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28

Aster se despertó temprano para reunirse con los chicos del servicio. Aunque apenas llevaba dos días fuera de casa sentía como si hubiese pasado una eternidad. Octavia fue la primera en acercarse a saludar, todos estaban muy ocupados, por lo que no se detuvieron demasiado tiempo a su alrededor, tenían que acomodar la habitación de Lorraine para que estuviera lo más cómoda posible, pero sí que pidieron un resumen rápido de lo que había pasado en su ausencia. Aster les contó a grandes rasgos y todos detuvieron lo que estaban haciendo después de escuchar que fue llamado por la reina para curar al príncipe Glorian.

—Jefe, es usted increíble, pronto le lloverán invitaciones para tomar el té y asistir a bailes —exclamó Octavia, feliz porque las posibilidades sociales de Aster hubieran mejorado.

Este la observó, sintiendo lejano aquel tiempo en el que se preocupaba por esas cosas. Es decir, él era una mariposa social, ansiaba la música y las charlas banales, pero sobre todo esperaba poder mejorar la reputación de su marido. Sin embargo, últimamente esas cosas le daban igual, ahora que su memoria había vuelto sólo deseaba deshacerse del ojo crítico de su padre y vivir tranquilamente el resto de sus días.

De repente una extraña incomodidad se asentó en su estómago al recordar la conversación que tuvo con su marido la noche anterior. El tema de los niños le emocionaba, pero de repente ya no estaba tan seguro de que fuera una buena idea.

—Chicos —su voz se escuchó mucho menos estable de lo que pretendía, los presentes notaron la expresión en su rostro, así que dejaron todo lo que estaban haciendo para prestarle atención—. ¿Qué piensan sobre adoptar un niño? —Aster hizo una mueca—. Quiero decir, sobre si debería adoptar a un niño.

El lugar se quedó en silencio mientras ellos se miraban entre sí. Rosemary fue la primera en hablar. La mujer llevaba un rato fingiendo que limpiaba una cómoda, pero era obvio que lo que buscaba era mantenerse dentro de la charla.

—Las familias nobles suelen priorizar la descendencia, pero en su caso, sería buena idea considerar la adopción ya que de otra forma se quedarán sin un heredero —ella lo dijo con un tono crítico en su voz, cómo si no estuviera muy convencida del asunto.

—Nunca pensé en adoptar, puedo tener mis propios hijos —Aseguró Octavia alegremente, recibiendo un empujón de su hermano.

—Eso no es algo muy agradable de decir —le regañó, la chica se encogió de hombros, sin agregar nada más. Llevaban toda la mañana acomodando el cuarto de Lorraine, así que todos estaban usando mandiles y gorros de trabajo, aunque a esas alturas no parecía que el lugar necesitase mucha más atención.

—Si quiere hacerlo, no creo que tenga nada de malo adoptar, yo soy adoptado, técnicamente —aseguró Matthew, quitándole importancia al asunto. Aster levantó la vista hacia él, nunca había escuchado al respecto, pero era cierto que no solía preguntarles a los chicos los detalles de sus vidas, solo sabía lo que ellos querían que supiera.

—¿Eres adoptado? —preguntó, ladeando el rostro, intentando buscar respuestas en la expresión de Matthew.

—Mi mamá murió cuando yo tenía cómo cinco años, me fui a vivir con mi tía un tiempo después, estuve en su casa un tiempo, pero luego me fui para trabajar aquí —explicó, ante la mirada atónita de todos. Ciertamente Matthew nunca había mencionado hermanos o padres que visitar en sus días libres y prefería quedarse en la casa para poder ir a pasear a la ciudad de forma más cómoda.

—¿Tu tía está viva? —Octavia abrió los ojos de par en par, como el león cree que todos son de su condición, asumió que todos en esa casa eran huérfanos que no tenían a nadie en el mundo, escuchar que su amigo tenía una tía y quizás primos la tomó por sorpresa.

—Supongo, no nos hablamos mucho, nunca le gusté demasiado —Matthew se quedó pensativo un momento antes de continuar—. Ella tenía su propio hijo, sólo me cuidó por piedad filial.

—Nosotros nos negamos a que nos adoptaran —Peter comenzó a hablar, como si lo hubiera recordado de repente. El chico estaba poniendo flores en un jarrón, acomodándolas por milésima vez, aunque estas estaban perfectas.

—¿Lo hicimos? —Octavia frunció el ceño, perdida en aquella conversación que a cada segundo daba giros inesperados.

—Bueno, seguro no te acuerdas de eso, pero cuando nuestros padres murieron nos metieron a un orfanato, varias personas se interesaron en nosotros, pero al final ninguna quería llevarnos a los tres. Nos negamos a que nos separan y al final nadie nos quiso, la economía no era lo suficientemente buena como para adaptar tres niños por caridad —agregó. A pesar de su historia, Peter lo contó cómo si hubiera sido una gran victoria. Aster pensó que seguramente lo era dado que Lorraine estaba haciendo un maravilloso trabajo cuidando de sus hermanos pequeños.

—Mi hermana adoptó a un niño hace dos años —intervino Johan—. Es un buen niño, ella lo quiere mucho.

El silencio se hizo una vez más, Aster no consiguió más que hacerse más preguntas sobre el asunto. También le sorprendió el hecho de que todos ellos tuvieran experiencias tan cercanas con el tema, sin embargo, dado que hasta hace poco el país era muy inestable tenía sentido que eso se tradujera en un montón de adultos perdiendo a sus hijos de una manera u otra.

—Supongo que depende de la experiencia de cada quien —Aster frunció el ceño, sentándose en una silla que estaba abandonada en medio de la habitación de Lorraine.

—Se trata de niños —dijo Rosemary—. Cada uno tiene una historia particular, como el resto de nosotros —la mujer lo dijo para quitarle importancia al asunto, pero Aster lo sintió como un regaño.





Más tarde decidió desayunar en el jardín, debajo del quisco, donde a solía ir a descansar con los chicos. Parecía ser el único sitio donde ellos se sentaban a su alrededor bebiendo té y esperando a que él terminara su plato. Esa mañana Jude se le unió y cómo ellos le guardaban mucha reverencia al hombre, enseguida desaparecieron del lugar, esperando a lo lejos a que alguien les llamara.

La mañana era brillante, pero lo suficientemente fresca como para disfrutar el aire libre. Johan había hecho florecer el jardín hermosamente. Le encantaba, sin embargo, estaba un poco nervioso por la conversación que tuvo un rato antes. Jude también estaba muy callado, lo trataba con una delicadeza que comenzaba a irritarlo.

—¿Te gusta? Octavia está practicando para su panadería —el postre era un paste con betún blanco, que encima tenía un durazno acaramelado, relleno de chocolate.

Jude partió la fruta con tenedor y cuchillo, el chocolate se derramó sobre el plato dando como resultado una vista excepcionalmente apetitosa. Cuando se lo llevó a la boca asintió con la cabeza. Esa mañana estaba muy atractivo, usando únicamente una camisa blanca, casual, cuyo primer botón estaba fuera le ojal, las mangas dobladas hasta el codo y los guantes de cuero que nunca abandonaban sus manos. El hombre lo miró, con un destello de humor brillando en sus ojos.

—No me ha envenenado como tu pastel de zanahoria, así que está bien —dijo. La cara de Aster se puso colorada.

—¡Que grosero! —exclamó, soltando los cubiertos, intentando no sonreírle, siempre le costaba estar enojado con su marido cuando se veía tan bien en las mañanas—. ¿Sabes que hice un trabajo excelente de limpieza? ¿Estoy seguro de que mis pasteles se venderían por un alto precio? —el nudo en su pecho de destensó un poco cuando se vio a si mismo bromeando con el hombre.

—Mmm —Jude miró al techo, como dudando de la respuesta de Aster.

—No voy a cocinarte nunca más —espetó en un falso tono ofendido, cruzándose de brazos.

—Está bien, estoy mejor crudo —dijo utilizando ese acento aristocrático que había obtenido con el tiempo.

Aster golpeo la mesa y el pastelito de su marido se deslió en la mesa hasta quedar frente a él. Jude prácticamente enterró su tenedor en el mantel.

—Este es para mí, no te lo mereces —dijo, sacándole la lengua. Era un poco extraño ser el objeto de las bromas de Jude, sin embargo, también había algo especial en verlo tan relajado.

El hombre lo miró y golpeó la mesa en respuesta. Esta vez fue su silla la que se movió alrededor, chocando con la de Jude y consiguiendo que casi se cayera de lado, de no ser por el firme agarre de su esposo, que lo sostuvo de los hombros, habría hecho el ridículo. Sorprendido, Aster lo miró apenas unos segundos antes de que Jude se inclinara y le diera un beso en los labios.

Una pequeña conmoción se escuchó a lo lejos, los chicos estaban observando la escena desde lejos. Sin embargo, Aster no se concentró en ellos, en su lugar estaba más sumido en la sensación de la lengua entrando en su boca, empujándose dentro, prácticamente chupando sus labios y enviando una honda de calor por todo su cuerpo.

Cuando Jude se separó de él, no tenía idea ni de qué estaban hablando en primer lugar. Ambos se quedaron en silencio un segundo en el que Aster se preguntó, por qué no estaban besándose otra vez.

—Creo que ayer fui muy duro contigo —las palabras se escaparon de los labios de Jude, añadiendo una capa de tensión al momento. Aster sintió que la sangre se le subía a la cabeza al notar la forma en que el agarre del hombre cambió sobre su hombro. Pasó de ser suave y gentil, a tenso y controlado.

—¿Sobre qué? —preguntó, aunque se hacía una idea al respecto. El tema también estaba rondando en su cabeza, acechando para salir a la superficie en cualquier momento.

—Sobre los niños, sé que realmente quieres uno y sé que serás excelente padre así que podemos tener todos los que quieras si eso te hace feliz —Jude no lo miró mientras pronunciaba aquellas palabras, de hecho, mantuvo su expresión tan controlada que Aster no pudo ver nada en ella y eso le dijo todo lo que necesitaba saber sobre el asunto.

Jude no quería adoptar, pero haría lo que fuera por complacerlo. Una lágrima se escurrió por sus mejillas, rápidamente la secó, pero enseguida cayeron otras más y tuvo que cubrirse la cara para que el hombre no lo viera. Aquel gesto fue una tontería, obviamente Jude notó lo que estaba pasando.

—¿Estás bien? —preguntó, está vez si se giró hacia él. Aster negó con la cabeza.

—No hablemos más del tema —dijo, recargándose contra su pecho—. No pensemos en ello, no es el momento.

De todas formas, todavía tenían muchas cosas que hacer y Aster no se sentía capaz de pensar más en el tema sabiendo lo mucho que Jude odiaba la idea. Quizás en un futuro el hombre estaría a gusto con aquella decisión o quizás él se daría cuenta que tener hijos era sólo una ilusión infantil, cómo sea, apenas estaban iniciando ese matrimonio y no quería comerse la cabeza con algo que no era una realidad inmediata.

Aun así, dolía.

—¿No vas a abrazarme? —le preguntó, dándole un golpe suave en el pecho. Jude se aclaró la garganta y lo rodeó en un abrazo gentil.

Aquel contacto lo reconforto más que cualquier otra cosa.




Al anochecer la paz en la casa estaba un poco turbada todavía, sin embargo, esto cambió cuando una carta llegó al buzón de los Brummell.

Bueno, como ya les había dicho el libro ya se acabó de escribir así que retomaremos las actualizaciones a partir de este momento.

Espero que disfrutaran de la lectura y nos leemos pronto <3

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