejas perforadas.
—Joven Brummell ¿Me llamó? —Rosemary se asomó en la habitación, cerrado la puerta con cuidado.
—Tía —dijo—. ¿Puede ayudarme a envolver esto? Es un regalo para el hermano de Aster —Jude se dio la vuelta, mostrándole el arete. La mujer frunció el ceño hacia él.
—No me llames tía, estoy trabajando —espetó, para luego ha acercarse y tomar la joya con delicadeza.
—Perdón, Rosemary ¿Podría ayudarme con esto? —se corrigió a si mismo, un poco avergonzado, le costaba mucho llamar a la mujer por su nombre.
—¿Es para el más pequeño? La hechura es impecable —dijo, analizando la forja. Jude no entendía mucho de joyas, pero Rosemary sí, por lo que le creyó sin dudar—. Pero es una moda que nunca había visto ¿Es de una tienda extranjera? —preguntó, frunciendo el ceño.
El arete era de gancho, tenía una forma de espiral cuadrada, de la que salían un par de alas. En el centro de la espiral, una piedra en forma de gota se balanceándose con un brillo curioso.
—Si, me parece que sí —aunque en realidad no estaba seguro, lo más probable era que algún soldado extranjero lo hubiera dejado caer mientras intentaban cruzar. Había notado que en Nexus los guerreros solían llevar mucho oro y joyas encima, las cuales se volvían carbón cuando el usuario moría. Sin embargo, algunas de ellas quedaban intactas si lograban quitárselas antes de matarlos.
Esto prácticamente era imposible, ellos preferían perder una extremidad antes que sus joyas.
—Esta es una piedra mágica de muy buena calidad —Rosemary se inclinó, entornando la mirada—. ¿Estás seguro de que quieres regalarla? —preguntó, aunque sabía de antemano la respuesta.
—Está bien —Jude suspiró—. Esperemos que eventualmente haga que Alexander me perdone por lo que le hice.
Rosemary levantó una ceja, pero no dijo nada al respecto.
Aster estaba emocionado por el viaje, llegarían al atardecer y planeaba rentar una habitación en un pequeño hostal para poder pasar toda la mañana siguiente con su hermano. Había preparado pastelitos y un lote pequeño de velas. Jude también llevaba un regalo, pero no pudo ver de qué se trataba porque ya estaba envuelto cuando se lo mostró.
Daba igual.
Estaba tan lleno de felicidad, notando cada pequeño cambio en el paisaje, el olor a sal o el viento, que no le dedicó mucho tiempo a la pequeña cajita de terciopelo que descansaba en manos de Jude. De hecho, tardó bastante tiempo en darse cuenta de la inusual tensión en el rostro de su marido.
No parecía preocupado, molesto ni enojado, simplemente tenso.
—¿Estás bien? —preguntó, ladeando el rostro. Jude no reaccionó, así que Aster le habló una vez más—. ¿Jude? —insistió, frunciendo el ceño. Este le dedicó una mirada un poco más tranquila.
—No pasa nada —dijo. Aster no estaba seguro de creerle, pero el carruaje se detuvo frente a la panadería sobre la que vivía Alexander, así que decidió dejar las preguntas para otro momento.
Johan se estacionó anunciando que se encontraban en su destino y Aster se bajó rápidamente, sintiendo la emoción golpear su pecho, sin embargo, una vez en la banqueta, la sonrisa desapareció de su rostro. Cuando Jude le alcanzó, el chico estaba viendo un cartel junto a las escaleras que llevaban al segundo piso.
—Se busca inquilino —Aster se giró, las escaleras estaban bloqueadas con una cadena.
—¿Estás seguro de que este es el lugar? —preguntó Jude, notando la pequeña enredadera que comenzaba a invadir el barandal, así como los pequeños crecimientos de musgo en los escalones.
—Sí, es aquí donde vine la última vez —y luego recordó el dinero que le había dado para que buscara un lugar más lindo—. ¿Quizás se mudó a otro sitio? —Aster se quedó pensativo unos segundos—. Voy a preguntar dentro, espérame aquí.
Tomando una bocanada de aire se preparó para enfrentar a la malhumorada dueña de la panadería, quien nada más verlo comenzó a insultarlo, hablando pestes de Alexander.
—¡Largo de aquí! —gritó finalmente, después de haber descargado su ira con Aster—. ¡Alguien que lo saque de aquí! —insistió.
Uno de los chicos que trabajaban en aquel lugar se apresuró a llevárselo fuera. El susodicho parecía avergonzado y asustado de la mujer, Aster lo entendía así que salió tan rápido como pudo.
—Alexander se mudó al final de la calle —susurró en voz baja, temiendo que su jefa lo escuchara—. Vive en una casita de madera al pie de la playa —y luego se metió corriendo al grito de la mujer, que parecía ponerse más furiosa a cada momento.
Rápidamente encontraron el lugar señalado, era una pequeña construcción de madera, con puertas corredizas y construida a centímetros de la acera. Las ventanas estaban cerradas, así que no podía echar un vistazo dentro, pero tenía una campana colgando en la entrada. Aster le dio una mirada a Jude antes de tocarla con todas sus fuerzas, la campana emitió un sonido melódico que se expandió cómo una onda en los alrededores.
—¡Aster! —para su sorpresa, Alexander asomó la cabeza desde el techo, sonriendo hacia él y saludándolo con las manos. Aster le devolvió el gesto, retrocediendo para poder verlo mejor, el sol le daba directo en la cara, así utilizó su mano derecha para hacerse un poco de sombra.
—¡Alexander! —una sonrisa apareció en sus labios, aliviado—. ¿Qué estas haciendo allá arriba? —preguntó, una gota de sudor se escurrió por su frente. Aunque el viento aminoraba el calor, el sol todavía brillaba en el cielo con fuerza. Eso no duraría mucho, dada la hora que era.
—Estoy reparando algunas goteras —respondió, mostrando su martillo—. Espera un momento —agregó, comenzando a acomodar sus herramientas en un morral que le colgaba a través del torso.
Aster se sorprendió un poco al ver a su hermano pequeño haciendo trabajo manual, usaba una camisa y pantalones viejos, un sobrero de paja, tenía el pelo trenzado y llevaba guantes gruesos y sucios. Cuando terminó de acomodar todo, saltó desde el techo, asustando a Aster de muerte. Aunque era sólo un primer piso, todavía le preocupaba que se lastimara, sin embargo, Alexander cayó suave como una pluma, sosteniéndose sobre sus pies sin problema alguno.
—Alexander te cuidado —Aster se apresuró a sostenerlo de la cara, el chico tenía las mejillas calientes y quemadas por el sol.
—Oh, no es nada, solo es un poco de... —La sonrisa complacida en sus labios se desvaneció, siendo reemplazada por una expresión de disgusto que no se molestó en disimular.
Los ojos de Alexander estaban clavados en Jude, quien le sostuvo la mirada con una expresión de resignación. De repente Aster comenzó a tomar en serio las palabras de su esposo sobre caerle mal a su hermano pequeño.
—Alexander —Lo saludó Jude, con un asentimiento de cabeza, pero sin extenderle la mano, pues el chico obviamente no lo recibiría con buen agrado.
De hecho, fingió que no lo había visto y se giró hacia Aster, recuperando su sonrisa.
—¿Quieres pasar a la sala? Te prepararé algo de té —dijo tirando de él y cerrando la puerta de golpe, justo en la cara de Jude.
—¡Alexander! ¡No seas grosero! —Aster abrió los ojos de par en par, con sus mejillas rojas de la vergüenza ante la forma en que su hermano estaba actuando.
—Era una broma —el susodicho le dedicó una expresión cándida que seguramente no era muy genuina, luego abrió la puerta y se asomó afuera—. Pasa cuñado ¿Quieres algo de té? —preguntó, ladeado el rostro.
—Lo agradecería —respondió Jude, entrando prácticamente de puntitas a la casa.
Después de eso el chico pareció tranquilizarse y los trató a ambos muy bien, aunque, por obvias razones, se le notaba más inclinado había su hermano. Cuando estaban todos, incluido Johan, disfrutando de té y galletas, comenzaron a ponerse al corriente.
—Te has mudado de casa —Aster observó el lugar, la casita era bastante linda por dentro, muy ordenada en comparación con su antiguo hogar, pero bastante lleno de cosas.
—La compré con el dinero que me disté —explicó y ante la expresión sorprendida de Aster soltó una carcajada—. Recuerda que los precios son más bajos en comparación con la capital, además, necesitaba muchas reparaciones, por ahora llevo apenas la mitad del trabajo —él parecía bastante eufórico en comparación con el Alexander más recatado que había visto en su último encuentro, Aster supuso que se debía a que pudo dejar ese horrible sitio en el que estaba viviendo. Aquel conocimiento hinchó su pecho con orgullo, ahora Alexander podía estar en un sitio un poco más cómodo y disfrutar de su independencia.
—Es muy bonito —dijo, observando los alrededores, las paredes estaban abarrotadas de estantes con velas y libros. Además, había un montón de objetos curiosos como relojes, cajitas musicales, figuritas de porcelana, lámparas y demás.
—¿Ha sucedido algo en la capital? Papá estaba muy molesto la última vez que nos vimos —respondió, un poco cohibido al recordar las circunstancias en las que se encontraron.
—Todo está perfecto —él sacó un papel de la bolsa de su chaqueta y se lo extendió—. Por fin aceptaron mi petición de desligarme de clan Winchester y pronto podré formar mi propio gremio —explicó, sintiéndose más ligero al pronunciar aquellas palabras.
Alexander lo miró con la boca abierta, sorprendido por la determinación en los ojos de su hermano. Hacía tiempo que Aster no parecía el mismo y se hizo más evidente ahora que podía comprar su yo opaco y sumiso con la figura brillante frente a sus ojos.
—¿Es en serio? —preguntó, aunque sus palabras podían sonar un poco rudas, había más asombro que otra cosa en ellas
—Así es y quiero que tú te unas a nosotros.
Les dejo un capítulo extra en compensación por la tardanza <3
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